martes, 26 de enero de 2010

Recuerdos del Futuro 2.

Cada semana se publica en la revista Noticias un nuevo capítulo de la historia de la Alianza por Rodolfo Terragno.
En esta nueva entrega, el plan político interno que en sus manos tuvo Fernando De La Rúa, redactado por quien sería el primer Jefe de Gabinete, y no se atrevió a aplicar.

Vaya a saber por qué, nos hemos acostumbrado a llamar “transición” a un interinato o a una espera.

La palabra, en su acepción latina, significa “pasar más allá”, y se aplica a la “transformación”; al “cambio”. La Real Academia quiere que se la use para designar “la acción y el efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto”.

El 12 de agosto de 1999, cuando fui a verlo a De la Rúa, le llevaba un plan para organizar una transformación.

Faltaban 73 días para las elecciones y 120 para que entráramos a la Casa Rosada. Nadie dudaba de nuestro triunfo, y nosotros teníamos cuatro meses para preparar ese pasaje de un estado a otro distinto.

Eran, para De la Rúa, tiempos de ajetreos y frenesí proselitista. Habría sido inútil entregar el plan en la forma de un grueso volumen. Opté por una sinopsis presentada en PowerPoint.

El primer archivo se titulaba “Preparación para el Gobierno” y enumeraba lo que –creía yo-- debíamos hacer entre ese instante y el 10 de diciembre. La diapositiva de apertura decía:

·“Quedan solamente 120 días.
· Recibiremos la caja vacía.
· Debemos elegir —ya-- a los 100 futuros funcionarios clave.
· Lo ideal: tenerlos trabajando full time y a sueldo; no en los “ratos libres” y como voluntarios.
· A falta de eso: “directores de equipo”, con tareas asignadas y responsabilidad personal ante el candidato.
· No producir “diagnósticos” ni “documentos” sino decretos y leyes indispensables para firmar al minuto de haber asumido.”


El archivo siguiente era: “Con la decisión de gobernar ocho años”. El texto partía de una premisa: “Si el siguiente período no es encabezado por De la Rúa, no será encabezado por ningún otro dirigente de la Alianza”. El razonamiento, que luego repetí a La Nación, era sencillo y tajante:

· “Si la gestión de los primeros cuatro años es exitosa, en 2003 habrá reelección”.
· Si la gestión fracasa, en 2003 habrá, otra vez, justicialismo. O algún Chávez”.


No se trataba de cometer el pecado de gula electoral. Así no estuviere pensando en la reelección, De la Rúa debía iniciar su gobierno con la fuerza, los planes y el equipo de quien se apresta a un largo liderazgo. Era necesario que se impusiera a sí mismo (e impusiera a los demás) la meta más ambiciosa. Hasta las medidas de coyuntura debían ser parte de un plan de largo aliento, 1999-2007.

Por si los argumentos “abstractos” no lo persuadían, agregué uno bien “concreto”: “Notificar que el objetivo es el 2007 prevendrá las internas que (si se considera el breve período 1999-2001) podrían darse en la Alianza y hasta en el gobierno mismo”.

Aquél plan exigía:

1. “Concentrar poder en el Ejecutivo” . De la Rúa carecería de las ventajas que había tenido Menem: mayoría propia en ambas Cámaras del Congreso, gobiernos provinciales –en su mayoría— afines, y sindicatos dóciles.

Los justicialistas recordarían, de repente, la “atenuación del poder presidencial”: una serie de cortapisas constitucionales que (para lograr su reelección) Menem había aceptado en 1994; pero que, con el Ejecutivo y el Legislativo en manos del PJ, había quedado en el olvido.

El PJ no sólo querría transferir funciones del Ejecutivo al Congreso. También trataría de “descentralizar” decisiones, en favor de las provincias; y fortalecer los entes reguladores, en detrimento de las Secretarías y otros órganos del poder administrador.

