Tras decenios dominados por hidrocarburos, las superficies arables vuelven a ser activos estratégicos en el mundo.
Lo prueba una decisión china: alentar a firmas estatales y fondo soberanos a comprar tierras fértiles... en el exterior.
El ministerio agrario ha preparado un esquema para financiar la adquisición de terrenos arables en Sudamérica y África subsahariana.
El objeto es consolidar la “seguridad agrícola” y el abasto de alimentos, según revela el “Financial times”.
Cabe recordar que Beijing promovía ya compras en el exterior por cuenta de petroleras, bancos e industrias.
Todo mientras Occidente ve con aprhensión la actividad de fondos soberanos asiáticos.
En principio, las propuestas ministeriales no debieran encontrar obstáculos para ser aceptadas.
Pero los chinos teman que muchos gobiernos no estén dispuestos a “extranjerizar” grandes áreas.
Estas cosas vienen siendo comunes en Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia.
Por otro lado, desde los años 60 Australia funciona como “fábrica de carnes” para Japón, una simbiosis que el cono sur americano nunca comprendió.
En estos tiempos de escasez y altos precios de alimentos, China no estará sola.
En Levante, uno de los máximos importadores netos de productos agrícolas, Saudiarabia proyecta invertir en ganadería africana, india y latinoamericana.
Al oeste, Libia negocia con Ucrania posibilidades de cultivar sus propios cereales allá.
Estas combinaciones de intereses económicos entre la península arábiga y uno de los mayores productores mundiales de trigo puede revivir la “teoría de las tierras negras”, fruto hace un siglo del geógrafo Halfordf J.Mackinder.
Seguidor de Thomas Malthus (1766/1834), su idea era que controlar las ricas tierras de Europa oriental (Ucrania, Polonia) era clave para dominar Eurasia y el planeta.
Las nuevas políticas en juego distan de ser teóricas.
Ya los países más ricos pugnan (dicen) para asegurar que los más pobres no se mueran de hambre.
Por ejemplo, el surcoreano Ban Ki-mun llamó a una cumbre en junio para trabajar en planes coherentes.
Ello pese a que la Unión Europea, Estados Unidos y Brasil estén impulsando biocombustiles que emplean insumos agrícolas escasos (maiz, por ejemplo).
Tailandia llegó a proponer un cartel del arroz.
Las iniciativas china y árabes, de paso, quizá promuevan más resistencias en la UE, EE.UU. y Japón a pactos globales que los hagan reducir sus cuantiosos subsidios agrícolas.
Aunque los precios internacionales sean muy altos, las tres potencias creen que deben protegerse de países que producen más barato.
Estos debates probablemente suenen más que en los días de Malthus and Mckinder.
¿Y Argentina?
Bien, gracias, entre el autismo del gobierno y el protogolpismo de muchos productores.
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