sábado, 31 de julio de 2010

Gaetano Mosca, Lasalle+Curzio Malaparte, y el Gran Miedo (I).

--Cuando yo uso una palabra --insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso-- quiere decir lo que yo quiero que diga..., ni más ni menos.

--La cuestión --insistió Alicia-- es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.

--La cuestión --zanjó Humpty Dumpty-- es saber quién es el que manda..., eso es todo.

A través de espejo, y lo que Alicia encontró al otro lado.

Lewis Carroll

http://www.guiascostarica.com/alicia/a2/cap06.htm


Se puede ser "maquiavelista" o "maquiavélico".

Los "maquiavelistas" son intelectuales que en sus clases o en sus libros enseñan la doctrina de Maquiavelo.

Los "maquiavélicos" son, en cambio, aquellos que, hayan leído a Maquiavelo o no, en la práctica hacen lo que él dice que hay que hacer para acumular poder.

Autores maquiavelistas como el italiano Gaetano Mosca escribieron a fines del siglo XIX, cuando empezaba a expandirse la democracia, que ella es una ilusión porque en el fondo siempre mandan las minorías.

Que los maquiavelistas sostengan este tipo de teorías no significa que ellos mismos sean maquiavélicos.

Al contrario, como intelectuales que son, muchas veces resultan en los hechos tan "chambones" como lo fue Maquiavelo cuando administró a Florencia.

El propio florentino, cuando le tocó evaluar a dos grandes de su época, César Borgia y Fernando el Católico, juzgó a éste superior a aquél porque, a la inversa de Borgia, la falta de escrúpulos de los maquiavélicos no se le notaba.

Se suele citar a Maquiavelo como el autor de El príncipe, algo así como el manual del perfecto maquiavélico.

Su obra principal versa, sin embargo, sobre las repúblicas, en las que el desenfreno de la ambición ilimitada está contenido por las instituciones.

Todos los políticos tiene algo de maquiavélicos, pero allí donde hay instituciones fuertes, ellas se encargan de canalizar la pasión del poder en dirección del bien común de los ciudadanos.

Para incurrir en una última cita, recordemos que Mosca sostenía que en todo sistema político, se declare democrático o no, una minoría organizada siempre prevalece sobre la mayoría desorganizada.

Por lo que acabamos de ver "el príncipe", esto es el amante insaciable del poder, contrasta con el político republicano en cuanto éste, a la inversa del príncipe, se detiene ante la saludable valla de las instituciones.

Un príncipe en medio de la República

Mariano Grondona

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1106522


Según el autor maquiavelista Gaetano Mosca, el poder consiste en la supremacía de una minoría organizada sobre una mayoría desorganizada.

¿No es ésta, hoy, la situación argentina?

Después de su derrota frente al campo, el gobierno de los Kirchner ha quedado en minoría.

Si la oposición, mientras tanto, se hubiera unificado, la suerte de los Kirchner estaría sellada.

Pero la oposición es todavía, en el vocabulario de Mosca, una "mayoría desorganizada".

Sumada, ya reúne más votos que el kirchnerismo.

Pero aún no se ha sumado.

Es más correcto así no hablar de "la oposición" sino de "las oposiciones", cada una de ellas más vulnerable que el propio Gobierno.

La lista de "las oposiciones" que enfrentan los Kirchner incluye cinco fuerzas políticas: el radicalismo, la Coalición Cívica, el peronismo no kirchnerista, el Pro de Macri y el socialismo de Binner.

Lo que por ahora separa a estas fuerzas no es sólo su diversa identidad sino también las diversas opciones estratégicas que escogen para enfrentar a la pareja gobernante.

Las oposiciones se dividen, en tal sentido, entre dos caminos alternativos.

Una opción, que llamaríamos "maximalista", es la de sumar a todos opositores en un solo haz, incluyendo hasta a los que ayer mismo estaban con Kirchner.

Nadie debería ser excluído de esta "gran coalición" salvo, naturalmente, los propios Kirchner y quienes decidan seguir con ellos hasta el fin.

El referente más notorio de la "gran coalición" es Eduardo Duhalde.

Pero la otra opción, que llamaríamos "minimalista", sólo admite en la oposición al kirchnerismo a quienes no formen parte de la "clase política" vetusta, "corrupta", que dirigió a la Argentina en los últimos años.

La jefa natural del "minimalismo" es Elisa Carrió.

Cuando a Winston Churchill le objetaron su alianza con Stalin en la Segunda Guerra Mundial, contestó que, con tal de derrotar a Hitler, estaba dispuesto a unirse hasta con Lucifer.

Este es el espírtu de los "maximalistas": hay que unirse con todos los que quieran hacerlo, incluidos los más recientes ex kircheristas, porque el objetivo máximo es derrotar a los Kirchner y, para lograrlo, toda estrategia es admisible.

Los "minimalistas", al contrario, querrían excluir de la "gran coalición" a todos aquellos que comulgaron con los Kirchner y sus métodos porque la batalla contra ellos no es meramente política sino, ante todo, todo moral.

El hecho es que, mientras prevalezca la diferencia entre "maximalistas" y "minimalistas", Gaetano Mosca seguirá teniendo razón.

Las oposiciones

Por Mariano Grondona

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1048235


La democracia, ¿es un mito?