Entre mi sugerencia había criterios generales (“favorecer a las provincias, no a los gobernadores”) y recomendaciones precisas; como la de impedir que se creara un “super-ente regulador”, postulado desde el PJ como órgano “plural” y “estable”, pero destinado a convertirse en un Ministerio de Obras y Servicios Públicos, paralelo y fuera de control.

2.“Ampliar la base de apoyo parlamentario”. La renovación parcial del Congreso –donde el PJ tenía mayorías abrumadoras— obligaría a “cohabitar”. Las proyecciones de los encuestadores sugerían que la Alianza no tendría quórum propio en Diputados (128) y que el PJ se quedaría con 55% de las bancas del Senado. El plan que le presenté a De la Rúa consistía en:

· “Dar un giro a la campaña electoral y promover intensamente, en cada distrito, a nuestros candidatos a legisladores nacionales.
· Concentrar esfuerzos en aquellos distritos donde estamos más cerca de obtener una representación adicional.
· Una vez constituido el nuevo Congreso, procurar acuerdos orgánicos con partidos provinciales e independientes con representación parlamentaria.
· Mientras se mantengan unidos, y actuando siempre a la luz del día, negociar con los senadores y diputados del PJ.
· En asuntos donde ellos muestren fisuras, dejar que sus contradicciones se manifiesten”.


3. “Disciplinar a los bloques” . La reconversión de nuestros bloques (que debían pasar de opositores a oficialistas) no admitía demoras. Antes del 10 de diciembre, “todos nuestros legisladores nacionales deberían suscribir un Compromiso de Acción Parlamentaria, sobre la base del programa de la Alianza”. Los presidentes de ambos bloques –a mi juicio—tenían que asegurar el cumplimiento de ese compromiso. “Dada nuestra posición minoritaria en el Senado (y el equilibrio inestable que habrá en Diputados) no podemos permitirnos el lujo de alimentar individualismos. Frente a temas controvertidos, deberá haber discusión en los bloques, pero luego cada legislador deberá votar como lo haya decidido la mayoría”.

4. “Colocar a la Alianza bajo el liderazgo del Presidente” . Después de un gobierno fuerte (el de Menem) y dada la situación institucional (Congreso opositor, la mayoría de las provincias en poder del justicialismo), el Presidente necesitaba tener, en su propia fuerza, un liderazgo no cuestionado. “No puede haber dobles lealtades. La Alianza en pleno debe responder al Presidente de la República. Hay que plantearlo muy claramente desde el principio. La Alianza todavía no es distinta de los partidos que la componen; pero todos deben aceptar que el Presidente está por encima de cualquier lealtad partidaria. Lo mismo debe quedar claro a todos los sectores internos de la UCR”.

De la Rúa, en síntesis, debía: ejercer a pleno las funciones del Ejecutivo, ingeniárselas para “cohabitar” con la oposición sin caer en sus manos, y asegurarse el firme respaldo de la Alianza.

No se trataba, sin embargo, sólo de sujetar bien fuerte las riendas del gobierno. Según mi propuesta, De la Rúa tendría que responder, lo antes posible, a dos demandas: higienización del Estado y recuperación económica.

Ante todo, su asunción debía marcar una frontera entre la corrupción y la decencia. “En el campo de la ética es donde más posibilidad hay de dar respuesta rápida”, decía mi escrito.“Para eso se necesita:

· Una austeridad ostentosa.
· Un Código de Ética Pública y un órgano de aplicación con plenos poderes.
· Presión sobre el Ministerio Público para que se vea obligado a actuar de inmediato ante cualquier caso de posible corrupción, sea de funcionarios o ex funcionarios.
· Rechazo de cualquier negociación política que implique impunidad.
· Cuidado con la teoría de los “casos paradigmáticos”, que puede derivar en el mero sacrificio de “chivos expiatorios”.
· No persecución indiscriminada.
· Urgente ratificación de la Convención Anti-Corrupción de la OCDE.
· Adecuación de las leyes nacionales a esa Convención: standards de contabilidad y medidas para prevenir la contabilidad paralela, falsas entradas y falsa documentación.
· Extradición por cohecho.
· Movilización comunitaria, promovida desde el gobierno, en favor de la transparencia en todos los órdenes de la vida social.”


