Antes que comiencen a girar los sesudos análisis, con las
correspondientes comparaciones, sobre la “Primavera Árabe”; como guía para
quienes se planteen Resistir, republicanamente, la “Opresión” en nuestro país y
subcontinente; es bueno recordar la propia historia.
Dedicado al notable y profundo
trabajo de Charly Boyle, aunque no siempre este de acuerdo con él, hacer
clic aquí.
A diferencia de su hermana, que genero el clivaje Izquierdas
y Derechas; se basa en el conflicto de lo Alto (Minorías, Ilustradas por supuesto)
con lo Bajo (las Masas, Ignaras por definición).
Las primeras cultivan lo definido, lo claro, lo preciso, lo apolíneo;
las segundas mezclan, dionisiacamente, todo aquello que aborrecen las primeras;
en especial las Jerarquías, sean Materiales o Simbólicas.
Un 2 de Mayo de 1808, un simple Motín del populacho en
Madrid, desafío a las Vanguardias de la Razón y el Orden Revolucionario; en nombre de la “Tradición”.
Obtusamente se negaban a reconocer la Sabiduría de, “Todo
por y para el Pueblo, pero sin el Pueblo”.
A la madrugada siguiente, luego de los fusilamientos
retratados por Goya, en Madrid reina el Orden; pero a unos kilómetros de allí,
la chispa se convierte en una hoguera que incendiara al mundo durante más de un
siglo.
“Señores justicias de los pueblos a quienes se presentare este oficio,
de mi el alcalde ordinario de la villa de Mostoles.
Es notorio que los franceses apostados en las cercanías de Madrid, y
dentro de la Corte ,
han tomado la ofensa sobre este pueblo capital y las tropas españolas; por
manera que en Madrid está corriendo a estas horas mucha sangre.
Somos españoles y es necesario que muramos por el rey y por la patria,
armándonos contra unos pérfidos que, so color de amistad y alianza, nos quieren
imponer un pesado yugo, después de haberse apoderado de la augusta persona del
rey.
Procedan vuestras mercedes, pues, a tomar las más activas providencias
para escarmentar tal perfidia, acudiendo al socorro de Madrid y demás pueblos,
y alistándonos, pues no hay fuerza que prevalezca contra quien es leal y
valiente, como los españoles lo son.
Dios guarde a vuestras mercedes muchos años.
Mostoles, dos de Mayo de mil ochocientos ocho.
Andrés Torrejón
Simon Hernández”
“Teoría del partisano.
El término partisano es sinónimo de guerrillero, revolucionario, y
surge tras la ocupación de España por parte de Napoleón entre 1808 y 1813.
El partisano es un soldado, un individuo armado que a diferencia del
soldado regular tiene las siguientes características:
Irregularidad: puede o no portar armas, no hizo una carrera
profesional, no porta uniforme, no tiene una función definida.
Telurismo: está vinculado a un lugar determinado, no necesita la
logística de una batalla regular, actúa generalmente dentro de su propia gente
que lo ayuda.
Extrema movilidad: tiene una gran facilidad de movimiento en el
campo de batalla, no tiene tácticas establecidas.
Intenso compromiso político: posee un intenso compromiso con su
tierra natal, lo cual significa que distingue a los amigos del enemigo real”.
La “Irregularidad” Organizativa promueve la ruptura de las Jerarquías
existentes; permitiendo la “emergencia” de Liderazgos basados en Carisma, y
mucho mas importante, en el Merito; o sea la capacidad “Natural” para lograr el
“Éxito”.
Una brutal tabula rasa con el Pasado, aunque sea en su
nombre, que hasta convierte las “caracterizaciones” descalificadoras en
orgullosas y privilegiadas identificaciones.
“El apodo
El 8 de octubre de 1808, se otorga a don Juan Martín Díaz, natural de
Castrillo de Duero (Valladolid), el privilegio de usar el renombre de
Empecinado, para sí, sus hijos y herederos.
El apodo de este personaje histórico ha
enriquecido nuestro idioma y así se dice empecinarse a obstinarse o empeñarse
en conseguir un fin.