Así lo pensó el politólogo anglo-norteamericano James Burnham, quien en su libro Los maquiavelistas comentó la obra de otros autores que pensaban, como él, que el gobierno de la mayoría es una ilusión porque, en los hechos, siempre manda alguna minoría.

En su libro La clase política, Gaetano Mosca, el más famoso de los maquiavelistas, resumió el pensamiento de su escuela al afirmar que "una minoría organizada siempre prevalece sobre una mayoría desorganizada".

Burnham murió en 1987.

Si hoy se levantara de la tumba, ¿vería en la campaña electoral que hoy arrecia entre nosotros una confirmación de su tesis minoritaria?

La pregunta es pertinente porque si nos concentramos en la provincia de Buenos Aires, donde se despliega como tantas otras veces "la madre de todas las batallas", el electorado bonaerense parece dividirse en tres partes equivalentes: el kirchnerismo, el peronismo federal del trío De Narváez, Solá y Macri, y el pan-radicalismo, de Margarita Stolbizer.

Un tercio con el oficialismo y dos tercios con la oposición.

La mayoría desunida, ¿vencerá a la minoría unida?

Mariano Grondona

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1126340


¿Es posible, en una democracia, mandar en minoría?

Según el pensador nada democrático Gaetano Mosca, la democracia es ilusoria porque, ya se pronuncie el pueblo o no, siempre una minoría organizada se impone a una mayoría desorganizada.

De acuerdo con él un gobierno, aún siendo minoritario, puede acudir a dos recursos alternativos para conservar el poder: consolidar el dominio sobre sus propias huestes y dividir a las huestes de sus adversarios.

Dividir para reinar

Mariano Grondona

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1164087


“De un lado compite una minoría concentrada.

Del otro lado, la desafía una mayoría fragmentada.

El politólogo italiano Gaetano Mosca hizo notar que una minoría organizada ha vencido muchas veces a una mayoría desorganizada.

¿Será éste el caso argentino en la campaña presidencial que ahora comienza?

No necesariamente, porque tanto el oficialismo como la oposición muestran al comenzar la campaña fallas tan graves que sólo quienes las superen podrán aspirar a la victoria.

Podría decirse, entonces, que, habiendo partido todos los bandos en pugna de un origen defectuoso, únicamente el que consiga superarlo ocupará finalmente la Casa Rosada.

Los presidenciables, ¿con el carro delante del caballo?

Mariano Grondona

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1235498


“Parece cumplirse de este modo la negra profecía que concibió el autor "maquiavelista" Gaetano Mosca al decir que no creía en la democracia, que consagra solemnemente el predominio de la mayoría sobre la minoría, porque en ella una "minoría organizada" prevalece sobre una "mayoría desorganizada".

El plan es vencerlos uno por uno, a partir de Macri

Mariano Grondona

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1285868


“Imaz señala en el libro su deuda con el pensador italiano Gaetano Mosca, autor que reconcilió la teoría elitista con la idea del gobierno representativo.

Según Mosca, toda clase dirigente posee tres atributos.

El primero es su organización; el segundo, su apertura a todas las fuerzas sociales –y no a una sola, como una casta–, lo que da lugar a la constitución de lo que este pensador denomina la clase media del poder: funcionarios, intelectuales, técnicos, periodistas.

Y el tercer atributo es que legitima su mando en un conjunto de creencias, a las que denomina la fórmula política.

En el antiguo régimen, la fórmula política era el derecho divino de los reyes.

En las naciones modernas, es la soberanía popular.

De estos tres atributos ya hemos mencionado que, para Imaz, nuestra clase dirigente carecía de cohesión y organización, pero, como consecuencia de la movilidad social que distinguió a la Argentina moderna, estaba abierta a todos los estratos sociales, sin distinción.

En los años 60, cuando el libro fue publicado, y en el vaivén de los gobiernos civiles y militares de la época, el autor, que aspiraba a una clase dirigente propia de una sociedad libre y pluralista –como consta en sus conclusiones – quizás haya omitido pronunciarse con claridad suficiente sobre la fórmula política deseada: democracia o autoritarismo modernizante, gobierno civil o régimen militar.

Este es uno de los pocos, quizás el único punto débil del libro.

Imaz confiaba en que si una de las elites sectoriales asumía el liderazgo, arrastrando a las restantes, las carencias de nuestra dirigencia podrían encontrar remedio.

Sucedió exactamente lo contrario: cada vez que una de ellas asumió un papel de liderazgo, arrastró a las restantes… al fracaso.

El repaso de nuestras crisis más recientes lo confirma y nos sobrecoge de estupor: desde la represión ilegal y la aventura de los militares en las islas Malvinas hasta la incapacidad de los políticos y empresarios aliados, ya sea para mantener la convertibilidad o para salir ordenadamente de ella, pasando por la inconsciencia de los dirigentes sindicales en 1976.

Cuarenta años después de la aparición de Los que mandan, la Argentina, parafraseando a Raymond Aron, es cambiante e inmutable al tiempo.

Cambia porque adquiere una fórmula política: la soberanía popular, encarnada en las instituciones democráticas.

Es inmutable porque sigue sin clase dirigente”

Los que mandan, cuarenta años después

Por Eugenio Kvaternik

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=638644

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