domingo, 11 de marzo de 2012

Contando las costillas; Política 2.0, comparativa internacional.


Aunque confiesa que le gusta más el baloncesto que el fútbol, ha escrito este libro por las conexiones entre los ultras del balompié egipcio y la saura, la revolución que terminó con Mubarak.
Bien organizados, curtidos en enfrentamientos con la policía y de indomable rebeldía, los ultras, especialmente los de El Ahly, el equipo de las clases populares cairotas, aportaron contingentes significativos a los manifestantes de Tahrir.
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Así que a Gemyhood lo que le interesa del hooliganismo egipcio es su dimensión política.
Hasta finales de la primera década de este siglo, los ultras del futbol eran el único sector organizado y combativo en la sociedad civil nilótica, excepción hecha de Al Ijuan, la cofradía de los Hermanos Musulmanes. 
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En Túnez, el país pionero de la primavera árabe, había ocurrido más o menos lo mismo, porque el mundo comenzó a hablar de la “revolución de los blogueros”.
Ellos serían lo que los ilustrados a la revolución francesa, los bolcheviques a la rusa o los disidentes a la caída del muro de Berlín.
Hoy, un año y pico después de las caídas del tunecino Ben Ali y el egipcio Mubarak, a las que les seguirían las del libio Gadafi y el yemení Saleh, y el alzamiento contra el clan sirio de los Asad, la blogosfera democrática árabe padece una fuerte resaca. Internet fue muy útil para superar el aislamiento, romper el muro del miedo y lanzar las revoluciones, pero ya se probó insuficiente para conseguir la caída de los dictadores —eso se hizo, y se hace, en la calle y al precio de mucha sangre derramada— y aún más para construir luego verdaderas democracias.
La euforia de los primeros meses de 2011, cuando el mundo entero hablaba de las revoluciones Facebook, ha ido dando paso a un realismo desencantado aunque aún combativo.
Y es que el contrataque de las fuerzas reaccionarias árabes —militares autoritarios, políticos de colmillo retorcido, millonarios corruptos, islamistas moderados, salafistas delirantes, medios de comunicación conservadores…— está siendo feroz.
Y mientras la influencia de los blogueros queda limitada a los jóvenes de las clases medias urbanas con acceso a Internet, los poderes de siempre tienen muchos instrumentos para llegar a las masas populares: las mezquitas, los aparatos del Estado, los diarios, radios y televisiones oficialistas.
Su mensaje es primario: ya está bien de revoluciones que solo han traído inseguridad y huida del turismo; hay que volver al trabajo bajo el imperio de la ley y el orden, según los militares, o de la religión, según los islamistas.
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Revolución 2.0 es un relato de aquellos días en los que Ghonim llegó a estar sentado ante la pantalla de su portátil hasta quince horas seguidas subiendo al ciberespacio informaciones, testimonios y convocatorias.
Días febriles en los que escribió en Facebook:
“Dije que Internet cambiaría la escena política en Egipto y algunos amigos se rieron de mí”.
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También podría decirse que los blogueros desempeñaron —desempeñan— el papel de periodistas —ciudadanos periodistas, si se prefiere— en el mundo árabe.
Reventaron un monopolio informativo de los regímenes tiránicos que ya habían empezado a quebrarse con la aparición de cadenas de televisión por satélite como Al Yazira.
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Ben Mhenni comparte una idea generalizada hoy entre sus colegas árabes.
“Una revolución”, dice, “no se puede ganar tan solo delante de la pantalla de un ordenador.
La tunecina no fue una revolución Facebook, empezó en tierra con la inmolación de Buazizi y siguió en tierra con la lucha de mucha gente y con cientos de muertos y heridos”.
“Internet”, añade, “solo fue un instrumento, desempeñó el papel de medio de comunicación de masas en un momento en que los medios tradicionales estaban controlados por Ben Ali”.
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Probablemente, los blogueros tunecinos y egipcios triunfaron en las jornadas revolucionarias porque estas, como ellos mismos, fueron espontáneas, caóticas y batalladoras.
Sin embargo, cuando llegó la hora de la política clásica, sus carencias de liderazgo, organización y capacidad de negociación se evidenciaron fatales.
Individualistas, la mayoría de ellos se negó a formar parte de un partido, aún menos de un Gobierno.
Los pocos que lo hicieron, como el tunecino Slim Amanu, conocido por su alias de @Slim404, fueron severamente reprendidos por sus compañeros.
Amanu formó parte durante unas semanas del Gobierno de transición tunecino como secretario de Estado de Juventud y Deportes; terminó dejándolo argumentando que la Red volvía a ser censurada. También Lina Ben Mhenni estuvo un tiempo, muy poco, en la instancia creada para promover reformas políticas.
Algo semejante ocurrió en Egipto, donde la transición a la democracia deja aún más que desear que en Túnez y donde también los islamistas ganaron los primeros comicios sin el sátrapa.
Pero, aunque la saura, la revolución, haya sido secuestrada por los militares —que detentan el poder ejecutivo— y los Hermanos Musulmanes —mayoritarios en el legislativo—, la partida no está terminada.
Mucha gente habla ahora libremente y el campo de los liberales —fórmula que, como en Estados Unidos, designa aquí a los demócratas progresistas— no ha arrojado la toalla.

VIERNES 9 DE MARZO DE 2012

Guerras Internautas, Manual de Insurrecto Virtual, según El País y La Nación.


El amigo Ayj recuerda a los Mamelucos, el equivalente al Partido Militar Sudamericano en Dar al-Islam.
En nuestro país los “Mamelucos” están castrados, y la cuestión no es saber quienes son el equivalente de los “blogeros revolucionarios”; sino que o quienes son los Barras y los hermanos musulmanes. 

Guerras Culturales,……………., los Arameos.




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¿Qué pienso sobre el tema?, la respuesta esta en la imagen; amantes de la novela negra y cinefilos, lo captaran al vuelo.