Se largo oficialmente, y por eso me parece oportuno rescatar un artículo publicado en Argiropolis.
El Autor es Steven Levitsky, que también publico Transforming Labor-Based Parties in Latin America: Argentine Peronism in Comparative Perspective (Cambridge University Press, 2003).
El material del libro, como la del articulo SOLO llega hasta el 2000, por lo tanto no esta influido por los hechos políticos posteriores a la elección de Kirchner.
Por eso quiero compartir con Uds. algunos de los párrafos que seleccione, para entender lo que puede pasar de aquí a fin de año.
Aunque lo ideal seria leer todo el articulo.
El Partido Justicialista (PJ) o “peronista” argentino representa desde hace tiempo un misterio para los analistas.
Si bien su fuerza electoral está más allá de toda discusión, la debilidad e inactividad de la burocracia partidaria y de los cuerpos formales dirigenciales ha llevado a numerosos estudiosos a describir la organización de este partido como inexistente.
Asimismo, algunos especialistas descalificaron al partido peronista original como un “cadáver”[1] o como “poco más que un apéndice de las instituciones estatales”[2] y en el mismo sentido, el PJ contemporáneo ha sido descripto como un “simple membrete”[3] o un “comité electoral” dirigido por un pequeño círculo de “operadores” en Buenos Aires.[4]
Otra mirada de la organización del PJ revela, sin embargo, una llamativamente distinta visión.
El PJ contemporáneo conserva una enorme infraestructura de base y sus cerca de cuatro millones de miembros (afiliados) lo hacen uno de los partidos democráticos más grandes del mundo.
Por otro lado, sus profundas raíces sociales y organizacionales en las clases bajas y trabajadoras de la sociedad le han posibilitado sobrevivir a décadas de proscripción, la muerte de su carismático fundador, y más recientemente, la negación de su tradicional programa socioeconómico.
¿Cómo puede el PJ ser simultáneamente tan débil y tan fuerte?
Una de las mayores razones de esta confusión es que cuando los analistas investigan al PJ tienden a buscar en el lugar equivocado.
La atención en la debilidad de la estructura formal del PJ oscurece la vasta organización informal que lo rodea.[5]
La organización peronista consiste en una densa colección de redes personales (que operan desde sindicatos, clubes, ONGs y a menudo desde la casa de los militantes) que están en gran medida desconectadas (y son autónomas) de la burocracia partidaria.
Aunque estas redes no pueden ser encontradas en los estatutos y archivos del partido, proveen al PJ de una extensa conexión con las clases bajas y trabajadoras de la sociedad.
No obstante la impresionante cantidad de literatura existente sobre el peronismo, escasa investigación se ha realizado acerca de la organización del PJ,[6] y virtualmente no se ha realizado ningún trabajo sobre la estructura informal del partido.
Como resultado de esto, conocemos muy poco acerca de cómo funciona el PJ, particularmente en el ámbito local.
El presente artículo busca llenar ese vacío.
Sacando provecho de información recolectada durante un vasto estudio de las organizaciones peronistas del Gran Buenos Aires, el artículo examina cómo funciona internamente el PJ y cómo está organizado.
A su vez, está dividido en dos secciones.
La primera resume los orígenes y la estructura contemporánea del partido peronista.
Desafiando caracterizaciones del partido como una organización débil y personalista, se sostiene que el PJ es mejor entendido como un informal partido de masas.
Si bien el peronismo mantiene una poderosa infraestructura de base, una amplia base activista, y extensos vínculos con la clase baja y trabajadora, posee sin embargo, a diferencia de los prototípicos partidos de masas, una organización informal y altamente descentralizada.
La segunda sección examina la relación entre el PJ y Carlos Menem durante la década del noventa.
Autonomía en el ámbito local y la estabilidad de la base militante del PJ
La estabilidad de la base militante del PJ en la década del noventa es de alguna manera enigmática.
Los militantes, o al menos un conjunto importante de ellos, están[121] generalmente más ideologizados que los líderes partidarios.
De ser éste el caso, entonces deberíamos esperar que estos militantes que han sido históricamente casi uniformemente antiliberales, habrían abandonado el partido en masa como respuesta al giro neoliberal del gobierno de Menem.
