"Precrime has cut
down felonies by ninety-nine and decimal point eight percent."
En las últimas cuatro
décadas aquella sociedad móvil, integrativa y continua, toda matices, se ha
partido en dos: blanco y negro.
Es posible realizar un
análisis más complejo, pero la brecha actual se impone por su contundencia y
por su novedad.
Como nunca
antes, la Argentina
tiene hoy un mundo de la pobreza, enorme -casi la mitad de los argentinos-,
compacto y coherente.
Tiene su
propia organización, centrada en asegurar la subsistencia; tiene sus ideas,
valores y sentidos de la vida, muy distintos de los de la sociedad integrada;
tiene un tipo de relación con la ley y el Estado completamente singular.
Un mundo tan
fascinante como terrible, en el que vive la mitad de nuestros compatriotas.
La pobreza se ha
convertido en algo natural.
Lo que asombró en 2001
hoy forma parte del paisaje cotidiano.
Los mundos
no están separados.
No sólo son
frágiles los límites que unos quieren poner, con rejas o servicios de
vigilancia.
También han
surgido quienes sacan su beneficio, haciendo negocios o políticas.
El puestero
de La Salada o
el puntero barrial, al igual que el dealer , son eslabones de cadenas
que llevan muy lejos, y unen, a su manera, los mundos escindidos.
Un análisis
cuidadoso destacaría los múltiples contactos entre ambas Argentinas.
Pero una buena
fotografía basta para convencernos de que la brecha existe.
Hoy, efectivamente,
hay dos Argentinas.
Es curioso
que quienes discuten apasionadamente sobre la brecha ideológica no la pongan en
relación con esta brecha social.
Quizá porque
aquélla, como otras veces antes, transcurre en el mundo de lo imaginario, donde
por ejemplo es posible decir que desde hace diez años se está
"incluyendo" a los pobres.
En el mundo
de la sociedad concreta es más difícil decirlo y, sobre todo, creerlo.
Algún día
habrá que suturar la brecha ideológica.
Pero me parece que
quienes se proponen empezar a reconstruir una Argentina "normal"
-como decía el difunto presidente Kirchner- deben proponerse como prioridad el
reintegrar a los pobres al país, y volver a tener una sola Argentina.
La otra gran fractura que divide al país: ricos
y pobres
Por Luis Alberto Romero | Para
LA NACION ; hacer
clic aquí.
Nobody talks
about "resilience" when all is well.
The ability to bounce
back, stronger than ever, after having been knocked for six, is what is
required now, both by the global economy, by governments and by companies.
As such, resilience
could perhaps be defined as a mixture of determination, ability and hope that
everything will be all right in the end.
"Resilient"
is one of the two buzzwords at the World Economic Forum's annual meeting this
week.
The other buzzword is
"dynamism".
…………
The need to stabilise
the shaky world economy is perhaps the biggest challenge facing the leaders in
Davos.
There will be much
talk about how the eurozone crisis can be solved, what the next step should be
in the US where a debt ceiling still casts a dark shadow over optimism, and about how income inequality has become a problem for all -
rather than merely an advantage for haves over have-nots.
Experts will
be here to tell the leaders why it matters.
They will
tell them that more infants die during recessions than during economic booms,
and that girls are more affected than boys.
The shortcomings of
modern medicine will be highlighted.
Again, there
will be experts on hand to tell the leaders about rising resistance to
antibiotics, about the way a hyperconnected world can quickly spread pandemics,
or about concerns about how it is foolhardy to be complacent in a world where
genetic mutation often outpaces human innovation.
Global security will
be high on the agenda too, its importance - to both companies and governments,
citizens and employees alike - highlighted by the Algerian hostage situation
and the subsequent shoot-out that in the end cost so many lives.
Davos 2013: 'Dynamic resilience' in a volatile
world
By Jorn Madslien, BBC News, hacer clic aquí.
Este año
Davos se convierte en uno de esos sensores globales en los que se puede
observar con más claridad cómo el mundo está realmente cambiando.
Y más allá de los
temas que se tratan, tiene mayor interés el hecho de que acudan ciudadanos de
diferentes partes del mundo, con más preguntas que
respuestas, poniendo de manifiesto en los debates que lo único que al parecer ha
venido para quedarse es la incertidumbre.
En estos foros,
frecuentemente se recurre a la naturaleza, como por otra parte recomendaba ya
Juvenal.
En años
anteriores se hablaba de crecimiento orgánico, organizaciones híbridas, o
incluso de ecología industrial.
Sin embargo,
hemos debido dejar agotada la biología, que tradicionalmente era la ciencia que
más términos prestaba al management, sustituyéndola por la física.
Y más
concretamente por la física de los materiales, tratando de explicar los
problemas del mundo y de las empresas.
Quizá ésta
sea la principal razón por la que este año, además de seguir debatiendo sobre
la evolución de los acontecimientos, se tratan de identificar las
características de aquellas organizaciones que son capaces de soportar estas
nuevas circunstancias y recuperarse, de la misma manera que algunos materiales
son capaces de recuperar su forma pese a que hayan sido sometidos a una gran
tensión.
Esta
propiedad se denomina resiliencia.
Se trata de avanzar en
lo que Nassim Taleb, en su reciente superventas, denomina la antifragilidad.
Una
propiedad observable en líderes capaces de crear organizaciones que se
robustecen también con el desorden, cuestión que a simple vista parece
contradictio in adjecto cuando hablamos de empresas.
Unas organizaciones
que están especialmente diseñadas para tratar siempre de operar en el monopolio
de las ventajas competitivas.
La
resiliencia es un concepto interesante y evocador que nos enseña cómo las
organizaciones del siglo XXI evolucionan desde la efímera creación de
capacidades para competir hacia un estadio más interesante, como es el
desarrollo de competencias diferenciales que las hacen más fuertes y
atractivas.
Convencidos
en un mundo globalizado de que hoy cualquier capacidad tecnológica o de capital
es fácilmente imitable, la fuerza diferenciadora realmente sólo puede residir
en su gente, y la forma y propósito en los que este talento se organiza.
Davos y la dinámica de la resiliencia