domingo, 16 de octubre de 2011

17 de Octubre y Kafka; (I)

La actividad comercial e industrial se halla paralizada desde las primeras horas de la mañana.

“Yo estaba en mi casa, en Santos lugares - recuerda Ernesto Sábato - No había diarios, no había teléfonos, ni transportes. El silencio era un silencio profundo, un silencio de muerte. Y yo pensé para mí: esto es realmente una revolución. Era la primera vez en mi vida que asistía a un hecho semejante. Por supuesto, había leído sobre revolución.(*16)...

Todos tenemos, en general, una idea literaria y escolar de lo que es una convulsión de esa naturaleza. Pero es una idea literaria, sobre todo en este país, donde la gente ilustrada se ha formado leyendo libros preferentemente en francés. Y todavía hoy, ve con enorme simpatía, cada vez que llega el 14 de julio, en las vitrinas de la embajada francesa, en la calle Santa Fe, un descamisado tricolor tocando un bombo, rodeado por otros descamisados que vociferan y llevan trapos y banderas.

“Era la primera vez en mi vida que asistía a un hecho semejante”.(Ernesto Sábato)

Todo eso les parece muy lindo y hasta de buen gusto, porque está en la avenida Santa Fe, sin comprender que esos hombres allí representados eran precisamente descamisados y que esa revolución, como todas, por otra parte, fue sucia y estrepitosa, obra de hombres en alpargatas, que golpeaban bombos y que seguramente también orinaron, como los descamisados de Perón en
la Plaza de Mayo, en alguna plaza histórica de Francia (...)

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Este cambio lo pueden comprender los poetas, finos buceadores de las almas, salvo cuando están sometidos al dogma stalinista, como es el caso de Raúl González Tuñón: (...)

Algo me chocó (en aquella multitud): un grito que jamás había oído, ni en mi infancia, en las grandes concentraciones obreras, ni mucho después, un grito que en los últimos tiempos nadie oyó jamás, no hubiera podido oírse en la Semana Trágica, ni en la Patagonia de los fusilamientos: los más exaltados gritaban, al pasar por donde se veían sin intervenir para nada, a los agentes y oficiales policiales: -¡Viva la policía!(*11)

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“Era un espectáculo asombroso - recuerda José Enrique Miguens -. Buenos Aires nunca había visto una cosa así. La ciudad, en esa época, era muy formal en el vestir, todo el mundo en el centro andaba de saco y corbata, con trajes de colores oscuros, y todos con sombrero o rancho, y la gente grande alguna que otra gorra, de esas con alambre adentro que le daban forma, pero nadie andaba con la cabeza descubierta. Hasta los trabajadores y artesanos que caían al centro a hacer algún trabajo, venían de saco y corbata para diferenciarse de los malevos haraganes que con el saco usaban el lengue... Los sociólogos sabíamos que en los últimos años se había concentrado más de un millón y medio de obreros industriales en los alrededores de la Capital, pero eso era solo un número, nadie los había visto.

Y de pronto comenzaban a aparecer desde todas las calles, muertos de cansancio y de sed, arrastrando los pies, miles y miles de patéticos personajes. Hombres y chicos en alpargatas, con la cabeza descubierta, con pantalones muchos de ellos desflecados y camisas abiertas por el calor, mujeres con chicos en brazos con camisolas largas sin ninguna forma de vestido (...) Iban primero a la elegante fuente que adorna la Plaza de Mayo a meter en el agua los pies destrozados por kilómetros de caminata y después se iban tirando en el suelo, a descansar, en cualquier lugar. (*18).

Hubo, sin embargo, quienes quedaron al margen de la movilización:

- “Nosotros no participamos del 17 de octubre - recuerda, con pesar, un dirigente gremial del Partido Comunista -.Los metalúrgicos que nosotros controlábamos trabajaron... el 17 de octubre. No lo entendimos, no seguimos a la masa y nos costó muy caro...” (*19)

“Según un periodista, se trata de algo más grave aun que la desvinculación del movimiento de masas: “A las 13, el ministro de Marina había rechazado un ofrecimiento de dirigentes comunistas para que obreros armados de esa tendencia enfrentasen a los trabajadores peronistas”. (*20)

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El embajador inglés recuerda:

“En las primeras horas de la mañana del 17 de octubre los gerentes de los ferrocarriles ingleses vinieron a decirme que se había declarado una huelga espontánea, sin organizadores conocidos, en todos los ferrocarriles, de modo que Buenos Aires estaba aislada. En la tarde de ese día, decidí que era necesario ir a la Casa Rosada, para decirle al único ministro que quedaba - el ministro de Marina - que debía asumir la responsabilidad de proteger los ferrocarriles. Debo confesar que asimismo me impulsaba una enorme curiosidad por saber qué estaba pasando.

