Sectores Medios argentos; con los zapatitos de
cristal y sin Príncipe a la vista, deben
sortear…
La
canciller alemana, Angela Merkel, ha vaticinado que la Unión Europea (UE)
necesitará "cinco años o más" de austeridad para superar la crisis
económica, en un congreso regional de su partido, la Unión Demócrata Cristiana
(CDU).
Merkel
ha vuelto a defender la austeridad como receta para salir de la crisis que
acucia a Europa y, en especial, a la zona euro.
A
sus socios, les ha pedido que "aguanten la respiración durante cinco años
o más".
Es
más, ha recalcado que "cualquiera que piense que esto (la situación
económica europea) puede resolverse en uno o dos años, está equivocado".
Merkel ha enfatizado que la UE camina por la senda de la recuperación.
Quienes
recuerdan las semanas anteriores a la temida explosión de la bomba del milenio
en enero del 2000, quizás pueden imaginarse cómo va a ser la cuenta atrás hacia
el llamado fiscal cliff (precipicio fiscal) después de la victoria de Barack
Obama en las elecciones presidenciales del pasado martes.
Y,
en ambos casos, el grado de alarmismo empieza a hacer sospechar que hay
intereses detrás.
Como
si tratase del plan diabólico del villano de una nueva película de James Bond,
la política fiscal estadounidense está preprogramada para autodestruirse el
próximo uno de enero, provocando una megaexplosión de subidas de impuestos y
recortes de gasto que —según advierte el Fondo Monetario Internacional—
"abortaría la recuperación económica e infligiría graves efectos
secundarios sobre los socios comerciales de EE.UU.".
No
es sólo el modelo económico el que se agota, también el político: los chinos
son cada vez más críticos con el régimen y la tensión social crece.
Para
los chinos, quedó claro que esta década de auge trajo también mayores llamados
de apertura económica y política.
En
el terreno económico, China enfrenta grandes desafíos, que reflejan su
contradictoria condición de segunda economía mundial y país de renta media
baja.
"China
debe cambiar su modelo de desarrollo y prestar más atención a la calidad del
crecimiento económico.
Antes,
centraba la atención en las inversiones públicas y en el comercio exterior,
pero hoy debe atender un tercer pilar, que es su demanda interna", señaló
a LA NACION Wu Guoping, de la Academia China de Ciencias Sociales.
Ese
incremento del consumo interno podría aliviar la dependencia de la producción
manufacturera y ayudar a encaminar la economía hacia las industrias de
servicios.
Otra
de las tareas más urgentes para completar su transición hacia una economía de
mercado es aplicar reformas que permitan al sector privado competir en
condiciones equitativas.
Uno
de los compromisos de Pekín al entrar a la Organización Mundial de Comercio, en
2001, era permitir el capital privado en la banca, pero 11 años después los
bancos extranjeros aún encuentran dificultades para establecerse en el mercado
financiero de mayor crecimiento en el mundo.
De
igual manera, las empresas privadas encuentran grandes dificultades para
acceder a créditos, que en cambio son concedidos a las firmas estatales a tasas
preferenciales.
Una
de las preguntas más espinosas es precisamente qué hacer con las mastodónticas
empresas estatales.
Reformadas
a finales de los 90, pasaron de arrojar pérdidas a consolidar sólidos monopolios
que reportaron una enorme rentabilidad.
Pero
esas ganancias se deben en gran medida a las condiciones favorables para
obtener préstamos, subsidios, tierra y mercados casi cautivos.
"Las
empresas estatales deben dejar de ser un brazo administrativo y gozar de
monopolios para introducir una verdadera gobernanza corporativa", advirtió
la influyente revista independiente Caixin.
La
gestión de esas empresas también deja mucho que desear gracias a un sistema
poco transparente en el que, como sucede mucas veces en China, la política y
los negocios van de la mano.
Chen
Tonghai, el ex presidente de la petrolera estatal Sinopec, fue condenado, en
2009, por haber recibido 28 millones de dólares en sobornos.
Además,
sus gerentes suelen tener rango dentro del Partido Comunista y son, con
frecuencia, familiares directos de la cúpula del gobierno, lo que genera
suspicacia sobre las fortunas de la elite comunista y sus conflictos de
interés. Li Keming es el vicepresidente de la empresa tabacalera estatal -la
mayor del mundo-, pese a que su hermano Li Keqiang, el próximo premier, es el
encargado de la salud pública.
Y
el hermano del destituido Bo Xilai cobraba 1,7 millones de dólares al frente de
un conglomerado estatal de servicios financieros.
Se
dio una paradoja: surgieron nuevos líderes sin partidos (Carrió, Lavagna,
Macri, De Narváez), y sobrevivieron redes partidarias sin candidatos
competitivos (la UCR, el PJ disidente, el socialismo).
Existen
también otras responsabilidades: las personas y sus egos hicieron que esa
debilidad estructural se convirtiera en un rompecabezas de imposible solución.