domingo, 5 de agosto de 2012

Casa Peronista, Mercenarios y el Hezbollah sudaca.

El oficial Waffen SS Josef Kramer odia a los rusos porque no se ajustan a la imagen que de ellos le ha inculcado la propaganda: los odia por haber desmentido todos sus prejuicios:

"Odiaba a los rusos porque lo habían embaucado, a él y a millones como él.

Habían dejado creer al mundo que eran toscos bárbaros cuando de hecho -y cualquiera podía verlo- eran espectaculares ingenieros, formidables agricultores e increíbles, colosales soldados.

Odiaba a los rusos porque había llegado a Ucrania esperando liberar a campesinos borrachos, estúpidos y bonachones, del furioso desgobierno de satánicos judíos, pero se había encontrado luchando contra soldados tan rubios como él, de igual coraje, igual fanatismo y un equipo tremendamente  efectivo.

El equipo le preocupaba.

¿De dónde había salido, de la pobreza, del hambre y del terror del bolcheviquismo?

Esos hombres no eran borregos.

Tampoco eran maniáticos.

Eran tenaces, valientes, astutos, fanáticos."

Coronel P. M. A. Linebarger, autor de Psychological Warfare, 1948; y Essays on military psychological operations, Special Operations Research Office, 1965.

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Tal vez una metáfora arquitectónica ayude a entender este enigma.

Podría decirse que el peronismo semeja a una casa de dos plantas.

En la de abajo reside el propietario, que es el peronismo-peronista (sindicatos, barones territoriales, punteros); en la de arriba viven sucesivamente los líderes coyunturales del movimiento, que alquilan el piso.

El contrato de locación le permite al inquilino pintar la casa del color que quiera y hacerle arreglos a discreción, pero no modificaciones estructurales.

El alquiler cotiza alto (el piso de arriba es muy buscado) y se paga en las especies más diversas: dinero, dádivas, prebendas, fondos ingentes para infraestructura, planes sociales, clientelas y proselitismo.

La popularidad del inquilino determina la duración del contrato; si mantiene la aprobación, renueva; si cae en desgracia, debe irse.

Ningún contrato alcanzó los once años.

La casa peronista es dinámica y flexible.

Como quería su arquitecto, vence al tiempo.

Otorga beneficios seguros a sus moradores y posee picardía mediática: sustrae de los flashes al dueño, que es impresentable, y exhibe al inquilino, cuya gloria tiene plazo fijo.

Así se amasan el éxito y la perdurabilidad.

Y se institucionalizan las malas artes.

Si se acepta esta imagen, se verá que el peronismo no es una ideología, sino una arquitectura y un contrato; o, dicho en términos académicos: una organización y un enunciado.

Allí reside su éxito y su karma.

Al liberalismo político argentino, algunos de cuyos representantes veneran un mausoleo, se le hace difícil comprender esta configuración.

Quizás esa ceguera tenga que ver con sus derrotas.

El populismo creciente relega las aspiraciones republicanas
La casa peronista, Eduardo Fidanza, La Nación; 08 de junio de 2011; hacer clic aquí.

El texto superior es una síntesis de la exposición en el Coloquio de CIPOL; ver video.




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Steven Levitsky, quien es citado por Fidanza, publico la siguiente síntesis de sus investigaciones sobre el Peronismo, básicamente del AMBA, GBA y CABA.

Casa Peronista, Steven Levitsky 1

Casa Peronista, Steven Levitsky 2

Casa Peronista, Steven Levitsky 3

Casa Peronista, Steven Levitsky 4

Casa Peronista, Steven Levitsky 5

Casa Peronista, Steven Levitsky 6

Casa Peronista, Steven Levitsky 7

Casa Peronista, Steven Levitsky 8

Casa Peronista, Steven Levitsky 9

Casa Peronista, Steven Levitsky 10

La organización peronista consiste en una densa colección de redes personales (que operan desde sindicatos, clubes, ONGs y a menudo desde la casa de los militantes) que están en gran medida desconectadas (y son autónomas) de la burocracia partidaria.