Al acercamos a la Casa Rosada, vimos que la plaza estaba atestada de “descamisados”, alrededor de la Casa Rosada había un cordón de Policía Montada, pero no hacían esfuerzo alguno por impedir el paso de la gente ni se metían para nada con la multitud. El chofer quería retroceder y tuve que insistir para que siguiera adelante a muy poca velocidad.

“Tal como lo había esperado, la multitud nos dio paso no bien vio la bandera inglesa, contentándose con gritar en forma amistosa: -¡Viva Perón! ¡Abajo Bramen”. (*23).

Esa insólita irrupción de los desconocidos deja perpleja y, al mismo tiempo, aterrorizada a la clase alta.

Blanca Luz Brum testimonia:

“Las barriadas peronistas hasta entonces no habían conocido el centro de la ciudad de Buenos Aires, las elegantes avenidas donde se aislaba la soberbia aristocracia vacuna, la cual, detrás de aquellos muros, se preguntaba aterrada: - y estos 'grasas', ¿son también argentinos? ¿Dónde estaban? Nunca se habían visto antes... ¿De dónde viene esta chusma?” (*24).

“Recuerdo muy bien el llamado de mi tía Chichita - testimonia Magdalena Ruiz Guiñazú -. Vivía en la calle Lavalle, entre dos cines, muy cerca de la Plaza de Mayo, y pensaba que la iban a matar. (*art.24).

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“Usted no sabe lo que fue eso, horrible. Algo tremendo, opina Borges en una ocasión (*27). Y en otra, comenta: Yo estaba avergonzado e indignado. Eso es, indignado y avergonzado”. (*28).

“Era un sector numeroso del pueblo, el de los resentidos, el de los irrespetuosos - escribirá Ezequiel Martínez Estrada -, individuos sin nobleza... turba... populacho... horda... recogida con minuciosidad del hurgador en los tachas de basura, residuos sociales... hez de nuestra sociedad... chusma... pueblo miserable de descamisados y grasitas, desdichado pueblo que ha perdido el respeto... nuevo tipo étnico de - cabecitas negras y peloduro”. (*29).

“Ese día, me encontraba en un domicilio privado - relata el socialista América Ghioldi -, siguiendo los acontecimientos que habían sido desencadenados desde arriba. Comprendí entonces que se iniciaba un largo y doloroso período, que quienes habían planeado lo que se llamaba - la revolución en el Ejército - habían logrado desencadenar un movimiento de masas que acompañaría a la dictadura. Con el caer de la tarde, la tristeza me dominó. (*30).

Un sindicalista del mismo partido, Francisco Pérez Leirós, señala: “estaba en París representando a los trabajadores libres de la Argentina... Si hubiera estado en Buenos Aires, hubiera propuesto un paro general contra los totalitarios... Claro que sí, contra Perón, mejor, contra el peronismo.(*31).

-¿Cómo? - se preguntaban los figurones de la oligarquía, azorados y ensombrecidos -, ¿pero es que los obreros no eran esos gremialistas juiciosos a quienes Juan B. Justo había adoctrinado sobre las ventajas de comprar porotos en las cooperativas?, dirá cáusticamente, años más tarde, Jorge Abelardo Ramos (*32).