Evidencia de la encuesta de militantes de 1997 sugiere que los militantes del PJ eran en efecto bastante críticos del programa de Menem.
Como muestra el Cuadro 5, más de dos tercios se opuso en parte o en todo al programa de Menem; además, la gran mayoría consideró que las políticas gubernamentales fueron “muy favorables” para las empresas (70,4%) y “muy desfavorables” para los trabajadores (67,8%).
Acerca de qué políticas económicas debería llevar a cabo el gobierno peronista en el futuro, solo el 5,5% optó por la continuidad, mientras que un 42,1% escogió un “retorno a las raíces del peronismo”.
Sin embargo, la base militante peronista no parece haberse erosionado sustancialmente en la década del noventa.
A pesar de dos importantes deserciones en el nivel de la elite del partido (el Grupo de los Ocho en 1990 y el senador José Octavio Bordón en 1994) y el surgimiento del centro-izquierdista Frente para un País Solidario (FREPASO) como una seria alternativa política a mediados de los años noventa, fueron pocos los militantes del partido que siguieron a estos grupos.[122]
Aunque es difícil medir el número de militantes que simplemente se alejó de la política en los años noventa, hay poca evidencia de que la base militante fuera sustancialmente reducida.
De hecho, más de tres cuartos de los militantes encuestados en el Gran Buenos Aires dijeron que el número aumentó (68%) o permaneció igual (8%) durante la década del noventa.
Por otra parte, el relativamente alto nivel de activismo del PJ en los años noventa no parece haber sido producto del ingreso de nuevos miembros.
Setenta y tres por ciento de los militantes encuestados había trabajado en el PJ desde antes de 1989, y los nuevos militantes eran al menos tan opuestos a las políticas de Menem como los más viejos.[123]
¿Por qué permanecieron en el partido los militantes antimenemistas?
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Sin embargo la estabilidad del PJ no puede ser solamente atribuida al patronazgo.
Cerca de un tercio (31,4%) de las UBs relevadas no tenía acceso al patronazgo en absoluto, y en la mayoría de las UBs, los beneficios de éste se extendían a uno o dos militantes.
Por lo tanto, incluso a finales de la década del noventa, un número significativo de militantes continuó participando a pesar de tener poco o ningún acceso a los recursos estatales.
La estructura informal de PJ fue fundamental a la hora de mantener a estos militantes en el partido.
A diferencia de partidos de masas centralizados como el AD venezolano o el Partido Comunista Chileno, la estructura descentralizada del PJ posibilitó a los militantes el evitar tener que hacer una dura elección entre adherir a la línea nacional del partido o dejar (o ser expulsados de) el partido.[126]
Específicamente, el sistema de agrupaciones ofreció a aquellos peronistas disgustados con el perfil neoliberal del partido, canales alternativos de participación.
Un abanico de agrupaciones nacionalistas, populistas tradicionales, socialdemócratas, e incluso socialistas coexistieron con el liderazgo nacional menemista en la década del noventa.
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Finalmente, muchas agrupaciones (y un gran número de UBs) proveen arenas de participación para lo que tal vez pueda ser llamado peronistas tradicionales u ortodoxos.
Estos militantes tienden a estar muy apegados no solo al programa peronista tradicional, sino también a sus símbolos y prácticas.
Un ejemplo de este tipo de agrupación es “Lealtad Peronista” en La Matanza, la cual es dirigida por el anterior intendente Federico Russo.
Representa la segunda agrupación más grande en La Matanza y contiene docenas de viejos militantes ortodoxos, muchos de los cuales trabajaron con Russo desde la década del setenta.
Muchos de estos militantes se oponen fuertemente al modelo neoliberal y el mismo Russo mantiene un perfil populista y antiliberal.[130]
Lealtad Peronista lleva a cabo una serie de actividades peronistas tradicionales como el “entrenamiento doctrinario”, la celebración de fiestas peronistas, y el mantenimiento de centros juveniles y femeninos.
El sistema descentralizado y segmentado de agrupaciones del PJ, proveyó de esta manera numerosas salidas para los militantes peronistas, permitiéndoles poder continuar llevando a cabo formas de peronismo que poco tenían que ver (y que de hecho muchas veces contradecían) con la pragmática agenda del gobierno de Menem.