No obstante dicho apodo viene de más antiguo pues era el apodo que
tenían todos aquellos que nacían en el pueblo de Castrillo de Duero al parecer
por la abundancia de pecina (cieno negro) en el arroyo Botijas que cruza el
pueblo.
La palabra empecinado tenía el sentido,
referido a una persona, de sucio y poco cuidado.
Pero este personaje cambió definitivamente el sentido de la palabra,
otorgándole mayor nobleza”.
Ahora bien, ¿Por qué sucedió en España, y por extensión a
los Reinos de America, y no en el resto de Europa?
Donde los fenómenos de “Resistencia Popular” se inspiran
directamente de lo sucedido en la península.
“Manolo es una derivación coloquial del nombre Manuel, y desde finales
del siglo XVIII, por un famoso sainete de Ramón de la Cruz (1769), se utiliza como sinónimo de guapo, valiente o chulo, los
rasgos con los que se identificaba a las clases populares madrileñas, de
un modo equivalente al concepto de majo (para las mujeres, manola y maja) y en
relación con los de chulapo y chispero.
También se utiliza la expresión majismo para designar la afición
casticista de la aristocracia por el vestuario y las costumbres propias de
manolos y majos de ambos sexos, incluyendo la música, bailes y diversiones
populares (fandango, tauromaquia, etc.); en oposición a
la moda francesa (representada por su contrafigura: el petimetre -joven de
clase alta, amanerado y ocioso-) e incluso a los valores de la Ilustración.
….
Son los personajes que inmortalizaron los cuadros de escenas populares
de Goya, sobre todo sus series de cartones para tapices (La maja y los
embozados, La cometa), o las famosas La maja desnuda y La maja vestida (aunque
la personalidad de la retratada es objeto de debate).
El casticismo de la aristocracia española la hacía imitar el vestuario
y la pose de los "manolos", de forma que es habitual que Goya también
pintase a nobles con ropa similar.
De una forma más trágica, también pueden
reconocerse "manolos" o "majos" en los personajes que
aparecen en Dos de mayo de 1808 y en Los fusilamientos del tres de mayo.
Simultáneamente (y con evidentes resultados de
integración social, véase Pan y Toros) se desarrolló el toreo a pie, que
convertía en héroes y sacaba de la pobreza a estos personajes populares (antes
se prefería el toreo a caballo, reservado a la nobleza), con lo que el
traje llamado "goyesco" (redecilla para el pelo en ambos sexos,
corpiño ajustado y escotado, pañuelo, mangas con farol y falda de vuelo con
mandil para las mujeres; y pañuelo al cuello, chaquetilla, calzón hasta las
rodillas y medias para los hombres) inmortalizado en la serie de grabados
Tauromaquia, pasó a ser el de los toreros, evolucionando durante el siglo XIX
al actual traje de luces.
Hay que recordar que el protagonismo de las
masas en la historia española, y muy concretamente en Madrid, empieza a ser
percibido desde el motín de Esquilache (1766), y más adelante se hace evidente la Guerra de Independencia
Española (1808).
Lo ambivalente de ese protagonismo es también
el de la figura del "manolo", al que puede entenderse tanto como un
epíteto admirativo como despectivo, según la intención del que lo use.
Desde un punto de vista ilustrado, podría
considerarse como el resumen de todos los vicios de un pueblo sumido en el
atraso.
Desde un punto de vista casticista, de las
virtudes de la raza española.
La postura de Goya es mucho más compleja, y
toma parte de ambas.
La mayor parte de los intelectuales de finales
del siglo XVIII tomaron una clara postura en contra del majismo; Jovellanos
llegó a denunciar la miserable imitación de las libres e indecentes danzas de
la ínfima plebe”.
«Pan y toros» es un tópico cultural español
que, parafraseando la expresión latina de Juvenal «Panem et circenses» ('Pan y
circo'), describe la fiesta de los toros como una diversión que halaga las
bajas pasiones del pueblo llano, amortigua los conflictos sociales y le
mantiene en una situación de atraso.
Expresa un punto de vista común de la mayor parte de los ilustrados, en
contra de la corriente casticista de buena parte de la aristocracia (que a su
vez les acusaba a aquéllos de afrancesados).
