jueves, 5 de septiembre de 2013

Lenguaje plebeyo y Poder Blando; el proto-peronismo en el 1º tercio del siglo XX.





La prioridad de la lengua escrita sobre la oral y de la peninsular sobre la americana era la tesis central de este escrito; el "carácter barbárico de las lenguas indígenas americanas" impedía, en su opinión, que éstas hubiesen de ejercer influencia alguna sobre el español de América.

La tutela de la Academia haría el resto.

Con ello intentaba contrarrestar la previsión efectuada por Andrés Bello en el prólogo a su Gramática de 1847, que temía la profusión de variedades regionales que "inunda y enturbia mucha parte de lo que se escribe en América, y alterando la estructura del idioma, tiende a convertirlo en una multitud de dialectos irregulares, licenciosos, bárbaros"; para esta concepción, indisolublemente lingüística y política, sólo la unidad de la lengua "culta" garantizaría la unidad del mundo hispano.

Por el contrario, el filólogo colombiano Rufino José Cuervo —que compartía el diagnóstico de Bello de la eventual fragmentación del español en una pluralidad de idiomas mutuamente ininteligibles, aunque celebrándola— advertía contra el empleo de la lengua escrita para medir la unidad del idioma, considerándola un "velo que encubre el habla local".

Esta problemática fue recogida de manera particularmente observada en el tratado de 1935 de Amado Alonso, titulado El problema de la lengua en América, y reiterado en 1941, cuando el académico Américo Castro publicó El problema argentino de la lengua.

Para los autores de esta corriente, la deriva lingüística respecto de la forma culta castellana era un inequívoco índice de degradación social; Castro manifiesta expresamente que las peculiaridades del español rioplatense, en especial el voseo, son síntoma de "plebeyismo universal", "instinto bajero", "descontento íntimo, encrespamiento del alma al pensar en someterse a cualquier norma medianamente trabajosa".

En su diagnóstico, la fuerte identidad de la variedad rioplatense se debe a la aceptación general de las formas populares en desmedro de las cultas, y le preocupa sobre todo la imposibilidad de percibir inmediatamente la clase social del hablante a partir de los rasgos de su habla; la falta de los "frenos e inhibiciones" que las clases superiores deberían representar le parece un inequívoco síntoma de locura social.

El texto de Castro es prototípico de una extendida concepción, que hace de la unidad de la lengua el custodio de la unidad nacional, y de las clases superiores los custodios de la ortodoxia de la misma.

Buena parte de la obra de Menéndez Pidal estaría orientada a perseguir ese fin, recomendando el recrudecimiento de la persecución de los usos considerados incorrectos mediante "la enseñanza de la gramática, los estudios doctrinales, los diccionarios, la difusión de buenos modelos, el comentario de los autores clásicos, o bien inconscientemente, mediante el eficaz ejemplo que se difunde en el trato social o en la creación literaria".

Esta forma de centralismo clasista —común por lo demás a otros idiomas coloniales, en especial el francés— ha influido duraderamente en el uso y enseñanza de la lengua; sólo recientemente algunas variedades lingüísticas han pasado a formar parte de la enseñanza oficial —como el voseo en Argentina— y de la lengua literaria, para lo cual el naturalismo de mediados de siglo representó un poderoso avance.

Represento a Francia, que conoce las amenazas que la rodean en este tema de la identidad cultural, que sabe muy bien de la rivalidad de los idiomas.
Pero pienso en otros países tan respetables cuyos idiomas no tienen la dimensión geográfica de Francia que, a su vez, no tiene la dimensión geográfica de otros.
¿Qué ocurrirá con el fondo del alma de expresión gaélica, flamenca, neerlandesa?
No quiero que parezca que trato de aislar a los más pequeños, porque son menos numerosos.
En realidad, Italia, Alemania y Francia también están amenazadas.
Hoy casi únicamente la cultura inglesa y americana y la cultura española están en condiciones de afrontar estos retos y, a pesar de la amistad que tengo por estos países, prefiero hablar mi idioma en lugar del suyo14
Mitterrand, el 17 de enero de 1995, ante el Parlamento Europeo.
El español en las relaciones internacionales, Valor económico del español oportunidades y retos; Fundación Telefónica.

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