martes, 9 de septiembre de 2014

Duran Barbas, la estética de campaña y el significante vacio.



Diferencias entre populismo y demagogia

Aunque ambos conceptos se utilicen de forma despectiva y en contextos bastante parecidos, tenemos que saber diferenciar entre la demagogia y el populismo.

El concepto de demagogia, que podemos escuchar como reproche entre políticos españoles, hace referencia a un discurso político que busca emocionar al votante.

Es decir, la demagogia busca utilizar ‘palabras bonitas’, acusaciones sin fundamento, promesas muy llamativas, etc., con la intención de captar la atención del ciudadano y provocar, de esta forma, que le acaben votando.

Por otro lado, el populismo va más allá, ya que se refiere a las acciones más que al discurso (que también).

En el populismo hablamos de todo aquello (discurso y acción) que puede hacer un político para convencer, persuadir y, por qué no de algún modo, comprar el voto del ciudadano, como llega a afirmar Nicmer N. Evans.

En este caso hablamos ya de acciones políticas que tratan de convencer a los ciudadanos no con la eficacia de las políticas (es decir, haciendo las cosas bien) sino favoreciendo los intereses del llamado ‘pueblo’ aunque eso, como afirman algunos expertos, pueda suponer estar llevando a cabo políticas que a medio plazo pueden arruinar económica o políticamente un país (económicamente porque puede llevar a la ruina y políticamente porque, por ejemplo, puedes aislar a tu país insultando al resto).

Populismo en América Latina

Ernesto Laclau, autor de ‘La razón populista’, es la referencia al hablar de esta forma de hacer política.

Para Laclau, el populismo aparece cuando una sociedad va demandado cosas que cree necesitar (más hospitales, colegios, trabajo, carreteras…) y estas no son correspondidas por los gobernantes.

Cuando estas necesidades se acumulan, el pueblo comienza a verlas como un conjunto y no como demandas separadas y la exigencia con los gobernantes es mayor.

Aquí surge un líder o un partido que abraza las exigencias de lo que llama ‘pueblo’ y, con el apoyo de unos ciudadanos que vuelven a esperanzarse, se erige como su representante frente a ‘la corrupta clase política’ (con la que normalmente el líder populista está en contra).

Todos podemos ver en los medios de comunicación que, actualmente, cuando se hace referencia a un líder una ideología populista, casi siempre se está hablando de América Latina.

¿Por qué?

La razón la encontramos en el nivel de bienestar de los ciudadanos: según Laclau, el populismo, tal y como lo hemos definido, triunfa ante una sociedad o país que tiene una cantidad importante de demandas insatisfechas.

Esto supone que, actualmente, solo encontraremos (a priori) populismo donde los ciudadanos crean que sus demandas son ignoradas repetidamente.

Como en los países llamados ‘ricos’ (los del Norte del hemisferio y Australia) los ciudadanos tienen las necesidades elementales cubiertas por lo que se denomina Estado del Bienestar (servicios públicos garantizados y asistencia a los más necesitados), el populismo surge en países menos desarrollados.

Lo que nos lleva a Suramérica.

Los expertos en estudios latinos identifican actualmente a Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolívia) e incluso Cristina F. de Kirchner (Argentina) pueden ser considerados como populistas.

Esto se demuestra por iniciativas como las privatizaciones, que más allá de la racionalidad económica (como hemos definido al principio) inyectan una dosis de patriotismo y confianza entre los ciudadanos.

Además, los discursos no dejan de ser multitudinarios y, muchas veces, con retórica demagógica y utilizando la referencia usual del ‘pueblo’.
http://tribunainterpretativa.com/venezuela-paradigma-del-populismo-en-latinoamerica/


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