El toreo del siglo XVIII había dejado de ser un
arte propio de los caballeros para serlo de los peones, que toreaban a pie, y
se estaban convirtiendo en ídolos de masas, sobre todo por la identificación
con su condición social de origen (como ocurrió posteriormente en otras
sociedades, y también en la española, con los héroes deportivos).
El espectáculo taurino se estaba haciendo cada
vez más popular.
Por su parte, las clases altas lo veían con buenos ojos, e imitaban las
vestimentas, peinados y poses chulescas de los majos, provenientes de las
clases populares (como refleja Goya, él mismo ilustrado y afrancesado, pero
amante de los toros, o los entremeses de Ramón de la Cruz ).
La regulación de las fiestas populares estaba
siendo objeto de preocupación: Pedro Rodríguez Campomanes se quejaba de la gran
cantidad de festejos y días festivos, propios de los ritmos intemporales de
trabajo tradicional de la sociedad preindustrial, y desearía verlos racionalizados, para
intensificar la productividad, como querría el mundo industrial y capitalista.
La restauración absolutista de Fernando VII,
por el contrario, significó el triunfo del casticismo y la persecución de todo
lo ilustrado.
Se destacó mucho el hecho de que se cerraran
universidades, se desmantelaran museos y colecciones científicas (muy afectados
por la Guerra
de la
Independencia Española ) y se abriera la Escuela de Tauromaquia
confiada a Pedro Romero, que había inaugurado en 1785 la Plaza de toros de Ronda
(donde sigue celebrándose cada año una corrida goyesca).
La expresión en concreto se originó en un panfleto anónimo (respuesta a
la Oración
apologética por España y su mérito literario de Juan Pablo Forner), que
circulaba desde 1793, atribuido a veces a Jovellanos, pero realmente de León de
Arroyal, publicado en 1812 y cuyo título es Oración apologética en defensa del
estado floreciente de España, pero que todos citaban por su párrafo final:
Haya pan y haya toros, y más que no haya otra
cosa.
Gobierno ilustrado: pan y toros pide el pueblo.
Pan y toros es la comidilla de España.
Pan y toros debes proporcionarla para hacer en
lo demás cuanto se te antoje in secula seculorum.
Amen.
Su divulgación fue en aumento, en parte gracias a haber dado título a
una zarzuela de Francisco Asenjo Barbieri (1864).
La utilización posterior de la expresión es muy abundante.
Por ejemplo, Miguel de Unamuno (artículo El
espíritu castellano, publicado en La edad Moderna (1895), y recogido
posteriormente en el famoso libro de ensayos En torno al casticismo):
¡Pan y toros, y mañana será otro día!
Cuando hay, saquemos tripa de mal año, luego...
¡no importa!.
A mediados del siglo XX se hizo la paráfrasis «Pan y fútbol», aplicado
al papel que durante el franquismo tuvo este deporte, canalizador de las
inquietudes sociales.
Esto no sólo funcionó para la adhesión al
régimen ejemplificada en el Real Madrid, ganador de las primeras copas de
Europa, y que en opinión popular se oponía como club de ricos al Atlético de
Madrid, que consideraban club de pobres.
Independientemente de que esto fuera o no
cierto (Santiago Bernabéu no pertenecía a una clase diferente a la de Vicente
Calderón, y los que llenaban las localidades de a pie de un estadio no ganaban
más dinero de los que llenaban el otro), la funcionalidad era clara: la lucha
de clases podía canalizarse de forma inofensiva socialmente en discusiones de
bar.
También lo hizo para la oposición al
franquismo, como fue el caso del Fútbol Club Barcelona, calificado de más que
un club por su vinculación al catalanismo, y de los clubes vascos (Athletic de
Bilbao, Real Sociedad) que se enorgullecían de tener sólo jugadores vascos.
El juego de las quinielas, que mantenía pendientes de la radio las
tardes de domingo a los que no iban a los partidos, fue comparado
sarcásticamente con la represión política en España: había
libertad porque podía elegirse «1», «X» o «2», sin que se obligara a nadie.
De alguna manera, el tópico «Pan y toros», o
«Pan y fútbol», puede relacionarse con el famoso tópico de Karl Marx que define
a la religión como el «opio del pueblo»