Un gobierno fuerte y cristalino era indispensable para enfrentar lo que se avecinaba. Sin embargo, ese gobierno se mostraría impotente si no asumía con un plan económico y una estrategia para resistir las presiones de los mercados.

El último archivo de PowerPoint estaba destinado al tema:

· “Con convertibilidad, no se puede tener déficit fiscal. Si hay déficit, hay que vender activos (ya se vendió casi todo) o salir a buscar dinero prestado.
· Cuando un gobierno sale a buscar dinero, queda preso de los mercados. Ceder a las presiones, no resuelve sino que agudiza el problema: como ocurría con los planteos militares al gobierno de Frondizi, cada concesión alimenta una nueva demanda.
· Hay que equilibrar las cuentas públicas y reducir, así, la dependencia. La disciplina fiscal es, hoy, progresista.
· La mejor manera de equilibrar las cuentas públicas es actuar por el lado de los ingresos: políticas activas para aumentar el producto y plan para combatir la gran evasión impositiva (50% de la recaudación).
· Negociar con gobiernos nacionales, organismos internacionales y acreedores; no quedar, como hoja al viento, dependiendo enteramente de los mercados financieros.”


De la Rúa me dijo que el plan era “muy bueno” pero, por dichos de otros supe que le parecía inaplicable.

Nombrar un equipo de 100 “futuros funcionarios” era un ejercicio “costoso” que, además, podía provocar una “interna prematura”. La palabra “reelección” no debía ni ser pronunciada: nos indiferenciaba de Menem, a quien habíamos descalificado por aferrarse al poder. El panegírico del “Presidente fuerte” sonaba “acomodaticio” en nuestras bocas, de las cuales habían surgido infinitos alegatos en pro de una democracia “semi-parlamentaria”. Oponernos a la “descentralización” era “borrar con el codo” lo que habíamos “escrito con la mano”. Forzar un liderazgo único era exponerse a acusaciones de “personalismo”. Imponer una “férrea disciplina parlamentaria” era, además de irrealista, incongruente con el espíritu abierto de la Alianza. Trazar una estrategia para soslayar a los mercados financieros era “poner la cabeza en la guillotina”.

Las consecuencias de lo que no se hizo, son inverificables. Hay sólo un indicio a favor de aquél plan desechado: De la Rúa hizo todo lo contrario y, a poco de asumir el gobierno, su poder empezó a diluirse.

13 de Julio del 2002, Revista Noticias.

8 comentarios:

Sombra dijo...

Impresionante, Manolo. Muy bueno.

Sombra dijo...

“Para eso se necesita:
· Una austeridad ostentosa.
· Un Código de Ética Pública y un órgano de aplicación con plenos poderes.
· Presión sobre el Ministerio Público para que se vea obligado a actuar de inmediato ante cualquier caso de posible corrupción, sea de funcionarios o ex funcionarios.
· Rechazo de cualquier negociación política que implique impunidad.
· Cuidado con la teoría de los “casos paradigmáticos”, que puede derivar en el mero sacrificio de “chivos expiatorios”.
· No persecución indiscriminada.
· Urgente ratificación de la Convención Anti-Corrupción de la OCDE.
· Adecuación de las leyes nacionales a esa Convención: standards de contabilidad y medidas para prevenir la contabilidad paralela, falsas entradas y falsa documentación.
· Extradición por cohecho.
· Movilización comunitaria, promovida desde el gobierno, en favor de la transparencia en todos los órdenes de la vida social.”

La única recomendación que Kirschner no siguió sino que hizo todo lo contrario: será por eso que " a poco de asumir el gobierno (de Cristina), su poder empezó a diluirse?"

Anónimo dijo...

Terragno siempre tuvo una dosis de irrealidad muy fuerte que impregna a algunos sectores de la clase media argentina. "Una austeridad ostentosa" con quien? con Loperfido? Felgueras? con Gallo? que estaban vendiendo piles de oso cuando ni siquiera habian llegado al bosque?
No brar una "Comision de Etica Publica y darle plenos poderes" es el remedio contra la corrupcion? a quien nombras ahi? a Aguad, a Sanz y a Morales? por favor... nos toma por tontos.

