P.: Rucci, usted ha dicho que los duros del peronismo sólo sirven para sacar solicitadas. ¿Sigue manteniendo ese punto de vista?
RUCCI: Bueno, usted primero me tiene que determinar quiénes son los duros.
P.: Atilio López, por ejemplo.
RUCCI: Atilio López es un peronista y no es duro.
P.: Guillán...
RUCCI: No es un duro, es un peronista...
…………………………………………..
P.: El señor Tosco se ha definido en una serie de medidas de tipo económico a establecer en forma inmediata en el país. Estas medidas son: control de cambios, dominio del comercio exterior...
RUCCI: De acuerdo.
P.: Manejo de las importaciones y exportaciones...
RUCCI: De acuerdo.
P.: Nacionalización de la banca...
RUCCI: Nacionalización de la banca.
P.: Nacionalización del crédito...
RUCCI: Es decir, recuperar la soberanía del país en todos los niveles fundamentales en lo económico. Totalmente de acuerdo.
P.: ¿Y en qué no está de acuerdo?
RUCCI: En lo que está ocurriendo ahora. . .
P.: No, no. ¿En qué no está de acuerdo con Tosco?
RUCCI: Si ese es el esquema que se plantea en un proceso que permita recuperar la entidad soberana al país, creo que en eso...
P.: ¿Y en el traspaso de las fuentes de trabajo?
RUCCI: No. En eso no estoy de acuerdo. Estoy de acuerdo con un capital al cual el gobierno le haga ajustar las reglas del juego para que ese capital esté al servicio de la comunidad y cumpla una función social.
Y sí, había que matarlo por peronista y por amigo de Perón.
ResponderBorrarAtilio López siempre fue sobreestimado como Tosco. El único que tuvo bolas en ésa Córdoba de los 70 fue René Salamanca.
Ahora deberías postear las solicitadas que intercambiaban Rucci y Tosco para ver lo que opinaban fuera de las cámaras y hacia adentro de las organizaciones. El diálogo de solicitadas entre ellos no era tan polite como el de Las Dos Campanas, y ambos eran bastante más explícitos en sus opiniones.
ResponderBorrarComo bien marcaron otros, lo que se diga en un programa no está completo sin su rol en la realidad.
Porque así, de esta forma, sin conclusiones y con remarcaciones libradas a la interpretación de cada uno no hay conclusión, como dijo Eva Row.
Así, de esta forma, lo que se lee, con las negritas y los rojos, suena a la contracara dialéctica del Todos Gronchos retórico, o sea, suena pésimo en las intenciones -entendido como una intencionalidad subjetiva en la forma de comunicar lo que sea- del que los trae a discusión, no por los textos que son historia, sino por quién los reinterpreta con sus descatados.