lunes, 12 de noviembre de 2012

8 ¾ N; con Lucas Carrasco en Stalag 17.




El audio, en caliente, de lo charlado con Lucas en TTMundial Radio; hacer clic aquí

PD el video, un film de Billy Wilder; que William Holden no quería interpretar. 

Su personaje era demasiado “cínicamente” realista para el publico “americano” de principios de los 50; comienzos del maccartismo. 

Globalizados en Marcha, y el post-kirchnerismo como Interés Académico.


“No soy Kirchnerista, soy peronista desde hace 50 años”
Hacer clic aquí.



Ahora bien, el 8/11, en términos de brocha gruesa, no hubo clase baja en las calles.

La sociedad argentina está escindida, sigue escindida.

Esa gran masa de la Argentina de la pobreza constituye todavía para el Gobierno nacional su reserva electoral más sólida.

También ahí el mayor problema es de representación: el monopolio de hecho que todo gobierno –nacional o local– ejerce en la representación política de las clases pobres argentinas, que contrasta con la ausencia total de representación de las clases medias y altas.

Los pobres, los del medio y los más ricos en la Argentina de hoy comparten muchas visiones, coinciden en muchas demandas, pero mientras los pobres tienen cómo canalizarlas a través de mecanismos de representación, los del medio y los de arriba sólo tienen voz si salen a la calle.

¡Menudo desafío para quienes aspiran a ser políticos de profesión!

El dilema argentino, por Manuel Mora y Araujo, 11/11/12.
Sociólogo. Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella, hacer clic aquí.




El Partido Justicialista (PJ) o “peronista” argentino representa desde hace tiempo un misterio para los analistas.

Si bien su fuerza electoral está más allá de toda discusión, la debilidad e inactividad de la burocracia partidaria y de los cuerpos formales dirigenciales ha llevado a numerosos estudiosos a describir la organización de este partido como inexistente.

Asimismo, algunos especialistas descalificaron al partido peronista original como un “cadáver”[1] o como “poco más que un apéndice de las instituciones estatales”[2] y en el mismo sentido, el PJ contemporáneo ha sido descripto como un “simple membrete”[3] o un “comité electoral” dirigido por un pequeño círculo de “operadores” en Buenos Aires.[4]

Otra mirada de la organización del PJ revela, sin embargo, una llamativamente distinta visión.

El PJ contemporáneo conserva una enorme infraestructura de base y sus cerca de cuatro millones de miembros (afiliados) lo hacen uno de los partidos democráticos más grandes del mundo.

Por otro lado, sus profundas raíces sociales y organizacionales en las clases bajas y trabajadoras de la sociedad le han posibilitado sobrevivir a décadas de proscripción, la muerte de su carismático fundador, y más recientemente, la negación de su tradicional programa socioeconómico.

¿Cómo puede el PJ ser simultáneamente tan débil y tan fuerte?

Una de las mayores razones de esta confusión es que cuando los analistas investigan al PJ tienden a buscar en el lugar equivocado.

La atención en la debilidad de la estructura formal del PJ oscurece la vasta organización informal que lo rodea.[5]

La organización peronista consiste en una densa colección de redes personales (que operan desde sindicatos, clubes, ONGs y a menudo desde la casa de los militantes) que están en gran medida desconectadas (y son autónomas) de la burocracia partidaria.

Aunque estas redes no pueden ser encontradas en los estatutos y archivos del partido, proveen al PJ de una extensa conexión con las clases bajas y trabajadoras de la sociedad.

No obstante la impresionante cantidad de literatura existente sobre el peronismo, escasa investigación se ha realizado acerca de la organización del PJ,[6] y virtualmente no se ha realizado ningún trabajo sobre la estructura informal del partido.

Como resultado de esto, conocemos muy poco acerca de cómo funciona el PJ, particularmente en el ámbito local.

