jueves, 6 de diciembre de 2012

Pulp Fiction e Inteligencia (Militar); memoria popular y experiencia de luchas anteriores.












“Ahora, la literatura barata no es ya suficiente.

Hay medios mucho más eficaces, que son la televisión y el cine.

Y creo que son una manera de recodificar la memoria popular, que existe pero que no tiene ningún medio para formularse.

Entonces no se muestra a la gente lo que fue, sino lo que es necesario que recuerde que fue.

La memoria es un gran factor de lucha, si se tiene la memoria de la gente, se tiene su dinamismo.

Y también se tiene su experiencia, su saber sobre las luchas anteriores”

Michel Foucault, entrevista titulada Antirretro (1974), que dio a los Cahiers du cinéma.







Contra quienes ven en el después llamado Movimiento Nacional Justicialista al germen contemporáneo de la intolerancia argentina, debe afirmarse la verdad histórica de que el radicalismo también se consideraba inicialmente a sí mismo como único representante de la civilidad, en tanto pretendía expresar la “causa de la reparación popular”, religión laica que reuniría al conjunto de la civilidad contra el “régimen falaz y descreído” (en palabras de Yrigoyen).

El mentado régimen incluía a todos los miembros de la vilipendiada oligarquía hasta entonces gobernante junto con quienes, habiendo violado la intransigencia alemista, habían acordado con ellos aunque más no fuera su concurrencia electoral.
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Tanto la Unión Cívica Radical como el Partido Justicialista, en sus periodos de auge –1912-1943 y 1946-1976 respectivamente—, resultaron imbatibles en elecciones no fraudulentas.

Sumando a ello sus sendas convicciones sobre la ilegitimidad de cualquier alternativa diferente a la propia, queda constituido el marco de lo que Grossi y Gritti denominarían más tarde "sistema a doble partido con intención dominante" (Grossi & Gritti 1989: 53).

Esta definición es la más ajustada que se haya dado hasta ahora entre quienes aceptan la existencia de características peculiares y persistentes en el escenario formado por los partidos argentinos.

Se hace referencia de ese modo a un formato electoral en el que dos organizaciones se enfrentan por la obtención del gobierno, en condiciones tales que sólo una está en condiciones de ganar; pero la que lo hace pretende que tal situación es la única legítima.

Más allá de que en algún momento la situación de predominio haya derivado en voluntad de hegemonía, el hecho es que la precariedad del modelo –y la esperable irreversibilidad democrática— obligaría a pensar hoy en algún tipo de corrimiento, ya sea hacia el lado del pluralismo moderado, del bipartidismo o del partido predominante.

Otra interpretación acerca de la evolución del sistema partidario en Argentina es la planteada por Torcuato Di Tella (1971/72).

Este autor ofrece la paradoja de haber predicho, con mucha anticipación, la imagen –en negativo— que parece estar tomando hoy la disposición de los partidos, pese a trabajar dentro del marco teórico de un llano reduccionismo sociológico.

Su esquema parte de una visión de la sociedad como dividida fundamental e irremediablemente entre dos sectores, enfrentados –en estilo marxista— por la propiedad y el control de los medios de producción.

En este contexto, las posibilidades de acción política de parte de los líderes son también dos: o representan a las clases populares y compiten electoralmente contra quienes defienden los intereses de la burguesía, o bien se integran con estos últimos en partidos policlasistas de índole movimientista (a la manera del PRI mexicano entre 1928 y 1994).

Ambos escenarios concebían al peronismo como el actor central del sistema político, de cuya decisión dependería el resultado final.

Si el PJ decidía alinearse estrictamente con las clases bajas, al radicalismo le cabría el rol de representar a los sectores medios.

Si, en cambio, el peronismo optaba por una salida “a la PRI”, la UCR se hubiera quedado sin espacio que ocupar ni base que representar.

Su alternativa de hierro consistiría, según el esquema de Di Tella, en aceptar la función de partido burgués –que, en tanto movimiento popular, siempre había rechazado— o desaparecer.

En este último caso, el peronismo podría subsecuentemente integrar a los sectores dejados huérfanos por el radicalismo, o bien escindirse en dos partidos: uno que captara a las clases bajas y otro que hiciera lo propio con los sectores medios.

El surgimiento del Frente Grande –luego transformado en Frente por un País Solidario
(FREPASO)— a partir de las elecciones de 1994 representó, durante algunos años, esta segunda opción.

Sin embargo, la concreción de la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación (Alianza), concretada entre la UCR y el FREPASO en 1997, desactivó semejante expectativa y condujo a una mecánica bipolar, en la que un formato pluralista limitado reconstruyó las posibilidades de alternancia partidaria – alternancia que, novedosamente, no pone en riesgo la estabilidad democrática.

