viernes, 12 de junio de 2015

Para entender porque el gueto político-social no entiende lo que pasa.




Para Beatriz Sarlo y su Pop global.

Sábado, 10 de noviembre de 2012, 

Los barrios porteños y la movilización

Robusta, masiva, contundente.

Así fue la movilización opositora que antenoche puso en la calle al uno por ciento del padrón electoral nacional: entre 250 y 300 mil personas.

Un tercio de ellos, unos 90 mil manifestantes, el núcleo central simbólico y numérico, se expresó en la zona del Obelisco y la Plaza de Mayo de Buenos Aires.

La oposición política y mediática que adscribe a la centroderecha organizó con éxito la movida —se enmascaró en el espontaneismo ciudadano— y consiguió el objetivo de multiplicar en número del 13S, pero no obtuvo lo más preciado: nutrir la movilización con sectores medios bajos y bajos de los barrios populares.

Lo saben en la Casa Rosada y lo sabe la oposición, sólo una mezcla consistente de clases sociales que incluya a la base de la pirámide podría obligar al gobierno a declinar los trazos principales.

Con distintos grados de radicalización —en promedio, bastante menos que en la marcha anterior—, la gente fue a la calle a "parar a Cristina".

Y sería ingenuo pretender que la bronca anti-K pase por el estilo por momentos pendenciero de la presidenta, ni por su presunta adicción a comprarse zapatos y carteras.

La discusión es de contenido político.

El 90 por ciento de la movilización en Buenos Aires quedó circunscripta en cuatro o cinco barrios, de los 47.

Y a dos partidos del GBA, de más de 20.
Sin embargo, Barrio Norte, Palermo, Belgrano, Caballito, Vicente López y San Isidro, no son un puñado de barrios cualquiera de la ciudad.

Allí está el 90 por ciento de los cines, teatros, médicos, abogados, periodistas, colegios y universidades privadas (y también las más relevantes de las públicas), shoppings, intelectuales —incluidos los de izquierda— concesionarias de autos, boliches nocturnos, gastronomía, y la lista podría seguir.

Allí está el sector que por amplísima mayoría construye el discurso social, mediático y dominante.

Allí están los turistas internos y externos, viven los estudiantes hijos de las familias acomodadas del interior y el exterior, y a veces de familias aspiracionales.

Para cualquier foráneo "ir a Buenos Aires" es ir a esos barrios.

¿O acaso algún lector de esta columna presume "conocerla" sin haber pisado nunca alguno de los barrios mencionados?

La marcha fue un acto muy masivo de los habitantes de esos barrios.

Y no es una buena noticia para el kirchnerismo que lo adversen de ese modo, aunque sea sólo en esos barrios.

Sin embargo, hay un dato determinante e irresoluble para la derecha partidaria: en esos barrios privilegiados vive sólo el 10 por ciento de los votantes.

En ese puñado simbólico de barrios desarrollados y distinguidos, donde parece que "está todo", y donde "tenés todo", sin embargo no está el 90 por ciento de los argentinos que votan y eligen a los gobernantes.

Por eso, suele pasar, que quienes creen que la Argentina "es igual a mi barrio" luego no entienden por qué las urnas están llenas de votos de gente que vive en otros barrios.


Por Rodolfo Montes / La Capital



Domingo, 10 de febrero de 2013  01:05 | Opinión

Rosario y el GBA: mitos y leyendas

Las balas mortales del mundo narcomafioso que impactan ya sobre el triángulo céntrico (bulevares y el río), en el corazón simbólico y político de Rosario, provocan angustia ciudadana. 

¿Por qué pasa esto en Rosario?

La conmoción más profunda, sin embargo, para los habitantes de la ciudad de Roberto Fontanarrosa es la caída del principal argumento que durante 40 años tranquilizó: “en el Conurbano (del Gran Buenos Aires) están peor”.


Un paradigma de diferenciación positiva, clásico de la sociología (“nosotros” estamos mal, pero “ellos” están peor) sigue en uso en la actualidad, ya sea por reflejo de un pasado que ya no es, o porque forma parte de un discurso político interesado.

Los problemas delictivos propios (de Rosario y de la provincia en general) siempre fueron en volumen, intensidad y gravedad, inferiores a los que sucedían en ese imaginario cordón de las calamidades ajenas que se despliega como un anillo alrededor de la Ciudad de Buenos Aires.

Y donde viven nueve millones de personas.


Esa foto comparativa y tranquilizadora entre Rosario y vastos sectores del cordón de las calamidades ajenas, el Gran Buenos Aires (GBA), se fue borrando en la última década, hasta transformarse en otra cosa.


El partido de La Matanza, emblema del GBA por pobreza, abandono y profusión de delito hasta hace apenas una década, hoy padece entre dos y tres veces menos homicidios que Rosario.

Con 1,8 millón de habitantes – contra un millón en Rosario– y unos 320 kilómetros cuadrados que incluyen zonas rurales ( Rosario, 178 kilómetros cuadrados), por el partido gobernado por el kirchnerista Fernando Espinosa se despliegan durante las 24 horas del día 70 patrulleros tripulados por una Guardia Urbana – y un policía con arma preventiva–, con cámaras encendidas y reportando a un centro de monitoreo con decenas de pantallas operadas en una red de comunicación con la policía provincial.

Con bomberos, hospitales, emergencia civil y un helicóptero propio para actuar en una emergencia.


La Matanza, que padeció por décadas el estigma de ser dominio de “los barones del Conurbano” (una expresión nada inocente que se lee “ladrones del Conurbano”), sin embargo, no se convirtió en el condado de Mónaco.

Pero se benefició con una transformación notable, que está a la vista.

