“+Aníbal” Bojos,
Partisano dialéctico de calidad superior, se hace el “muertito” cuando la taba
de la data viene de culo.
Hace bien, es su “misión”, tiene que mantener la “tensión” lo más que
pueda; aunque los resultados de Octubre sean a esta altura secundarios.
Lo “concreto y real” arranca en Noviembre, telegrama contra telegrama,
escuela contra escuela, circunscripción contra circunscripción, municipio
contra municipio, Sección contra Sección.
Y las Secciones, “agitadas” pero JUNTAS, contra TODOS los que están más allá
de la General Paz
y Arroyo del Medio.
¿Quieren Presidente?, no queda otra que peregrinar a las Agrupaciones y Básicas
de la “Campaña”, antes que los Estudios y Redacciones de la “Gran Aldea”.
Sergio Tomas, ¿puede hacer la Gran
Scioli , sin considerar a Giustozzi, Acuña, Cariglino, de la Torre , Katopodis, Andreotti,
etc.?
Ni hablar si quiere hacer la “Si Carlos” o “Si Néstor”; automáticamente los
“Coroneles Verdes” cerrarían filas con los “Coroneles Azules”, que hayan sobrevivido
a la Masacre.
Y esperan “negociar” cada poroto propio a precio de oro.
Verdes, Azules, y hasta los “Rojos” (boinas blancas”; comenzaron sus carreras
durante los 80, y tienen perfectamente en claro el valor relativo de lo “superestructuras
y lo mediático” frente a la contundencia de la Auftragstaktik DESDE
las Bases.
Que, para colmo de males, el Compañero Cardenal la puso de “moda” en el Transtevere.
En fin; la Concertación Plural
2.0 del 2007 es, apenas, un poco mejor que el Tercer Movimiento Histórico 1.5 del
1983; impulsando a rajatabla, por Balcarce 50 desde el 2010, la “superación del
peronismo”.
Pero el tiempo es cruel, estamos en 2013,y solo la Organización “supera”
la biología; aunque se trate de la Santa
Madre , que tiene dos milenios en sus espaldas.
Der Krieg ist das Gebiet der Ungewißheit; drei Vierteile
derjenigen Dinge, worauf das Handeln im Kriege gebaut wird, liegen im Nebel
einer mehr oder weniger großen Ungewißheit.
Carl von
Clausewitz: Vom Kriege
Sábado 29
de junio de 2013
En cierto
sentido, la política argentina se ha simplificado y banalizado, dejando en pie
una organización dominante y una demanda popular extendida.
La
organización es el peronismo, la demanda consiste en introducir cambios
cosméticos, que mantengan el crecimiento económico y disminuyan la inflación y
la inseguridad.
Las
instituciones, desgraciadamente, ocupan un plano secundario en relación con
estas prioridades.
Massa
conoce la herramienta y la solicitud, y buscará su oportunidad.
No habrá
épica, sino pragmatismo, y los de afuera serán de palo.
De todos
estos fenómenos, la perennidad del peronismo es quizá lo más relevante,
constituyéndose, una vez más, en el enigma intelectual a descifrar.
En esta
búsqueda, el desafío de Massa al poder presidencial arrastrando intendentes,
sindicalistas y otros líderes de base actualiza la
brillante tesis de Steven Levitsky: la lozanía peronista se cifra en un juego
dinámico entre una base preexistente, territorial y conservadora, y una cima
presidencial fluida y cambiante, todo aceitado por el poder estatal a distintos
niveles.
Según este
politólogo, el peronismo es antes un fenómeno organizacional que ideológico.
Una
"desorganización organizada", como lo llamó con sorna.
Eso
explicaría el giro de 180 grados entre el nacionalismo económico y el
neoliberalismo, sin afectar la estructura del movimiento ni sacrificar franjas
decisivas de su electorado.
Juan Perón
lo intuyó en la mejor tradición weberiana, aunque no consta que leyera al
alemán: la organización es la heredera del carisma.
Sábado 14
de septiembre de 2013
Si por
debajo de los cambios de denominación, y de las fragmentaciones y alineamientos
ocurridos en tres décadas, se mantiene la premisa de que existió una oferta
electoral afín al peronismo y otra al radicalismo, se comprobará que ellas
acapararon masivamente los votos en disputa.
Hace 30
años, como hace 30 días.
Los datos
son concluyentes.
En las
siete elecciones presidenciales del período considerado, la suma del voto
peronista y radical varió entre el 85%, en 1989, y el 98% en 2011, arrojando un
promedio del 92%.
Es decir que
9 de cada 10 argentinos votaron a los herederos de Perón o de Alem, descartando
otras alternativas.
En ese
marco, se observa un avance del voto peronista en detrimento del radical.
Esta
tendencia, insinuada en la década del 90, se afirmó luego de la crisis de
principio de siglo y continúa profundizándose.
En las
elecciones presidencial de 2003, las fórmulas peronistas se alzaron con el 61%
de los votos, mientras que las ligadas al radicalismo debieron conformarse con
algo más del 30%.
En 2007, el
voto panradical se recuperó, trepando al 41%, pero en 2011 el peronismo acaparó
cerca del 70% de la masa electoral.
Las PASO
confirmaron esa hegemonía: el peronismo tiene casi el 60% del electorado
nacional y en la provincia de Buenos Aires sus diversas fórmulas obtuvieron el
80%.
En
perspectiva histórica, la contundencia de las cifras habla más de una cultura
política que de una configuración electoral.
No se vota
ya por identidades precisas, pero los argentinos no aprecian opciones por fuera
de las conocidas e instaladas.
La
estabilidad de la demanda cristaliza la oferta.
A la hora
de elegir presidente oscilamos entre el peronismo y el panradicalismo.
Uno es el
socio mayor; el otro, el menor.
Por eso sus
debates son más ruidosos que sustantivos.
En ese
contexto, otros proyectos políticos, como el de Pro, parecen condenados a ser
minorías culturales.
A la
izquierda le ocurre lo mismo.
Sábado 29
de junio de 2013
Como quería
su fundador, el justicialismo vence al tiempo, aunque las condiciones ahora son
distintas.
No es
necesario una actitud salvadora, ni refundacional.
Al cabo de
una década de relativa recuperación, la Argentina mayoritaria oscila entre el consumo y
la indignación, y aguarda la vuelta del esplendor para despolitizarse.
Acaso Massa
le venga como anillo al dedo.
Pero aún es
temprano, no probó su liderazgo y hay otros postulantes.
En cualquier
caso, el eterno peronismo garantizará el desenlace.