Esa
búsqueda de respuestas inmediatas, que algunos politólogos definen como zapping
político, devoró a 17 dirigentes desde el comienzo de la crisis europea
(Islandia, Letonia, Hungría, Ucrania, Irlanda, Gran Bretaña, Portugal, Irlanda,
Rumania, Eslovaquia, España, Italia, Francia, Grecia dos veces, Holanda y
Finlandia).
Y
los recién llegados al poder empiezan a tambalear bajo la presión que ejercen
las sociedades impacientes, como ocurre con David Cameron, en Gran Bretaña, y
Pedro Passos Coelho, en Portugal.
El
crédito político también se le agotó rápidamente a Mariano Rajoy en España, que
asumió a fines de 2011.
Muchos
de esos dirigentes, como Hollande y otros líderes europeos, son prisioneros de
circunstancias existentes que no pueden modificar con un golpe de varita
mágica.
Barack
Obama heredó dos guerras y la peor crisis financiera que conoció Estados Unidos
desde 1929.
La
sensación de estar permanentemente al borde del precipicio, con la sociedad
soplándole en la nuca, puede ejercer a veces un efecto paralizante sobre los
responsables.
Esa
incapacidad para adoptar decisiones sobre problemas cruciales es lo que el
ensayista Moisés Naím define como "el fin del poder".
"Esto
no significa que el poder vaya a desaparecer o que ya no haya actores con
inmensa capacidad para imponer su voluntad a otros.
Significa
que el poder se ha hecho cada vez más difícil de ejercer y más fácil de
perder", argumenta.
El
sargento les confirmó la historia y comenzó a relatarles cómo operaba la banda
de Mate Cosido.
En
ese momento, Eric le dijo:
"Espere,
espere, déjeme adivinar".
Y
se lanzó a narrarle con detalle cómo se organizaban y cómo se movían.
El
sargento abría los ojos: no podía creerlo.
¿La
fama y las correrías de Mate Cosido habían llegado a Londres?
"No
-le respondió el historiador-.
Lo
que le estoy describiendo es cómo operaban en Italia los bandidos sociales
durante el siglo pasado."
Luego
Hobsbawm le dijo a Nun:
"Estoy
hecho, Pepe.
Tantos
años en los archivos europeos y vengo a descubrir aquí, en la vida real, sobre
el terreno todo lo que estudié en las bibliotecas.
Es
el mejor premio que pude haber tenido, la emoción más grande".
Parecía
un paleontólogo que había tomado contacto con un dinosaurio verdadero.
Su
teoría, hasta entonces, explicaba el auge de estos bandidos como fruto de un choque
entre el capitalismo naciente y las comunidades tradicionales que eran
sojuzgadas.
La
experiencia argentina lo llevó a reelaborar esa teoría en otro artículo
académico famoso, que publicó en 1972, donde acepta el híbrido entre el ladrón
noble y el anarquista, filiación que Mate Cosido y Vairoleto habían terminado
aceptando con orgullo.
*Ver
el mítico y agotadísimo número especial sobre la marginalidad de la Revista
Latinoamericana de Sociología, 1969/2, dirigido por Nun, con artículos de él
mismo, de Hobsbawm, de Laclau y de los demás participantes del proyecto.
¿Cuánto
vale la patria?
Enviado
por: • Dr. José Lorenzo Calzado López (---.esfm.ipn.mx)
Fecha:
29 de May , 2002 07:32PM
¿Cuánto
vale la patria?
El
dictamen viene de arriba: no hay alternativa.
"Y
de haberla -añaden bajito los modernos- nos ocuparemos de que no la haya."
Que
la añeja y vetusta noción de "patria" sea erradicada del lenguaje.
Que
no exista más.
¿Creías
que la patria tenía un valor?
La
patria, es decir el mercado, ya no tiene valor.
El
mercado, es decir la patria, tiene precio: a la una, a las dos... ¿quién da
más?
Las
cosas tienen precio cuando dejan de tener valor.
Tu
madre te dejó un relicario de oro a condición de que siempre lo conserves en tu
poder.
Pero
como no supiste o no pudiste transmitir a tu hijo que la prenda encerraba una
memoria y un sentimiento, un pensamiento y una conciencia, se rehusó a estimar
el valor que le dabas y tasó el precio del oro.
Así
con la patria.
En
1989 la empresa Lund International Inc. solicitó al gobierno de Puerto Príncipe
permiso para alquilar La Tortuga, isla de 198 kilómetros frente a la costa
norte de Haití, para convertirla en paraíso tropical y otras partes del
territorio para "industrias" (maquiladoras).
