Para Beatriz Sarlo y su Pop global.
Sábado, 10 de noviembre de 2012,
Los barrios porteños y la movilización
Robusta, masiva, contundente.
Así fue la movilización opositora que antenoche puso en la
calle al uno por ciento del padrón electoral nacional: entre 250 y 300 mil
personas.
Un tercio de ellos, unos 90 mil manifestantes, el núcleo
central simbólico y numérico, se expresó en la zona del Obelisco y la Plaza de
Mayo de Buenos Aires.
La oposición política y mediática que adscribe a la
centroderecha organizó con éxito la movida —se enmascaró en el espontaneismo
ciudadano— y consiguió el objetivo de multiplicar en número del 13S, pero no
obtuvo lo más preciado: nutrir la movilización con sectores medios bajos y
bajos de los barrios populares.
Lo saben en la Casa Rosada y lo sabe la oposición, sólo una
mezcla consistente de clases sociales que incluya a la base de la pirámide
podría obligar al gobierno a declinar los trazos principales.
Con distintos grados de radicalización —en promedio,
bastante menos que en la marcha anterior—, la gente fue a la calle a
"parar a Cristina".
Y sería ingenuo pretender que la bronca anti-K pase por el
estilo por momentos pendenciero de la presidenta, ni por su presunta adicción a
comprarse zapatos y carteras.
La discusión es de contenido político.
El 90 por ciento de la movilización en Buenos Aires quedó
circunscripta en cuatro o cinco barrios, de los 47.
Y a dos partidos del GBA, de más de 20.
Sin embargo, Barrio Norte, Palermo, Belgrano, Caballito,
Vicente López y San Isidro, no son un puñado de barrios cualquiera de la
ciudad.
Allí está el 90 por ciento de los cines, teatros, médicos,
abogados, periodistas, colegios y universidades privadas (y también las más
relevantes de las públicas), shoppings, intelectuales —incluidos los de
izquierda— concesionarias de autos, boliches nocturnos, gastronomía, y la lista
podría seguir.
Allí está el sector que por amplísima mayoría construye el
discurso social, mediático y dominante.
Allí están los turistas internos y externos, viven los
estudiantes hijos de las familias acomodadas del interior y el exterior, y a
veces de familias aspiracionales.
Para cualquier foráneo "ir a Buenos Aires" es ir a
esos barrios.
¿O acaso algún lector de esta columna presume
"conocerla" sin haber pisado nunca alguno de los barrios mencionados?
La marcha fue un acto muy masivo de los habitantes de esos
barrios.
Y no es una buena noticia para el kirchnerismo que lo
adversen de ese modo, aunque sea sólo en esos barrios.
Sin embargo, hay un dato determinante e irresoluble para la
derecha partidaria: en esos barrios privilegiados vive sólo el 10 por ciento de
los votantes.
En ese puñado simbólico de barrios desarrollados y
distinguidos, donde parece que "está todo", y donde "tenés
todo", sin embargo no está el 90 por ciento de los argentinos que votan y
eligen a los gobernantes.
Por eso, suele pasar, que quienes creen que la Argentina
"es igual a mi barrio" luego no entienden por qué las urnas están
llenas de votos de gente que vive en otros barrios.
Por Rodolfo Montes / La Capital
Domingo, 10 de febrero de 2013 01:05 | Opinión
Rosario y el GBA: mitos y leyendas
Las balas mortales del mundo narcomafioso que impactan ya
sobre el triángulo céntrico (bulevares y el río), en el corazón simbólico y
político de Rosario, provocan angustia ciudadana.
¿Por qué pasa esto en Rosario?
La conmoción más profunda, sin embargo, para los habitantes
de la ciudad de Roberto Fontanarrosa es la caída del principal argumento que
durante 40 años tranquilizó: “en el Conurbano (del Gran Buenos Aires) están
peor”.
Un paradigma de diferenciación positiva, clásico de la
sociología (“nosotros” estamos mal, pero “ellos” están peor) sigue en uso en la
actualidad, ya sea por reflejo de un pasado que ya no es, o porque forma parte
de un discurso político interesado.
Los problemas delictivos propios (de Rosario y de la
provincia en general) siempre fueron en volumen, intensidad y gravedad,
inferiores a los que sucedían en ese imaginario cordón de las calamidades
ajenas que se despliega como un anillo alrededor de la Ciudad de Buenos Aires.
Y donde viven nueve millones de personas.
Esa foto comparativa y tranquilizadora entre Rosario y
vastos sectores del cordón de las calamidades ajenas, el Gran Buenos Aires
(GBA), se fue borrando en la última década, hasta transformarse en otra cosa.
El partido de La Matanza, emblema del GBA por pobreza,
abandono y profusión de delito hasta hace apenas una década, hoy padece entre
dos y tres veces menos homicidios que Rosario.
Con 1,8 millón de habitantes – contra un millón en Rosario–
y unos 320 kilómetros cuadrados que incluyen zonas rurales ( Rosario, 178
kilómetros cuadrados), por el partido gobernado por el kirchnerista Fernando
Espinosa se despliegan durante las 24 horas del día 70 patrulleros tripulados
por una Guardia Urbana – y un policía con arma preventiva–, con cámaras
encendidas y reportando a un centro de monitoreo con decenas de pantallas
operadas en una red de comunicación con la policía provincial.
Con bomberos, hospitales, emergencia civil y un helicóptero
propio para actuar en una emergencia.
La Matanza, que padeció por décadas el estigma de ser
dominio de “los barones del Conurbano” (una expresión nada inocente que se lee
“ladrones del Conurbano”), sin embargo, no se convirtió en el condado de
Mónaco.
Pero se benefició con una transformación notable, que está a
la vista.