Datos de la encuesta a militantes sugieren que esta autonomía en el nivel de base tal vez pueda haber inducido a muchos de ellos a permanecer en el partido.
El Cuadro 7 muestra las respuestas de los militantes a la pregunta,
“¿Qué nivel de la actividad del partido es más importante para usted?”.
En el Gran Buenos Aires, cerca de dos tercios de los militantes contestó que su agrupación (40,0%) o el partido a nivel distrital (22,6%) era más importante que el partido nacional.
Los resultados también sugieren que los militantes antimenemistas eran más propensos a priorizar su agrupación respecto a otro tipo de militantes.
Como muestra el Cuadro 8, cerca de la mitad (45,3%) de los militantes que se caracterizaron a sí mismos como “oponentes” de la política económica gubernamental percibieron a su agrupación como el ámbito de actividad más importante, en relación a un 18,8% que era partidario de Menem.
Tomados en conjunto, los datos sugieren que un sustancial número de militantes que fueron críticos del programa de Menem, encontraron en la década del noventa refugio en sus agrupaciones; priorizando las organizaciones partidarias a nivel local y, en alguna medida, apartándose de la actividad partidaria a nivel nacional.
En conclusión, la estructura descentralizada del PJ probablemente ayudó al partido a mantener su base militante en los años noventa.
Para una pequeña pero comprometida minoría, existieron continuados canales para la expresión de sus creencias peronistas ya sean de izquierda, nacionalistas, u ortodoxas.
Para un grupo más grande de militantes, que sin embargo estaba disconforme con el giro neoliberal, la presencia de organizaciones semiautónomas en el ámbito local les permitió seguir practicando su peronismo tradicional a nivel popular, en lugar de enfrentar una dura elección entre menemismo o dejar el partido.
Autonomía en el ámbito local y los límites del menemismo
Aunque la existencia de fuertes organizaciones semiautónomas a nivel local proveyó de una serie de beneficios políticos en la década del noventa al liderazgo del PJ, también le significó importantes restricciones.
Como estas organizaciones mediaron en la relación de Menem y el PJ de base, y como la burocracia partidaria careció de la capacidad de disciplinar de una manera sistemática a esas subunidades, la habilidad de Menem para imponer estrategias y candidatos sobre éstas fue limitada.
Como resultado de esto, Menem se vio forzado a establecer una política de “vivir y dejar vivir” hacia esas entidades.
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Aunque algunos funcionarios gubernamentales imaginaron un PJ “menemizado” capaz de casar a neoliberales, líderes empresarios, y extrapartidarios menemistas, con la base militante peronista a través de la atracción popular de Menem,[131] esa transformación nunca ocurrió en los hechos.
Los esfuerzos por imponer estrategias sobre las agencias locales fracasaron con frecuencia, y el liderazgo nacional partidario a menudo encontró que sus estrategias eran frustradas (o ignoradas) por los liderazgos locales.
Por ejemplo, cuando Menem instruyó a las agencias partidarias provinciales y municipales aliarse con la derechista Unión de Centro Democrático y otros partidos conservadores para las elecciones de 1991, solamente un puñado lo cumplió; líderes partidarios de Salta, San Juan, y otros distritos rechazaron la orden abiertamente,[132] y muchos otros simplemente la ignoraron.
En el mismo sentido, en 1993, cuando Menem buscó imponer una estrategia electoral centrada en el programa económico gubernamental y en su propia reelección,[133] varias oficinas partidarias ignoraron la campaña nacional y mantuvieron su propio perfil.
De hecho, el líder bonaerense Eduardo Duhalde ordenó la “desmenemización” de la campaña partidaria provincial.[134]
El liderazgo de Menem también estuvo limitado en su capacidad para imponer candidatos a las agencias provinciales del PJ.
Por ejemplo, cuando Menem anunció que pensaba postular a una serie de candidatos no peronistas (incluyendo líderes provinciales conservadores, ex militares, y reconocidos extrapartidarios) que apoyaron su programa económico en las elecciones legislativas y de gobernadores de 1991,[135] los mandos provinciales resistieron ferozmente y finalmente consiguieron forzarlo a aceptar candidaturas partidarias en casi todos los distritos.