Ambos,
la isla y los territorios, formarían parte de la República de La Tortue, con
leyes propias, ciudadanos y bandera y todos los adelantos de la modernidad.
La
corporación ofreció al Estado haitiano 250 millones de dólares y planeaba
invertir entre 14 mil y 20 mil millones en la construcción de casas y hoteles
de lujo, campos de golf, fábricas farmacéuticas, plantas eléctricas,
hospitales, autopistas y un aeropuerto internacional.
En
Haití Progrés, Norman Lund aclaró que los haitianos que viven en la isla no
serían ciudadanos del nuevo país: "...estarían allí con permisos de
trabajo".
Felizmente
valores "premodernos", como la conciencia nacional y de indignación
de un pueblo pobre, pionero de las causas libertarias de América y atrasado en
el mundo como pocos, fueron superiores al precio ofrecido por la empresa.
¿Es
que los haitianos se oponían a la "globalización" y a un proyecto
benéfico para su patria?
A
esta conclusión arribaría cualquier vendedor de pizza empeñado en confundir pan
con tulipanes y creído de que la impotencia de los países en el conventillo
global depende de "...súbitos desamores financieros".
La
razón es más simple: los haitianos rechazaron la oferta porque a más de verse
obligados a vender parte de su patria debían visitarla "...con pasaporte o
un permiso de trabajo".
Es
decir, como mano de obra barata de Lund y en calidad de súbditos del
extranjero.
Pero
tales aspectos son los que justamente tienen sin cuidado a charlatanes como
David DeRosa, quien podrá ser un "prestigiado profesor de Yale" pero
también de quienes ahora nos dicen que "...los desastres se hacen en
casa" (Ugo Pipitone, "Bulbos de tulipán", La Jornada, 28/05/02).
¡Como
si estos desastres no fuesen impuestos por el FMI y el Banco Mundial, y
estimulados a los agentes criollos que responden al crimen organizado de los
mercados financieros, la Casa Blanca y el Pentágono, interesados, en el caso de
La Tortue, en instalar una base militar en el canal de aguas profundas entre
Cuba y Haití!
Actualmente
Argentina es el camino: deuda por territorio.
"It'
time for change" (es hora del cambio), sugería un aviso de una ignota
Unión Patriótica 2003, escrito en inglés y publicado en enero pasado en el
diario Buenos Aires Herald (unionpolitica2003@fibertel.com.ar).
"Es
tiempo de que la humildad (sic) remplace al nacionalismo."
El
aviso ponía como ejemplo a la generación de argentinos que hace 130 años
unificó a las provincias constitutivas del Estado moderno.
"Para
atraer nuevos inversores e 'inmigrantes educados' " (leáse blancos pero no
pobres).
"La
Argentina debe encabezar una 'Unión Americana' con el estatus de protectorado
(sic).
Después
de un periodo inicial de 25 años el país podrá renovar el contrato, volver a su
situación anterior o aspirar a convertirse en un Estado más de su protector.
Una
pérdida de soberanía temporaria es preferible a un futuro económicamente
inmovilizado."
El
desplegado propuso que Argentina entregue "temporariamente" su
soberanía a Estados Unidos para salir de la crisis económica.
Dos
meses después otro par de "genios", Rudiger Dornsbusch y Ricardo
Caballero, economista chileno del Massachusetts Institute of Technology (MIT),
publicaron el artículo "Argentina: un plan de rescate que
funcionaría", en el que estipulan que el país rioplatense tiene que
"renunciar a la soberanía sobre todos los aspectos financieros,
monetarios, fiscales, regulatorios y de gerencia por un periodo
extendido".
El
tuyo es un hijo moderno y "progresista": da precio a lo que no tiene
valor y da valor a lo que debería merecer mucho precio.
Por
eso estima lo que debería darle vergüenza.
La
honra, la justicia, los principios eran tus motivos de tu valor.
Para
él, todo esto tiene un precio.
Así
con la patria.
Nuestras
patrias anegadas en oceános de... (siga usted) que nuestros hijos recibirán de
herencia.
José
Steinsleger. La Jornada 29/05/02
Tão
argentinos como nós
Na
verdade, a Argentina ainda não virou o Brasil
Edição
213 17/06/2002
MARIA
RITA KEHL
A
Argentina está fora da Copa.
Torcedores
brasileiros comemoraram o gol da Suécia com rojões.
Lamento.
