“No soy Kirchnerista,
soy peronista desde hace 50 años”
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Ahora bien, el 8/11, en términos de brocha gruesa, no hubo clase baja en las calles.
La sociedad argentina está escindida, sigue escindida.
Esa gran masa de la
Argentina de la pobreza constituye todavía para el Gobierno
nacional su reserva electoral más sólida.
También ahí el mayor problema es de representación: el monopolio de
hecho que todo gobierno –nacional o local– ejerce en la representación política
de las clases pobres argentinas, que contrasta con la
ausencia total de representación de las clases medias y altas.
Los pobres, los del medio y los más ricos en la Argentina de hoy
comparten muchas visiones, coinciden en muchas demandas, pero mientras los pobres tienen cómo canalizarlas a través de
mecanismos de representación, los del medio y los de arriba sólo tienen voz si
salen a la calle.
¡Menudo desafío para quienes aspiran a ser políticos de profesión!
El dilema argentino,
por Manuel Mora y Araujo, 11/11/12.
El Partido Justicialista (PJ) o “peronista” argentino representa desde
hace tiempo un misterio para los analistas.
Si bien su fuerza electoral está más allá de toda discusión, la
debilidad e inactividad de la burocracia partidaria y de los cuerpos formales
dirigenciales ha llevado a numerosos estudiosos a describir la organización de
este partido como inexistente.
Asimismo, algunos especialistas descalificaron al partido peronista
original como un “cadáver”[1] o como “poco más que un apéndice de las instituciones
estatales”[2] y en el mismo sentido, el PJ contemporáneo ha sido descripto como
un “simple membrete”[3] o un “comité electoral” dirigido por un pequeño círculo
de “operadores” en Buenos Aires.[4]
Otra mirada de la organización del PJ revela, sin embargo, una
llamativamente distinta visión.
El PJ contemporáneo conserva una enorme infraestructura de base y sus
cerca de cuatro millones de miembros (afiliados) lo hacen uno de los partidos
democráticos más grandes del mundo.
Por otro lado, sus profundas raíces sociales y organizacionales en las
clases bajas y trabajadoras de la sociedad le han posibilitado sobrevivir a
décadas de proscripción, la muerte de su carismático fundador, y más
recientemente, la negación de su tradicional programa socioeconómico.
¿Cómo puede el PJ ser simultáneamente tan débil y tan fuerte?
Una de las mayores razones de esta confusión es que cuando los
analistas investigan al PJ tienden a buscar en el lugar equivocado.
La atención en la debilidad de la estructura formal del PJ oscurece la
vasta organización informal que lo rodea.[5]
La organización peronista consiste en una densa colección de redes
personales (que operan desde sindicatos, clubes, ONGs y a menudo desde la casa
de los militantes) que están en gran medida desconectadas (y son autónomas) de
la burocracia partidaria.
Aunque estas redes no pueden ser encontradas en los estatutos y
archivos del partido, proveen al PJ de una extensa conexión con las clases
bajas y trabajadoras de la sociedad.
No obstante la impresionante cantidad de literatura existente sobre el
peronismo, escasa investigación se ha realizado acerca de la organización del
PJ,[6] y virtualmente no se ha realizado ningún trabajo sobre la estructura
informal del partido.
Como resultado de esto, conocemos muy poco acerca de cómo funciona el
PJ, particularmente en el ámbito local.
Una “Des-Organización
Organizada”, Septiembre 2008
Organización informal
y persistencia de estructuras partidarias locales en el peronismo argentino
Steven Levitsky, Assistant
Professor of Government, Harvard University
El peronismo tiene una organización de base mucho más fuerte que
cualquier otro partido político en toda América latina y puede arrasar en las
urnas.
Se organiza muy bien.
Recogió la herencia y la retórica de cuidar a los obreros, que es muy
importante.
Veamos una diferencia con mi país.
En los Estados Unidos no existe una izquierda.
Sí existe una derecha.
Erick Langer, 24 de
septiembre de 2012.
Director del Centro
de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown, en Washington, donde
funcionará la
Cátedra Argentina.
Durante siete años Zarazaga trabajó en la Villa Mitre y otros
barrios obreros de la zona.
Allí tomó contacto con la pobreza.
Se relacionó con la gente y conoció sus necesidades y preocupaciones.
Conoció también a muchos punteros políticos y se sacudió algunos (sólo
algunos) preconceptos adquiridos en un hogar que, afirma, "no era
peronista justamente, sino más bien todo lo contrario".
Uno de esos preconceptos dice que la hegemonía
del peronismo en las villas es una aberración política.
Ya no piensa lo mismo.
Conocer la realidad de las villas lo llevó a
revisar algunas opiniones.
"Un poco peronista me hice -dice con
humor-, ahora valoro su presencia allí.
Es común decir que los punteros son vagos, que
cobran por hacer nada, pero no es cierto.
La mayoría trabaja de sol a sol, y al que no
trabaja, la misma gente de la villa lo saca a patadas, porque le exige
respuestas".
Esto equivale a decir que a falta de una
presencia real del Estado, el Estado, en este caso, son los punteros.
No son reyes, son lo que hay.
"Son reconocidos como el Estado por sus
vecinos y manejan recursos del Estado".
Así es, según Zarazaga, como construyen una
relación con la gente, acumulan capital político y se ganan cierta reputación,
que a su vez supone una responsabilidad, porque "cuando hay un chico con
un ataque de asma a las 3 de la mañana, cuando alguien necesita atención de
urgencia o realizar un trámite, la respuesta pasa por el cura o el
puntero".
Claro que la que se establece es una relación absolutamente utilitaria.
Y por partida doble.
"Nadie come vidrio, ni el puntero ni el
votante: no hay una recreación de la figura de Evita a través del puntero, y de
hecho casi nadie en la villa sabe quién fue Perón.
Es pragmatismo puro", asegura Zarazaga.
………..
La contrapartida al plan social, la bolsa de comida, el favor o la
ayuda es, claro está, el voto.
No hay una relación directa, por supuesto.
Pero hay una relación.
"Si después los pobladores de las villas
votan al puntero, no es porque estos ejerzan un monitoreo de los votantes.
Esto puede funcionar, pero sólo marginalmente.
Lo votan porque es el único que está, el único
que les ofrece soluciones.
Lo necesitan porque no hay nadie más".
Es un sistema arbitrario, admite Zarazaga, pero
"desde otros partidos no han intentado siquiera tener presencia en los
barrios pobres".
Es decir, la matriz del clientelismo no está
siendo disputada.
Y la importancia política de esta realidad
cobra relevancia si se considera que tiene lugar en distritos que, combinados,
representan el 35 por ciento del electorado argentino.
El desafío, estima Zarazaga, es ver de qué
manera esta red clientelar puede ser transformada en una herramienta de
promoción social más transparente y menos caprichosa.
A su juicio, iniciativas como la asignación
universal por hijo no están concebidas para terminar con los punteros, porque
éstos "retienen el manejo de la información".
Para su tesis, que desarrolla junto al profesor
Robert Powell, una verdadera eminencia y un especialista en la aplicación de la
teoría de juegos para analizar conflictos internacionales,
Zarazaga realizó
durante los últimos cuatro años el trabajo de campo y mantuvo entrevistas con
120 punteros políticos de la provincia de Buenos Aires.
Rodrigo Zarazaga, el
jesuita que desde Harvard estudia las redes clientelares