En Don Camilo y
Peponne, vemos una Italia en llamas.
En
Sicilia, USA le entrega la Isla a la
Maffia, en pago por los servicios prestados.
Guardando en la manga, la secesión e incorporación a los Estados Unidos,
Savatore Guiliano era el abanderado.
En el Norte comunistas y católicos se enfrentan, por el alma de Italia y los cuerpos hambrientos, de aquellos que sufrieron la ocupación alemana.
Stalinistas y Tradicionalistas católicos, son hombres de dogma, a los que no les tiembla el pulso frente a los herejes.
Pero la miseria y los años de represión, son un limite infranqueable.
La sociedad no soporta mas y la realidad impone en ambos una nueva manera de ver el mundo.
Los comunistas, deben aceptar, que la Fe te da una esperanza de poder llegar a mañana.
Aunque sean el Partido mas importante de Occidente, la solidaridad internacionalista no arriesgara una guerra mundial por la península.
La cuestión Nacional, es importante para los proletarios, es uno de los elementos fundamentales de su identidad.
Los católicos reconocen, a pesar de la abominación atea, que la teoría tiene un viso de verdad.
La pobreza y el hambre son injustificables, y no se solucionan compartiendo la caridad de lo que sobra.
Hay que compartir el hambre, nace el testimonio social moderno.
El mártir reafirma su fe junto a los que sufren, la militancia es la de San Francisco y Santa Clara, lo demás es pura
hipócresia.
Tartufos del siglo
XX.
La opción por los Pobres fermenta en la tierra del Papado, Juan
XXIII y Pablo VI.
Ambos están obligados a convivir, a integrar la conducción del Estado y nace la
Lottizacione.
Con todas las trampas,
agrachadas y corruptelas, que la política
mediterranea puede permitirse.
Que estallara 50 años mas tarde con la Mano
Pulitte, cuando el fantasma de
Marx se esta disolviendo.
Leer los libros de
Guareschi, no solo enseña como nacieron estas corrientes tan importantes de la historia mundial.
También dan el marco para entender la historia Argentina de los 50 a los 70 inclusive.
Si tienen la oportunidad de ver las películas de
Fernandel, se divertirán y
comprenderan, las pequeñas miserias de los protagonistas.
La carrera por dar la hora antes que el otro.
El Militante comunista, que gana la Quiniela y no quiere compartir el premio con el partido, que es Roma
Ladri.
El Cura, que para dar un casamiento religioso, maniobra para conseguir una estación de servicio
ESSO como dote.
Pero en el fondo, siempre lo importante son los pobres, donde eligió nacer el Niño Dios.
Esos pobres que son comunistas convencidos, pero si la Patria esta en peligro, pondrán el pecho como en el
Isonso.
Todo nacido de la mente de un italiano, que creo el
eslogan, "En el cuarto oscuro, Dios te ve,
Stalin no".
Que paso 409 días preso, por descubrir el pedido de De
Gasperi a los Aliados, de bombardear la periferia de Roma;
negandose a recibir el indulto.
Si los Tradicionalistas y los
Estalinistas, pudieron tener la
imaginacion para superar los escollos y lograr el Milagro Italiano; los Argentinos podemos hacerlo.
Como despedida unos párrafos con mucha actualidad
- ¡Han llegado los víveres americanos! - exclamó. Han pegado manifiestos diciendo que puede irse a buscar el paquete en la casa parroquial. Fideos blancos, leche envasada, mermelada, azúcar y manteca. El manifiesto ha causado mucha impresión.
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Durante todo el día la gente formó fila delante de la rectoral, y don Camilo reventaba de alegría porque los víveres eran buenos y abundantes y la gente estaba contenta.
- Después ustedes me dirán si las cosas que les darán los rojos serán mejores que éstas - decía don Camilo.
- Los rojos sólo darán grandes paquetes de bolas - contestaban todos.
Entre los rojos también había pobres, pero ninguno se presentó, y éste era el solo fastidio de don Camilo, el cual se había preparado una fórmula especial también para ellos: "No te correspondería porque ya recibes un montón de cosas de Stalin; sin embargo, que te aproveche, compañero; aquí tienes tu paquete". Pero de ésos ninguno se presentó y cuando fueron a avisarle que el Flaco, escondido detrás de una planta, anotaba los nombres de los que iban a retirar el paquete, don Camilo comprendió que debería guardarse su famosa frase dentro del cuerpo.