Una “Des-Organización Organizada”, Septiembre 2008
Organización informal y persistencia de estructuras partidarias locales en el peronismo argentino
Steven Levitsky, Assistant Professor of Government, Harvard University




El peronismo tiene una organización de base mucho más fuerte que cualquier otro partido político en toda América latina y puede arrasar en las urnas.

Se organiza muy bien.

Recogió la herencia y la retórica de cuidar a los obreros, que es muy importante.

Veamos una diferencia con mi país.

En los Estados Unidos no existe una izquierda.

Sí existe una derecha.

Erick Langer, 24 de septiembre de 2012.
Director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown, en Washington, donde funcionará la Cátedra Argentina.



Durante siete años Zarazaga trabajó en la Villa Mitre y otros barrios obreros de la zona.

Allí tomó contacto con la pobreza.

Se relacionó con la gente y conoció sus necesidades y preocupaciones.

Conoció también a muchos punteros políticos y se sacudió algunos (sólo algunos) preconceptos adquiridos en un hogar que, afirma, "no era peronista justamente, sino más bien todo lo contrario".

Uno de esos preconceptos dice que la hegemonía del peronismo en las villas es una aberración política.

Ya no piensa lo mismo.

Conocer la realidad de las villas lo llevó a revisar algunas opiniones.

"Un poco peronista me hice -dice con humor-, ahora valoro su presencia allí.

Es común decir que los punteros son vagos, que cobran por hacer nada, pero no es cierto.

La mayoría trabaja de sol a sol, y al que no trabaja, la misma gente de la villa lo saca a patadas, porque le exige respuestas".

Esto equivale a decir que a falta de una presencia real del Estado, el Estado, en este caso, son los punteros.

No son reyes, son lo que hay.

"Son reconocidos como el Estado por sus vecinos y manejan recursos del Estado".

Así es, según Zarazaga, como construyen una relación con la gente, acumulan capital político y se ganan cierta reputación, que a su vez supone una responsabilidad, porque "cuando hay un chico con un ataque de asma a las 3 de la mañana, cuando alguien necesita atención de urgencia o realizar un trámite, la respuesta pasa por el cura o el puntero".

Claro que la que se establece es una relación absolutamente utilitaria.

Y por partida doble.

"Nadie come vidrio, ni el puntero ni el votante: no hay una recreación de la figura de Evita a través del puntero, y de hecho casi nadie en la villa sabe quién fue Perón.

Es pragmatismo puro", asegura Zarazaga.
………..

La contrapartida al plan social, la bolsa de comida, el favor o la ayuda es, claro está, el voto.

No hay una relación directa, por supuesto.

Pero hay una relación.

"Si después los pobladores de las villas votan al puntero, no es porque estos ejerzan un monitoreo de los votantes.

Esto puede funcionar, pero sólo marginalmente.

Lo votan porque es el único que está, el único que les ofrece soluciones.

Lo necesitan porque no hay nadie más".

Es un sistema arbitrario, admite Zarazaga, pero "desde otros partidos no han intentado siquiera tener presencia en los barrios pobres".

Es decir, la matriz del clientelismo no está siendo disputada.

Y la importancia política de esta realidad cobra relevancia si se considera que tiene lugar en distritos que, combinados, representan el 35 por ciento del electorado argentino.

El desafío, estima Zarazaga, es ver de qué manera esta red clientelar puede ser transformada en una herramienta de promoción social más transparente y menos caprichosa.

A su juicio, iniciativas como la asignación universal por hijo no están concebidas para terminar con los punteros, porque éstos "retienen el manejo de la información".

Para su tesis, que desarrolla junto al profesor Robert Powell, una verdadera eminencia y un especialista en la aplicación de la teoría de juegos para analizar conflictos internacionales, 

Zarazaga realizó durante los últimos cuatro años el trabajo de campo y mantuvo entrevistas con 120 punteros políticos de la provincia de Buenos Aires.

Rodrigo Zarazaga, el jesuita que desde Harvard estudia las redes clientelares