Según otros autores, en contraste, la dinámica y cambio de la situación partidaria argentina habría obedecido a la inexistencia real de un sistema de partidos (De Riz 1986).

El motivo es que la consolidación estructural del sistema habría requerido más tiempo de funcionamiento continuado que el permitido por los sucesivos quiebres institucionales.

Ello ha desviado el diseño de estrategias de los partidos, que no se han construido en función de los demás partidos sino respecto de actores extra-institucionales como los militares.

Un derivado de esta postura ha sido desarrollado para América Latina por Scott Mainwaring y Timothy Scully (1995), quienes proponen la variable institucionalización como eje fundamental para la clasificación de los sistemas partidarios.

Este enfoque, original y sugestivo, requiere sin embargo una mayor precisión conceptual, ya que en la literatura existe cierta confusión acerca de si el estudio de la institucionalización se centra en los partidos o en los sistemas de partidos (Randall & Svåsand 2002).

En consonancia con la tesis de De Riz acerca de la inexistencia del sistema, aunque con un énfasis más moderado, Marcelo Cavarozzi ha afirmado que la debilidad como tal del sistema partidario argentino convive con una importante identificación de grupos sociales en torno de los partidos, conformando fuertes subculturas –cuyo enfrentamiento dará lugar a la idea del bipartidismo polarizado (Grossi & Gritti 1989).

Este marco, y en mayor medida el planteado por Edgardo Catterberg de bipartidismo a secas (Catterberg 1989), resultó relativizado por las elecciones realizadas entre 1993 y 1995, en las que el declive de la UCR fue acompañado por el ascenso de terceras fuerzas –nacionales y provinciales— cuyas perspectivas eran, aparentemente, de crecimiento.

El tercer puesto de la UCR en las presidenciales de 1995, detrás del candidato del FREPASO, pareció confirmar la defunción del bipartidismo.

Sin embargo, la victoria presidencial de la Alianza en 1999, con una fórmula encabezada por el radicalismo, dio por tierra con las hipótesis tempranas de defunción.

La reconfiguración del escenario político con el cambio de siglo siguió así manifestando un bipolarismo –si no bipartidismo— que, incentivado institucionalmente por la reforma constitucional de 1994, no hace más que perpetuar la tradición político-electoral argentina.

Por último, una de las cuestiones que para la literatura política actual abre el mayor interrogante acerca de la capacidad de gestión de las democracias es el problema de la emergencia, entendida como disfunción (crisis) económica que altera el escenario de acción de los grupos sociales y trastorna sus marcos de referencia valorativos.

En este contexto, todas las instituciones de gobierno – incluyendo a los partidos— se adaptan a la necesidad de ejecutividad y resultados por sobre la deliberación y los procedimientos formales, generándose como resultado un principio orientador basado en la eficacia –en tanto fuente primordial de legitimidad (Zuleta Puceiro 1994).

PARTIDOS POLÍTICOS; Andrés Malamud, hacer clic aquí.








El Partido Justicialista (PJ) o “peronista” argentino representa desde hace tiempo un misterio para los analistas.

Si bien su fuerza electoral está más allá de toda discusión, la debilidad e inactividad de la burocracia partidaria y de los cuerpos formales dirigenciales ha llevado a numerosos estudiosos a describir la organización de este partido como inexistente.

Asimismo, algunos especialistas descalificaron al partido peronista original como un “cadáver” o como “poco más que un apéndice de las instituciones estatales” y en el mismo sentido, el PJ contemporáneo ha sido descripto como un “simple membrete” o un “comité electoral” dirigido por un pequeño círculo de “operadores” en Buenos Aires.

Otra mirada de la organización del PJ revela, sin embargo, una llamativamente distinta visión.

El PJ contemporáneo conserva una enorme infraestructura de base y sus cerca de cuatro millones de miembros (afiliados) lo hacen uno de los partidos democráticos más grandes del mundo.

Por otro lado, sus profundas raíces sociales y organizacionales en las clases bajas y trabajadoras de la sociedad le han posibilitado sobrevivir a décadas de proscripción, la muerte de su carismático fundador, y más recientemente, la negación de su tradicional programa socioeconómico.

¿Cómo puede el PJ ser simultáneamente tan débil y tan fuerte?

Una de las mayores razones de esta confusión es que cuando los analistas investigan al PJ tienden a buscar en el lugar equivocado.

La atención en la debilidad de la estructura formal del PJ oscurece la vasta organización informal que lo rodea.

La organización peronista consiste en una densa colección de redes personales (que operan desde sindicatos, clubes, ONGs y a menudo desde la casa de los militantes) que están en gran medida desconectadas (y son autónomas) de la burocracia partidaria.

