"La
Argentina te queda chica, comprá dos números más"
Carlos Salim Balaá
Cuando se
investiga el modo en que las comunidades primitivas segmentarias han sido
sustituidas por otras formaciones de soberanía, cuestión que Nietzsche plantea
en la segunda disertación de La genealogía, vemos que se producen dos fenómenos
estrictamente correlativos, pero del todo diferentes.
Es verdad
que, en el centro, las comunidades rurales quedan atrapadas y regladas en la
máquina burocrática del déspota, con sus escribas, sus sacerdotes, sus
funcionarios; pero, en la periferia, las comunidades emprenden una especie de
aventura, con otra clase de unidad, nomádica en este caso, en una máquina de
guerra nómada, y se descodifican en lugar de dejarse sobrecodificar.
Hay grupos
enteros que se escapan, que se nomadizan: no como si retornasen a un estadio
anterior, sino como si emprendiesen una aventura que afecta a los grupos
sedentarios, la llamada del exterior, el movimiento.
El
nómada, con su máquina de guerra, se opone al déspota con su máquina
administrativa; la unidad nomádica extrínseca se opone a la unidad despótica
intrínseca.
Y, a pesar
de todo, son fenómenos tan correlativos y compenetrados que el problema del
déspota será cómo integrar, cómo interiorizar la máquina de guerra nómada, y el
del nómada cómo inventar una administración del imperio conquistado.
En el mismo
punto en el que se confunden, no dejan de oponerse.
El
discurso filosófico nació de la unidad imperial, a través de muchos avatares,
los mismos que conducen desde las formaciones imperiales hasta la ciudad
griega.
E
incluso en la ciudad griega el discurso filosófico mantiene una relación
esencial con el déspota o con su sombra, con el imperialismo, con la
administración de las cosas y de las personas (se encuentran todo tipo de
pruebas de ello en el libro de Léo Strauss y Kojève sobre la tiranía) (e).
El
discurso filosófico siempre ha permanecido en una relación esencial con la ley,
la institución y el contrato que constituyen el problema del Soberano, y que
atraviesan la historia sedentaria que va de las formaciones despóticas hasta
las democráticas.
El
«significante» es en verdad el último avatar filosófico del déspota.
Si Nietzsche
se separa de la filosofía es quizá porque es el primero que concibe otro tipo
de discurso a modo de contra- filosofía.
Es
decir, un discurso ante todo nómada, cuyos enunciados no serían productos de
una máquina racional administrativa, con los filósofos como burócratas de la
razón pura, sino de una máquina de guerra móvil.
Las “Masas” de Canetti = lo
Dionisiaco de Nietzsche.
En el mismo pasaje
Schopenhauer nos ha descrito el
horrible espanto que conmociona al hombre cuando, de repente, en las formas de conocimiento del
fenómeno ya no sabe a qué atenerse mientras el principio de razón parece que
sufre, en una cualquiera de sus configuraciones, una excepción.
…
Hay hombres que, por falta de
experiencia o por estupidez, se apartan de tales fenómenos como de enfermedades
del pueblo, ridiculizándolos o lamentándolos desde el sentimiento de su propia
salud: los pobres no sospechan, desde luego, qué cadavérico y fantasmagórico es
el aspecto que tiene precisamente esa salud suya cuando pasa junto a ellos en
plena efervescencia la vida ardiente de los entusiastas dionisíacos.
…
Ahora el esclavo es
hombre libre, ahora se rompen, todas las rígidas, hostiles delimitaciones que
la necesidad, la arbitrariedad o la moda atrevida han establecido entre los
hombres.
Ahora, en el evangelio
de la armonía de los mundos, cada cual se siente no sólo unido, reconciliado,
fundido con su prójimo, sino hecho uno con él, como si el velo de Maya estuviera
roto y tan sólo revolotease en jirones ante lo misterioso Uno-primordial.
Cantado y bailando se
exterioriza el hombre como miembro de una comunidad superior: ha desaprendido a
andar y a hablar y está en camino de alzar el vuelo por los aires bailando.
En sus gestos habla la
transformación mágica.
Así como ahora los
animales hablan y la tierra da leche y miel, así también en él resuena algo
sobrenatural: se siente dios, él mismo ahora anda tan extático y erguido como
veía en sueños que andaban los dioses.
….
Esta divinización de la
individuación, cuando es pensada como imperativa y prescriptiva, conoce una
sola ley, el individuo, es decir, el mantenimiento de los límites del
individuo, la mesura en sentido helénico.
Apolo, en cuanto
divinidad ética, exige mesura de los suyos, y, para poder mantenerla, conocimiento
de sí mismo.
Y así, la exigencia del
«conócete a ti mismo» y de «¡no demasiado!» marcha paralela a la necesidad
estética de la belleza, mientras que la autopresunción y la desmesura fueron
reputadas como los demones propiamente hostiles, peculiares de la esfera
no-apolínea, y por ello como cualidades propias de la época pre-apolínea, la
edad de los titanes, y del mundo extra-apolíneo, es decir, el mundo de los
bárbaros.
Hegemonía “muda”, peronismo de guerra
y su “triaje” socio económico; aporte de @HealeyParera