viernes, 22 de junio de 2012

Impertinencia Ideológica 5





...continuación...


En sus disputas con Luxemburg y las fuerzas revolucionarias dentro del PSD, los funcionarios sindicalistas se acostumbraron a proclamar que ellos conocían los deseos del obrero común mucho mejor que los revolucionarios teóricos.

Según ellos, Luxemburg y otros revolucionarios de su índole tenían las cabezas llenas de abstracciones y visiones utópicas y en realidad no tenían ninguna solución práctica para los problemas que los obreros sufrían en las minas o en los talleres de las fábricas.

Para los teóricos era maravilloso soñar con un cataclismo revolucionario en el futuro y con la utopía que éste engendraría, pero en el aquí y el ahora a los trabajadores les importaba más esos pocos marcos extra en sus cheques semanales.

Quizás haya sido cierto que los argumentos de los funcionarios sindicalistas reflejaban la actitud de muchos sectores obreros cuando estalló el debate acerca de la huelga de masas.

Es posible que si la cuestión se hubiera puesto a voto en 1905 o 1906, la mayoría de los obreros habrían votado por la política de Legieny en contra de Luxemburg.

Sin embargo, al considerar la actitud de los trabajadores hacia el debate entre los marxistas y los dirigentes sindicalistas reformistas, vale recordar lo siguiente: los funcionarios estaban “comprometidos” institucional y constitucionalmente a realizar una política arraigada en que los sindicatos dependen orgánicamente de las relaciones de producción capitalistas y del estado-nación en existencia.

Pero la clase obrera, fuerza social esencialmente revolucionaria, no estaba similarmente comprometida a un programa gradual de adaptación reformista.

La evolución de las contradicciones implícitas del sistema capitalista comenzó a desgarrar la tela social alemana, sobretodo los acomodos clasistas.

A medida que las tensiones entre las clases aumentaban, los trabajadores adoptaban una actitud más agresiva y hostil hacia los patronos y el estado.

Ya para 1910-1911 había signos muy evidentes que la lógica de Luxemburg había comenzado a adquirir audiencia mayor entre capas obreras más amplias.

El descontento de los trabajadores con sus sindicatos oficiales aumentó notablemente, sobre todo después de las huelgas de 1912-1913, que fracasaron debido a la resistencia acérrima de los patronos.

El comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914 le puso paro temporal al proceso de radicalización.

Para 1915-1916, sin embargo, el descontento social de la clase obrera, exacerbado por la guerra, comenzó a desmoronar las barreras impuestas por los sindicatos oficiales.

Los antiguos argumentos burocráticos contra la huelga política de masas fueron refutados decisivamente en Octubre-Noviembre de 1918 al estallar la Revolución Alemana.

La experiencias de las clases obreras alemana e inglesa sometieron al sindicalismo a su mayor prueba histórica.

Si dispusiéramos de mayor tiempo, podríamos ampliar y verificar nuestro análisis del conflicto fundamental entre el socialismo y el sindicalismo con numerosos ejemplos que toman en cuenta a mayor cantidad de países y a todas las décadas del siglo hasta llegar a nuestros propios tiempos.

Esta verificación detallada es necesaria, sí, pero el tema de esta charla ha sido el de plantear las bases teóricas e históricas para que se emprendan estudios empíricos de mayor alcance.



Conclusión: el papel histórico de la conciencia socialista


Además, el mayor objetivo de esta charla no ha consistido en presentar tantos ejemplos de las traiciones de los sindicatos como fuera posible.

No; el tema fundamental, y también el de las otras charlas de la semana, es el papel de la conciencia socialista y la lucha por desarrollarla en la clase obrera.

He ahí el significado esencial del partido marxista.

Aun si una militancia sindicalista espontánea sucediera (y ésto no se puede imaginar sin que los miembros de base se rebelen contra las antiguas organizaciones burocráticas), el progreso de un movimiento revolucionario tan prometedor dependería de la labor independiente del partido marxista, que lucharía por darle conciencia socialista a la clase obrera.

Es notable, pues, que todos aquellos que insisten en la autoridad incuestionable de los sindicatos se oponen a la lucha por el marxismo en la clase obrera.

Esto se ha expresado de la manera más explícita en los escritos recientes de Cliff Slaughter, quien critica severamente a los marxistas (es decir, al CICI) “que persisten en creer que su deber es ‘concienciar', ‘politizar' e ‘intervenir políticamente' en las luchas espontáneas de la clase obrera que empiezan a surgir...”

No creo que exagero cuando digo que estas palabras tienen intención criminal.

Ya casi estamos llegando al término de un siglo que ha visto las tragedias históricas más horribles.

Es incalculable el precio que la humanidad ha pagado con su propia sangre por los fracasos y traiciones de las luchas revolucionarias innumerables del siglo.

La cantidad de víctimas causada por las revoluciones traicionadas llega a los cientos de millones.

Durante los últimos años hemos visto los resultados humillantes y horribles de la desorientación de las masas soviéticas.

Pero aun así, en medio de esta desorientación política universal, Slaughter critica ferozmente a todo aquel que trata de combatir esta desorientación basándose en la ciencia socialista.

La glorificación cínica de la espontaneidad, es decir, del nivel prevaleciente de la conciencia y de las formas organizacionales actuales, no puede defender los intereses de la clase obrera.

En el caso de Slaughter y otros ex marxistas de su índole, la subordinación a la espontaneidad sólo sirve para cubrir su colaboración con las burocracias sindicalistas y obreras traicioneras.

