Se que el Documento es largo, pero creo que es oportuno saber que existe, así el Compañero Artemio se lo alcanza a su amigo Pierre.
Porque ahora que el peronismo triunfa hasta en USA, Anónimo Bostero dixit, seria un papelón no estudiarlo; además de peligroso.
Los Neo Lib. y/o Neo Con. pueden estar en bancarrota ideológica, pero no perdieron las mañas, y para ellos la Plusvalía no es coparticipable.
Por eso, ante la Ofensiva de Socializar las Perdidas hay que estar atentos; el ‘trickle down effect’ o derrame siempre funciona, cuando se trata de la Miseria.
SEÑORES:
Yo pienso que desde 1944, cuando iniciamos las reformas de tipo social y económico en el país, no ha habido para muestra economía y para nuestro bienestar social ningún acto más trascendente ni más importante que el que comenzará con la realización del Congreso Nacional de Productividad y Bienestar Social.
Con él se iniciará para la República, diríamos, la segunda e imprescindible etapa de realizaciones para su triunfo económico y para su bienestar social.
El congreso que se organiza no es, como algunos creen, algo referido exclusivamente a los empresarios y a los trabajadores del país; es un congreso que debe interesar a cada uno de los argentinos, porque el problema de la economía y del estado social no es de incumbencia exclusiva de un sector particular, sino de todos los argentinos.
Nosotros hemos sostenido en 1944 que en la comunidad argentina no debe haber lugar para aquel que no sea capaz de producir, por lo menos, lo que consume.
Esa etapa ha sido superada, y, por lo tanto, debemos iniciar una nueva con un nuevo objetivo, estableciendo que aquella premisa no es ya para nuestra actualidad económica y social un postulado; el nuevo postulado es que cada argentino debe producir al máximo para engrandecer y enriquecer a la República.
Nueva etapa de superación nacional
Por esa razón, es halagador presenciar la realización de este congreso, que pone en marcha esa nueva etapa de superación nacional.
Los factores preponderantes en él serán, .indudablemente, el Estado, las empresas y el pueblo que trabaja.
Es evidente que en esos tres factores se conjugarán todas las realizaciones.
Es sabido que se pueden realizar dos clases de congresos: aquel de tipo formal, que, imbuido de un método ideal, traza grandes concepciones que pueden o no realizarse, y el congreso efectivo, el real, que va a llevar a cada argentino la necesidad de que produzca y de que trabaje, y la convicción de que su sacrificio encontrará en las realizaciones nacionales la justa retribución de sus afanes.
Yo creo que el segundo método es el que nosotros debemos adoptar, y para ello es necesario que nos pongamos a trabajar, que interesemos a cada uno de los argentinos en este problema y que lo persuadamos de la necesidad imprescindible de realizar esta etapa.
Si lo conseguimos, el congreso será de una efectividad extraordinaria; de lo contrario, será un congreso más, intrascendente e inoperante como otros tantos que se realizan.
De ahí la preocupación que he de poner en todo lo que corresponda al Estado, a sus organizaciones y al Gobierno, para interiorizar a todo el pueblo argentino de la necesidad de una compenetración y de un convencimiento profundo de que el destino de la Patria está estrechamente ligado a este Congreso de Productividad y Bienestar Social.
Cada argentino debe saber que han terminado las posibilidades de un bienestar social que no esté afirmado en una mayor riqueza, y que el camino que conduce a esa mayor riqueza es únicamente el de la productividad.
Producir más y mejor
Es por esto que, en nombre del Gobierno y del Estado, empeño mi palabra de trabajar incansablemente para cumplir con las dos funciones fundamentales que corresponden al Gobierno y al Estado.
La primera función es la intrínseca, vale decir, aquella que el Gobierno y el Estado deben realizar como productores para el bien de la comunidad.
