sábado, 21 de junio de 2008

Los Chacareros se Clientelizan despenando a la Clase Política.

Hasta me dan lastima, pobrecitos ellos, festejan las “visitas” sin darse cuenta que se cavan la fosa.

No, no hablo de los Chacareros y de los Funcionarios; sino de los Republicos, los Analistas Estrella (Joaquín, Nelson, Magdalena, Mariano, et al), y especialmente los Medios.

Ellos que desesperan por la falta de una Clase Política como en los países serios, violan la primera regla para la supervivencia de esta.

NO deben ser accesibles a la presión de sus representados, alteran los Recoletos Ámbitos de Reflexión, donde consultan entre si los Estamentos Dirigentes.

¿Cómo pueden tomar Decisiones de Estadistas, si amenazan con quemarlos en su despacho?

Populacho exigiendo medidas Demagógicas, hace imposible armar listas Prestigiosas.

La exposición Mediática contrarrestada con el “puertas abiertas” del Comité, donde las preguntas no están pactadas y las repreguntas son embarazosas.

¿Se imaginan a las segundas “figuras” de la CC y el PRO bajando línea o “explicando” las “declaraciones” de sus Conducciones con los Indios Cabreros?

O la ocupación del local ante la intervención por no seguir las “Directivas”.

El “Campo” comportándose como vulgares ganapanes peronistas cuando “aprietan” a la Dirigencia Gremial.

Como la bota de potro, no es para cualquiera, la tension entre las Bases y el Centro es diferente a las mesas de Casablanca o el Castelar.

La máxima de Perón se cumple a rajatabla, “El Hombre es naturalmente bueno, pero es mejor si se lo vigila.

El peronismo puede perder las elecciones del 2009, pero los ganadores…, ¡pobrecitos!

No tienen idea de los que les espera, de SUS votantes hablo, ya lo sufrio la Alianza en el periodo 1999/2001.

–Se suele decir que los pobres no tienen acceso a la ciudadanía toda vez que “la política de los pobres” es de segunda. Los pobres son definidos como rehenes, sometidos a las redes del clientelismo.

–En realidad, son pobres y son ciudadanos, con todas las fuerzas que esos dos términos tienen. La pobreza, incluso en casos muy duros, no disuelve la conciencia del ciudadano. Cuando uno trabaja con gente de sectores populares ve que tienen una conciencia ciudadana mucho más aguda de lo que podría imaginar a priori. Esos tipos, que están en condiciones de vida muy embromadas, tienen posibilidades de desarrollo político más limitadas que otras personas, pero no debe abusarse del concepto de clientelismo. El clientelismo es un punto de vista muy fértil para criticar al Estado o al sistema político, porque es cierto que el deterioro de las condiciones de vida limita las posibilidades políticas. El problema viene después, cuando se piensa en cómo construir fuerzas populares. La idea del clientelismo lleva a un callejón sin salida, porque piensa sólo en términos de dominación negando la potencia que existe para liberarse.

–¿Cómo se defiende el que no tiene trabajo o el que trabajando no puede parar dignamente la olla en el Gran Buenos Aires?

–De varias maneras. Primero, asociándose con los que viven con él y como él. El barrio es el gran organizador de las clases populares actualmente. Hay racimos formidables de organizaciones sociales de toda índole (más o menos estables, más o menos prósperas) que se vertebran alrededor del barrio. Los piqueteros son los más conocidos, pero hay organizaciones religiosas, musicales, murgas, comedores y sociedades de fomento. La miseria empuja a la participación, porque para ganarse la vida hay que moverse, hay que estar en organizaciones, ir a los lugares que tienen recursos.

–La debilidad, según usted, no equivale a pasividad ni a falta de dinámica.