Aunque estas redes no pueden ser encontradas en los estatutos y archivos del partido, proveen al PJ de una extensa conexión con las clases bajas y trabajadoras de la sociedad.

No obstante la impresionante cantidad de literatura existente sobre el peronismo, escasa investigación se ha realizado acerca de la organización del PJ, [6] y virtualmente no se ha realizado ningún trabajo sobre la estructura informal del partido.

Como resultado de esto, conocemos muy poco acerca de cómo funciona el PJ, particularmente en el ámbito local.

El presente artículo busca llenar ese vacío.

Sacando provecho de información recolectada durante un vasto estudio de las organizaciones peronistas del Gran Buenos Aires, el artículo examina cómo funciona internamente el PJ y cómo está organizado.

A su vez, está dividido en dos secciones.

La primera resume los orígenes y la estructura contemporánea del partido peronista.

Desafiando caracterizaciones del partido como una organización débil y personalista, se sostiene que el PJ es mejor entendido como un informal partido de masas.

Si bien el peronismo mantiene una poderosa infraestructura de base, una amplia base activista, y extensos vínculos con la clase baja y trabajadora, posee sin embargo, a diferencia de los prototípicos partidos de masas, una organización informal y altamente descentralizada.

La segunda sección examina la relación entre el PJ y Carlos Menem durante la década del noventa.

Contrariamente a muchos informes convencionales, el artículo sostiene que la relación de Menem con el PJ de base estuvo siempre mediada por las poderosas organizaciones locales.

Estas organizaciones proveyeron al gobierno de Menem con un surtido de beneficios políticos que incluyen vastos recursos humanos, canales para la implementación política, distribución de patronazgo y solución de problemas a nivel local.

Sin embargo, también restringieron el liderazgo de Menem, limitando su capacidad de imponer candidatos y estrategias a las unidades inferiores.

De hecho, estas unidades locales continuamente rechazaban o ignoraban las instrucciones provenientes desde el liderazgo nacional, siguiendo estrategias que poco tenían que ver con Menem o su programa neoliberal.

……….
El artículo presenta datos de dos encuestas llevadas a cabo por el autor en 1997:

1) una encuesta de 112 agencias partidarias locales (unidades básicas, o UBs), basada en visitas a las UBs y entrevistas en profundidad con los militantes que las dirigían; y

2) una encuesta de 611 militantes partidarios, basada en un cuestionario de 39 puntos que fue distribuido a los militantes en cada una de las UBs encuestadas.

Las encuestas se llevaron a cabo en la Capital Federal, donde predomina la clase media, y en las municipalidades del Gran Buenos Aires de La Matanza y Quilmes,[14] las cuales tienen una mayor población de clase baja y trabajadora.

Las UBs fueron seleccionadas de forma de ser lo más representativas posible de la representación faccional interna, geográfica y socioeconómica de cada municipalidad.

Aunque la Capital Federal, Quilmes y La Matanza no representen al país como un todo, los patrones organizacionales observados en esos distritos fueron confirmados por líderes partidarios y militantes de numerosas localidades del Gran Buenos Aires[15] y otras provincias industrializadas,[16] así como a través de visitas a un reducido número de unidades básicas en la ciudad capital provincial de San Miguel de Tucumán.

Por lo tanto, hay razones para pensar que los hallazgos de este estudio puedan generalizarse, al menos, hacia adentro del peronismo urbano.[17]

……………..
El peronismo consiste en una vasta colección de redes informales que operan desde un grupo de diferentes entidades, que incluyen sindicatos, cooperativas, clubes, comedores, y a menudo hogares.

Estas entidades informales son autoorganizadas y autooperativas, no aparecen en los estatutos del partido, raramente están registradas con las autoridades partidarias, y mantienen una casi total autonomía respecto a la burocracia partidaria.