La escritora María Rosa Oliver muestra asombro ante ese mundo ignorado:

-A las tres de la tarde, mientras esperaba un taxi frente al Plaza Hotel, ví llegar gente que formaba un largo pero raleado desfile. No solo por los bombos, platillos, triángulos y otros improvisados instrumentos de percusión que, de trecho en trecho, los preceden, me recuerdan las murgas de carnaval, sino también por su indumentaria: parecen disfrazados de menesterosos. Me pregunto de qué suburbio alejado provienen esos hombres y mujeres casi harapientos, muchos de ellos con vinchas que, como a los indios de los malones, les ciñen la frente, y casi todos desgreñados. O será que el día gris y pesado, o una urgente convocatoria, les ha impedido a estos trabajadores tomarse el tiempo de salir a la calle bien entrazados y bien peinados, como es su costumbre. O habrán surgido de ámbitos cuya existencia yo desconozco.

Su paso un tanto lento denota que ya han caminado mucho. También parecen algo cansadas las voces que vivan a Perón. (*33).

Sin embargo, a pesar de! pánico de los privilegiados, - lo que movilizó a aquellas masas hacia Perón no fue el resentimiento, fue la esperanza (...) No rompieron una vidriera y su mayor crimen fue lavarse los pies en la Plaza de Mayo, provocando la indignación de la señora de Oyuela, rodeada de artefactos sanitarios. (* 34).

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Con gran honestidad y lucidez, una mujer de la clase alta escribe:

“Era la turba tan temida. Era - pensábamos - la gente descontenta (...) ¡Y cómo no había de estarlo? Con el antiguo temor, nuestro primer impulso fue el de cerrar los balcones. Pero al asomamos a la calle, quedábamos en suspenso... Pues he aquí que estas turbas se presentaban a nuestros ojos como trocadas por una milagrosa transformación. Su aspecto era bonachón y tranquilo. No había caras hostiles, ni puños levantados... No se pedía la cabeza de nadie. Solo querían ver y oír al que consideraban su jefe. Exigían, tal vez, la prolongación de ese poco de justicia social que la clase trabajadora creía haber hallado en él. (*36).

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Los vespertinos de ese día 17 - con excepción de La Época - expresan a los viejos intereses dominantes. La Razón informa que “numerosos grupos, en abierta rebeldía, paralizaron, en la zona sur, los transportes, y obligaron a cerrar fábricas, uniéndose luego en manifestación”.

Publíca, asimismo, una declaración del Partido Comunista de la provincia de Buenos Aires, donde se denuncian “Los desmanes de elementos peronistas de Cipriano Reyes y demás aventureros a sueldo de la Secretaría de Trabajo, que en bandas armadas han ido provocando a la población y obligando a los obreros a hacer abandono de sus trabajos. Tales hechos han sido denunciados al ministro de! Interior general Ávalos por este comité” (* 46).

En cambio, un dirigente comunista - Juan José Real - testimonia que el día 17 estuvo frente a puente Barracas con el obrero metalúrgico Ángel Ghersi:

“Estaban allí, contemplando la puja de los obreros por pasar el puente, un grupo de intelectuales. Uno de ellos, médico de algún renombre, dijo: ”Esto se arregla con un par de ametralladoras”.

Arrebatado de indignación, mi amigo exclamó: “ Eso no, compañero. ¡Eso nunca!”. Regresamos y durante el resto del día y del día siguiente, mi amigo y camarada guardó silencio. ¡Estábamos del otro lado de la barricada! (*47).

Después, agrega: “El pensamiento socialista había quedado paralizado. Al principio, vio en aquella muchedumbre bandas de desclasados, luego a una juventud obrera inexperta, arrastrada por un demagogo diabólicamente hábil (...) Cuando luego de algunos años intenté, débil y aun confusamente, rectificar esos juicios, fui expulsado del Partido Comunista. (*48).

Por su parte, Crítica aparece con grandes titulares, tipo catástrofe: “Grupos aislados que no representan al auténtico proletariado argentino tratan de intimidar a la población”. (* 49). Más abajo, comenta: “En varias zonas de Buenos Aires, los grupos peronianos cometieron sabotaje y desmanes” (* 50) .

