lunes, 3 de enero de 2011

"...la diferencia entre un estado y una banda de desorientados está a tiro de decreto"

La pregunta es, ¿cuánto hay que desmantelar para convertir a un idílico ciudadano neoyorquino en un desaforado bonaerense?
¿Cuánto hay que meterle el dedo en el ojo para que su inclinación comunitaria dé lugar a un tirapiedras como Dios manda?
No se trata de poner a prueba a los que luchan toda la vida, los imprescindibles, hablamos de los que quieren ir y volver del trabajo y que haya electricidad para iluminar el arbolito.