El Compañero Inge, publico dos post, donde La Nación señala las limitaciones de los Candidatos con mejor imagen.
http://desdegambier.blogspot.com/2009/12/una-instantanea-de-la-nacion.html
http://desdegambier.blogspot.com/2009/12/recomendando-articulos.html
Tanto Cobos como Macri, son los prototipos de los Candidatos Metrosexuales, sin estructuras que los sustenten; y completamente dependientes de las Agencias y Encuestas.
De Narváez, otro Metrosexual encuestodependiente; ya mostró las limitaciones de esta forma de hacer política, con las marcadas de cancha de ¡Claudia Rucci!
Sobre el tema de la Estatizaciones, antes del 28J; y Honduras, antes del 3D.
Pero el club no termina en ellos, muchos otros, de Derechas e Izquierdas; están en la misma encrucijada.
No pueden sostener una política, o un funcionario como Posse, ante el menor amago de crítica.
Todo lo contrario a lo que le sucede a la actual Administración Nacional desde el 28/10/07.
Donde ante cada cachetazo de la Opinión Publicada, o lagente; asimilo el golpe, y respondió sin desbandarse, o desordenarse.
Aun, frente al 28J, se tomo nota; y se le señalo a LAS Oposiciones cuales eran los Limites Constitucionales.
¿Se imaginan a un Macri, un Cobos, un de Narváez, un Binner; después de un 28J?
Aquí es donde Horacio Verbitsky y Carlos Pagni tienen una “contradicción complementaria”.
Ambos coinciden en el diagnostico; …
“Lo que no hay hoy es una pata militar.
Y no hay, también, por las políticas de Kirchner, porque en 2001 de nuevo estaban ahí, fragoteando, no para dar un golpe pero sí para participar en las decisiones.
Presionando a la Corte Suprema para que cerrara los juicios.
Planteando, vía Jaunarena, la fusión de Defensa con Seguridad, lo que yo describo “la pirámide verde-azul”, la seguridad y la defensa como un continuo indeferenciado donde hay una base azul y una cúspide verde, el proyecto de Duhalde que frenó Juanjo Álvarez (dijo que él renunciaba si hacían eso).
Llega Kirchner y respalda el avance de los juicios de lesa humanidad, que Duhalde estaba saboteando, y descabeza la cúpula militar que pretendía volver a viejas prácticas.
Hoy falta la pata militar porque los militares han aprendido muchas cosas y porque hubo una conducción civil firme como no hubo desde 1983 o como no hubo nunca en la historia argentina”.
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“La sociedad argentina, sobre todo sus sectores medios, fue bastante propensa a fantasear con que una cultura externa a la política podría redimir a esa actividad de sus frustrantes prestaciones.
Allí está la raíz del consenso que a lo largo de décadas obtuvieron los golpes de Estado: la disciplina castrense estaría en condiciones de regenerar la esfera pública.
Ya se sabe el resultado.
Pero cabe sospechar que esa ilusión se ha reencarnado, bajo un nuevo ropaje, en otra: la de encontrar una superación de la política en la racionalidad empresarial.
Macri supuso hasta ahora que, para administrar una materia contradictoria y sutil como el poder, basta con organizar una tecnocracia más o menos eficiente, contratar a un gurú (Jaime Durán Barba) y montar una maquinaria proselitista”.
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…pero, lo que uno desdeña (HV), el otro lo anhela (CP).
“Y sí, Macri ya fue porque es demasiado ignorante.
La designación de Abel Parentini Posse como ministro de Educación es fruto de la ignorancia (NdR.: presentó su renuncia al cierre de esta edición).
No tenía idea de la reacción que iba a provocar esa designación.
Macri lo conocía de las columnas de La Nación, esa prosa rebuscada, pretenciosa, antigua, de Posse, que les encanta a algunas señoras y coroneles que conozco.
Seguramente Macri leía esas columnas y le pareció buena idea.
Además Posse está en todos estos movimientos de la derecha internacional, de Vargas Llosa, Aznar.
Ahí seguramente hubo un contacto que los acercó.
