"Pro es el único partido de izquierda que hay en el país"
"Ahora tenemos un peronismo que es todo: es la extrema derecha, es
el centro, es el centro izquierda, es la extrema izquierda, es la democracia y
es el terrorismo, es la demagogia y es la insensatez... Todo es el
peronismo", denunció
Vargas Llosa llamó a “votar por Macri” y embistió contra el peronismo
Peronismo para todos y todas
El «significante» es en
verdad el último avatar filosófico del déspota.
Es verdad que, en el centro, las comunidades rurales quedan atrapadas y
regladas en la máquina burocrática del déspota, con sus escribas, sus
sacerdotes, sus funcionarios; pero, en la periferia, las comunidades emprenden
una especie de aventura, con otra clase de unidad, nomádica en este caso, en
una máquina de guerra nómada, y se descodifican en lugar de dejarse
sobrecodificar.
Hay grupos enteros que se escapan, que se nomadizan: no como si
retornasen a un estadio anterior, sino como si emprendiesen una aventura que
afecta a los grupos sedentarios, la llamada del exterior, el movimiento.
El nómada, con su máquina de guerra, se opone al déspota con su máquina
administrativa; la unidad nomádica extrínseca se opone a la unidad despótica
intrínseca.
Y, a pesar de todo, son fenómenos tan correlativos y compenetrados que
el problema del déspota será cómo integrar, cómo interiorizar la máquina de
guerra nómada, y el del nómada cómo inventar una administración del imperio
conquistado.
En el mismo punto en el que se confunden, no dejan de oponerse.
El discurso filosófico nació de la unidad imperial, a través de muchos
avatares, los mismos que conducen desde las formaciones imperiales hasta la
ciudad griega.
E incluso en la ciudad griega el discurso filosófico mantiene una
relación esencial con el déspota o con su sombra, con el imperialismo, con la administración
de las cosas y de las personas (se encuentran todo tipo de pruebas de ello en
el libro de Léo Strauss y Kojève sobre la tiranía).
El discurso filosófico siempre ha permanecido en una relación esencial
con la ley, la institución y el contrato que constituyen el problema del
Soberano, y que atraviesan la historia sedentaria que va de las formaciones
despóticas hasta las democráticas.
El «significante» es en verdad el último avatar filosófico del déspota.
….
Es decir, un discurso ante todo nómada, cuyos enunciados no serían
productos de una máquina racional administrativa, con los filósofos como burócratas
de la razón pura, sino de una máquina de guerra móvil.
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Pero, por otra parte, el nómada no es necesariamente alguien que se
mueve: hay viajes inmóviles, viajes en intensidad, y hasta históricamente los
nómadas no se mueven como emigrantes sino que son, al revés, los que no se
mueven, los que se nomadizan para quedarse en el mismo sitio y escapar a los
códigos.
Sabemos que el problema revolucionario, hoy, consiste en hallar una
unidad de las luchas puntuales que no reconstruya la organización despótica o
burocrática del partido o del aparato de Estado: una máquina de guerra que no
remitiría a un aparato de Estado, una unidad nomádica en relación con el
Afuera, que no se sometería a la unidad despótica interna.
Esto es quizá lo mas profundo de Nietzsche, la medida de su ruptura con
la filosofía tal y como aparece en el aforismo: haber hecho del pensamiento una
máquina de guerra, una potencia nómada.
E incluso aunque el viaje sea inmóvil, aunque se haga sin moverse del
lugar, aunque sea imperceptible, inesperado, subterráneo, hemos de preguntar: ¿quiénes son hoy los nómadas?
…
La anarquía y la unidad son una sola y misma
cosa, no la unidad de lo Uno, sino una más extraña unidad que sólo se reclama
de lo múltiple.