A las seis de la tarde todos los pobres "normales" habían recibido lo suyo: todavía quedaba el montoncito destinado a los pobres "especiales". Entonces don Camilo fue a abrirse con el Cristo del altar mayor.
- Jesús - dijo, ¿veis esto?
- Veo, don Camilo. Y todo esto es muy conmovedor, porque es gente pobre que necesita tanto como los demás, pero obedece más a sus jefes que a su hambre. Y así le quita a don Camilo la satisfacción de humillarla con su sarcasmo.
Don Camilo bajó la cabeza.
- Caridad cristiana no significa dar lo superfluo al menesteroso, sino dividir lo necesario con el menesteroso. San Martín dividió su capa con el pobrecillo que temblaba de frío: ésta es caridad cristiana. Ni tampoco, cuando partes tu único pan con el hambriento, debes arrojárselo como se arroja un hueso a un perro. Hay que dar con humildad: agradecer al hambriento haberte concedido dividir con él su hambre. Hoy tú has hecho solamente beneficencia y ni siquiera has distribuido entre los menesterosos lo superfluo tuyo, sino lo superfluo de los demás: así que no ha habido ningún mérito en tu acción. Con todo eso no te sentías humildísimo como hubieras debido serlo, pues tu corazón estaba lleno de veneno.
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El hijo de Tormento era aquel niño famoso, flaco y pálido, de ojos grandes, que don Camilo había corrido una vez. Un niño que hablaba poco y miraba mucho. Ahora, sentado a la mesa de la cocina estaba contemplando con ojos asombrados a su padre, quien, sombrío y ceñudo, abría con un cuchillo el tarro de mermelada.
- Después - dijo la madre. Antes los tallarines, después la leche condensada con la polenta y después la mermelada.
La mujer llevó a la mesa la sopera y empezó a revolver la pasta humeante. Tormento fue a sentarse junto a la pared, entre el aparador y el hogar, y se estuvo contemplando como un espectáculo al muchacho que con sus grandes ojos, ahora seguía las manos de la madre, ahora miraba el tarro de mermelada, ahora el tarro de leche condensada, como perdido en medio de tanta alegría.
- ¿No vienes? - preguntó la mujer a Tormento.
- No, yo no como - barbotó él.
La mujer se sentó frente al niño y se aprestaba a llenarle de fideos el plato, cuando se abrió de golpe la puerta y entraron Pepón y el comisario federal.
El comisario miró los fideos y cogiendo los tarros leyó los rótulos.
- ¿Dónde has tomado estas cosas? - le preguntó con voz áspera a Tormento, que se había levantado y lo miraba pálido.
El comisario federal esperó por unos instantes una respuesta que no llegó; después, con suma calma, levantó las cuatro puntas del mantel, las juntó, levantó el bulto y, abierta la ventana, arrojó todo a la zanja. El niño temblaba, y con las dos manos levantadas delante de la boca, miraba aterrorizado al comisario federal. La mujer se había pegado a la pared, y Tormento, en medio de la pieza, con los brazos colgantes parecía petrificado.
El comisario se dirigió a la puerta; llegado al umbral, se volvió.
- El comunismo es disciplina, compañero. Quien no lo comprende, váyase.
La voz del comisario sacudió a Pepón que arrimado a la pared habíase quedado mirando con la boca abierta, pareciéndole un sueño.
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- Debe ser el voto más decidido de toda la comuna - le explicó a su mujer. Así: zac, zac, y Garibaldi triunfa para vergüenza de los vendidos y los explotadores.
Pepón se sentía fuerte y seguro de sí como nunca, y recibida la boleta, se encaminó hacia el "cuarto oscuro" con jactancia feroz: Sólo puedo dar un voto, pensó, ¡pero lo daré con tanta rabia que debe valer por dos!
Se encontró en la penumbra del cuarto con la boleta abierta y el lápiz apretado entre los dedos.
En el secreto del cuarto oscuro Dios te ve y Stalin no : pensó en la frase leída sobre uno de los pequeños manifiestos que el maldito aparato había lanzado en el mitin e instintivamente se dio vuelta, pues le parecía sentir que alguien, detrás, lo estaba mirando. ..........................
Una gran bandera roja le pasó ante los ojos y Pepón dirigió el lápiz hacia la estrella con Garibaldi. Pero el rostro pálido del hijo de Tormento se le apareció sobre la hoja. América, si gana el Frente, ya no nos dará nada, le susurró al oído la voz de don Camilo. ¡Viles!, contestó Pepón, apretando los dientes. ¡Cien mil italianos prisioneros en Rusia no han vuelto! le susurró otra vez al oído la voz pérfida de don Camilo.
