lunes, 26 de marzo de 2012

El espectro “Rosa”, que recorre Europa, mientras relojea al Partido Dominante del Leproso de la Globalización Financiera.





Proliferan los think tanks, las fundaciones, los blogs y los grupos de debate en los que se intenta poner en marcha programas e iniciativas y donde, sobre todo, se aspira a recuperar el optimismo e identificar los más pequeños “brotes verdes” de su ideología.

La debacle de los últimos años fue tan imponente (perdieron el Gobierno en prácticamente todos los países en los que tenían el poder, desde Suecia a Grecia, pasando por Alemania, Francia, España y Reino Unido) que lo primero es convencerse ellos mismos de que el declive no es algo definitivo.

El Proceso de Ámsterdam, The Next Left, The Good Society son solo algunos de esos centros de discusión, que se van extendiendo por toda la UE, incluida España, donde, además de la Fundación Ideas, que dirige Carlos Mulas, han empezado a aparecer otros foros más pequeños.

Un grupo de 25 jóvenes militantes y simpatizantes del PSOE acaba de lanzar, en medio de la dramática campaña electoral andaluza, un blog que quiere alimentar el debate.

Lo primero es animarse, pero lo segundo es lograr que el electorado comience a pensar que la derecha no es tan buena gestora de crisis como se cree.

“Angela Merkel y Nicolas Sarkozy no llegaron al poder como reformadores neoliberales, sino como mejores gestores que la socialdemocracia.

Ahora, los electores se dan cuenta de que no basta con estar en contra del socialismo.

El tiempo está ahora de nuestro lado”, asegura a EL PAÍS Pär Nuder, exministro sueco de Economía y animador del debate en su propio país.

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Lo que parece bastante claro es que son muy pocos los socialdemócratas europeos que defienden una “vuelta atrás” y un abandono de lo que se llamó la Tercera Vía, de Tony Blair, o la Neue Mitte, de Gerhard Schröder.

“Cada vez que hemos pensado que la solución estaba en lo que llaman ‘un regreso a los principios’, nos hemos quedado veinte años en la oposición”, comenta, con ironía, un exministro socialista español.

“Yo me considero un socialdemócratarevisionista”, afirma Olaf Cramme, presidente del think tank Policy-Network.

“Creo en la ‘misión central’ de la socialdemocracia, pero reconozco que es necesario revisar, evaluar continuamente las maneras de conseguir ese objetivo progresista y, si es necesario, modernizar esos medios”.

La socialdemocracia, admite, ha fracasado en su objetivo de reducir la desigualdad, pero “la retórica altisonante y una fe ciega en la redistribución a veces nos ha hecho más mal que bien”.

Según Cramme, reducir la desigualdad requiere “decisiones difíciles y una aproximación no dogmática” al problema.

Pär Nuder no se siente cómodo con la definición de “revisionista”.

“Yo me siento un típico socialdemócrata escandinavo: alguien que cree firmemente en la interdependencia entre el crecimiento económico y el desarrollo, por un lado, y la seguridad social y la igualdad, por otro”.

Nuder no confía demasiado en un giro europeo.

“Toda la política es local, algo que parecen haber olvidado en Europa”, afirma.

“Los problemas de Europa no se resolverán a nivel supranacional, sino que cada país debe hacer sus deberes”, añade.

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Nuder cree que la socialdemocracia ganó la guerra sobre el Estado de bienestar, pero que perdió la batalla sobre cómo manejarlo.

“El paro y una seguridad social debilitada son las principales razones de la desigualdad y de las brechas sociales.

Hablar de igualdad de oportunidades es una mala excusa para no abordar el paro o para no fortalecer la seguridad social”, clama.

Su partido acaba de elegir como nuevo líder a un dirigente del poderoso sindicato del metal, Stefan Lofven, partidario de un enfoque parecido.

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Los partidos socialdemócratas, como el SPD alemán, los laboristas británicos, el PSOE español o el SAP sueco se convirtieron ya hace tiempo en “catch-all parties”, una denominación ya clásica para definir ofertas electorales que atraen a votantes de distintas y amplias capas sociales.

“Incluso en circunstancias sociales tan alteradas como la actual, la socialdemocracia trata de crear alianzas programáticas entre la clase media preocupada por la solidaridad, por un lado, y los trabajadores y los más desfavorecidos de la sociedad, por otro”, mantiene Julian Nida-Rümelin, influyente filosofo alemán, en un trabajo para la Fundación Ebert, y eso ha sido compatible hasta ahora con su voluntad de ser “catch-all parties”.

“No hay ninguna base a la que volver ni principios eternos que cuidar”, escribe el ministro de Asuntos Exteriores australiano, el laborista Bob Carr.

La debacle de Wall Street, asegura, no ha provocado una nueva fe en la socialdemocracia, pero lo cierto es que, en la mayoría de las ocasiones improvisando y casi por intuición, esa socialdemocracia ha logrado frenar las mayores desigualdades.

“Dejemos de pensar en grandes ideas”, propone, y dediquémonos a resolver los problemas cotidianos de la gente.

“Ese es un buen camino”.

Stewart Wood, asesor del líder laborista británico, Ed Miliband, defiende también que solo los socialdemócratas tienen los valores para hacer que el capitalismo se comporte de manera “decente”.

“Deberíamos estar orgullosos de actuar como el freno de esos excesos, de haber peleado por un capitalismo responsable, defendiendo salarios mínimos, inversiones en sanidad y en educación, servicios públicos eficaces…”.

“Tenemos que transmitir optimismo sobre lo que la política puede conseguir”, asegura.

José María Maravall, destacado sociólogo y exministro socialista español, prepara precisamente un nuevo libro en el que mantiene que la igualdad ha sido la promesa más característica de los programas de los partidos socialdemócratas europeos, la que más beneficio electoral les ha aportado y que, sin embargo, durante los Gobiernos socialdemócratas la desigualdad no se redujo.

Pese a todo, “la diferencia entre los efectos distributivos de la socialdemocracia y la derecha es muy acusada si se analizan sus años de gobierno”, explica Maravall.

“Los Gobiernos de derecha incrementaron mucho las diferencias entre el sector más rico y el más pobre.

Cuando gobernó la socialdemocracia se atenuó esa desigualdad, aunque la reducción es mucho menos acusada que el incremento que provoca el gobierno de la derecha”.

La socialdemocracia redistribuye poco, menos de lo que promete, pero los liberales redistribuyen mucho menos, demuestran las estadísticas analizadas.

La respuesta al problema de la desigualdad (que es distinta a la discriminación) sigue siendo la mayor dificultad con que tropieza la socialdemocracia, porque se trata de un principio fundamental de la izquierda, pero que está ligado también al principio del crecimiento económico.

La socialdemocracia evade la respuesta a los cambios que deben ser introducidos para luchar contra la desigualdad porque implica modificar el Estado del bienestar, advierte Maravall.

“Igualdad de trato no significa redistribuir”.





Clientelismo Andaluz y el “Voto Cautivo”; ¿Cultura de Culpa o Cultura de Vergüenza?













PD, para los estimados amigos y críticos que me explican como funciona el IP; la cuestión de fondo es el ESFUERZO que realiza La Nación para captar a los lectores que, desde la Argentina, buscan data en los portales que NO SON argentinos.
Ahí esta la madre del borrego, existe un “vacío” que los medios nacionales no pueden llenar; y la Tribuna de Doctrina, a diferencia del resto de los Medios Opositores y Oficialistas, se “arremanga” y sale al toro.
Por lo tanto, los “Idóneos” de la Comunicación deberían despertarse de la siesta, para explicar, como mínimo, porque sucede.