Se
o Brasil tivesse sido eliminado, confesso que eu estaria torcendo para a
Argentina.
Sei
que a rivalidade entre brasileiros e argentinos no futebol ultrapassa a medida
do simples preconceito.
O
esporte é uma via simbólica que possibilita que a rivalidade e a inimizade
entre grupos se manifestem, sem (grandes) riscos para ambas as partes.
É
claro que a eliminação do time da França sem marcar nem um gol de consolação
lavou nossa alma da humilhante derrota de 1998.
Queremos
esquecer a responsabilidade brasileira naquele fracasso, não queremos?
A
Nike, as suspeitas (não esclarecidas) de pressões e acordos espúrios, Ronaldo
(ex-Ronaldinho) cambaleante em campo, nossa perplexidade, a vergonha daquele
jogo final.
Nada
mais conveniente que festejar a derrota da França para esquecer nosso vexame de
quatro anos atrás.
Bem,
mas este não é um artigo sobre futebol; é sobre a intolerância entre vizinhos.
Brasileiros
não gostam de argentinos.
Também
não gosto do racismo deles, quando nos chamam de “macaquitos” – tanto quanto
não gosto da versão soft do racismo praticado aqui.
Mas
desconfio que o racismo dos argentinos é a menor das razões do preconceito
brasileiro.
As
justificativas mais freqüentes são outras: argentinos são arrogantes.
Pensam
que são melhores que nós.
Vestem
um ego dois números maior...
Será
que o que nos incomoda é a arrogância ou simplesmente a auto-estima argentina?
Como
é que um país pequeno do extremo sul da América do Sul, tão perto de nós, ousa
se levar tão a sério?
Como
é que eles não demonstram sentir, em relação aos europeus, a inferioridade que
nós sempre ostentamos?
Eles
pensam que são ingleses, ou o quê?
Ou
pensam que são argentinos, e que isso já é uma grande coisa.
Imperdoável.
Talvez
se orgulhem de alguns episódios de sua história: a expulsão dos ingleses pela
população de Buenos Aires a pedra, bala e óleo quente, no começo do século XIX,
que culminou com a revolução pela independência, liderada pelo general San
Martín, verdadeiro herói nacional.
A
intensa mobilização contra a ditadura militar, que vitimou mais de 30 mil
jovens na década de 70.
Talvez
eles se orgulhem de não se esquecer de suas conquistas e não deixar barato suas
derrotas.
As
mães da Plaza de Mayo cobram até hoje dos governantes a vida de seus filhos e
netos.
Os
estudantes cobram a prisão dos torturadores.
Acho
que os argentinos têm do que se orgulhar.
A
memória compartilhada produz auto-estima, que por sua vez produz um tipo de
coesão social muito diferente da que conhecemos aqui.
Hoje,
no Brasil, já enfrentamos uma crise social mais grave que a da Argentina, onde
a crise econômica é alarmante.
Governantes
e candidatos ameaçam o país com o “risco Argentina”.
Antes
fosse este o nosso risco.
Que
bom se os brasileiros tivessem, diante da crise social que já enfrentamos hoje,
a disposição de mobilização, de luta, de questionamento que os argentinos têm.
Que
bom se, diante da miséria e do desemprego crescentes que ameaçam a sociedade
inteira, a classe média brasileira mostrasse a disposição solidária de nossos
vizinhos argentinos.
Diante
da falta de perspectivas políticas, a população de Buenos Aires está se
organizando por bairros, criando uma microeconomia de produção doméstica e
escambo.
Diante
de uma nova multidão de indigentes – que aqui conhecemos tão bem – as pessoas
separam as sobras de comida que iriam para o lixo em pacotes aproveitáveis.
Não
quero comparar a queda brutal da economia argentina, o sofrimento e o desamparo
que atingem hoje toda a população, com a histórica desigualdade que parece
quase “natural” aos olhos da sociedade brasileira.
Mas
a crise, lá, ainda não produziu o “cada um por si” característico de nosso
jeitinho nacional.
Nesse
ponto, pelo menos, a Argentina ainda não virou Brasil.
Por
outro lado, estamos tão perto dos problemas argentinos que preferimos fingir
que não temos nada a ver com eles.
“Narcisismo
das pequenas diferenças”, é como Freud chamou a intolerância entre semelhantes;
o vizinho nos incomoda muito mais que um estranho total.
O
vizinho nos questiona; está perto demais do que nós somos.
Ameaça
nossa frágil ilusão de “identidade”.