Sin embargo constituyen la mayor parte de la organización del PJ.

………….
Las raíces de la estructura informal del PJ residen en su particular historia.

A pesar de que el peronismo se originó como un partido carismático[28] durante el primer gobierno de Perón (1946-1955), con una jerarquía centralizada, aunque no burocrática, basada en el liderazgo personalista de Juan Perón,[29] la organización cambió considerablemente después del derrocamiento de Perón en 1955.

Proscripto e intermitentemente reprimido a lo largo del período 1955-1983, el peronismo se movió subterráneamente, sobreviviendo en los sindicatos, organizaciones de cuadros partidarios clandestinas, y miles de redes barriales militantes.[30]

Sin embargo, a diferencia de otros partidos obreros proscriptos (como los comunistas franceses, los socialdemócratas alemanes, y la Acción Democrática venezolana), que sobrevivieron épocas de represión creando organizaciones jerárquicas y disciplinadas, el verticalismo del peronismo colapsó después de 1955, y la organización cayó en un estado descentralizado y semianárquico.

Los primeros actos de la resistencia peronista fueron “iniciativas atomizadas y espontáneas” llevadas a cabo en “ausencia de un liderazgo nacional coherente”.[31]

Los peronistas operaron desde autoconstituidos “comandos” basados en uniones preexistentes, amistades barriales y redes familiares.[32]

Los vínculos entre estos comandos locales fueron “como mucho tenues”,[33] y los cuerpos creados para coordinar sus actividades, como el Centro de Operaciones de Resistencia y el Grupo Peronista de Resistencia Insurreccional, fueron inefectivos.[34]

Con posterioridad a 1955, el peronismo se transformó en una estructura segmentada y descentralizada, que según Gerlach y Hine, puede ser caracterizada como un “movimiento”.[35]

Los subgrupos peronistas se autoorganizaron con autonomía de cada uno de ellos y de las autoridades centrales.

En el ámbito nacional, el peronismo fue poco más que “una federación laxa de diferentes grupos leales a Perón”,[36] que incluía sindicatos, organizaciones paramilitares de izquierda y de derecha,[37] y numerosos partidos provinciales “neoperonistas”.[38]

Ningún grupo organizacional contuvo a estos subgrupos, y no emergió ninguna estructura central de autoridad con capacidad de coordinar sus actividades, disciplinarlos, o incluso definir quién era o no era peronista.

Aunque Perón permanecía como el líder indisputado del movimiento, su autoridad estaba limitada a las decisiones principales, y los cuerpos que creó para representarlo, como el Consejo Superior de Coordinación y el Comando Táctico, eran rutinariamente ignorados por los sindicatos, los grupos paramilitares, y los jefes provinciales.[39]

Si bien los peronistas que desobedecían las órdenes de Perón eran a veces expulsados del movimiento, esas expulsiones eran a menudo ignoradas y casi nunca eran permanentes.[40]

Después de un breve retorno al poder entre 1973 y 1976, el peronismo cayó nuevamente en un estado anárquico durante el período dictatorial de 1976 a 1983.

El grueso de la actividad partidaria urbana migró a los sindicatos, pese a que muchos militantes también trabajaron dentro de un número de organizaciones clandestinas.

Aunque las unidades básicas estaban cerradas, muchos continuaron operando desde “grupos de trabajo” informales.

Otros “se refugiaron en organizaciones no gubernamentales”,[41] como las sociedades de fomento,[42] clubes barriales, comedores, y organizaciones religiosas.[43]

Inclusive, otros trabajaron desde fachadas como los centros de estudiantes.[44]

Aunque existen pocos datos sobre el peronismo clandestino durante el Proceso, el número de militantes que se incorporó en al menos esporádicas actividades políticas parece haber sido significativo.

