viernes, 18 de enero de 2013

Génesis e Implosión, Revolución dentro de la Revolución y el Orden del Estado Jacobino.



-Why me?

-Because you're on television, dummy.
Sixty million people watch you every night of the week, Monday through Friday.

-I have seen the face of God.

-You just might be right, Mr. Beale.

Génesis, Promesa y Método; hacer clic aquí.



-You think all this can last?
There's a storm coming Mr Wayne.
You and your friends better batten down the hatches 'cause when it hits, you're all gonna wonder how you ever thought you could live so large and leave so little for the rest of us.

-You sound like you're looking forward to it.

-I'm adaptable.

Implosión, Respuesta y Sarcasmo; hacer clic aquí.



-Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces.
Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.

-Además, la nación carece de esos instrumentos del poder organizado, de esos fundamentos tan importantes de una Constitución, a que más arriba nos referíamos: los cañones.
Cierto es que los cañones se compran con dinero del pueblo: cierto también que se construyen y perfeccionan gracias a las ciencias que se desarrollan en el seno de la sociedad civil, gracias a la física, a la técnica, etc.
Ya el solo hecho de su existencia prueba, pues, cuán grande es el poder de la sociedad civil, hasta dónde han llegado los progresos de las ciencias, de las artes técnicas, los métodos de fabricación y el trabajo humano.
Pero aquí viene a cuento aquel verso de Virgilio:
Sic vos non vobis!
¡Tú, pueblo, los haces y los pagas, pero no para ti!
Como los cañones se fabrican siempre para el poder organizado y sólo para él, la nación sabe que esos artefactos, vivos testigos de todo lo que ella puede, se enfilarán sobre ella, indefectiblemente, en cuanto se quiera rebelar.
Estas razones son las que explican que un poder mucho menos fuerte, pero organizado, se sostenga a veces, muchas veces, años y años, sofocando el poder, mucho más fuerte, pero desorganizado, de la nación; hasta que ésta un día, a fuerza de ver cómo los asuntos nacionales se rigen y administran tercamente contra la voluntad y los intereses del país, se decide a alzar frente al poder organizado su supremacía desorganizada.

Orden del Estado Jacobino; hacer clic aquí.




En estas giras, que el gran Moniteur oficial y los pequeños «monitores» privados de Bonaparte, tenían, naturalmente, que celebrar como cruzadas triunfales, le acompañaban constantemente afiliados de la Sociedad del 10 de Diciembre.

Esta sociedad data del año 1849.

Bajo el pretexto de crear una sociedad de beneficencia, se organizó al lumpemproletariado de París en secciones secretas, cada una de ellas dirigida por agentes bonapartistas y en general bonapartista a la cabeza de todas.

Junto a roués arruinados, con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, lazzaroni, carteristas y rateros, jugadores, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos, en una palabra, toda es masa informe, difusa y errante que los franceses llaman la bohème: con estos elementos, tan afines a él, formó Bonaparte la solera de la Sociedad del 10 de Diciembre, «Sociedad de beneficencia» en cuanto que todos sus componentes sentían, al igual que Bonaparte, la necesidad de beneficiarse a costa de la nación trabajadora.

Este Bonaparte, que se erige en jefe del lumpemproletariado, que sólo en éste encuentra reproducidos en masa los intereses, que él personalmente persigue, que reconoce en esta hez, desecho y escoria de todas las clases, la única clase en la que puede apoyarse sin reservas, es el auténtico Bonaparte, el Bonaparte sans phrase.

Viejo roué ladino, concibe la vida histórica de los pueblos y los grandes actos de Gobierno y de Estado como una comedia, en el sentido más vulgar de la palabra, como una mascarada, en que los grandes disfraces y los frases y gestos no son más que la careta para ocultar lo más mezquino y miserable.

Así, en su expedición a Estrasburgo, el buitre suizo amaestrado desempeñó el papel de águila napoleónica.

Para su incursión en Boulogne, embute a unos cuantos lacayos de Londres en uniformes franceses.

Ellos representan el ejército.

