viernes, 26 de septiembre de 2008

Ortodoxia 1, Revolución y Peronismo

P.: Pero dio a entender que se llamaría a la lu­cha, pero mi pregunta va a otra cosa: ¿Por qué, si la CGT se declara peronista, no se movilizó cuando se lo proscribió a Perón?

RUCCI: Es muy difícil poder aceptar para quien no es peronista la estrategia que tiene el peronis­mo dentro de los problemas políticos que se de­baten en el país. Porque el peronismo no es un partido político, es un movimiento que, como lo dijo el compañero Tosco, tiene un líder, tiene men­talidad revolucionaria y si se encaja como par­tido político es para enfrentar la batalla dentro de un proceso y asumir el poder. Lo que implica que cuando se entra en este juego, se hace lo que conviene por la sencilla razón de que una actitud emotiva, o una actitud justificada, puede ser el factor o elemento que perturbe esa estrategia y no se logre el objetivo.

P.: ¿Qué es la revolución para usted, Rucci?

RUCCI: La revolución es la que se plasmó en 1946 cuando el peronismo, prácticamente por sus votos, barrió la alianza nefasta de la Unión De­mocrática.

P.: Pero con eso no la define...

RUCCI: Bueno la revolución es... Es decir, la revo­lución, mejor dicho una revolución, creo que no es ninguna novedad saber lo que es una revolución... Una revolución puede ser cruenta o incruenta. La revolución es provocar el gran cambio que entie­rre esta estructura que somete a los pueblos; es­tructuras que someten a los trabajadores y que colocan al país en el terreno de la dependencia. Revolución es liberación, la forma de encarar la revolución, la forma de llevarla y concretarla, eso depende...

P.: Pero si usted dice que la propiedad de los medios de producción debe ser de los particu­lares, del Estado o del...

RUCCI: No. La revolución que sostenemos los pe­ronistas no es la revolución de decir aquello que tenés vos es mío y vos hoy no tenés nada. Es decir, acá no se trata de apropiar nada. Acá la revolu­ción tiene que tener como objetivo fundamental el respeto a la dignidad humana. Punto segundo: que el capital cumpla una función social y se in­tegre a las necesidades del país.

P.: ¿Usted entiende que en los países socialis­tas no hay respeto por la dignidad humana?

RUCCI: Si usted me dice que Rusia es un país socialista yo le digo que es uno de los pocos paí­ses, quizás el único en el mundo, donde el sindi­calismo no existe. No hay libertad sindical sino que los dirigentes son funcionarios del gobierno, lo que implica...

P.: Le estoy hablando de Cuba, Rucci.

RUCCI: Bueno yo diría que el fenómeno de Cuba es la lógica consecuencia que se plantea en el mo­mento en que vivimos.

PANDOLFI: , pero concretamente, sin tantas palabras?

RUCCI: Soy un admirador de la revolución cu­bana.

P.: ¿Adoptaría ese medio para la Argentina, ese tipo de salida para el país?

RUCCI: Yo apoyaría toda revolución destinada a la liberación del pueblo.

P.: Entonces, ¿cómo tendría que ser la libera­ción del pueblo en un futuro inmediato?

RUCCI: La liberación del pueblo en un futuro in­mediato se puede dar a través del proceso que el Movimiento Peronista ha optado: las elecciones. Lo que no implica de manera alguna que ese sea el único hecho idóneo para una revolución. Op­tamos por el camino incruento. Hay un proceso que se gesta en el mundo que nada ni nadie podrá detener.

P.: ¿Todos los sindicalistas optan por ese cami­no o hay otros que están buscando la conspira­ción para entenderse con un sector militar?

RUCCI: En este aspecto creo que lo fundamental para mi, por lo menos como Secretario General de la CGT, es mantener la vida orgánica, y si algún dirigente ilusoriamente cree que él o algunos más pueden torcer este proceso en el cual está empe­ñado el movimiento obrero, se equívoca.

P.: ¿Por la vía orgánica de la CGT se puede ac­ceder al poder?

RUCCI: Escúcheme... yo he sido elegido...

PANDOLFI: Al poder real del Estado. . .

RUCCI: Nosotros entendemos que el movimiento obrero debe participar en el gobierno.

PANDOLFI: ¿Pero no se plantea nunca la toma del poder?

RUCCI: Escúcheme, permítame, puede ser a tra­vés de las elecciones. En 1946 se concretó a través de las elecciones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenas, Manolo

En este extracto de la entrevista se ve claramente que Rucci distingue al comunismo ruso del cubano. Al primero no lo considera afin a los trabajadores por la falta de libertad sindical, mientras que al segundo, sí (implícitamente).

Ambos regímenes en lo discursivo pueden parecer idénticos, pero si uno analiza el poder industrial y militar de cada uno, la idiosincracia de sus sociedades y el escenario geopolítico donde están situados, evidentemente no se trata del mismo tipo de régimen.

Hay simpatizantes por el socialismo que en 1973 habrán pensado que ambos países (URSS, Cuba) compartían el mismo camino, y gente que habrá visto que en la práctica iban por vías diferentes.

Creo que un grado de diferenciación similar puede hacerse de Rucci y Tosco.

Si tomás las declaraciones de ambos, parece claro que comparten los mismos objetivos y que sólo difieren en cómo se conduce ese proceso (Rucci más desde arriba hacia abajo, y al contrario Tosco). Eso lleva a pensar que no hay tantas diferencias entre ambos.

El problema es lo que no dicen o lo que no se discute donde probablemente tengan muchas diferencias, que tienen más que ver con lo cotidiano, más con los beneficios de ser dirigente que con una visión global de la lucha del movimiento obrero.

Entre esas cosas, la posibilidad de la renovación de los cuadros sindicales, la transparencia en las cuentas del sindicato, la resolución de disputas internas por métodos violentos y, por sobre todas las cosas, los beneficios asociados a ocupar un cargo central en un sindicato que mueve mucha plata y la discreción en su gasto.

Rucci y Tosco querían que algún día se hiciesen realidad muchos ideales de un proyecto socialista? Muy probablemente. Pero mientras tanto, en el aqui y ahora, a gente como Rucci no le hubiera gustado ni medio soltar la manija de la caja sindical.

Probablemente sin la existencia de esos privilegios no hubiera tenido lugar una organización sólida del movimiento obrero argentino. Eso sí, en contrapartida se terminó consolidando una dirigencia muy reacia a los cambios. Sin una renovación de autoridades y con una degradación de la calidad de vida paulatina de los trabajadores, poco a poco la sociedad termina por identificar a los dirigentes que permanecen casi inmutables por años (o décadas) con aquellos íconos del poder económico que también permanecen inmutables año tras año. De ahí al desprestigo y a la pérdida de poder asociada con la emergencia de un proyecto neoliberal hay un corto trecho.

Saludos,

Andrés