De las unidades básicas encuestadas por el autor en 1997, el 58% estaba dirigida por un militante que militó en el peronismo durante la dictadura.

Como resultado del trabajo clandestino, al colapsar el régimen militar en 1982, el peronismo rápidamente resurgió como una organización de masas.

Las unidades básicas brotaron (aparentemente de la nada) por todo el país y ya a mediados de 1983 el PJ había afiliado a más de tres millones de miembros, lo que representaba más que el resto de los partidos combinados.[45]

A diferencia de períodos previos de dirigencia civil, durante las cuales las organizaciones peronistas ignoraron la actividad partidaria, el PJ sufrió después de 1983 un proceso de “partidización” sin precedentes.

Como las elecciones comenzaron a ser percibidas como la única forma legítima de acceder al poder, prácticamente todas las subunidades peronistas se integraron dentro de la actividad partidaria a través de la participación en elecciones internas.

Los sindicatos peronistas invirtieron fuertemente en la política partidaria,[46] lo mismo hicieron las anteriores organizaciones paramilitares como Guardia de Hierro, Comando de Organización (C de O), la Juventud Peronista (JP) y Montoneros.[47]

Para mediados de la década del ochenta, a excepción de los sindicatos, la actividad peronista no partidaria había en gran medida desaparecido.

El proceso de “partidización” no fue, sin embargo, acompañado por un proceso de burocratización.

Más que establecer una estructura burocrática, el PJ post `83 retuvo aspectos clave de su organización como movimiento.

El peronismo reemergió después de la dictadura desde abajo hacia arriba y de una forma semianárquica.

Los militantes establecieron sus propias unidades básicas sin la aprobación (e incluso el conocimiento) de la jerarquía partidaria.

Ésta no solo no creó o financió unidades básicas, sino que tampoco pudo establecer quién podía crearlas, cuántas fueron creadas, o dónde estaban localizadas.

Por otra parte, aunque si bien los sindicatos, los ex paramilitares, y numerosas redes territoriales informales entraron a la actividad partidaria en la década del ochenta, no abandonaron sin embargo sus formas organizacionales ni se integraron a la burocracia partidaria.

En cambio, permanecieron autoorganizadas, creando, financiando y operando sus propias unidades básicas.

Como resultado de esto, la organización nacional del PJ permaneció como una unión laxa y heterogénea de débiles facciones nacionales, paramilitares, organizaciones obreras y emergentes feudos provinciales.

Pese a que el período de renovación de 1987-1989 trajo algún grado de orden institucional al partido,[48] las reformas asociadas a este período fueron menos importantes de lo que habitualmente se cree.

Durante dicho período, los reformistas (llamados Renovadores) dieron importantes pasos en pos de la democratización interna del PJ (como la introducción de elecciones directas para la selección de candidatos y líderes) y prestaron una atención a su estructura formal sin precedentes.

Los órganos formales del partido, como el Consejo Nacional, se reunieron con más frecuencia y el partido comenzó a tener registro de sus actividades, y un gran esfuerzo se realizó para adherir a los estatutos partidarios.

Sin embargo, aparte de la introducción de elecciones internas, la Renovación hizo poco para cambiar la forma en que el PJ realmente funcionaba en la práctica.

Fracasaron para imponer una norma para la estructura organizacional del partido y fueron incapaces de crear una burocracia central efectiva, capaz de disciplinar a las organizaciones inferiores.

En consecuencia, las subunidades permanecieron informales y relativamente autónomas.
……….

Las afiliaciones al partido alcanzaron los 3,85 millones en 1993, lo que representaba un 18% del electorado.[52]

La participación electoral interna del 54,2% excedió a las de las social democracias de la pos guerra en Austria, Alemania y Suecia. [53]

Aunque la utilidad de estas comparaciones está limitada por el hecho de que la membresía al PJ supone un menor nivel de compromiso respecto al de los partidos de masas europeos, [54] esta inmensa masa de afiliados es no obstante impresionante.