Aunque estas redes no pueden ser encontradas en los estatutos y archivos del partido, proveen al PJ de una extensa conexión con las clases bajas y trabajadoras de la sociedad.

No obstante la impresionante cantidad de literatura existente sobre el peronismo, escasa investigación se ha realizado acerca de la organización del PJ, y virtualmente no se ha realizado ningún trabajo sobre la estructura informal del partido.

Como resultado de esto, conocemos muy poco acerca de cómo funciona el PJ, particularmente en el ámbito local.

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Los antropólogos Gerlach y Hine alguna vez observaron que los investigadores tienden a asumir que todas las organizaciones son jerárquicas y que tienen “una bien definida cadena de mando”.

De esta manera, “en las mentes de muchos, la única alternativa a una burocracia o a una organización líder-centralizada es ninguna organización en absoluto”.

Esto mismo ha sucedido en los estudios sobre el peronismo.

Carente de una organización disciplinada, jerárquica y burocrática, que es característica de muchos otros partidos de clase obrera, el partido peronista no ha recibido casi ninguna atención académica.

Los pocos análisis existentes sobre el PJ hacen hincapié en su estructura de liderazgo formal en el ámbito nacional.

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A la luz de esta debilidad burocrática, los analistas a menudo han concluido que el PJ es una organización débil, o incluso inexistente, y que sus líderes partidarios mantienen con la base partidaria una relación personalista e inconsensuada.

De esta forma, aplicar los conocidos marcos conceptuales de investigadores europeos como Kirchheimer y Panebianco, caracteriza al PJ como un partido “profesional-electoral” o como “todo abarcativo”.

Sin embargo, focalizar en la debilidad de la burocracia del PJ lleva a oscurecer el poder de la organización informal que lo rodea.

El peronismo consiste en una vasta colección de redes informales que operan desde un grupo de diferentes entidades, que incluyen sindicatos, cooperativas, clubes, comedores, y a menudo hogares.

Estas entidades informales son autoorganizadas y autooperativas, no aparecen en los estatutos del partido, raramente están registradas con las autoridades partidarias, y mantienen una casi total autonomía respecto a la burocracia partidaria.

Sin embargo constituyen la mayor parte de la organización del PJ.

Si, siguiendo a Sartori, definimos a un partido político como “cualquier grupo político que se presenta a elecciones, y es capaz de ubicar a través de elecciones candidatos para la función pública”, entonces todas las subunidades peronistas (formales o informales) que participan en la política electoral, deberían ser consideradas parte de la organización del partido.

Los estudios sobre el PJ que hacen hincapié en la estructura formal del partido pierden de vista esta infraestructura informal, y como resultado, descartan la mayor parte de la organización del partido.

Emplear la distinción de Panebianco entre partidos como “masa burocrática” y partidos como “profesionales electorales”, sería tal vez más adecuada para describir al PJ como un partido de masas informal.

Es un partido de masas en el sentido que mantiene una poderosa infraestructura de base, extensos vínculos con la clase baja y trabajadora, y una amplia membresía y base militante.

Es informal en el sentido que las subunidades peronistas son autoorganizadas, carecen de una estructura organizacional standard, y generalmente no están integradas a (o sujetas a la disciplina de) la burocracia central del partido.

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Aunque ningún partido moderno “encapsula” a sus miembros en el mismo grado que lo hicieron algunos partidos de masas europeos de principios del siglo XX, el PJ conserva lo que para los estándares contemporáneos sería una poderosa organización de masas.

En primer lugar retiene una importante masa de miembros.

Las afiliaciones al partido alcanzaron los 3,85 millones en 1993, lo que representaba un 18% del electorado.

La participación electoral interna del 54,2% excedió a las de las social democracias de la pos guerra en Austria, Alemania y Suecia.

Aunque la utilidad de estas comparaciones está limitada por el hecho de que la membresía al PJ supone un menor nivel de compromiso respecto al de los partidos de masas europeos, esta inmensa masa de afiliados es no obstante impresionante.

En segundo lugar el PJ conserva una densa infraestructura territorial.

A pesar de que el fracaso del partido en tener un registro de sus unidades básicas hace difícil medir correctamente la densidad de su organización, evidencia proveniente de La Matanza, Quilmes y San Miguel de Tucumán sugiere que la infraestructura de base del PJ continúa siendo extensa y densamente organizada.

En 1997 estas tres localidades reunían aproximadamente una UB por cada 2000 residentes y más de dos UBs por kilómetro cuadrado.

Tercero, el PJ continúa profundamente enclavado en las clases bajas y obreras por medio de sus vínculos con una variedad de organizaciones (formales e informales).