Admito
que vizinhos não são irmãos; nem são obrigados a se amar.
Mas
a intolerância contra vizinhos tão frágeis como nós tem pelo menos duas
explicações: ou queremos afastá-los para esquecer os defeitos que
compartilhamos com eles, ou estamos competindo – submissos e bajuladores – pela
proteção de um suposto e todo-poderoso “pai”.
Um
pai – quem?
O
FMI? – que não vai fazer nada por nenhum de nós.
Maria
Rita Kehl é psicanalista
En
una entrevista reciente, Kenneth Maxwell, especialista británico en Brasil,
ofrece otra perspectiva.
Para
él, "la izquierda no es una categoría que pueda ser muy útil" para
interpretar la realidad actual.
Lo
que estaría ocurriendo en América latina sería una crisis de gobernabilidad,
sin producir un movimiento uniforme en dirección de la izquierda.
En
cada país hay un "mosaico de respuestas específicas a las estructuras
políticas decadentes y a los niveles cada vez más altos de desigualdad social y
de exclusión".
Concuerdo
con la visión de Maxwell.
Pero
pienso que sigue siendo útil para el análisis la distinción entre izquierda y
derecha.
A
pesar de que la izquierda actual no insista en el control colectivo de los
medios de producción y reconozca el dinamismo de las fuerzas del mercado, el
ideal de una sociedad más igualitaria y de la ampliación de los canales de
participación de la sociedad civil se mantiene como un criterio para la
alineación política.
Para
mí, el gobierno de Michelle Bachelet representa lo que hoy debe llamarse de
izquierda.
Dirige
un país que muestra buenos índices de crecimiento económico, respeto absoluto
al estado de derecho, aumento de participación popular e implementación de políticas
de reducción de la pobreza.
En
cambio, los presidentes Hugo Chávez de Venezuela y Tabaré Vázquez de Uruguay
representan, si bien de forma muy distinta, un fenómeno exactamente opuesto al
de Chile: la quiebra del sistema político tradicional en un caso y, en el otro,
el cansancio del electorado con los partidos tradicionales, si bien sin la
ruptura del sistema político.
Tabaré
Vázquez es el primer presidente elegido en Uruguay que no pertenece ni al
Partido Blanco ni al Colorado, que gobernaron durante más de cien años.
Su
gobierno ha ofrecido políticas públicas prudentes y sensatas, así como anunció
su sorprendente intención de acercarse económicamente a Estados Unidos.
Chávez,
por el contrario, ha hecho de la retórica antiamericanista su principal bandera
aglutinadora de las masas.
¿Qué
hay de izquierda en Chávez, con su discurso antiamericano que contrasta en la
práctica con la postura realista de vender petróleo venezolano al país del
Norte?
El
presidente Evo Morales de Bolivia es un caso distinto.
La
crisis de gobernabilidad es crónica en Bolivia.
Lo
inédito de la situación es que Morales puede atribuirse lazos auténticos con
los movimientos étnicos.
Por
primera vez, el electorado eligió a un presidente indígena.
Es
de importancia secundaria que sea de izquierda, eventualmente de derecha o si
es populista.
Es
innegable que la forma que eligió para nacionalizar los activos de las empresas
extranjeras que exploran gas y petróleo en Bolivia, con fanfarrias y ocupación
militar, da señales de un populismo anticuado.
Si
se queda en eso, no hará lo que la historia espera de él: que negocie con
energía y sin insensatez los recursos naturales de Bolivia para mejorar la vida
del pueblo.
El
presidente Néstor Kirchner es peronista.
De
nuevo cabe la pregunta: ¿qué hay de izquierda en el peronismo que queda después
de la muerte de su fundador, Juan Domingo Perón, que encarnó como nadie al
populismo latinoamericano?
No
logro percibir en esos casos una transformación de la izquierda en América
latina.
Si
fuera Chile el ejemplo, o incluso el Uruguay de Tabaré Vázquez, cabría el
calificativo.
Lo
que veo hoy en algunos países es un antiamericanismo con un retorno gradual al
populismo y, en otros, mucha vacilación en cuanto a los caminos a seguir.
El
populismo es una forma insidiosa del ejercicio del poder que se define por
prescindir de la mediación de las instituciones, del Congreso y de los
partidos, y por basarse en la relación directa del gobernante con las masas,
cimentada en el intercambio de dádivas.
La
amenaza del regreso del populismo a América latina, y más específicamente a
América del Sur, no traerá alternativas fáciles.