En segundo lugar el PJ conserva una densa infraestructura territorial.

A pesar de que el fracaso del partido en tener un registro de sus unidades básicas hace difícil medir correctamente la densidad de su organización, evidencia proveniente de La Matanza, Quilmes y San Miguel de Tucumán sugiere que la infraestructura de base del PJ continúa siendo extensa y densamente organizada.

En 1997 estas tres localidades reunían aproximadamente una UB por cada 2000 residentes y más de dos UBs por kilómetro cuadrado. [55]

Tercero, el PJ continúa profundamente enclavado en las clases bajas y obreras por medio de sus vínculos con una variedad de organizaciones (formales e informales).

En el nivel más básico, las organizaciones partidarias a nivel municipal conservan extensos vínculos con redes interpersonales en los barrios más humildes.

En las zonas de clase baja, los “líderes naturales” o “solucionadores de problemas” son generalmente peronistas.[56]

Aunque muchos de estos “líderes naturales” no son militantes full time, casi todos mantienen lazos (a través de amigos, vecinos, o parientes) con las redes partidarias informales.

Estos lazos son periódicamente activados tanto “desde abajo”, como “desde arriba”: los “solucionadores de problemas” los utilizan para tener acceso a recursos gubernamentales, mientras que los “punteros” locales los utilizan para reclutar gente para elecciones o movilizaciones. [57]

En el mismo sentido, las organizaciones partidarias locales también mantienen vínculos con un abanico de organizaciones sociales.

Históricamente las más importantes han sido los sindicatos.

Si bien la influencia de éstos en el PJ ha declinado considerablemente desde mediados de la década del ochenta, la mayoría de ellos permaneció activo en la política a nivel local hasta avanzados los años noventa.

De 36 sindicatos locales relevados por el autor en 1997, 33 (92%) participó de la actividad partidaria ese año. [58]

Las organizaciones del PJ también están relacionadas con una variedad de movimientos sociales urbanos, como ocupadores de viviendas y organizaciones villeras (de las villas miseria).

En la Capital Federal, por ejemplo, la mayoría de las organizaciones villeras está dirigida por militantes del PJ, y organizaciones de habitantes de villas miseria, como Movimiento Villero y Frente Social, mantienen estrechos lazos con el PJ.

En La Matanza, cinco de las 31 UBs encuestadas estaban vinculadas a asentamientos ocupados, y el coordinador de la Mesa de Asentamientos Ocupados, que proclamó representar 60 organizaciones villeras, es militante del PJ local. [59]

Las organizaciones justicialistas de base están asimismo vinculadas a una serie de organizaciones no gubernamentales, que incluyen sociedades de fomento, cooperativas escolares, y comedores. [60]

Por ejemplo, dirigentes villeros de la Capital Federal estiman que “setenta u ochenta por ciento” de los 150 comedores de la ciudad están dirigidos por peronistas.[61]

Similares estimaciones han sido realizadas para los distritos del Gran Buenos Aires de Hurlingham, Lanús y Quilmes.[62]

En cambio, un número más pequeño de unidades básicas está relacionado con organizaciones religiosas.

Por último, muchas organizaciones peronistas mantienen vínculos con clubes locales y barriales. [63]

En este sentido son de particular importancia los clubes de fútbol locales (especialmente los de segunda división o “B”).

Los líderes utilizan a menudo a fanáticos de clubes para campañas, pintadas callejeras, y en algunas ocasiones, intimidar oponentes.

Son muchos los casos de vínculo tipo partido-club en Capital Federal y Gran Buenos Aires.
………….

En conjunto, más de la mitad (56,7%) de las UBs encuestadas por el autor evidenciaron vínculos con una o más instituciones sociales, y más de un tercio (36,5%) estaban relacionadas con dos o más de esas entidades.

Estos datos están resumidos en el Cuadro 1.