Sombra dijo...

Anónimo, todo lo que hizo Kirschner desde el 2003 demuestra que la dosis de irrealidad de Terragno no es tan fuerte como vos crees. Salvo en "ese" punto es como si T. hubiera escrito para K.

Es cierto que en el 99 para un De la Rua era impracticable y, casi seguro, era impracticable para cualquiera. Había que tocar fondo primero: corralito, default, devaluación, para poder patear y salir para otro lado. Pero eso no invalida el programa de Terragno.

Por último: si fué posible encontrar a los candidatos para una Corte Suprema independiente y prestigiosa ¿porqué hubiera sido imposible en el 2003 lo de la Comisión de Etica Pública y demás recomendaciones sobre ese tema? Si lo hacía, K compraba legitimidad para varios lustros. Pero ésta sí que es una hipótesis irrealista porque todos sabemos porque K no podía tomar ese camino.

Andrés dijo...

Sombra,

Dudo que lo de la comisión de ética sea practicable en los próximos 10-15 años.

La sociedad tiene que reclamar algo así muy fuertemente, y la mentalidad individualista actual no cuaja con iniciativas semejantes, que requieren mucho esfuerzo y tiempo y cuya retribución el ciudadano no la ve en lo inmediato.

Además, si ciertos sectores sociales usan la cooptación para ganar poder político (véase hnos Colombi en Corrientes, usando la maquinara estatal a full para hacer clientelismo), el gobierno se ve obligado a ofrecer otro tanto para no perder apoyos.

Esto último lo digo no para chicanear sino para ver que no se puede zafar del esquema perverso sin quedar aislado.

Finalmente, hay que entender que a NCK le pegan por lo que hizo. O sea, con comisión de ética y todos los chiches, algo le habrían inventado para denenestarlo. Son los intereses los que arman las posiciones, no la imagen.

Saludos,

Andrés

Sombra dijo...

Andrés, no quisiera desviarme de lo que propone Manolo que es la lectura que hace Terragno en el 99 de cuales son las condiciones y cuales los caminos. Y digo que la bandera de la transparencia fué la única, entre las que señala Terragno, que Kirschner no levantó; porque ese es su punto debil. Y que ahí hay que buscar las razones de su pérdida de legitimidad política. Barrionuevo lo sintetizó con claridad insuperable en su momento. Si el kirschnerismo no pudo encarar esa épica, porque sus compromisos con el mundo de los negocios vinculados al Estado se lo impedían, no hay que buscar en otro lado el fracaso del proyecto político. Te darás cuenta que no estoy hablando de plata que compra socios políticos. Aunque no deja de ser significativo que un gobierno que empezó imponiendo su agenda a base de puro liderazgo político, termine, para sostenerse, obligado a comprar a Moyano, a los gordos, a los intendentes y gobernadores; mucha plata y poca política.

Andrés dijo...

Sombra,

Yo no comparto esa visión. El fracaso en todo caso está basado en crear un "relato" no compartido por amplias franjas de la población.

La clase media igual le iba a dar la espalda una vez que el fantasma del 2001 estuviese superado, con o sin bandera.

Uno puede crear mucho protagonismo político, pero si la visión de la sociedad no coincide con la propia, el "andate konchuda" termina imponiéndose.

Lo de la plata es en cierta medida parte de las reglas de juego. No podés tirar un pescado de acuario al Riachuelo porque se muere, no peude sobrevivir en un ambiente así y entonces no te sirve para repoblar la cuenca.

Saludos,

Andrés

Charrua dijo...

Interesante que en NINGÚN lado se menciona abandonar la convertibilidad. Lo que era de hecho el problema central, el asunto que dejaba a un país en recesión casi sin política monetaria y con una politica fiscal seriamente limitada, es el último punto, el tratado más brevemente y con menos rigor.
Todo un diagnóstico, en mi opinión.