El periodista es uno que dice que sabe.
Yo, hoy, soy un pasante o un paseante o un pasado que está
en el medio del medio de las cosas y no se entera de un bonete.
Cuando quiero saber, me meto en internet y leo las noticias.
Saber es que te cuente otro: uno que dice que sí sabe –y
que, para saber, habla con generales y visires, colegas y empresarios, gente de
posibles.
………….
La manifestación es, más bien, el eterno retorno de lo que
está dormido.
…………
Pero esto no es una manifestación; es un espacio –donde
mucho pasa al mismo tiempo.
Hay actos aquí y allá, con oradores y consignas muy
variadas; hay personas que duermen, personas que rezan o leen el Corán,
personas que discuten, personas que compran un pantalón o un patito de
plástico, personas que los venden, personas que se preguntan e incluso se
contestan, personas que bailan, personas que comen o que beben.
No hay alcohol porque la mayoría es musulmana, hay cierto
orden, hay el calor estrepitoso, hay mucha mugre, hay miles que caminan sin
parar.
En realidad, muy pocos están quietos: evolucionan, mueven.
……………..
Hay –creo que hay– alguna forma del arrojo.
Hay la resolución.
Hay hombres grandes.
……………
Aquí en Egipto, dicen, hace poco menos de cuatro mil años,
una revolución popular pidió la vida eterna para todos –y no sólo para reyes y
un par de sacerdotes.
Es probable que, entonces, ni siquiera le dijeran revolución
sino alguna otra cosa: revelación, invento.
Después vinieron las revoluciones.
Pero algunas palabras se degradan: aquí solo fue el final
del régimen de un militar, Mubarak, sin cambiar mucho más.
De hecho, un año y medio después, en esta plaza, el poder se
juega entre los comilitones de Mubarak y sus Hermanos Musulmanes.
O eso dicen, por lo menos, los que saben.
……………
Las canciones no son largas ni tienen buena música.
Son, más bien, frases sucintas concentradas, viejo canto
tribal donde uno dice y los otros, sin perder el ritmo, le contestan.
Pero hay algo en el idioma de los árabes que les da una
fuerza que hacía mucho tiempo no escuchaba.
No hay juego; ofensa pura.
No hay mejor ataque que un buen ataque –decía el general,
que siempre hablaba en general, porque sabía.
……………
Y yo peleo contra mi natural tendencia –¿mi natural
tendencia?– a pensar que mucha gente en la calle ardiendo decidida siempre es
bueno, cuando los veo arrodillarse y golpear las cabezas contra el suelo:
hombres orando, miles de hombres orando, humillándose al dios y al fondo,
afuera, sus mujeres –de negro hasta las bolas.
……………..
Pero limpitos.
Para quebrarse a un dios es necesario estar limpito: la
pureza –la aspiración inútil– es homenaje que un hombre le hace a aquello que
no entiende.
La revuelta, a lo que entiende demasiado.
Una revuelta
Por: Martín Caparrós
El último capítulo escrito del drama que vive Egipto desde
hace un año y medio establece que los sacerdotes y los soldados tendrán que
repartirse los muchos poderes que detentaba el ahora agonizante faraón.
Pero hay bastantes razones para apostar a que no será el
definitivo.
Es difícil imaginar que los islamistas y los militares del
valle del Nilo terminen encontrando un acomodo semejante al que han alcanzado,
no sin muchos golpes bajos, sus semejantes de Turquía.
Entretanto, lo único claro es quiénes son los perdedores
hasta el momento: los miles de egipcios que desencadenaron la protesta del 25
de enero de 2011 que, menos de tres semanas después, terminaría con la caída de
Mubarak.
Aquellos jóvenes, a los que pronto se les sumaron muchos
compatriotas de todas las edades y condiciones sociales, pretendían sacar a su
país de la angustiosa necesidad de tener que escoger entre los militares y los
islamistas.
Soñaban con una democracia en la que los soldados se
ocuparan tan solo de la defensa nacional, siempre a las órdenes del poder
civil, y en la que todas las religiones y las visiones políticas pudieran
expresarse libremente, sin que ninguna le fuera impuesta al conjunto de la
ciudadanía.
Un año y medio después, al hacerse oficial que Mohamed
Morsi, el candidato de los Hermanos Musulmanes, ha ganado las primeras
presidenciales egipcias libres, aquellos pioneros de Tahrir están profundamente
desencantados.
Su país, el más poblado del mundo árabe, comienza una
cohabitación que se promete durísima entre aquello que ellos pretendían evitar:
la fe y la espada.
La
Junta Militar que, desde la caída de Mubarak, ejerce el poder
ejecutivo en Egipto, ha tardado en proclamar, a través de sus voceros institucionales,
la victoria de Morsi.