En
los 90 habíamos concebido la integración económica y política de América del
Sur con base en la democracia política y la economía de mercado.
Los
cimientos de todo este edificio podrían socavarse si regresara a la región el
populismo, disfrazado de izquierdismo, trayendo consigo el juego de las
rivalidades antiguas y muchas veces personales, en lugar de la cooperación
institucional entre las naciones.
El
populismo amenaza con regresar a América latina
Los
cimientos de la integración lograda en los 90 podrían socavarse si volviera el
populismo, disfrazado de izquierdismo, trayendo consigo el juego de rivalidades
antiguas y personales, en lugar de la cooperación entre naciones.
………………….
“1.-
En el actual contexto, ¿cree usted que la consolidación del kirchnerismo como
expresión de poder significa más "peronismo" o más"
centroizquierda"?
Utilizando
sus categorías, ¿primará en la política el clivaje entre un estilo
"alto" y uno "bajo" de hacer política o jugará más el eje
izquierda - derecha?
La
pregunta sobre el kirchnerismo es muy buena.
La
respuesta correcta es ninguna de las dos cosas y ambas cosas.
Y
a la pregunta hay que hacerle otra: ¿en los ojos de quien?
¿Del
electorado que puso a Cristina de presidenta o de los Kirchner mismos?
La
respuesta podría no ser la misma.
Me
explico.
Para
mí, no queda la menor duda que A) el grueso del electorado del kirchnerismo es
“más peronismo”, y no “más centroizquierda”.
B)
Para muchos comentaristas e intelectuales, tanto a favor como en contra del
kirchnerismo, el kirchnerismo es “más centroizquierda”—y sin duda, el contraste
es obvio con el peronismo de Menem en los años 1990.
C)
Pero para los políticos Néstor y Cristina, no lo sé; probablemente para ellos
las dos cosas van juntas o más bien las quieren equiparar.
Creo
que “en su corazón”, Néstor es más izquierda, pero con el realismo y el
pragmatismo de un buen político, sabe que eso debe –y únicamente puede- pasar
por el gran movimiento nacional y popular que es el peronismo.
En
eso, los K son típicos de la juventud clase media de los años 1970.
Creo
que hay un choque muy importante en la Argentina entre el deseo de varios
políticos de enfatizar la diferenciación izquierda-derecha (que es muy real), y
la realidad electoral y sociopolítica a nivel “masa” (para usar categorías
comunes en electoral behavior en las ciencias políticas), que está solidamente
diferenciada en la otra dimensión, es decir culturalmente, peronismo y no
peronismo, y más genéricamente (y para mí más exactamente) alto y bajo.
¡Ese
choque es el drama de la política argentina desde hace ya más de seis décadas!
Este
deseo siempre se topa con esa realidad.
Y
a eso hay que añadirle los numerosos políticos que no tienen ningún deseo de
transcender esa dicotomía, sea por pragmatismo de poder o sea por aversión,
estilo, “valores”, o imagen de sí mismo.
Para
contestar la pregunta de frente, creo que el kirchnerismo se quiso convertir,
en los primeros años, en una tentativa de consolidación de poder de lo que
ustedes llamarían centro-izquierda, con el transversalismo, el antagonismo
hacia la derecha (y no al anti-peronismo), la mítica de los años 1970 (que como
lo escribí en otras partes, consistió en una polarización izquierda-derecha del
espacio bi-dimensional argentino).
Y
este deseo fue para mí muy genuino.
Pero
la realidad electoral y sociopolítica argentina es distinta; y a este nivel
científico, no hay por qué privilegiar el 73 mas que, digamos, el 1999 (entre
De la Rua y Duhalde), el 1987 (entre Alfonsín y Cafiero), o ya que estamos, el
45-46.
Para
mí -y eso lo escribí a mi modo en Pagina/12 el día después del evento (salio el
31/10/07) —el punto de inflexión fueron los resultados electorales de octubre.
Cristina
se quiso hacer la Concertación chilena, frente a la Alianza, y terminó al
frente del peronismo tradicional, en contra de la Unión Democrática.
Sorpresa,
Cristina.
Y
Néstor hizo lo único inteligente que se podía hacer:
1)
liderar el peronismo antes de que, posiblemente, se le volviera en contra.
2)
Dejarse de embromar con una fantasía (de ambos) que no había dado fruto y
sincerarse en liderar la identidad política que de hecho había llevado su esposa
a la presidencia.
(Mario
Wainfeld me tomó el pelo en marzo, escribiéndome que Kirchner
me
había hecho caso.)
