Desde que oficializó su candidatura a la presidencia de la República Argentina por el Frente para la Victoria, Cristina Fernández se empeña con éxito en apartarse de la hueca perorata populista y en ofrecer algo más que la estimulante novedad de aparecer como la primera mujer con serias posibilidades de instalarse democráticamente en la Casa Rosada.
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En lo formal, que contra el criterio generalizado nunca es sólo apariencia, ha empezado por descartar la liturgia peronista, algo que su marido, el presidente Néstor Kirchner, ya había esbozado.
Por cálculo o convicción, Cristina Fernández ha decidido que la iconografía, los bombos, los estribillos, el griterío, la falsa alegría, el estruendo que impide escuchar discursos que nada dicen y, sobre todo, los "militantes" a choripán y tanto por cabeza, ya no "pasan" ante los ciudadanos, en la medida en que espantan a los que tienen edad para recordar y nada significan para los jóvenes.
Que si alguna vez todo eso fue genuino, sentido, real para la mayoría de la población (el 26 de julio pasado, en un nuevo aniversario del fallecimiento de Eva Perón, pudo rememorarse eso en algunas imágenes de televisión), hoy es una atroz caricatura, una ofensa al sentido común de la mayoría de los ciudadanos; la expresión de lo mafioso en política.
Que amplificada por la televisión en directo, Internet y los medios de comunicación modernos, esa liturgia es un espectáculo contraproducente e inútil en la Argentina actual.
En 1983, la brutal escena de la quema de un ataúd en el acto de cierre de campaña presidencial, retransmitida a todo el país, decretó la primera derrota del peronismo en elecciones presidenciales.
En octubre del año pasado, durante el traslado de los restos del ex presidente Juan Perón, hubo otra manifestación de ese "estilo", cuando distintos grupos sindicales peronistas se enfrentaron a sangre y fuego.
Aparentemente convencida de que el pasado peronista es más un lastre que una ventaja, decidida a mirar hacia delante y a dirigirse al conjunto de los ciudadanos -su compañero de fórmula será un radical-, Fernández, no mencionó, ni una sola vez a Perón o a Evita en un discurso de La Plata, ni se entonó allí la marcha partidaria.
No lo hace casi nunca, a menos que sea inevitable o la interroguen.
Parece tener claro que el mejor Perón, el de su primera presidencia, flota en el limbo de una historia apenas escrita y la memoria vagarosa de unos pocos ancianos.
Pero el que "vive"; en cambio, es el que en 1973 ordenó o aprobó la masacre de Ese iza; el que llegó acompañado de José López Rega y Licio Gelli y el que, "a dedo", dejó instalada en1a presidencia de la República a su estólida mujer, Isabel Martínez.
En cuanto a Evita, sabe que poco y nada significa ya para la mayoría, que es un mito destinado a esfumarse.
Fernández tuvo el coraje de decir que no se identificaba con "la Eva milagrosa", ni con "el hada buena", ni con “la del teatro Colon”, sino con la de "rodete y puño crispado"; otra muestra inteligente de que también intenta desmarcarse de la polémica que genera el personaje.
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Y el sindicalismo argentino, la "pata" del trabajo, es con raras excepciones una organización mafiosa, corrupta, autoritaria y, por todo eso, nada confiable.
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Es muy sugestivo que Fernández reivindique, junto al "modelo inclusivo" del primer peronismo, al de "acumulación de la Generación del '80", en un ejercicio de sensatez histórica que, salvo excepciones, los historiadores de uno y otro bando no han practicado.
Parece evidente que, dejando de lado una multiplicidad de otros factores, en Argentina los dos modelos han terminado por fracasar por ausencia del otro, algo que Fernández entiende y subraya.
El reconocimiento del aporte liberal tiene además miga política,..
Habría mucho más para decir sobre el estilo y las propuestas de Fernández.
Una de éstas, su referencia a los pactos españoles de La Moncloa, un buen ejemplo, pero sobre el que habría que subrayar una serie de diferencias esenciales en la realidad
argentina.
También existen interrogantes sobre el modelo de acumulación política para apoyar estos proyectos, una tarea que Néstor Kirchner asumiría una vez en el llano.
También esta "doble función" es una interesante novedad, denunciada cínicamente y
con débiles argumentos por la oposición de derechas, que, olfatea el peligro.
La duda principal emerge de la distancia entre los discursos, por más inteligentes
que resulten, y la decisión y aptitud para transformarlos en realidad.
Pero hay que reconocer que Cristina Fernández ha empezado el cambio que promete tanto por el contenido como con las formas de su propuesta de gobierno.
Editorial de Carlos Gabetta
http://www.eldiplo.org/dossier.php3?numero=98&dossier=098Se imaginan los bufidos míos cuando lo leí, porque aunque no lo parezca, “soy” lector de “el Dipló”.
Mi Daimon, me susurraba:”Usa la cabeza, para eso la tenes”, y bueno, decidí rescatar a un especialista.
Uno de los mas grandes analistas internacionales, y creador de la noción de underpeople y Instrumentality of Mankind , P. M. A. Linebarger.
En Ria hay un pasaje curioso, más curioso aun si consideramos las circunstancias en que se hallaba el autor cuando escribía.
Describe la desilusión que sufre un oficial nazi en el frente ruso.
El oficial Josef Kramer odia a los rusos porque no se ajustan a la imagen que de ellos le ha inculcado la propaganda: los odia por haber desmentido todos sus prejuicios:
“Odiaba a los rusos porque lo habían embaucado, a él y a millones como él.
Habían dejado creer al mundo que eran toscos bárbaros cuando de hecho —y cualquiera podía verlo— eran espectaculares ingenieros, formidables agricultores e increíbles, colosales soldados.
Odiaba a los rusos porque había llegado a Ucrania esperando liberar a campesinos borrachos, estúpidos y bonachones, del furioso desgobierno de satánicos judíos, pero se había encontrado luchando contra soldados tan rubios como él, de igual coraje, igual fanatismo y un equipo tremendamente efectivo.
El equipo le preocupaba.
¿De dónde había salido, de la pobreza, del hambre y del terror del bolcheviquismo?
Esos hombres no eran borregos.
Tampoco eran maniáticos.
Eran tenaces, valientes, astutos, fanáticos.”
http://www.literareafantastica.com.ar/cordwainer3.htmlUltima ironía para Carlitos G.
Cristina es Morocha no Rubia.
El bigote se lo depila.
No esta pelada.