En su Sociedad del 10 de Diciembre, reunió a 10.000 miserables del lumpen, que habían de representar al pueblo, como Nick Bottom representaba el león.

En un momento en que la misma burguesía representaba la comedia más completa, pero con la mayor seriedad del mundo, sin faltar a ninguna de las pedantescas condiciones de la etiqueta dramática francesa, y ella misma obraba a medias engañada y a medias convencida de la solemnidad de sus acciones y representaciones dramáticas, tenía que vencer por fuerza el aventurero que tomase lisa y llanamente la comedia como tal comedia.

Sólo después de eliminar a su solemne adversario, cuando él mismo toma en serio su papel imperial y cree representar, con su careta napoleónica, al auténtico Napoleón, sólo entonces es víctima de su propia concepción del mundo, el payaso serio que ya no toma a la historia universal por una comedia, sino su comedia por la historia universal.

Lo que para los obreros socialistas habían sido los talleres nacionales y para los republicanos burgueses los gardes mobiles, era para Bonaparte la Sociedad del 10 de Diciembre: la fuerza combativa de partido propia de él.

Las secciones de esa sociedad, enviadas por grupos a las estaciones debían improvisarle en sus viajes un público, representar el entusiasmo popular, gritar Vive l'Empereur!, insultar y apalear a los republicanos, naturalmente bajo la protección de la policía.

En sus viajes de regreso a París, debían formar la vanguardia, adelantarse a las contramanifestaciones o dispersarlas.

La Sociedad del 10 de Diciembre le pertenecía a él, era su obra, su idea más primitiva.

Todo lo demás de que se apropia se lo da la fuerza de las circunstancias, en todos sus hechos actúan por él las circunstancias o se limita a copiarlo de los hechos de otros; pero Bonaparte que se presenta en público, ante los ciudadanos, con las frases oficiales del orden, la religión, la familia, la propiedad, y detrás de él la sociedad secreta de los Schuftele y los Spielberg, la sociedad del desorden, la prostitución y el robo, es el propio Bonaparte como autor original, y la historia de la Sociedad del 10 de Diciembre es su propia historia.

Se había dado el caso de que representantes del pueblo pertenecientes al partido del orden habían sido apaleados por los decembristas.

Revolución dentro de la Revolución; hacer clic aquí.

2 comentarios:

Charlie Boyle dijo...

El estado puro jacobino solo duró muy poco hasta que lo hicieron a la parrilla a robespierre danton y compañia. A partir de allí a principios del siglo le diría ya sucedía lo que la última parte del post relata.
Lo que sucede desde principios de siglo hasta 1848, la primavera de los pueblos, es que todavía la lógica jacobina ( en teoría ) sigue en pié. La tan meneada "fraternidad" era valorada hasta entonces (red distribuida) (democracia= gobierno de los pobres). Dice Antoni Domenech que lo que sucede despues de 1848 es que esa divisa se deja totalmente de lado. A partir de entonces solo se luchará por Liberté e Egalite, Liberalismo y Socialismo. Los jacobinos pasan a retiro definitivamente
http://tinyurl.com/a6apz86

Anónimo dijo...

Toda esa descripción de "la fuerza combativa de partido propia de él"
cuánto me recuerdan a esa bola de descerebrados que veo, a veces, y sólo a veces, inundar las barriadas pobres, jugando el papel de "el payaso serio que ya no toma a la historia universal por una comedia, sino su comedia por la historia universal."
Manolo su repetición ad absurdum de ese texto de walsh en el que describe la situación de montoneros y su concepción de peronismo el hogar del pueblo, donde se repliega, "vuelvo vencido a la casita de mis viejos", y cuando veo que mi básica está adornada de colores pasteles y sutilmente fueron levantando los símbolos históricos, no sé porqué, pero la vilis negra me quema la campanita de la garganta, y siempre me acuerdo de usted, y pienso, si lo que me quema es algo de todo lo usted evoca en este espacio que, sin querer, asimilé. o es simplemente mi visión crítica, una visión crítica del resentido (en el peor sentido de la palabra)