3)
Y liderar el peronismo con mano firme, ya que es un fantástico instrumento de
poder, como lo saben muchos políticos oportunistas.
Pero
también, siguiendo contestando de frente su pregunta, es “consolidación de
nada” en el espacio político.
Pues
el peronismo no necesita de los Kirchners para consolidarse como expresión de
poder, ya que lo es de todas maneras a nivel electoral, local e identidario.
No
es concentración de poder de la centro-izquierda, ya que como bien saben, dicha
posición está muy dividida entre los pro-K y los anti-K, en línea con el
espacio político bidimensional.
Y
al mismo tiempo, es concentración de poder, vía el estado, los recursos, y los
esfuerzos (ahora más endebles) de hegemonía.
Para
decirlo del modo mas claro que sea, el kirchnerismo es “otra vez” en práctica
el peronismo en el poder (con un no-peronismo por definición en la oposición),
con un signo de centro izquierda esta vez.
Y
si Kirchner quiso darle al peronismo el signo a la izquierda del centro (que
según él y varios le corresponde “de verdad” al peronismo), queda claro desde
el famoso voto de julio en el Congreso que hay varios elementos del peronismo,
como siempre, que no concuerdan con ese signo.
Lo
que vemos, como siempre desde 1945, es una pelea dentro del peronismo para
apropiárselo.
Vemos
ahí una facción de derecha, con Puerta, Menem, y posiblemente Rodríguez Saa,
Reuteman y varios mas; el eterno “centro” con Duhalde, quien nunca logra que el
equilibrio se centre en él, ya que sus socios de derecha (Menem) o de izquierda
(Kirchner) siempre terminan canibalizándole totalmente en el movimiento del
péndulo.
Así
que estamos de cierto modo en la misma.
Sobre
su otra pregunta, más fácil, los dos clivajes políticos existen fuertemente en
la Argentina.
Siempre
insisto que el espacio político argentino es bi -dimensional.
Y
lo es absolutamente, con las dos dimensiones perpendiculares una con la otra.
(Eso
no es el caso, por ejemplo, entre el eje económico y el eje cultural en EEUU,
donde se observa un “ángulo agudo” entre ambos ejes, es decir, en donde un
liberalismo cultural y lo que ellos llaman erróneamente un liberalismo
económico se enfrentan a un conservadurismo económico y a un conservadurismo
cultural.)
Esa
perpendicularidad da más opciones de alianzas posibles en la Argentina.
Creo
que dentro del no peronismo, los políticos e intelectuales se ven a sí mismos
enteramente diferenciados por el eje izquierda-derecha, pero que a nivel
sociocultural la diferencia entre lo alto y lo bajo en la Argentina es mucho
más fuerte.
Esto
se nota sociológicamente, por ejemplo, en las redes sociales y familiares.
La
diferenciación entre alto y bajo es una clave fundamental de la realidad
argentina, que va mucho mas allá del estilo -simple expresión de algo mas
sociológico-.
De
hecho, la Argentina se caracteriza por una clase media comparativamente culta y
leída (en contraste, por ejemplo, con la de EEUU), o que lo aparenta, y por
sectores populares que muchas veces no tuvieron acceso a eso y que tienen otra
imagen de sí mismos.
¿Resumen?
http://stones-traducido.blogspot.com.ar/2008/08/salt-of-earth.html
Let's drink to the hard
working people
Let's drink of the lowly of
birth
Raise your glass to the good
and the evil
Let's drink to the salt of
the earth
Say a prayer for the common
foot soldier
Spare a thought for his back
breaking work
Spare a part for his wife
and his children
Who burn the fires and who
still till the earth
And when I look into the
this faceless crowd
A swirling mass of gray blue
Black and white
They don't look real to me
In fact, we all look so
strange
Raise your glass to the hard
working people
Let's drink to the uncounted
heads
Let's think of the wavering
millions
Who need leading but get
gamblers instead
Spare a thought for the
stay-at-home voter
His empty eyes gaze at
strange beauty shows
And a parade of the gray
suited grafters
A choice of cancer or polio
And when I look into this
faceless crowd
A swirling mass of grays and
Black and white
They don't look real to you
Or do we look too strange
Let's drink to the hard
working people
Let's think of the lowly of
birth
Spare a thought for the rag
taggy people
Let's drink to the salt of
the earth
Let's drink to the hard
working people
Let's drink to the salt of
the earth
Let's drink to the three
thousand million
Let's think of the humble of
birth
(M. Jagger/K. Richards)