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No, no creo que haya dejado de interpretar a la sociedad, creo que afectó demasiados intereses poderosos sin tener una base de sustentación proporcionalmente fuerte.
Desafió a demasiados poderes sin una construcción política sólida, porque si tenés a Scioli como gobernador de Buenos Aires, tu construcción política es endeble; si estás recostado en el Partido Justicialista como lugar excluyente de acumulación política, estás en dificultades para hacer el tipo de política que Cristina hizo.
Creo que han ido más a fondo que cualquier otro gobierno en medio siglo, han afectado intereses muy poderosos.
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Mirá, la sociedad no existe, lo que existen son fuerzas políticas, sectores sociales, la sociedad es una abstracción, eso de que “la sociedad quiere, la sociedad no quiere”…
Por ejemplo, en el caso de la Ley de Medios, hubo una estructuración política y una articulación social que respaldaron y permitieron su sanción, que en otro tipo de medidas no hubo.
El kirchnerismo implicó un corte neto con una cantidad de decisiones políticas y económicas, pero no en cuanto al funcionamiento de la organización que lo respalda.
El hecho de que Miguel Pichetto sea el presidente del bloque del Senado, uno lo recuerda de los tiempos de Menem, de Manzano…
No lo digo por cuestionarlo, me parece que Pichetto ha sido un buen presidente de bloque, pero es una demostración de la escasez de construcción política distinta”.
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La evidencia más inmediata es que la crisis del macrismo es la crisis de un método.
Macri tramita la política como si se tratara de una empresa.
Hasta el diseño de su organización parece el de una compañía.
Un pequeño grupo de accionistas toma las decisiones.
El principal es el propio Macri, secundado por sus íntimos amigos Nicolás Caputo y José Torello.
Es un cenáculo casi inaccesible para el resto de Pro.
Allí casi no hay conflictos, salvo cuando hay que alcanzar algún acuerdo con Cristóbal López y se entera la prensa.
En ese núcleo, reina una llamativa confusión entre lo público y lo privado.
Caputo, por ejemplo, es uno de los desarrolladores más destacados de la ciudad de Buenos Aires y despacha temas de gobierno como si se tratara de un primer ministro.
Esta confusión entre Estado, familia y viejos compañeros de colegio ha arrojado productos notables.
Por ejemplo, la designación de Jorge Palacios al frente de la nonata policía porteña, inspirada en el supuesto protagonismo de ese comisario para librar a Macri de sus secuestradores.
O la promoción del escritor Abel Posse al Ministerio de Educación, aconsejada por un miembro intermitente del club, Ramón Puerta, quien comparte con Posse una cofradía antikirchnerista que suele almorzar en Recoleta.
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El segundo círculo está formado por una línea gerencial: Gabriela Michetti, Horacio Rodríguez Larreta, Marcos Peña y Darío Grindetti, entre otros.
A este staff se acaba de incorporar Diego Santilli como ministro de Ambiente y Espacio Público, cargo desde el cual deberá resolver un contrato de $ 1080 millones por la recolección de residuos, un negocio que inspira una inesperada camaradería entre Hugo Moyano y el macrismo.
Estos gerentes libran una competencia a veces irresponsable por suceder a su jefe al frente de la municipalidad.
Cada uno teje su propia red de solidaridades, en un notorio aislamiento.
Obedecen los designios de su jefe como el empleado acata los de su patrón.
Mientras tanto, libran su incesante batalla burocrático-electoral.
Gran parte de los conflictos que enfrentó Macri por la designación de funcionarios proviene de esta guerra sorda.
El último fue el de Bullrich, quien podría haber sido ministro de Educación antes que Posse.
No lo fue porque el padrinazgo de Rodríguez Larreta le atrajo el veto de Peña -ascendente consejero del príncipe- y, más brumoso, el de Michetti.
Ambos controlaban el área con Mariano Nadorowsky.
No es la primera vez que el jefe de Gobierno termina -infierno mediante- donde debería haber comenzado: con Eugenio Burzaco en el área de seguridad sucedió lo mismo.
En un tercer círculo, algo aislados de la administración y de su líder, Macri tiene a los "políticos".