–Porque sos débil tenés que moverte, tenés que ser astuto. Hay una herencia del sindicalismo argentino, que es el enganche entre el Estado y los gremios. Las organizaciones sociales, territoriales, heredaron ese esquema. Yo hice largos trabajos de campo en La Matanza y conocí a (Luis) D’Elía en sus comienzos, en 1986. El decía: “Vamos a pelear por la tierra, pero la tierra debe ir a la cooperativa y la cooperativa transferirlos al barrio, porque ése es el único modo de construir poder popular”. Eso era lo mismo que hacían los sindicatos. No se reclamaba institucionalizar los beneficios. Las organizaciones lograron así poder, pero se encerraron en la búsqueda permanente de recursos. ¿Cuál es el dirigente más exitoso, el más representativo? Aquel que tiene capacidad de conseguir recursos del Estado. Los pobres quedan condenados a participar de modo perpetuo. Lo que se obtiene hoy no sirve para el mes que viene, no es un derecho adquirido. No es una “conquista”. Cuando usted obtenía la jubilación, la incorporaba. Si le dan 100 pesos tiene que reiniciar sus reclamos mañana. Por eso las clases populares participan más que las clases medias.

–¿Exigen o piden?

–Están atrapados entre zafar de su situación actual y promover (digamos) que el mundo mejore. Si usted le pone un micrófono a un dirigente le dice que el problema es el desempleo, pero si habla con un funcionario pide “algo para el barrio”, “algo para ahora”.

–Básicamente ¿sólo pide planes?

–Planes, agua potable, alimentos para los comedores, ayuda del municipio porque se desborda el arroyo, pide que pase una línea de colectivos... Hay una tensión entre distintas organizaciones. Algunas privilegian el reclamo ciudadano y consideran todo el resto como una claudicación. Y hay otras que van a apoyarse más en el principio de realidad, de integrarse más al sistema político.

–¿Cuáles son, en cada caso?

–En las organizaciones de la zona Sur (Teresa Rodríguez, MTD) pareciera que el reclamo de derechos está más presente. En las organizaciones de la zona oeste (FTV, CCC), están más en una cosa de integración y negociación con el sistema político. Pero sería falso pensar que están sólo en una cosa y no en la otra.

–No existe polaridad tipo “revuelta vs. sumisión”.

–No, depende de un millón de cosas. Cómo obra el intendente, quién es el gobernador, cuáles son las políticas públicas...

–¿Las agencias estatales son los únicos sectores interpelados?

–Se busca en otras organizaciones. Se busca dinero, formación. Todo recurso es bienvenido. No es que le dé lo mismo el rock que la bailanta o ser católico que pentecostal, pero eso no quiere decir que esté en condiciones de descartar lo que no se aviene con sus valores. Debe negociar con todos.

–¿Por qué no enrolarse o militar todo el tiempo en alguna organización?

–Porque ninguna de esas organizaciones, ni siquiera el peronismo, está en condiciones de resolverle todos los problemas en tiempos duraderos. El tipo tiene muchos años de carreteo, también sabe que quien hoy es todopoderoso, mañana va a dejar de serlo y no tiene problema en cambiarlo. Coexisten dos registros, el de los criterios propios y de la conveniencia.

–¿Por qué sigue siendo una referencia importante el peronismo, que tanto tuvo que ver con la caída de los trabajadores, con el desempleo, con el desguace del Estado benefactor?

–El peronismo tiene un capital simbólico, el de haber representado como nadie a la clases populares. Y también ha sido el que mejor se adaptó a las nuevas situaciones, aun cuando contribuyó a destruir el mundo del trabajo. Está mucho más atado con la realidad. Hubo un momento clave, en el año ’87. El alfonsinismo, que disputaba las clases populares con la renovación peronista, se encontraba con los ocupantes de tierras y se preguntaba cómo hacer para respetar la institucionalidad (violada por las intrusiones) y para no reprimir. (El luego presidente Eduardo) Duhalde, en la Municipalidad de Lomas, dice “no me importa que las ocupaciones sean ilegales, eso es un hecho. Yo hago mi política social a partir de ese hecho”. El peronismo resolvió esa ambivalencia, sin muchos pruritos legales, pero...