En el nivel más básico, las organizaciones partidarias a nivel municipal conservan extensos vínculos con redes interpersonales en los barrios más humildes.

En las zonas de clase baja, los “líderes naturales” o “solucionadores de problemas” son generalmente peronistas.

Aunque muchos de estos “líderes naturales” no son militantes full time, casi todos mantienen lazos (a través de amigos, vecinos, o parientes) con las redes partidarias informales.

Estos lazos son periódicamente activados tanto “desde abajo”, como “desde arriba”: los “solucionadores de problemas” los utilizan para tener acceso a recursos gubernamentales, mientras que los “punteros” locales los utilizan para reclutar gente para elecciones o movilizaciones.

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En conjunto, más de la mitad (56,7%) de las UBs encuestadas por el autor evidenciaron vínculos con una o más instituciones sociales, y más de un tercio (36,5%) estaban relacionadas con dos o más de esas entidades.

Estos datos están resumidos en el Cuadro 1.

De las UBs encuestadas, 22,1% tenían vínculos con escuelas o cooperativas infantiles, 20,2% estaba relacionada con comedores u otras organizaciones de ayuda, 14,4% tenía vínculos con sindicatos, 8,7% con organizaciones eclesiásticas, y 6,7% con organizaciones de asentamientos ilegales.

Una “Des-Organización Organizada”.
Organización informal y persistencia de estructuras partidarias locales en el peronismo argentino*
Steven Levitsky; hacer clic aquí.




Se dio una paradoja: surgieron nuevos líderes sin partidos (Carrió, Lavagna, Macri, De Narváez), y sobrevivieron redes partidarias sin candidatos competitivos (la UCR, el PJ disidente, el socialismo).

Existen también otras responsabilidades: las personas y sus egos hicieron que esa debilidad estructural se convirtiera en un rompecabezas de imposible solución.

El peligro latente de comprometer la gobernabilidad
Por Sergio Berensztein.



Ahora bien, el 8/11, en términos de brocha gruesa, no hubo clase baja en las calles.

La sociedad argentina está escindida, sigue escindida.

Esa gran masa de la Argentina de la pobreza constituye todavía para el Gobierno nacional su reserva electoral más sólida.

También ahí el mayor problema es de representación: el monopolio de hecho que todo gobierno –nacional o local– ejerce en la representación política de las clases pobres argentinas, que contrasta con la ausencia total de representación de las clases medias y altas.

Los pobres, los del medio y los más ricos en la Argentina de hoy comparten muchas visiones, coinciden en muchas demandas, pero mientras los pobres tienen cómo canalizarlas a través de mecanismos de representación, los del medio y los de arriba sólo tienen voz si salen a la calle.

¡Menudo desafío para quienes aspiran a ser políticos de profesión!

El dilema argentino, por Manuel Mora y Araujo

Los cuadros de las Internas de 1988.



Critica de lo “Alto”, a la “obstinación” de lo “Bajo”, por querer seguir sus propias reglas.


El oficial Waffen SS Josef Kramer odia a los rusos porque no se ajustan a la imagen que de ellos le ha inculcado la propaganda: los odia por haber desmentido todos sus prejuicios:

"Odiaba a los rusos porque lo habían embaucado, a él y a millones como él.

Habían dejado creer al mundo que eran toscos bárbaros cuando de hecho -y cualquiera podía verlo- eran espectaculares ingenieros, formidables agricultores e increíbles, colosales soldados.

Odiaba a los rusos porque había llegado a Ucrania esperando liberar a campesinos borrachos, estúpidos y bonachones, del furioso desgobierno de satánicos judíos, pero se había encontrado luchando contra soldados tan rubios como él, de igual coraje, igual fanatismo y un equipo tremendamente  efectivo.

El equipo le preocupaba.

¿De dónde había salido, de la pobreza, del hambre y del terror del bolcheviquismo?

Esos hombres no eran borregos.

Tampoco eran maniáticos.

Eran tenaces, valientes, astutos, fanáticos."

Coronel P. M. A. Linebarger, autor de Psychological Warfare, 1948; y Essays on military psychological operations, Special Operations Research Office, 1965.



Dos videos sobre la versión Hardcore de “The Defiant Ones”, “Fuga en cadenas”, realizada por Quentin Tarantino.






"La gente quiere ver a su intendente y por eso vota.
Y como quiere verlo, puede votar a otro"
A. T. Vandor.

“Bueno, vayan y ganen”.
J. D. Perón.

Conclusión.

Los peronistas queremos “medir” a nuestros “Delegados”, por eso votamos en las Internas.

Como queremos Internas, si no las dan, votamos por afuera; y después:

Los derrotados corren en auxilio de los ganadores, y estos los esperan con los brazos abiertos”.