La segunda es la de posibilitar; a través de las medidas del Gobierno y del Estado, el cumplimiento, por parte de cada uno de los argentinos, de la consigna de producir más y mejor.
No estaríamos en nuestro lugar si nuestro trabajo no estuviese encaminado a posibilitar a cada argentino la realización de su trabajo en las mejores condiciones posibles y con el mayor margen de retribución beneficiaria.
En este sentido, señores, trabajaremos incansablemente y trabajaremos en colaboración y en cooperación permanente con la Confederación General Económica y con la Confederación General del Trabajo.
En la medida de nuestras posibilidades, haremos todo aquello que beneficie al trabajo de la comunidad.
Nosotros hemos empezado esta tarea hace ya largo rato.
Un Estado bien organizado y un gobierno bien racionalizado son, probablemente, el punto de partida de lo que al Gobierno y al Estado les corresponde cumplir como función específica.
En el futuro, todas las medidas que adopten el Estado y el Gobierno estarán encaminadas a favorecer esa función específica en lo social y en lo económico: luchar por una mayor productividad y por un mayor bienestar social.
En esta función, señores, comprometo el nombre del Gobierno y del Estado, como así también el prestigio de los hombres que trabajan para realizar dicha función.
Este problema, desde el punto de vista de nuestra concepción social, encaja perfectamente bien en nuestra reforma.
Nosotros comenzamos a luchar para que en la comunidad argentina terminasen los problemas que significaban una rémora para su organización, para su economía, para su riqueza y para su bienestar social.
Hemos luchado desde el comienzo por una mejor distribución de la riqueza, por abatir un sistema que descapitalizaba el noventa por ciento de la comunidad para capitalizar un pequeño sector, a fin de dar acceso a la propiedad y acceso a la capitalización, sea en empresas o sea por el ahorro, a todo el pueblo argentino.
Este objetivo ha sido alcanzado.
Nosotros podemos hoy asegurar que no hay ninguna comunidad en el mundo donde el acceso a la riqueza esté mejor asegurado que en la República Argentina, y yo pienso, como termina de expresar el señor presidente de la Confederación General Económica, que cada argentino tiene la posibilidad de alcanzar esa riqueza y esa felicidad si no equivoca el camino y si sabe emplear sus energías, sus esfuerzos y aun sus sacrificios para alcanzarla.
Esa posibilidad es, en todas las comunidades, lo más difícil de asegurar, y en la nuestra ha sido feliz y definitivamente alcanzada.
Hemos cumplido todo un programa
En esto, señores, hemos cumplido todo un programa.
Nosotros encontramos una comunidad donde la distribución de la riqueza era injusta y era desigual, y, lo que es más grave, donde un gran sector de esa comunidad tenía vedado el camino para alcanzar su mejora económica y su bienestar social.
Para corregir ese mal, nosotros hemos procedido a la realización de una reforma que se ha cumplido íntegramente, y hoy podemos decir que los beneficios de las empresas ya han sido justa y ecuánimemente distribuidos en la comunidad, respetando la capitalización indispensable para, la realización de las empresas.
No podríamos ya echar mano a los recursos de esa capitalización para mejorar el bienestar social.
Se ha llegado ya a límites que no permiten que ese bienestar social pueda afirmarse sobre lo que hoy existe como capitalización en nuestro país.
Si queremos mayor bienestar social debemos producir mayor riqueza o, de lo contrario, será siempre una ilusión el que pretendamos alcanzar un mejor “standard” de vida y un mejor bienestar social sin producir la correspondiente riqueza que ha de apuntalarlos, sostenerlos y consolidarlos.
En otras palabras, se ha repartido lo posible.
Para más, hay que producir.
Este es el punto de partida de este momento y de este congreso.
La República Argentina tiene, potencialmente, riqueza suficiente como para mantener el “Standard” de vida alcanzado.
Si queremos algo mejor, es necesario que lo alcancemos trabajando y produciendo.
