miércoles, 15 de abril de 2009

La Aduana de Buenos Aires, la Caja del siglo XIX


Mitrista o Revisionista, Marxista Ortodoxo o Socialista Nacional; no importa la orientación ideológica de los historiadores argentinos, todos coinciden en la importancia de ESE factor económico en la política argentina de 1810 a 1880.

Revoluciones, fusilamientos, guerras civiles, intervención de Poderes extranjeros, guerras totales en el Cono Sur.

La Paris del Plata frente a los 13 Ranchos, escondía un problema de Caja, quien la controlaba y como se distribuía su recaudación.

Rosario nació como desafió de la Confederación al Estado de Buenos Aires, y la colonización de la Pampa Gringa fue una alternativa al Contubernio de los Hacendados Rosistas y Liberales.

Pero siempre con un ojo en la Caja, la Aduana como fuente de recursos del Estado.

Cuando Roca derroto a Tejedor, se saldo con la expropiación de la Ciudad a la Provincia; y en su litoral el Puerto, donde estaba la Caja, con la denominación de Aduana Nacional.

El Martin Fierro, nacido como panfleto político, fue la respuesta porteña a la ocupación de la Dinastía de presidentes provincianos.

Sarmiento, Avellaneda, Roca y Juárez Celman; todos ellos combatidos por las armas.

La Revolución del Parque fue Porteña, luchaba contra el “burrito cordobés”, solo mucho después el Radicalismo se convirtió en una fuerza nacional.

Las quejas de los dueños de la Situación provincial, frente a la intrusión de los hijos de la Mazorca rosista.

Los Alem, Yrigoyen, Alvear, Pueyrredon, etc.; que buscaron el apoyo de las Familias desplazadas de la Administración en las Provincias.

Sin empleo del Estado no se podían solventar los gastos exigidos por la “condición social”

El Borges ñoqui de los 40, que cobraba el sueldo de Inspector, pero había sido trasladado a una biblioteca.

El “estatismo” de Pinedo y la Concordancia en la década del 30; donde los nombramientos y los contratos dejaban reducido a la insignificancia a los “presupuestivoros” radicales.

El vino de Cuyo y el azúcar del NOA fueron el pago que exigieron las oligarquías locales para acompañar a Roca.

Protección arancelaria, en un Régimen que se declaraba defensor del Libre Cambio.

Ni Mendoza, ni Salta o Tucumán; soportarían la competencia de Cuba y Brasil en Azúcar, o Italia, España y Francia en vinos.

El apoyo político siempre tiene un costo monetario; aunque se llenen la boca con los conceptos de Republica, Instituciones y Constitución.

Garganta Profunda, la fuente que volteo a Nixon, sintetizo un principio de la Acción Política.

“Seguí el camino del Billete, y encontraras las razones de las Conductas”

 La imagen es de aquí, hacer clic, y el texto que la acompaña.

 

"Dicen que una gran sombra [Adolfo Alsina] viene a llorar lo que él tanto veneraba e idolatraba ..."

Una elocuente imagen para una severa condena.

La sombra de Adolfo Alsina sobrevuela por la noche la ciudad de La Plata (capital de la provincia de Buenos Aires, recientemente creada).

Allí está Dardo Rocha que, como sus seguidores, siempre es representado con un "botín" en la cabeza (el "botín" es la provincia de Buenos Aires).

Al gobernador de Buenos Aires, quien se sentía el sucesor natural de Roca para las elecciones de 1886, lo acompañan monseñor Aneiros (arzobispo de Buenos Aires, siempre ácidamente criticado por la publicación), José Manuel Estrada (del grupo católico, que junto a la Iglesia avalaba el proyecto de Rocha en contra de los intereses roquistas) y Mariano Demaría, ministro de Hacienda bonaerense.

Las inscripciones del dibujo son una clara denuncia que forma parte de la campaña antirochista de El Mosquito:

"Aquí yace la honradez administrativa";

"Aquí yace la buena fama del Banco Provincia" (cuyas arcas -se decía- financiaban generosamente la campaña presidencial del gobernador bonaerense).

La columna de las "libertades públicas" aparece quebrada.

Sobre el ataúd se lee "tesoro de la provincia" (Rocha, el enterrador, tiene en su mano una pala que dice "candidato").

Una gran cruz cercana reza: "aquí yace la honradez de N.N".

De un arcón con la inscripción "bienes del difunto" (A. Alsina), secuaces rochistas sacan objetos.

Detrás de ellos, dos cruces anuncian que han muerto: los "escrúpulos" y la "delicadeza".

 

2 comentarios:

Andrés el Viejo dijo...

Muy buen recuerdo, Manolo. La historia de nuestro siglo XIX no es la historia de federales y unitarios que nos cuentan (invirtiendo los signos positivo y negativo) los liberales y los revisionistas. Es la pelea entre los porteños (como entonces se llamaba a los de la provincia de Buenos Aires, fueran de la ciudad o de la campaña) y los demás argentinos por el control de la gran caja: la Aduana.
Rosas, en 1862, escribía a su amigo Roxas y Patrón que Mitre, gobernador de Bs.As., debía convencer a los demás gobernadores de que le dieran el encargo de las Relaciones Exteriores y facultades extraordinarias, suspendiendo la Constitución, porque el país aún no estaba maduro para la organización nacional. Siete años más tarde, se quejaba de la injusticia con que las provincias interiores trataban a la de Buenos Aires. Exiliado por los suyos, sometido a ataques y agravios, confiscados sus bienes, el viejo porteño demostró poner su convicción de la superioridad de su provincia por sobre sus cuestiones personales.
Hoy, la situación tiene su paralelo con aquella. Donde decíamos manejo de la Aduana en provecho de todo el país, ahora podemos decir retenciones sobre las exportaciones para provecho de todo el país.
Un abrazo

Ezequiel dijo...

Esto está realmente muy bien. Certifico su calidad, en tanto docente de historia diría que es una excelente demostración de los lazos existentes entre las luchas del pasado y las representaciones actuales.