Allí están Federico Pinedo, Santiago de Estrada, Paula Bertol, Oscar Moscariello, Andrés Amoroso, Jorge Triaca, Cristian Gribaudo; allí estaban Santilli y Bullrich.
Este bajo clero toma decisiones, negocia, legisla, siguiendo con incertidumbre a su jefe, en un extraño oficio mudo.
La ubicación subalterna de este sector y su encapsulamiento revelan el segundo motivo de las tribulaciones porteñas de estos días.
Porque, detrás del método, lo que estalló en el macrismo es un concepto: la idea de que se puede ingresar a la política para renunciar a la política.
Macri y su grupo más cercano entienden su rol en la vida pública como el ejercicio de una función técnico-administrativa, un proceso anideológico, como el que ocurre en las empresas.
Sólo alguien que desconoce o menosprecia lo político y las complejas discusiones que esconde su tradición, puede suponer que desafiará a una corporación como la Policía Federal creándole una competencia territorial y que eso no tendrá costos.
Sólo quien ignora la dimensión conceptual, simbólica y axiológica de la política puede confiar la educación de los chicos a alguien como Posse y, al mismo tiempo, alentar el matrimonio gay.
Macri llevó adelante ambas cosas con la misma liviandad.
Designó a Posse sin siquiera "googlearlo".
Y debió resignarse -cuando conoció la ira de Jorge Bergoglio- a que un grupo de allegados, encabezado por Santiago de Estrada, hiciera gestiones judiciales para revertir el permiso a las bodas entre homosexuales.
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Por otra parte, Macri creyó también que, a cambio de no armar un partido ni elaborar un discurso, quienes se sienten desafiados por su gran popularidad y por su respetable foja electoral, lo dejarían jugar en un jardín ajeno sin molestarlo.
Supuso que, como "a la gente sólo le interesa que le resuelvan los problemas" -como repite Rodríguez Larreta-, los dirigentes también deben agotarse en ser administradores de consorcio.
Acaso a Macri le haya llegado la hora de revisar esta lectura de la política.
Tal vez necesite, para relanzar su carrera, contemplar esa actividad con otros ojos, y no con los de aquel chico que aprendió, en la mesa familiar, a ver el mundo de los políticos con escepticismo, con ese desdén con que suelen mirarlo lo contratistas del Estado.
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El “perro” ningunea a los Aníbal, los Pichetto, los pelados Pampuro, las negra Camaño, los monos Díaz Bancalari, los ¿Juanjo Álvarez?
Aun el mismo Daniel Scioli, que si hubieran dejado en la CABA hubiera resuelto el problema MM.
Horacio, no jodamos, vos fuiste uno de los que impulso a Cobos, junto a Alberto F.
Después de estos dos últimos años, el Manco demostró, con todas sus limitaciones; que es mucho mejor que Cobos, o Donda, o Katz, o Vilma Ibarra.
Así que, estar “recostado en el Partido Justicialista” es un karma, como plantea la CIA y el Ladriprogresismo; mientras que CP, y sus auspiciantes, venderían su alma por ese Gato de Cheshire, que no puede ser decapitado.
“Luego, por supuesto, está todo ese asunto de los personalismos.
En la Argentina, todo gira en torno de tres o cuatro dirigentes que lucen bien en los programas del cable, que suelen ser bastante autoritarios dentro de sus propios partidos y que no saben adónde van.
Quiero decir, parecen poseer grandes convicciones y son buenos “tribuneros” (no deberían quejarse tanto del atril, porque ellos lo llevan incorporado), pero carecen de paciencia y flexibilidad para armar partidos políticos consistentes, con alas izquierdas y derechas, con democracia interna y participación.
Descaradamente personalistas, un día tienen tres millones de votos y otro día no tienen nada.
Poseen una extraña alergia, que les contagiaron los encuestadores y la “opinión pública” más ramplona de los contestadores automáticos de las radios, que consiste en creer que toda alianza es la Alianza, o sea, un rejunte invertebrado e incoherente que fracasa gobernando.