De las UBs encuestadas, 22,1% tenían vínculos con escuelas o cooperativas infantiles, 20,2% estaba relacionada con comedores u otras organizaciones de ayuda, 14,4% tenía vínculos con sindicatos, 8,7% con organizaciones eclesiásticas, y 6,7% con organizaciones de asentamientos ilegales.
…………

Ante la falta de una burocracia central efectiva, el partido funciona como una “gran carpa”, dentro de la cual hay diversos y contradictorios elementos.

Pero lejos de la tradición verticalista y centralizada con la que a menudo se relaciona al peronismo,[93] la relación entre los miembros más altos y bajos del partido es muy cercana a una de autonomía mutua.[94]
……………

Por ejemplo, durante la crisis hiperinflacionaria de 1989-1990, decenas de miles de militantes del partido se movilizaron para desalentar las protestas de las clases bajas y trabajadoras ante dicha crisis y los planes de ajuste del gobierno.

Esto fue hecho por medio de la persuasión, la expulsión de activistas de izquierda de los barrios,[105] y una serie de medidas de beneficencia en el ámbito barrial.

En La Matanza, los militantes peronistas operaban con el apoyo de la municipalidad más de 200 comedores en 1989.[106]

Como así también numerosos comedores en las villas miseria de la Capital Federal.[107]

En el primer distrito electoral, militantes de la UB “Unidos o Dominados” afirmaban haber distribuido comida a 300 familias luego de recorrer el barrio puerta por puerta hasta encontrar quiénes estaban necesitados.

En el vigésimo segundo distrito electoral, punteros peronistas organizaron comedores en los cuales familias con excedentes de comida proveían a aquellos que necesitaban.

Las organizaciones peronistas a nivel local se comprometieron en diferentes actividades políticas, sociales y culturales en la década del noventa y fueron militantes peronistas quienes tuvieron un rol central en la entrega de asistencia social en los barrios de bajos recursos.

De las UBs relevadas en este estudio, el 96% se comprometió en alguna forma de asistencia social y aunque evidencia académica y periodística da cuenta de un desnudo clientelismo [108] en la distribución de bienes, casi ninguna investigación ha sido hecha acerca de lo que las UBs han realmente realizado.
………….

Cuadro 5. Visión del programa económico de Menem de los militantes*

Opinión sobre la Política Económica Gubernamental
Porcentaje
De acuerdo con el programa neoliberal
10.2
En desacuerdo con el programa neoliberal, pero apoyan al gobierno
10.5
En desacuerdo con el programa neoliberal, pero creen que no había otra opción
10.7
En desacuerdo con el programa neoliberal y cree que había otras alternativas
49.1
Totalmente opuestos al programa neoliberal como una ofensa a los ideales peronistas
19.5
Total
100.0


*Basado en una encuesta del autor a 611 militantes del PJ en la Capital Federal, La Matanza y Quilmes en 1997.
…………….

El próximo gobierno peronista debería...
Porcentaje
Mantener el modelo económico menemista
5.5
Mantener el modelo, pero con más justicia social
52.4
Retornar a las raíces del peronismo
42.1

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Sin embargo la estabilidad del PJ no puede ser solamente atribuida al patronazgo.

Cerca de un tercio (31,4%) de las UBs relevadas no tenía acceso al patronazgo en absoluto, y en la mayoría de las UBs, los beneficios de éste se extendían a uno o dos militantes.

Por lo tanto, incluso a finales de la década del noventa, un número significativo de militantes continuó participando a pesar de tener poco o ningún acceso a los recursos estatales.
………………

Al final de los diez años de mandato de Menem, la vasta mayoría de las agencias provinciales estaba gobernada por no menemistas y mantenía perfiles que estaban muy lejos del neoliberal del liderazgo nacional.[145]

En muchos casos, el partido provincial estaba controlado por sectores que habían estado en el poder (en algunos casos con interrupciones) desde principios o mediados de la década del ochenta.[146]

De hecho, solo cuatro de los 24 distritos del PJ (La Rioja, Neuquén, San Juan y Capital Federal) estaban controlados por menemistas en 1999.[147]

A su vez, estos distritos representaban sólo el 14,8% del electorado total.[148]

Contrariamente a muchos postulados convencionales acerca del liderazgo de Menem, el peronismo tradicional permaneció ampliamente intacto en los ámbitos provincial y municipal, a pesar del giro a la derecha del liderazgo nacional.