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Desde el conservadorismo, Emilio Hardoy define, años después:
“Los ciudadanos que desfilaron triunfalmente, yo entre ellos, poco tiempo antes por las calles de Buenos Aires, jamás imaginaron que la muchedumbre, imponente e informe, amenazadora y primitiva, iba a invadir
la Plaza de Mayo al grito de guerra de ¡Perón!. Grito de guerra y de odio, casi de venganza, por causa de la miseria y la ignorancia de la sociedad de entonces. Como en todos los pueblos de Occidente, en nuestro territorio había dos países en aquel mes de octubre de 1945: el país elegante y simpático, con sus intelectuales y su sociedad distinguida sustentada en su clientela –romana- y el país de -la corte de los milagros- que mostró entonces toda su rabia y toda su fuerza. ¡Nueve días que sacudieron al país! ¡Nueve días en los que la verdad se desnudó! Nueve días que cierran una época e inauguran otra... Desde luego, el odio no es el único ingrediente del peronismo, pero es el fundamental, el cemento que aglutinó a las masas en torno a Perón. (*66).

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“El 17 de octubre de 1945, yo era el responsable de la Casa y de la estructura física del Ministerio de Marina en la Casa de Gobierno (...)La multitud desbordó la Plaza de Mayo y tiró las puertas abajo.

Entraron los policías a caballo, era un revuelo increíble (...) entraron unos muchachos sudorosos y que se veían muy cansados. Comenzaron a dar vueltas alrededor mío y me miraban extrañamente. Les parecía mentira ver a un oficial parado ahí. Se acercó uno y me dijo: -¿Dónde está Perón? Lo queremos ver, venimos cansados de Ensenada. Le respondí: No sé dónde está Perón, debe estar arriba

Al tiempo, acudió un teniente con un pelotón de la compañía de infantería que custodiaba la Casa de Gobierno y me dijo: “Con su permiso, señor capitán, voy a hacer desalojar a toda esta gente.

- Sí, le dije, pero con una condición: no dispare ningún tiro adentro del edificio, adentro del ministerio.

Se retiraron entonces (...) Él dio una orden y los soldados pusieron rodilla en tierra, dieron vuelta sus fusiles, con la culata para adelante, y comenzaron a sacudirles las cabezas a los revoltosos. Sonaban sus cabezas que parecían mates (*67).

Así vivió ese día de octubre el marino “democrático” Isaac F. Rojas.

Para quienes desconocen la historia argentina y se dejan llevar por los rótulos, resulta asombroso que juicios coincidentes provengan de la titulada izquierda socialista y comunista.

La Vanguardia”, por ejemplo, órgano del partido Socialista, afirma:
- En los bajíos y entresijos de la sociedad hay acumuladas miseria, dolor, ignorancia, indigencia más mental que física, infelicidad y sufrimiento. Cuando un cataclismo social o un estímulo de la policía moviliza las fuerzas latentes del resentimiento, cortan todos las contenciones morales, dan libertad a las potencias incontroladas, la parte del pueblo que vive ese resentimiento y acaso para su resentimiento, se desborda en las calles, amenaza, vocifera, atropella, asalta a diarios, persigue en su furia demoníaca a los propios adalides permanentes y responsables de su elevación y dignificación.” (* 68)

La FUBA no se halla alejada de estos planteos y sostiene orgullosamente:
“ se había dado una polarización de las fuerzas sociales en pugna: los sectores democráticos que concurrían a los despachos de la embajada norteamericana y los dirigentes gremiales y políticos pro peronistas que acudían a la Secretaría de Trabajo. (* 69)

Por su parte, la comisión gremial del Partido Socialista señala
“las exteriorizaciones carnavalescas, desmanes y atropellos inicuos producidos en el paro, que fue ajeno a la decisión de los auténticos trabajadores organizados... (* 70)

A su vez, el Partido Comunista emite varias declaraciones en esos días. El 21 de octubre sostiene:
“El malón peronista, con protección oficial y asesoramiento policial que azotó al país ha provocado rápidamente, por su gravedad, la exteriorización del repudio popular de todos los sectores de la República en millares de protestas. Hoy la Nación en su conjunto tiene clara conciencia del peligro que entraña el peronismo y de la urgencia de ponerle fin. Se plantea así para los militantes de nuestro Partido una serie de tareas que, para mayor claridad, hemos agrupado en dos rangos: higienización democrática y clarificación política.
Por un lado, barrer con el peronismo y todo aquello que de alguna manera sea su expresión; por el otro, llevar adelante una campaña de esclarecimiento de los problemas nacionales, la forma de resolverlos y explicar, ante las amplias masas de nuestro pueblo, más aun que lo hecho hasta hoy, lo que la demagogia peronista representa.
En el primer orden, nuestros camaradas deben organizar y organizarse para la lucha contra el peronismo, hasta su aniquilamiento.
Corresponde aquí también señalar la gran tarea de limpiar las paredes y las calles de nuestras ciudades de las inmundas pintadas peronistas. Que no quede barrio o pueblo sin organizar las brigadas de reorganización democrática (...) Nuestras mujeres (...) deben visitar las casas de familia, comercios, etc., reclamando la acción coordinada y unánime contra el peronismo y sus hordas. Perón es el enemigo número uno del pueblo argentino. (*71)

