Llegan más hinchas
a Río y en Brasil dicen que los argentinos "están por todas
partes"
En busca de un
sueño.
La prensa brasileña
se hizo eco del masivo desembarco de cara a la final de mañana.
Desde Aeroparque y
Ezeiza hoy partirán 22 vuelos.
Blaise Pascal
escribió que seguir una pelota, como cazar un animal, nos precipita
en la diversión, cuyo efecto equipara al débil con el poderoso en
la evitación del sufrimiento.
En esa escena el rey
y el súbdito se liberan por igual.
Cuando el hombre se
divierte, dice Pascal, no piensa en las miserias cotidianas de la
familia y el trabajo o en las desgracias de la sociedad. Habita otro
tiempo y otro espacio.
Bailar, jugar a la
pelota, cazar: fórmulas universales para eludir la finitud y la
angustia.
Está muy bien, es
legítimo podría decirse.
Si no fuera por un
detalle argentino: bajo el carisma del juego quedó oculto que un
vicepresidente, presumiblemente deshonesto, representó a la nación
en su más importante celebración histórica.
Cansados de gritarle
solamente al mar, la tarde del viernes, centenares de hinchas cortan
la calle y le cantan su pasión a los automovilistas.
La escena se da
justo enfrente del Copacaban Palace, el hotel de la FIFA.
Los "motoristas"
de los ómnibus y los taxistas se enojan.
La policía en menos
de un minuto los corre de la avenida Atlántica y los deposita en la
playa.
El piquete festivo
llega a concretarse mientras en la terraza del hotel hay una
recepción y una banda toca bossa nova.
Los invitados
parecen tener cara de contar con tickets para la final.
Abajo, en la calle,
miles de argentinos, casi todos vestidos de futbolistas, se contentan
con estar en suelo brasileño cuando empiece a rodar la pelota en el
Maracaná.
"Me están
pidiendo 6 mil dólares por un entrada categoría 3.
Me vuelvo mañana y
lo veo tranquilo en casa...", cuenta un argentino que estuvo en
San Pablo para ver Argentina-Suiza.
Revendedores y
cerrajeros son los más beneficiados en este fin de semana de tantos
argentinos sueltos por Copacabana.
No importa
como termine el partido, la cuestión es que las Clases Altas y
Medias se “vulgarizan”, actuando como si fueran “lúmpenes
bonapartistas”.
Las decenas, o
cientos, de miles que fueron a Brasil; no son precisamente las Clases
Populares o Sectores Medios bajos.
Mas bien se
superponen con quienes reclamaban el 8N; ejemplo paradigmático del
Deber Ser Republicano.
Los
“defensores” del Orden Natural de las Cosas están “muertos”,
por mas que lo nieguen en sus Columnas de Opinión.
Mientras que
quienes proponen “lo Nuevo para superar lo Caduco”, trabajan a
destajo, y no se convencen ni ellos mismos.