No ofrecemos ninguna disculpa por insistir que el futuro de la clase obrera depende del vigor de nuestras intervenciones políticas y del éxito de nuestros esfuerzos para concienzarla

Nos arraigamos en las bases que echaron los grandes fundadores y representantes del socialismo científico.

Rechazamos la declaración de Slaughter porque ésta representa una repudiación de los principios elementales que han sido la razón por la cual el movimiento marxista ha existido desde sus principios.

El proletariado es el sujeto activo histórico del proyecto socialista.

Pero el socialismo no surgió—no pudo surgir—directamente de la clase obrera.

Este tiene, por decirlo así, su propia historia intelectual.

Marx nunca pretendió que su concepto de la misión histórica del proletariado tenía que conformarse a la “opinión pública” de la inmensa mayoría de los obreros en cierto momento de su evolución.

Es absurdo sugerir que Marx, el mayor intelecto desde Aristóteles, consagró toda su vida a formular ideas que sólo reproducen lo que el obrero común puede pensar por sí mismo.

En 1844, Marx escribió:

“No es cuestión de lo que este o aquel proletario, o aun el proletariado en general, considere en cualquier momento, dado su objetivo.

La cuestión es lo que el proletariado en realidad es y que, de acuerdo a su naturaleza, será obligado a entablar históricamente.

La propia vida cotidiana del obrero y la organización actual de la sociedad burguesa presagian sus objetivos y acción histórica”. [17]

Si la espontaneidad de la lucha de clases produjera la conciencia socialista, no habría necesidad de organizar esta escuela.

¿Qué razón habría para organizar conferencias acerca de la historia, la filosofía, la economía política, la estrategia revolucionaria y la cultura si la clase obrera, con sus organizaciones de masas y su nivel de conciencia histórica-política actual, pudiera automáticamente comprender los deberes que el desarrollo de la crisis mundial del capitalismo le plantea?

Consideremos el fondo político de la práctica de esta escuela.

En este momento, mientras nos reunimos, las economías del sudeste de Asia están estado de alboroto.

Casi de la noche a la mañana, la existencia de cientos de millones de personas se ha puesto en peligro.

En Indonesia, el valor de la moneda declinó 22 por ciento anteayer.

Durante seis meses, la rupia indonesa ha perdido casi el 80 por ciento de su valor.

El Fondo Monetario Internacional exige que se establezca un régimen de austeridad bestial.

Bajo estas condiciones es inevitable que estallen luchas sociales enormes.

No obstante, ¿no depende el resultado de estas luchas de que la clase obrera asimile las lecciones trágicas de sus propia historia, que constituye otro capítulo de pesadilla en la historia del Siglo XX?

¿No es imprescindible que los obreros, estudiantes e intelectuales indonesios estudien como el Partido Comunista Indonesio, el mayor fuera de la URSS y la China con más de un millón de miembros, resultara impotente ante el golpe de Suharto?

Más de medio millón de personas fue asesinado en esa contrarrevolución

Los ríos de Sumatra y Balí se atoraron con los cadáveres de los muertos.

Las ejecuciones de los prisioneros arrestados después del golpe continuó hasta principios de los 1990.

¡Cuántas cuestiones y problemas que todavía no se han podido resolver y clarificar!

Las lecciones estratégicas de ese período constituyen las bases para la venganza histórica de los trabajadores indonesios contra los crímenes de la burguesía indonesa, asistida por el imperialismo estadounidense y, he de añadir, el australiano también.

Esto no es problema únicamente indonesio; es deber histórico mundial.

Llegamos al final de esta escuela tal como empezamos: haciendo hincapié en que el futuro de la humanidad en el Siglo XXI depende de la asimilación de las lecciones de las experiencias estratégicas históricas del XX.

Si tuviera que decir en pocas palabras cual es la conclusión mayor a la que hemos llegado después de analizar este siglo tan doloroso, es ésta: que el destino de la humanidad está inevitablemente vinculado a la lucha por la concienciación y la cultura socialista dentro de los confines de la clase obrera internacional, lucha que tiene su expresión política esencial en la construcción del Partido Socialista de la Revolución Mundial.


El marxismo y los sindicatos obreros

Por David North

A continuación sigue el texto de una charla que se presentó el 10 de enero de 1998, en una de las conferencias de la Escuela Internacional de Verano sobre El marxismo y los problemas fundamentales del siglo XX, que el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y el Partido Socialista por la Igualdad (Australia) organizaron en Sydney, Australia, del 3 al 10 de enero de 1998.



Notas:

1. “Los sindicatos durante la época del nuevo liberalismo”, en la revista El socialismo hoy.

2. Workers International Press [ Prensa Internacional Obrera], Tomo 1, febrero 1997, p. 21

3. Theodore Rothstein, Del Cartismo al sindicalismo, (Londres: 1983), pp. 183-184

4. Ibid., p. 195

5. Ibid., p. 197

6. Ibid., p. 273

7. Ibid., p. 100

8. Ibid., p. 100-101

9. Ibid., p. 101

10. Ibid., p. 102.

11. Marx y Engels, Obras completas, Tomo 45, p. 361

12. Ibid., Tomo 26, p.299

13. Ibid.,

14. Draper, p. 111

15. Schorske, La gran escisión, pp.39-40

16. Ibid., p. 40

17. Marx y Engels, Obras completas, Tomo 4., p. 37

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