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Al final de los diez años de mandato de Menem, la vasta mayoría de las agencias provinciales estaba gobernada por no menemistas y mantenía perfiles que estaban muy lejos del neoliberal del liderazgo nacional.[145]
En muchos casos, el partido provincial estaba controlado por sectores que habían estado en el poder (en algunos casos con interrupciones) desde principios o mediados de la década del ochenta.[146]
De hecho, solo cuatro de los 24 distritos del PJ (La Rioja, Neuquén, San Juan y Capital Federal) estaban controlados por menemistas en 1999.[147]
A su vez, estos distritos representaban sólo el 14,8% del electorado total.[148]
Contrariamente a muchos postulados convencionales acerca del liderazgo de Menem, el peronismo tradicional permaneció ampliamente intacto en los ámbitos provincial y municipal, a pesar del giro a la derecha del liderazgo nacional.
Solo en pocas excepciones, las organizaciones provinciales y locales (que dirigen las campañas del PJ, desarrollan sus líderes, y seleccionan sus legisladores nacionales) se transformaron en menemistas o neoliberales.
Este fracaso para transformar las agencias provinciales ayuda a explicar la rápida erosión de la influencia de Menem dentro del PJ (a pesar del hecho que continúa siendo el presidente del partido) después de dejar el poder en 1999.
Este resultado resalta la enorme diferencia que hay entre el PJ y otros casos de “neopopulismo”.
Mientras que el Partido para la Reconstrucción Nacional de Collor no sobrevivió la caída de su líder y los varios partidos fujimoristas casi con seguridad enfrentarán un destino similar, muy pocos dudan que el PJ sobrevivirá la desaparición del menemismo.
Conclusión
El presente artículo ha intentado llenar el vacío académico acerca de cómo se organiza y funciona el PJ, particularmente en los niveles locales.
Desafiando los postulados de un PJ dirigido por Menem como un partido “neopopulista” dominado por un liderazgo autoritario y personalista, se argumenta que los líderes peronistas y la gente han estado largamente vinculados por una poderosa infraestructura organizacional con profundas raíces en las clases bajas y trabajadoras urbanas de la sociedad.
Las conexiones entre el PJ y las masas han sido subestimadas e incluso ignoradas por los investigadores, porque éstas, a diferencia de muchos partidos de clase obrera europeos, son casi enteramente informales.
Las subunidades peronistas se organizan a sí mismas y solo mantienen débiles lazos con la burocracia partidaria.
A menudo situadas en la casa de militantes, y raramente registradas con las autoridades partidarias, estas subunidades constituyen una impresionante infraestructura de base. Esta infraestructura le rindió al partido importantes beneficios políticos, pero también limitó el grado de acción del presidente Menem para controlar (o limitar) los mandos partidarios provinciales o locales.
Más ampliamente, el caso del peronismo muestra la importancia de estudiar los patrones informales de la organización partidaria.
Los análisis de los partidos políticos deben ir más allá de las estructuras formales, y examinar cómo funcionan los partidos en la práctica.
Mientras algunos partidos (por ejemplo muchos partidos noreuropeos) poseen estructuras relativamente burocráticas o formalizadas, muchos otros, particularmente en América Latina, son en gran medida informales.
En esos casos, estudios que exclusivamente hagan hincapié en los estatutos partidarios o en los cuerpos formales de liderazgo corren el riesgo de perder a la “reina”[149] de la fiesta.
Esto último claramente ha ocurrido en los trabajos sobre peronismo, dado que a menudo los analistas han tomado la ausencia de una burocracia efectiva para significar que el partido está basado básicamente en formas de liderazgo autoritarias y personalistas.
Hacer esas caracterizaciones no solo carece de fundamentación empírica, sino que también falla al no dar cuenta de la capacidad del PJ para sobrevivir (e incluso prosperar) después del alejamiento de sus líderes “populistas” (o “neopopulistas”). Juan Perón, el fundador del partido, solía decir que “únicamente la organización conquista al tiempo”.
Aunque la construcción partidaria de Perón nunca igualó su retórica, la informal y a menudo caótica organización que dejó se ha mostrado más resistente – y más efectiva – de lo que cualquiera hubiera esperado.
Por lo tanto debe ser estudiada más seriamente.
http://www.argiropolis.com.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=355&Itemid=33
http://www.people.fas.harvard.edu/~levitsky/