–¿Qué aprendió usted sobre la cultura popular haciendo trabajo de campo en los barrios?

–Hay una forma de sufrimiento de los sectores populares que es la inestabilidad. Las cosas pasan... o no pasan. El colectivo pasa a veces, en otras, deja de pasar y en otras pasa con las puertas cerradas, no para. El médico va a la salita, pero no tiene remedios, los aparatos no andan. Ante situaciones tan inestables, la gente acomoda el tiempo. Parece jugar con gran habilidad entre la espera (no hay trabajo, el tipo se sienta y toma mate), y la plena actividad. Si hay trabajo sale como si tuviera un cohete. Pero si se le propusiera otro ritmo, le diría “para qué se apura si no hay trabajo, no se agite si no avanza”. La persona de clase media goza de mayor previsibilidad. En el barrio, lo previsible es que nada se puede prever.

–Tampoco están las radios o la tele avisando de los problemas de tránsito o de transporte.

–El otro día estaba en Virrey del Pino, cerca de Cañuelas. Hay que llegar a la ruta 3, la única vía asfaltada donde pasan los colectivos. Después hay que caminar 20 cuadras para el río Matanza. Si los colectivos dejan de pasar por la ruta 3 o pasan con la puerta cerrada y con las luces apagadas no hay nada que hacer sino esperar. La gente dice “no pude” sin agregar más y eso basta para entender por qué cada vez hay una dificultad distinta. Hay una cosa que los geógrafos llaman “la inmovilización de la pobreza”, la pobreza encierra, es muy difícil comunicarse. Cuando el tipo llegó a la ruta ya hizo una proeza, pero está con la ropa embarrada y a 30 kilómetros de la Capital.

–Usted asocia la actividad del “pobre ciudadano” con la imagen del cazador...

–Simplificando, cuando el cazador aprendió a mantener los animales consigo, los domesticó y se hizo agricultor. Puede planear todo el año, siembra, cosecha, guarda un poco para el año que viene.–En una situación de empleo estable, los trabajadores son cual agricultores...

–Las luchas sociales de la modernidad son luchas por estabilizar modelos de vida. Jornada de trabajo, jubilación, protección contra la enfermedad o el accidente. Usted vive de su trabajo, pero si se enferma, no se muere de hambre. El cazador no puede acumular, tiene que salir a diario a cobrar una presa nueva. No puede reproducir el recurso del que vive. El cazador sale con el arco y la flecha y debe volver con algo. Va al municipio, a la sociedad de fomento, a la iglesia y debe volver con algo, un plan o un sachet de leche o remedios para la abuela. Algo que no se sabe cuánto durará. Los pobres desocupados no tienen instituciones ni protecciones que les permitan descansarse en una previsibilidad, lo que hace muy difícil algunas estrategias que les gustan mucho a los liberales. Formarse, por ejemplo. Formarse ¿para qué? Un profesional que se forma para un trabajo afín a su especialidad puede hacer un curso de un mes, pero quien arranca de cero puede tomarse cinco años en formarse. Todos esos procesos que significan inversiones de largo plazo son muy difíciles. La vivienda y la tierra son la excepción, porque perduran. Es mejor ser pobre en su terreno, aunque esté muy perdido, a ser inquilino en un hotel ubicado en la ciudad.

http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/index-2006-01-23.html

DESPENAR. tr. Sacar a uno de pena. II fig. y fam. Poner fin a la vida del que está próximo a morir. II Arg. y Guat. Matar a sufrimientos. II Chile. Desesperanzar, desahuciar. Ú.t.c.r.

Musicalizando los ánimos, eso si bien setentista.

Versión Republicana y Federal, aquí.

Versión para Intelectuales que extrañan Paris, aquí.

Versión para los que extrañan los 90, aquí.

Versión Peronista; aquí.

¿Qué Deseo yo?, y esto seria un buen comienzo. ;-)