lunes, 19 de noviembre de 2007

A 30 días de la Negación










Siempre es bueno tener archivo de cómo se veían, ¿se ven?, los acontecimientos.

Balance de una batalla

FERNANDO DE LA RUA aspira a recobrar fuerzas para fundar en el acto una segunda etapa de su administración. Ha dicho entre íntimos que la reciente sanción senatorial de la reforma laboral, y una eventual y contundente victoria electoral en su propio distrito, el próximo domingo, le permitirán estrenar otra luna de miel con la sociedad que lo votó en la última primavera.

La reforma laboral es el primer éxito político importante de su gestión y podría, además, empujar a una modificación sustancial del sindicalismo argentino. Es una herramienta válida para cambiar -en un plazo no inminente- a su actual estructura y, sin duda, a su desgastada y constante dirigencia.

La descentralización de las negociaciones laborales abre de manera inevitable un proceso de eclipse del sindicalismo histórico, granítico y todopoderoso, como lo concibió Perón hace más de cincuenta años.

Esa podría ser la primera comprobación de la reforma, que tiene explícito, también, un mensaje a los organismos internacionales de crédito. Su gravitación en la caída de los índices de desempleo es secundaria: la mejor ley política sobre la desocupación requerirá siempre, y antes que nada, de un crecimiento de la economía.

De la Rúa dirigió el proceso de aprobación de su reforma laboral con una sola obsesión: que su gobierno no terminara repitiendo la experiencia de la ley Mucci, el proyecto de transformación sindical que le significó a Raúl Alfonsín, no bien asumió el poder, la primera derrota frente a los sindicatos y al peronismo.

La búsqueda perpetua del consenso representó no sólo su vieja manera de hacer política, sino también la necesidad de no vivir otra vez lo que ya vivió, en la década del 80, como senador oficialista de un gobierno que no compartía. Dedicó varias reuniones para explicarle a su ministro de Trabajo, Flamarique, cómo fue aquéllo y qué es lo que debía evitarse ahora.

Hugo Moyano lo ayudó. Pudo ser el referente sindical y peronista más importante con sólo mostrar una cintura capaz de cierto contoneo, pero se quedó sin el peronismo y sin los sindicatos antes de que sus militantes abandonaran las calles del horror.

Moyano construye y destruye. Los senadores peronistas debieron ayudarlo a poner en caja a sus hombres y el ministro del Interior, Storani, colaboró con él durante el úlltimo miércoles para evitar nuevos zafarranchos públicos. Pero cuando enfrentó la multitud, dobló la apuesta: convocó a un paro nacional sin destino para el próximo viernes.

Desactivado Moyano, De la Rúa les aplicó a los senadores una estrategia de pinza: envió a Flamarique a negociar (con la indicación de no cambiar la médula del proyecto) y declaró al gobierno nacional en huelga de brazos caídos frente a las urgencias financieras de las provincias. Los gobernadores, uno por uno, se encargaron de ablandar a los senadores.

La primera conquista política del Gobierno provocó más afasia que estruendos en el oficialismo. ¿Hay, acaso, una impugnación oculta a la reforma laboral? La primera razón de tales silencios consiste en una decisión del propio Presidente: no debía haber triunfalismos -dijo- que pudieran agraviar al peronismo, porque proyecta formalizar otros consensos.

No puede desconocerse, con todo, que esa indicación presidencial coincidió con algunos desganos. Hay dirigentes de la Alianza que han votado ese proyecto sin desearlo, y hay más aliancistas todavía que claman por alguna decisión -aunque fuere sólo una- con contenido popular.

Hubo también petardismo. ¿Fue inocente el senador Leopoldo Moreau cuando aprovechó una reunión de intendentes bonaerenses con De la Rúa, justo en la semana en que éste más necesitaba de los senadores peronistas, para zarandear al justicialismo con un discurso propio del 55? Moreau mereció la razonable refutación del gobernador Carlos Ruckauf y la consecuente desautorización del propio De la Rúa. Pero Moreau aspira a convertirse en el referente ideológico del radicalismo progresista y a la gobernación de La Plata. La reforma laboral no era su problema.

Más inocente pero igualmente inoportuno fue el presidente de la Cámara de Diputados, Rafael Pascual, un viejo amigo del presidente. Pascual ordenó el jueves, tal vez acompañado por la sensatez administrativa, suprimir los pasajes terrestres con que contaban los diputados, medir el uso de sus celulares y eliminar sus privilegios postales.

Esa Cámara debe aprobar aún la reforma laboral del Senado. Después de la votación con los dos tercios del Senado, lo único que pueden hacer los diputados -embravecidos con su presidente- es alargar el proceso más allá de cualquier plazo razonable.

Tales decisiones de Pascual ¿debieron suceder el día después del consenso en el Senado? ¿No podían aguardar, acaso, un instante en el que coincidieran el deber y la oportunidad? Si sucediera la victoria del próximo domingo, después de la conquista política de la reforma, las dos figuras de la cima institucional habrán logrado consolidarse como jefes políticos también de sus respectivos partidos.

De la Rúa tendrá más espacio para avanzar sobre el liderazgo radical de Alfonsín, y Carlos Alvarez habrá dejado atrás, en el Frepaso, la conducción paralela con Graciela Fernández Meijide.

La reforma laboral fue un proyecto del Presidente implementado por Flamarique, el hombre de más confianza de Alvarez. Ibarra representa en el Frepaso a la línea del vicepresidente, y Cecilia Felgueras es una creación exclusiva de De la Rúa. Sólo ellos, presidente y vicepresidente, son responsables de lo que ha sucedido o pueda suceder.