Solo en pocas excepciones, las organizaciones provinciales y locales (que dirigen las campañas del PJ, desarrollan sus líderes, y seleccionan sus legisladores nacionales) se transformaron en menemistas o neoliberales.

Este fracaso para transformar las agencias provinciales ayuda a explicar la rápida erosión de la influencia de Menem dentro del PJ (a pesar del hecho que continúa siendo el presidente del partido) después de dejar el poder en 1999.

Este resultado resalta la enorme diferencia que hay entre el PJ y otros casos de “neopopulismo”.

Mientras que el Partido para la Reconstrucción Nacional de Collor no sobrevivió la caída de su líder y los varios partidos fujimoristas casi con seguridad enfrentarán un destino similar, muy pocos dudan que el PJ sobrevivirá la desaparición del menemismo.
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Trabajó durante años junto a sus pobladores mientras estaba en el seminario jesuita de San Miguel, y ahora, desde Harvard, donde desarrolla una tesis -para su doctorado por la Universidad de Berkeley- sobre el clientelismo en el conurbano, lleva varios años estudiando la particular lógica política que allí se pone en juego, con sus luces y sombras.

Sabe que la visión crítica del rol que juegan los punteros políticos muchas veces es acertada. Que hay un perverso toma y daca del que se alimenta la eficiente maquinaria electoral del peronismo, el "partido hegemónico en las villas". Pero también sabe que los punteros se mueven entre gente absolutamente olvidada, que los reconoce como únicos agentes visibles de un Estado que no está. Y que hay mucha más racionalidad de la que se supone generalmente en el comportamiento de los votantes de barrios humildes.

De hecho, este encuentro de intereses particulares le permite a Zarazaga aplicar para su tesis lo que los académicos llaman la teoría de juegos. Es decir, identificar la dinámica de la relación que se establece entre políticos, punteros y votantes, desarrollar un modelo matemático a partir de esta interacción y sacar conclusiones que pueden, aunque éste no sea el objetivo primordial, servir incluso para hacer predicciones electorales. Una conclusión matemática indica, por ejemplo, que mientras se mantenga la actual dinámica, el Partido Justicialista va a ganar por 3 a 1 en el conurbano bonaerense. Sin importar quién se le oponga. No es un dato menor.

Pero, ¿cómo llega un sacerdote jesuita a Harvard? ¿Y por qué elige el clientelismo político como eje de su tesis doctoral? La respuesta no tiene que ver con cálculos matemáticos sino con la vocación y con una historia personal en la que, en un momento dado, religión e interés por ayudar a los pobres se encontraron y cobraron un sentido único. "Soy jesuita, y como jesuita siempre trabajé en el conurbano, en barrios carenciados de San Miguel, donde está el seminario", cuenta Zarazaga desde Estados Unidos. "Ahí nació mi preocupación, cuando tomé contacto con la pobreza y me involucré con la gente".

……………
Durante siete años Zarazaga trabajó en la Villa Mitre y otros barrios obreros de la zona. Allí tomó contacto con la pobreza. Se relacionó con la gente y conoció sus necesidades y preocupaciones. Conoció también a muchos punteros políticos y se sacudió algunos (sólo algunos) preconceptos adquiridos en un hogar que, afirma, "no era peronista justamente, sino más bien todo lo contrario".