Las riquezas potenciales del país son inmensas, pero esas riquezas potenciales no satisfacen necesidades; quizás puedan satisfacer ilusiones.
Pero ni los hombres ni las comunidades viven de esa clase de ilusiones.
Es necesario que esa riqueza en potencia la coloquemos en acción, y entonces el bienestar social, el aumento del “Standard” de vida, como el aumento de la felicidad que de ello puede desprenderse, podrán ser repartidos en la comunidad.
Ese problema es tan simple, que creo resulta innecesario abundar en ninguna otra consideración.
El aumento de la producción y el empresario
Señores:
Esta productividad tiene también, fuera de la acción estatal a que me he referido, el aspecto empresario.
El empresario puede influir en el aumento de la producción a través de su organización, de su eficiencia, de su buen gobierno de la empresa y de una dirección adecuada de la misma.
Eso es lo que el empresario puede realizar.
Y no tengo ninguna duda; sé que será realizado en nuestro país, que inicia una etapa de superación en la dirección de las empresas y en la administración de las mismas.
Su acción estará referida, entonces, a una producción eficiente, en primer término, y, en segundo término, suficiente.
Eficiente en su calidad, en su costo, y suficiente en la cantidad necesaria para el consumo y, ulteriormente, para la exportación.
Yo tengo la seguridad de que la producción en nuestro país, en lo que a este aspecto se refiere, no es todavía ni eficiente ni suficiente.
Alcanzar esos dos objetivos es lo que debemos proponernos todos: empresarios, Gobierno y trabajadores del país.
En cuanto a la productividad, en el sentido del trabajo, también tiene, en este aspecto, una importancia extraordinaria el último punto que hemos mencionado para las empresas: eficiencia y suficiente producción.
En la eficiencia la mano de obra tiene una importancia extraordinaria.
Con chapuceros no llegaremos nunca a una perfecta producción cualitativa.
De manera que esto impone también que nuestros obreros se capaciten altamente para producir.
Esa etapa la hemos iniciado con las escuelas profesionales y hemos de completarla con cursos de aplicación y de perfeccionamiento en todos los aspectos, para que un empresario que se preocupe por su administración y por un gobierno eficiente tenga también un obrero que no le eche a perder todas sus previsiones por falta de calidad en su mano de obra.
Esto, señores, es obligación del Estado, del empresario y del obrero.
Ningún obrero puede decir a conciencia que está ganando bien su salario si su producción es deficiente en calidad, por falta de capacidad en la mano de obra.
Ese obrero está, en realidad, por debajo de su salario, que no gana lícitamente, porque lo que produce no tiene la calidad para la cual él se compromete como operario capacitado.
El que no esté en condiciones debe dedicar algunas de sus horas de descanso para ir a la escuela de aplicación o a la escuela profesional a perfeccionar sus conocimientos y su habilidad manual para la producción. .
Este es un punto de partida indefectiblemente necesario y debe realizarse en nuestro país.
La producción cuantitativa y la mano de obra
Ya en 1944, pensando en esto, creé desde la Secretaría de Trabajo y Previsión las escuelas profesionales.
Todavía no hemos alcanzado el número indispensable ni la cantidad suficiente de operarios para satisfacer esta necesidad.
También esto es un punto importantísimo.
En lo referente a la producción cuantitativa, también la mano de obra tiene sus exigencias.
Es menester proporcionar bien en el análisis lo que es el trabajo cuantitativo, vale decir el tiempo de trabajo en relación con la producción.
Todo el sistema moderno de la organización del trabajo se basa, precisamente, en eso.
Y si la conquista de ocho horas de trabajo, hoy aceptada en todo el mundo, tiene algún valor, es siempre referido a la cantidad de producción en esas ocho horas.
El hombre ha conquistado esta jornada de trabajo, y el que no produce lo que debe producir durante la misma está en contra de ella.