¡No debían ir!, contestó con ira Pepón. Pero se le apareció la vieja Bacchini, que ya no quería votar más por nadie porque ningún Partido podía hacerle volver de Rusia al hijo, y Pepón se mordió los labios. Compañero, le susurró entonces al oído la voz dura del comisario federal, el comunismo es disciplina. Pepón apuntó decidido el lápiz contra la estrella con Garibaldi, pero oyó de nuevo la voz pérfida de don Camilo
- ¿Quién llenó las fosas de Katin?
- ¡Son invenciones infames!, respondió Pepón. ¡Eres un puerco vendido al extranjero!
Pero justo en ese momento le saltó a la cabeza la medalla de plata de don Camilo y su propia medalla de plata. Las oyó tintinear como si chocaran una con otra, y daban el mismo sonido.
- ¿Y quién mató a Pizzi? susurró de nuevo la voz de don Camilo.
- Yo no he sido , balbuceó Pepón. ¡Usted sabe quién ha sido!
- Lo sé , respondió pérfida la voz de don Camilo. Ha sido ése, ese mismo que está escondido bajo la estrella con Garibaldi. Ustedes ya lo han matado una vez a Pizzi. ¿Por qué quieren matarlo otra vez?
Pepón acercó la punta del lápiz al cuadradito con la estrella y Garibaldi.
- Voto por todos aquellos que los otros nos han matado , dijo.
De repente oyó la voz del que fue jefe suyo durante la Resistencia, el saragatiano que había sido bajado de la tribuna y golpeado:
- Felices aquellos que quedaron para siempre allá en los montes, compañero Pepón .
- ¡Carne maldita!, susurró la voz de don Camilo. Si no hubieran muerto allá arriba, también a ellos ustedes los habrían golpeado.
Pensó en el comisario que le arrebataba la comida al hijo de Tormento. Pensó en el hijo.
Pepón vio que la punta del lápiz temblaba, pero una gran bandera roja ondeó ante sus ojos y lo reanimó.
- Contra todos los explotadores del pueblo que se enriquecen con nuestro sudor , dijo con rabia acercando la punta del lápiz al cuadrado con la estrella y Garibaldi.
- No es tu bandera, susurró la voz pérfida de don Camilo, y una tela tricolor ondeó ante los ojos de Pepón .
- ¡No, yo no traiciono! ¡Es inútil, malditos!, dijo Pepón acezando e inclinándose sobre la boleta.
Poco después salió, y cuando entregó la boleta temía que le preguntaran qué había hecho durante todo ese tiempo.
Pero advirtió que habían pasado solamente cuatro minutos y recobró el ánimo.
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- ¡Infames! - gritó Pepón agitado. ¡Ustedes son la ruina de la pobre gente!
- Interesante - observó don Camilo. ¿Vienes a hacerme un discurso?
- ¡Ustedes llenan la cabeza de la pobre gente con sus mentiras!
Don Camilo aprobó con una señal de la cabeza.
- Perfectamente; pero ¿por qué vienes a decírmelo precisamente ahora?
Pepón se desplomó sobre una silla y se tomó la cabeza entre las manos.
- Usted me ha arruinado - dijo con voz angustiada.
Don Camilo lo miró.
- ¿Estás loco?
- No - dijo Pepón. Ahora ya no lo estoy; pero lo estaba esta mañana y he cometido un delito.
- ¿Un delito?
- ¡Sí, yo, Pepón, yo, el jefe de los trabajadores, yo, el alcalde, he votado en blanco!
Pepón escondió nuevamente la cabeza entre las manos y don Camilo le sirvió una copa de vino y se la puso delante.
- ¡Pero si perdemos lo mato, porque la culpa es suya! - gritó Pepón levantando de golpe la cabeza.
- De acuerdo - respondió don Camilo. Si el Frente pierde por un voto, me matas. Si pierde por dos o tres millones, el asunto de tu voto pasa a segundo orden.
Pepón pareció impresionado.
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- Estas cosas debemos saberlas solamente nosotros dos - dijo amenazador.
- De acuerdo - contestó don Camilo.
En cambio fue enseguida a contarle todo al Cristo del altar mayor.
Y después le encendió al pie dos gruesos cirios:
- Éste, porque le habéis ahorrado el remordimiento de votar por Garibaldi, y éste porque le habéis evitado el de haber votado por un Partido que no es el suyo.
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http://it.wikipedia.org/wiki/Giovannino_Guareschi