Uno de esos preconceptos dice que la hegemonía del peronismo en las villas es una aberración política. Ya no piensa lo mismo. Conocer la realidad de las villas lo llevó a revisar algunas opiniones. "Un poco peronista me hice -dice con humor-, ahora valoro su presencia allí. Es común decir que los punteros son vagos, que cobran por hacer nada, pero no es cierto. La mayoría trabaja de sol a sol, y al que no trabaja, la misma gente de la villa lo saca a patadas, porque le exige respuestas".

Esto equivale a decir que a falta de una presencia real del Estado, el Estado, en este caso, son los punteros. No son reyes, son lo que hay. "Son reconocidos como el Estado por sus vecinos y manejan recursos del Estado". Así es, según Zarazaga, como construyen una relación con la gente, acumulan capital político y se ganan cierta reputación, que a su vez supone una responsabilidad, porque "cuando hay un chico con un ataque de asma a las 3 de la mañana, cuando alguien necesita atención de urgencia o realizar un trámite, la respuesta pasa por el cura o el puntero".

Claro que la que se establece es una relación absolutamente utilitaria. Y por partida doble. "Nadie come vidrio, ni el puntero ni el votante: no hay una recreación de la figura de Evita a través del puntero, y de hecho casi nadie en la villa sabe quién fue Perón. Es pragmatismo puro", asegura Zarazaga. Un puntero de San Miguel, cuenta el sacerdote, lo expresaba así: "Si antes cantábamos aquello de combatir el capital, hoy sólo hacemos política con y por el capital". Y otro aclaraba, no como un pecado que le incomodara en el pecho sino como un dato de la realidad, que él repartía todo lo que le daban, salvo el aceite. El aceite lo vendía en su casa.

La contrapartida al plan social, la bolsa de comida, el favor o la ayuda es, claro está, el voto. No hay una relación directa, por supuesto. Pero hay una relación. "Si después los pobladores de las villas votan al puntero, no es porque estos ejerzan un monitoreo de los votantes. Esto puede funcionar, pero sólo marginalmente. Lo votan porque es el único que está, el único que les ofrece soluciones. Lo necesitan porque no hay nadie más". Es un sistema arbitrario, admite Zarazaga, pero "desde otros partidos no han intentado siquiera tener presencia en los barrios pobres".

Es decir, la matriz del clientelismo no está siendo disputada. Y la importancia política de esta realidad cobra relevancia si se considera que tiene lugar en distritos que, combinados, representan el 35 por ciento del electorado argentino. El desafío, estima Zarazaga, es ver de qué manera esta red clientelar puede ser transformada en una herramienta de promoción social más transparente y menos caprichosa. A su juicio, iniciativas como la asignación universal por hijo no están concebidas para terminar con los punteros, porque éstos "retienen el manejo de la información".

Para su tesis, que desarrolla junto al profesor Robert Powell, una verdadera eminencia y un especialista en la aplicación de la teoría de juegos para analizar conflictos internacionales, Zarazaga realizó durante los últimos cuatro años el trabajo de campo y mantuvo entrevistas con 120 punteros políticos de la provincia de Buenos Aires.

Rodrigo Zarazaga, el jesuita que desde Harvard estudia las redes clientelares

Robert Powell, “The Theoretical Foundations of Strategic Nuclear Deterrence” in Political Science Quarterly. (1985), hacer clic aquí.

NAS honors Robert Powell’s work on nuclear deterrence

Robert Powell, In the Shadow of Power: States and Strategies in International Politics (Princeton University Press, 1999)


PD; Hezbollah, Hammas, Hermandad Musulmana, etc.; son Sociedades de Resistencia que dedican el 90% de su esfuerzo a la Acción Social, Educación, Salud y Esparcimiento (frazadas); y solo el 10% a la Resistencia Activa (Fusiles).

Ancladas en la Realidad Social, estructuradas de abajo hacia arriba, redes celulares; residentes frente a las más recias Represiones, después de pasar las topadoras emergen de la nada como si fueran hongos.