Antes el hombre trabajaba veinticuatro horas para poder subsistir, para poder vivir, y a medida que fue organizando una mejor producción, vale decir obteniendo un mayor provecho con un menor esfuerzo, fue conquistando el derecho a descansar más y a trabajar menos.
Desde cuando trabajaba veinticuatro horas para subsistir ha pasado mucho tiempo, y la conquista de trabajar una tercera parte de ese tiempo está condicionada a que él pueda producir en las ocho horas lo que antes producía en las veinticuatro.
Si no, no se explica la jornada de ocho horas; no se explica esa conquista si no está proporcionada a esa producción.
Si el hombre no produjese en ocho horas lo necesario para subsistir, indudablemente llegaría un momento en que estaría obligado a trabajar mayor cantidad de tiempo.
Todo esto exp1ica también por qué si mañana el hombre, por una mejor producción cuantitativa y cualitativa, pudiese trabajar seis horas en vez de ocho, sería mejor.
Pero eso es todavía una ilusión, pues los márgenes de producción no alcanzan a satisfacer las necesidades existentes,
El problema, referido solamente a nuestro país, está demostrando que, si nosotros no somos capaces de aprovechar bien estas ocho horas de trabajo y producir lo suficiente, todavía no hemos asegurado esta jornada en los hechos.
Cómo vamos a hablar en nuestro país de desocupación si en este momento no producimos lo necesario para nuestro propio consumo, sin pensar todavía que tenemos que producir para exportar.
Es preciso que cada hombre que tiene como medio de subsistencia su trabajo manual se persuada, de una vez por todas, de que en esas ocho horas él debe producir bueno y abundante, y de que cuanto más produzca, más se irá acercando paulatinamente a la disminución de sus horas de trabajo.
Pero pensar en disminuir horas de trabajo, antes de haber producido lo necesario para consumir, es una ilusión que no resiste el menor análisis.
Es imprescindible que cada argentino se convenza de que en esto no hay milagros: o producimos lo necesario para vivir y para exportar o, de lo contrario, no vamos a cumplir el ciclo que estarnos obligados a desarrollar.
Por esto, señores, creo que el camino de comenzar a conversar y a discutir estos problemas, para llevar la persuasión absoluta a cada uno de los argentinos sobre la necesidad de combinar nuestros empeños para una mayor producción con un menor esfuerzo, es, sin duda, el punto de partida más trascendental de toda la acción que nos corresponde realizar en el futuro.
Muchas veces se ha dicho -y esto es algo que suele jugar también en los ambientes de las discusiones obreras sobre la producción-:
“¿Para qué vamos a producir? ¿Para que el patrón se ponga mas rico y mas gordo?”
Esto puede ser cierto en algunas partes, pero no en otras.
Frente a un individualismo capitalista de explotación eso es justo, es real, como también lo es ante un Estado explotador, frente a esa organización estatal de explotación donde el obrero, produzca más o produzca menos, siempre está explotado por el Estado.
Pero en un país como el nuestro, donde ya hemos superado esa etapa, donde sabemos que hoy los dirigentes obreros discuten con sus patrones a la luz de la producción, de la economía, de la ganancia, de las pérdidas de los precios, la posibilidad de que sus asociados de los sindicatos puedan ganar proporcionalmente a sus esfuerzos y a la producción de las empresas, eso no se justifica.
En otras palabras: donde no hay explotación y donde el producto del trabajo se reparte ecuánime y justicieramente, sostener que se trabaja para el patrón es sostener una mentira; no es sostener una realidad ni una verdad.
Por eso entiendo que en esta tierra, donde hemos superado esas etapas -no superadas en otros países-, la obligación de producir, por parte del obrero, no es solamente un deber, sino también una acción que le conviene, ya que a una mayor producción le corresponderá a él también una mayor ganancia.
Pues si una empresa prospera por sus grandes realizaciones, parte de esos grandes beneficios van también al que los produce trabajando.