Se podrá argumentar que el kirchnerismo nacional puso mucha plata en La Matanza, y también se podrá argumentar que en los treinta años anteriores nunca nadie puso un peso –para obras de infraestructura– en La Matanza.


La Matanza está dividida en cuadrículas, y en cada cuadrícula funciona un consejo barrial que orienta el trabajo de la guardia mixta, urbana y policial.


Pero antes de poner en marcha el afinado sistema de control preventivo de seguridad distrital que hace que hoy caminar por La Matanza sea claramente más seguro que caminar por Rosario, en promedio, en cualquier barrio, y a cualquier hora, “construimos infraestructura básica, agua, cloacas, calles, rutas, escuelas, hospitales y puestos de trabajo” confirmó Gabriel Milazzotto, miembro del gabinete de Espinosa, a este cronista.


En la última década, La Matanza sumó 400 mil personas al servicio de agua potable y cloacas (alcanzando hasta casi el 80 por ciento de la población), 60 kilómetros de rutas y caminos, 3 hospitales, 2.000 cuadras pavimentadas, y entre otras, 30 mil nuevos alumnos a la joven universidad que lleva el nombre del distrito.


De todos modos, Rosario por historia, tradiciones políticas y culturales, bellezas naturales y arquitectónicas nunca podrá ser superada por un distrito del joven GBA.

La contraposición busca organizar datos y argumentos.


Las balas al “Quemadito” en Pellegrini y Corrientes, aunque no sólo por esa causa, se explican por las cloacas nunca realizadas a 30 cuadras de esa esquina.

Los cambios de cúpulas policiales, más tarde o más temprano, se resuelven con decisión política, un acto y una foto.

Pero la infraestructura sanitaria y vial, y la reconfiguración de la atmósfera lumpen delictiva que hoy domina grandes áreas de los barrios de Rosario llevará años, tal vez décadas.
Y no se resuelve con fotos, ni con operaciones comunicacionales en la era de la red global.


Mientras tanto, en la semana que pasó, otra mala noticia hizo correr transpiración fría sobre las espaldas del Ejecutivo provincial.

La irrupción del nombre de Marcos Escajadillo – ex Secretario de Seguridad Pública– en una investigación judicial sobre presunta connivencia política, empresarial y policial con el negocio del narcotráfico, amenaza con cambiarle el eje del debate político al gobernador Antonio Bonfatti. Y para peor.


Un plano de la discusión, para el socialismo, es si hubo o no ingenuidad y/o desmanejo político para con la corporación policial.


Otro plano muy diferente es que tome cuerpo la hipótesis de la protección política al negocio narcopolicial.


La revelación del periodista Carlos Del Frade sobre una investigación judicial que estudia una trama de recaudación de dinero negro presuntamente originado en el narcotráfico ha sido confirmada por otras fuentes a este diario.

Desde ya que el señalamiento periodístico, por sí solo, no constituye al día de hoy una imputación judicial.

El nombre de Escajadillo está en la causa, aunque cómo está, y con qué responsabilidad, se verá con el tiempo.

El dilema en la Casa Gris será cómo afrontar este nuevo problema.

Si sostiene o no al funcionario peruano-argentino en funciones.

El kirchnerismo provincial ya pidió, de pura lógica, el apartamiento del funcionario que continúa actuando en los equipos de gobierno.

El oficialismo provincial, sofocado con los calores del verano, contraataca con el caso ( Amado) Boudou, que está siendo investigado por la Justicia, y no renunció.

La comparación no es pertinente.

El vicepresidente integró una fórmula electoral que obtuvo la mayor votación nominal de la historia argentina – casi 12 millones de votos-, y que eventualmente debería afrontar un juicio político.

En cambio, a los colaboradores nombrados por los jefes de los Ejecutivos se los puede despedir sin más trámite, con un llamado por teléfono de unos pocos segundos.

A propósito, Cristina Fernández de Kirchner, en las últimas horas, tuvo que tragar, sin más, el amargo remedio de un error propio del gobierno nacional, y despidió en 24 horas a Juan de Dios Cingunegui y Luis Romiti, involucrados en una estafa de 360 millones de pesos a consumidores.

La propia CFK denunció la maniobra de un equipo de abogados en un discurso público, aunque desconociendo que había gente “propia” entre los hacedores de la estafa.

Un tercer abogado, Eduardo Baeza, también partícipe de la maniobra y asesor de una senadora oficialista, Nanci Parrilli, también fue despedido.

Mientras tanto, en la escena nacional, el oficialismo buscará darle volumen político al acuerdo con Irán, abriendo el debate en el Congreso, en atípicas sesiones extraordinarias de febrero.

Con los realineamientos de los últimos días, y el rechazo de las organizaciones de la comunidad judía de la Argentina al acuerdo con Irán, el kirchnerismo se encamina, otra vez, a votar en soledad y con los aliados más directos, el convenio binacional.

Como sea, la apertura del Congreso para el kirchnerismo es siempre un “buen negocio”.

Si los discursos que dominan el debate político tienen eje en argumentaciones que se producen dentro del Palacio, “la discusión en los medios pierde peso”, se entusiasman desde el universo K.


De los planes electorales para 2013 “veremos”, dice un funcionario del gobierno nacional que sabe cómo funciona el núcleo directo de la presidenta.

“Las especulaciones sobre presuntas estrategias a mediano y largo plazo son parte de una fantasía.

Acá es todo día a día, y fuera de los límites de la cabeza de la presidenta nadie sabe nada”, remata.

Por Rodolfo Montes / La Capital

1 comentario:

LO QUE RESTA DEL DIA dijo...

Es notable. Las notas de Rodolfo, resisten el paso del tiempo y se akilatan aún más, visto en perspectiva desde el 2015. Muy buen recordatorio.