Se podrá argumentar que el kirchnerismo nacional puso mucha
plata en La Matanza, y también se podrá argumentar que en los treinta años
anteriores nunca nadie puso un peso –para obras de infraestructura– en La
Matanza.
La Matanza está dividida en cuadrículas, y en cada
cuadrícula funciona un consejo barrial que orienta el trabajo de la guardia
mixta, urbana y policial.
Pero antes de poner en marcha el afinado sistema de control
preventivo de seguridad distrital que hace que hoy caminar por La Matanza sea
claramente más seguro que caminar por Rosario, en promedio, en cualquier
barrio, y a cualquier hora, “construimos infraestructura básica, agua, cloacas,
calles, rutas, escuelas, hospitales y puestos de trabajo” confirmó Gabriel
Milazzotto, miembro del gabinete de Espinosa, a este cronista.
En la última década, La Matanza sumó 400 mil personas al
servicio de agua potable y cloacas (alcanzando hasta casi el 80 por ciento de
la población), 60 kilómetros de rutas y caminos, 3 hospitales, 2.000 cuadras
pavimentadas, y entre otras, 30 mil nuevos alumnos a la joven universidad que
lleva el nombre del distrito.
De todos modos, Rosario por historia, tradiciones políticas
y culturales, bellezas naturales y arquitectónicas nunca podrá ser superada por
un distrito del joven GBA.
La contraposición busca organizar datos y argumentos.
Las balas al “Quemadito” en Pellegrini y Corrientes, aunque
no sólo por esa causa, se explican por las cloacas nunca realizadas a 30
cuadras de esa esquina.
Los cambios de cúpulas policiales, más tarde o más temprano,
se resuelven con decisión política, un acto y una foto.
Pero la infraestructura sanitaria y vial, y la
reconfiguración de la atmósfera lumpen delictiva que hoy domina grandes áreas
de los barrios de Rosario llevará años, tal vez décadas.
Y no se resuelve con fotos, ni con operaciones
comunicacionales en la era de la red global.
Mientras tanto, en la semana que pasó, otra mala noticia
hizo correr transpiración fría sobre las espaldas del Ejecutivo provincial.
La irrupción del nombre de Marcos Escajadillo – ex
Secretario de Seguridad Pública– en una investigación judicial sobre presunta
connivencia política, empresarial y policial con el negocio del narcotráfico,
amenaza con cambiarle el eje del debate político al gobernador Antonio
Bonfatti. Y para peor.
Un plano de la discusión, para el socialismo, es si hubo o
no ingenuidad y/o desmanejo político para con la corporación policial.
Otro plano muy diferente es que tome cuerpo la hipótesis de
la protección política al negocio narcopolicial.
La revelación del periodista Carlos Del Frade sobre una
investigación judicial que estudia una trama de recaudación de dinero negro
presuntamente originado en el narcotráfico ha sido confirmada por otras fuentes
a este diario.
Desde ya que el señalamiento periodístico, por sí solo, no
constituye al día de hoy una imputación judicial.
El nombre de Escajadillo está en la causa, aunque cómo está,
y con qué responsabilidad, se verá con el tiempo.
El dilema en la Casa Gris será cómo afrontar este nuevo
problema.
Si sostiene o no al funcionario peruano-argentino en
funciones.
El kirchnerismo provincial ya pidió, de pura lógica, el
apartamiento del funcionario que continúa actuando en los equipos de gobierno.
El oficialismo provincial, sofocado con los calores del
verano, contraataca con el caso ( Amado) Boudou, que está siendo investigado
por la Justicia, y no renunció.
La comparación no es pertinente.
El vicepresidente integró una fórmula electoral que obtuvo
la mayor votación nominal de la historia argentina – casi 12 millones de
votos-, y que eventualmente debería afrontar un juicio político.
En cambio, a los colaboradores nombrados por los jefes de
los Ejecutivos se los puede despedir sin más trámite, con un llamado por
teléfono de unos pocos segundos.
A propósito, Cristina Fernández de Kirchner, en las últimas
horas, tuvo que tragar, sin más, el amargo remedio de un error propio del
gobierno nacional, y despidió en 24 horas a Juan de Dios Cingunegui y Luis
Romiti, involucrados en una estafa de 360 millones de pesos a consumidores.
La propia CFK denunció la maniobra de un equipo de abogados
en un discurso público, aunque desconociendo que había gente “propia” entre los
hacedores de la estafa.
Un tercer abogado, Eduardo Baeza, también partícipe de la
maniobra y asesor de una senadora oficialista, Nanci Parrilli, también fue
despedido.
Mientras tanto, en la escena nacional, el oficialismo
buscará darle volumen político al acuerdo con Irán, abriendo el debate en el
Congreso, en atípicas sesiones extraordinarias de febrero.
Con los realineamientos de los últimos días, y el rechazo de
las organizaciones de la comunidad judía de la Argentina al acuerdo con Irán,
el kirchnerismo se encamina, otra vez, a votar en soledad y con los aliados más
directos, el convenio binacional.
Como sea, la apertura del Congreso para el kirchnerismo es
siempre un “buen negocio”.
Si los discursos que dominan el debate político tienen eje
en argumentaciones que se producen dentro del Palacio, “la discusión en los
medios pierde peso”, se entusiasman desde el universo K.
De los planes electorales para 2013 “veremos”, dice un
funcionario del gobierno nacional que sabe cómo funciona el núcleo directo de
la presidenta.
“Las especulaciones sobre presuntas estrategias a mediano y
largo plazo son parte de una fantasía.
Acá es todo día a día, y fuera de los límites de la cabeza
de la presidenta nadie sabe nada”, remata.
Por Rodolfo Montes / La Capital