Días después, el periódico Orientación afirma:
“Pero también se ha visto otro espectáculo, el de las hordas de desclasados haciendo de vanguardia del presunto orden peronista. Los pequeños clanes con aspecto de murga que recorrieron la ciudad no representan a ninguna clase de la sociedad. Es el malevaje reclutado por la Secretaría de Trabajo y Previsión para amedrentar a la población.

En el mismo número de Orientación (dirigido por Ernesto Giudici) puede leerse:
“Desde Avellaneda salían las bandas armadas del peronismo, obedeciendo un plan de acción dirigido por el coronel y sus asesores nazis (...) El peronismo logró engañar a algunos sectores de la clase obrera (...) y esos sectores engañados fueron en realidad dirigidos por el malevaje peronista, repitiendo escenas dignas de la época de Rosas; y remedando lo ocurrido en los orígenes del fascismo en Italia y Alemania, demostró lo que era, arrojándose contra la población indefensa, contra el hogar, contra las casas de comercio, contra el pudor y la honestidad, contra la decencia, contra la cultura, e imponiendo el paro oficial, pistola en mano y con la colaboración de la policía que, ese día y al día siguiente, entregó las calles de la ciudad al peronismo bárbaro y desatado.” (...)(*73)

La casi totalidad de los grupos de izquierda caen en categorizaciones erróneas al intentar definir la jornada del 17. Para los viejos anarquistas, resulta el fascismo redivivo o el Estado que aplasta las libertades individuales. Para el sector trotskista que orienta Nahuel Moreno, "el 17 de octubre es uno de los tantos golpes de cuartel (... )" (*74). Y Perón sería un agente de imperialismo inglés en retirada.

Solo el grupo de origen trotskista que se expresa en el periódico Frente Obrero, bajo la orientación de Aurelio Narvaja, reconoce los aspectos fundamentales de la movilización popular y su carácter históricamente progresivo:
“Los acontecimientos de los días 17 y 18 de este mes, han dejado perplejos y confundidos a los stalinistas, socialistas y, en general, a toda la pequeña burguesía que se hallaba bajo el influjo ideológico de la oligarquía y del imperialismo.” (...)

Durante los largos meses transcurridos desde el 4 de junio de 1943, los stalinistas, con el apoyo de los socialistas, llamaron en varias ocasiones a la huelga general. Salvo algunos sectores obreros de la construcción, la clase obrera permaneció insensible a sus llamados y el más estrepitoso fracaso coronó sus esfuerzos por defender la “democracia”... Y ahora, he aquí que un militar, un recién llegado o poco menos, logra sacar al proletariado de sus fábricas y talleres y lanzarlo a la calle, con el solo apoyo de un débil equipo de dirigentes sindicales de alquiler y sin ningún gran diario que apoye su política.

“La misma masa popular que antes gritaba -¡ Viva Yrigoyen!, grita ahora '¡Viva Perón!”.

Extraído de la obra de Norberto Galazo: Perón. Formación, Ascenso y Caida (1898-1955) Tomo I; Edicioes Colihue. Grandes Biografias. 2005.

http://www.lagazeta.com.ar/diecisiete.htm

2 comentarios:

Capitán Yáñez dijo...

Felices 66, compañero. Que la sigan chupando.

Fernando Rosso dijo...

Le dejo un comentario, en respuesta al post anterior...saludos
FR
Trotsky y el 17 de Octubre (o lo impensable pensado)
http://elviolentooficio.blogspot.com/2011/10/trotsky-y-el-17-de-octubre-o-lo.html