Es evidente que se lo ha pensado, le hubiera gustado más
poder declarar ganador al candidato mubarakista Shafiq.
Pero un pucherazo semejante habría sido aún más escandaloso
que la anulación por parte de los militares de las elecciones argelinas de 1992
(aquellas que dieron la victoria a los islamistas del FIS), y tal vez hubiera
conducido a Egipto a un resultado semejante: una guerra civil más o menos
soterrada y, en cualquier caso, larga, sangrienta y de consecuencias imprevisibles.
La Junta
ha optado, pues, por aceptar el triunfo de la cofradía en las presidenciales y
prepararse para la cohabitación.
……………
En las últimas semanas, los militares han ido apretándole
preventivamente las tuercas al sucesor de Mubarak en la jefatura del Estado.
Amén de su potencia de fuego, en el sentido literal de la
palabra, y de su influencia en todos los niveles de la administración del
Estado, la Junta Militar
cuenta con el poder legislativo, que se ha reservado tras la disolución del
Parlamento, y con la capacidad para redactar la futura Constitución.
También han recortado las competencias del nuevo presidente.
En cuanto a Morsi y los suyos, no pueden ahora romper la
baraja y echarse al monte.
Eso, para empezar, no está en la tradición de los Hermanos
Musulmanes, y, además, supondría un terrible deterioro de credibilidad y
legitimidad entre sus propios partidarios.
A los Hermanos Musulmanes les toca ahora gobernar, aunque
sea con las manos atadas y con un fusil apuntándoles a la nuca.
Permanezcan atentos a sus pantallas.
El sacerdote y el soldado compartirán el poder del faraón.
JAVIER VALENZUELA
Mohamed Morsi era el segundón, pero ha acabado siendo el
primer presidente elegido libremente de la historia de Egipto.
Llegó a la carrera presidencial de rebote, solo después de
que descalificaran al verdadero hombre fuerte de los Hermanos Musulmanes,
Jairat Shater, lo que le ha costado en Egipto el apodo de “la rueda de
repuesto”.
Morsi se encontró de repente en primera línea, embarcado en
una aventura política descomunal.
Para la mayoría de los egipcios es simplemente un gran
desconocido.
Dicen los que le conocen que no tiene carisma ninguno.
Por televisión transmite una imagen de rigidez muy poco
atractiva.
Pero da igual, porque aquí lo que cuenta es la organización
y no el individuo.
No ha ganado Morsi, han ganado los Hermanos Musulmanes, la
organización islamista fundada en 1928, que aspira a refundar y “civilizar”
Egipto con su programa –Renacer- en la mano.
Llevar a la práctica el eslogan de la Hermandad, “el islam es
la solución”, es el cometido de Morsi.
Como explicaba recientemente una analista en El Cairo, si la Hermandad hubiera
elegido a Bugs Bunny como candidato, probablemente también triunfaría.
Su escaso tirón sembró incluso de dudas sobre el paso de
Morsi a la segunda vuelta de las presidenciales celebradas hace una semana.
Pero pasó, disipando cualquier duda acerca de la fortaleza
de la Hermandad.
…………….
En el año 2000, en tiempos del dictador Hosni Mubarak,
cuando los Hermanos vivían en la semiclandestinidad y no podían participar como
formación política en los comicios, fue elegido Parlamentario independiente.
Fue también portavoz de la Hermandad.
Y en 2011, cuando al revolución de la plaza Tahrir logró
tumbar al eterno dictador, se convirtió en el presidente del partido de la Justicia y la Libertad, el brazo
político de la Hermandad.
Los analistas le consideran un moderado entre los
conservadores, pero en ningún caso un reformista.
Representa el ala semidura en una organización de limitada
democracia interna.
Durante la campaña no se ha cansado de repetir que gobernará
para todos los egipcios, no solo para los islamistas.
Su discurso sin embargo no ha convencido a los sectores más
laicos y mucho menos a los ocho millones de cristianos de Egipto.
………………
Sus supuestas dotes negociadoras van a resultarle
tremendamente útiles en su nuevo trabajo.
No solo va a tener que convencer a la legión de detractores
que acumula y que piensan que con él se abre una etapa de oscurantismo en
Egipto.
Sobre todo va a tener que luchar contra el ansia de poder de
los militares que se resisten a ceder el poder al rais elegido en libertad.
Como escribía ayer un periódico egipcio, el nuevo presidente
nace corto de poder, pero sobrado de gloria.
Morsi, un gran desconocido aupado por la consigna “el islam
es la solución”
El nuevo presidente de Egipto es un hombre del aparato, sin
carisma pero con dotes negociadoras
ANA CARBAJOSA