Y también que todo pacto político es el Pacto de Olivos, es decir, un contubernio para repartir favores.
Pero hagamos nombres propios: si Carrió y Ricardo López Murphy hubieran entendido de verdad la política, habrían recreado el espacio histórico electoral de la Unión Cívica Radical.
Pero como no la entienden, terminaron en esta nada insípida, inodora e incolora, oposición para la gilada televisiva, que no puede juntar porotos y que no logrará ponerle freno a la hegemonía.
La Alianza era una bolsa de voluntades dispersas y el Pacto de Olivos era un contubernio, pero el peronismo es una bolsa del mismo estilo, aunque verticalista cuando se juega en serio, y el Pacto de la Moncloa era, al fin y al cabo, un acuerdo político, aunque con buena prensa.
Algo tiene para enseñarle el oficialismo a la oposición.
Para empezar, su voluntad de poder.
El peronismo no tiene un puñadito de dirigentes destacados: tiene cien candidatos potables en las gateras, con ganas de comerse la cancha.
No es dogmático y principista: acoge en su seno a hombres ubicados en las antípodas ideológicas, aunque dispuestos, por las buenas o por las malas, a aguardar su turno y a trabajar coordinadamente cuando la tormenta arrecia y cuando el que manda tiene claro el horizonte y buena sintonía con la mayoría electoral.
Casi nadie, por cuestiones del pasado, queda fuera del colectivo, y nadie se rasga las vestiduras por hacerse amigo de un enemigo de antes, o por codearse con un dirigente que piensa el país desde la otra orilla.
El radicalismo posmoderno tuvo estómago delicado, y así lo pagó.
No pudo tolerar las diferencias internas y expulsó de sus filas a los opuestos, que a su vez se transformaron en estómagos delicados incapaces de digerir las mínimas discrepancias.
Y así hasta el infinito.
Es decir, hasta la atomización y la anécdota.
Como la izquierda argentina, una diáspora interminable y minoritaria con dirigentes inflexibles que se pelean por palabras vacías.
Sin dominar la materia, sin vocación ni visión política, sin sentido común, sin pragmatismo y sin humildad, sin capacidad para acordar lo mínimo ni para construir una idea, la oposición se juega en una comuna, es decir, en una baldosa.
Hasta Néstor Kirchner está decepcionado de la oposición.
Admite, a regañadientes, que ninguna democracia exitosa económica e institucionalmente prospera con partido único y sin alternancias ni bipartidismo.
Sabe que, si no evoluciona por afuera, una oposición de centroderecha surgirá tarde o temprano del propio peronismo y que sobrevendrán como siempre la crueldad, el destripamiento, la lucha sin cuartel y la amnistía y, al final, la cohesión.
La guerra peronista hace temblar a los peronistas que detentan el poder, porque saben que del otro lado no hay muchachos testimoniales con la valija armada al lado de la cama, sino políticos con hambre que quieren cambiar la historia.
Sólo se cambia la historia con ese apetito insaciable, con esa pasión que un frío gerente no puede gerenciar.
Tal vez ni siquiera pueda comprender.
La nueva política no puede madurar en manos de los no políticos.
La hora de los no políticos; por Jorge Fernández Díaz, La Nación
Jueves 27 de diciembre de 2007; hace ¡2 años clavados!
Lo que decía JFD, lo repite Pagni; “¡Mauricio!, con Aníbal, o cualquier otro Apparatich del pejotismo, nada de lo que sucedió, hubiera pasado”.
Ahora dependen de Tachuela, que a su vez depende de los “errores no forzados del Lupo”.
O sea: Una Transversalidad como la Juez, Binner o Ibarra; o una Concertación Plural como Cobos, Donda, Katz, y los Radicales K.
Una 125, o un 28J; que termine empujando mas gente de la que atrae.
Porque al no existir Partido Militar, ni una Burocracia estatal Weberiana; TODO depende de la “tripulación”, no de los “turistas pequebú” de este Crucero que es la Republica Argentina.
PD, no somos, ni fuimos, ni seremos el Titanic; sino el Poseidón; que tiene 3 versiones.
¿2012 será la tercera?