En consecuencia, a una mayor producción, él tendrá también un mayor beneficio.
Me he referido muchas veces al caso de una conversación con un amigo industrial a quien un día le pregunté si él creía que del lado empresario podía aumentarse la producción, alcanzarse una mayor productividad.
“Aumentando los beneficios, sí”, me contestó.
“De acuerdo”, le dije.
Indudablemente, es un estimulante natural y lógico.
Volví a preguntarle: “¿Y del lado de los obreros?”
“Trabajando más”, me respondió.
Le expresé entonces que no estaba de acuerdo, porque él medía al empresario con un patrón y al obrero con otro, siendo que eran dos hombres iguales, con las mismas aspiraciones, los mismos sentimientos y las mismas necesidades.
¿Por qué no creía él que aumentando el beneficio el obrero no iba también a aumentar su producción?
Aumentar la productividad y aumentar los beneficios
Yo creo que en eso reside especialmente la posibilidad de interesar.
Mientras nosotros lo hagamos sólo con el sentido patriótico del deber, con el sentido ético del trabajo, conseguiremos algo; pero mucho más vamos a conseguir si a ello le agregamos el beneficio, que será de orden materialista, pero que es, sin duda, un estimulante que resulta bastante eficiente para la realidad de la vida.
Afortunadamente, nosotros conjugamos bien los dos factores, el moral y el material, y por eso digo que debemos llevar a la conciencia de los hombres de trabajo la necesidad de aumentar la producción a fin de incrementar sus beneficios.
El mismo nombre que inteligentemente se ha dado al congreso está diciendo que no se trata de aumentar solamente la productividad, sino también de aumentar los beneficios.
¿Por qué?
Porque a la productividad se le ha agregado el bienestar social, lo que implícitamente predetermina que un aumento de productividad ha de traducirse en bienestar social.
Y cuando la riqueza se conjuga con miras al bienestar social, vale decir que la acción económica está en función social, se justifica cualquier hecho desde cualquier punto de vista.
Por eso, señores, la realización de este congreso, que se inicia con auspicios tan buenos, tan inteligentes y tan generosos, ha de encontrar eco en la comunidad argentina, y hemos de luchar porque cada uno de los argentinos se persuada definitivamente de que las conquistas del futuro dependerán de esa productividad.
Nadie debe llamarse a engaño de que podremos seguir elevando el margen de bienestar social si no elevamos aparejadamente el margen de los bienes económicos a través de una mayo y mejor productividad nacional.
Señores:
Quiero cerrar esta conversación con las mismas palabras con que la empecé hace unos instantes.
Sabemos que siempre se realizan dos clases de congresos: tratemos de que éste sea una cuestión vívida y permanente; tratemos de despertar en cada una de las inteligencias de los argentinos y en cada uno de sus corazones la comprensión y el deseo de realizar esta acción.
Debemos empeñarnos en la medida que sea necesario para difundir en todo el país esta necesidad, a fin de que el hombre más modesto del más apartado rincón de la República sepa que él también es un soldado de la productividad y que, en consecuencia, debe trabajar incansablemente en su acción de todos los días para que aumente la productividad en el país, pensando en que si se trata de un árbol, él debe plantarlo; si se trata de un animal, él debe hacerlo reproducir; si se trata de una fábrica, él debe dar allí en su trabajo el máximo de energía para que se produzca más; si se trata de una empresa, él debe hacer todo lo que sea necesario para que la organización sea cada vez más perfecta, más racional, y produzca más con menor costo y menor esfuerzo.
Es decir que cada uno de nosotros debe persuadirse de la imprescindible necesidad de realizar esta acción.
Si no hacemos esto, es inútil que vegetemos en una posición ya alcanzada.
Los verdaderos hombres de acción deben tener todos los días un nuevo objetivo de superación; y el nuevo objetivo de superación argentina es producir mejor y producir más.
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