¿Es posible la victoria en la primera vuelta de los comicios inminentes? La polarización podría haber llegado a su fin. La fórmula de Ibarra y Felgueras no logra superar una muy buena intención de voto del 47 o el 48 por ciento.

Para intentar perforar ese techo, el jefe del gobierno, Enrique Olivera, candidato a legislador, halagado por las encuestas en las mediciones de aceptación popular, se ha sumado a la campaña. ¿Será suficiente? Raro: la Alianza no está llegando al imprescindible 50 por ciento de los votos, pero Cavallo parece haber perdido poco menos de cuatro puntos en los últimos días. Todo eso significa que la segunda vuelta no está descartada, ni mucho menos.

La Alianza dejó de sumar votos de la izquierda (o, más bien, del progresismo independiente), como consecuencia, sobre todo, del voto contra Cuba en las Naciones Unidas.

Pero no fue el voto en sí lo que promovió esa queja -asegura el delarruismo-, sino su divulgación mediante el escándalo público que hicieron algunos de los ministros y dirigentes del propio radicalismo. En rigor, pareció la discusión de un centro de estudiantes y no la de un gobierno.

Si, no obstante, el triunfo anunciado sobre Cavallo fuera aplastante, De la Rúa proyecta hacer algunas cosas que no hizo durante su primer romance con la sociedad.

Le molesta, por ejemplo, la inexplicable quietud de los jueces en los casos de corrupción denunciados ya. Y está trabajando cerca de José Luis Machinea para construir un mensaje económico más moderno y menos radical, según la definición de los que oyen sus confesiones.

Tal vez aspire a modificar la relación entre política y comunicación. O, dicho de otro modo, a que sus famosos spots de televisión tengan una correlación inmediata y tangible con lo que la gente común percibe, cosa que no sucede aún.

Una concepción pura de la imagen no puede reemplazar a la política ni mostrar lo que no hay.

Por Joaquín Morales Solá

La Nación; Domingo 30 de Abril de 2000

http://www.lanacion.com.ar/archivo/nota.asp?nota_id=15040&origen=acumulado&acumulado_id=

Breves apuntes de historia, desde el peronismo






El bello y provocativo post de MEC en la Barbarie me estimula a hacer algunas consideraciones.

Para que el populismo eclosione es necesario un colectivo social que se sienta oprimido y/o humillado.

Recién entonces puede emerger el liderazgo carismático y preideologico.

Los Sectores Medios se sienten humillados, por los fracasos políticos propios de los últimos 60 años.

No es casual que Sebreli se refiriera a la Unión Democrática en el acto Fundacional de la Coalición Cívica.

Tampoco lo es la idealización del gobierno de Illia, cuado se perdió el Paraíso.

Existen dos bisagras históricas, referidas a esta perdida.

Los Bombardeos de Plaza de Mayo y la Noche de los Bastones Largos.

Para los que consideramos bisagra el 55, la Noche solo fue una mas de las represiones del Oligarquía al Pueblo, a las que ya estábamos acostumbrados.

Para los que tienen el bautismo de la Guardia de Infantería en el 66, fue el comienzo de la radicalización social y el “descubrimiento” de la Dictadura de las Botas.

Una de las maneras de mirar el fenómeno, es desde el Departamento de Estado.

Argentina seguía inmersa en la 2° Guerra Mundial, la lucha contra el fascismo; cuando estábamos en plena 3° Guerra, la lucha contra el comunismo.

El MOO era considerado una muralla contra el maximalismo.

Durante 20 años se había disputado y ganado la conducción en las más difíciles circunstancias.

Comandos Civiles (antecedentes de las Patotas del Proceso), intervenciones, represiones (Frigorífico de la Torre), intentos legales de división (recordemos las palabras de Alemán el chico y Alabano H en los 70), fusilamientos (J L Suárez), desaparecidos (Vallese).

Con estos antecedentes, la presencia del Lobo Vandor y la “Burocracia” en la asunción de Ongania, solo era parte del ciclo de disputa y negociación con los gobiernos antipopulares.

Pero para los Sectores Medios Ilustrados fue una traición de las “Armas de la Patria”, como solían llamarlos los Oradores de la Fracción Colorada.

La pesadilla del 43 sobrevolaba la “Revolución Argentina”, el Pacto Sindical Militar que llevo al Poder a Perón.

Se sumaron a la lucha por la Liberación, sin perder su fobia gremial, con un antimilitarismo que escondía su pasión por el “Orden” Social.

El 1° de Mayo pretendieron que el General optara entre los que lucharon durante 30 años y los recién llegados, que lo consideraban mas un obstáculo que un vehículo.

En el 83 Alfonsin utilizo este fantasma de forma magistral, las charlas de transición de régimen fueron presentadas de forma ominosa.

Los que habían sido perseguidos y reprimidos se convertían en cómplices y usufructuarios, los muertos y torturados propios se cargaron a la cuenta de las “fuerzas progresistas”.

Tan claro se tenia al “enemigo” que la primera Ley fue contra el gremialismo.

Los Represores y su Cómplices Civiles, los factores económicos, eran considerados secundarios; solo se enfrentarían cuando la abominación fuera exterminada.

Fracaso el 3° Movimiento Histórico, el Menemismo fue aplaudido por desmantelar el Sistema Sindical.

El Carlo, hombre astuto y previsor, evito controlar la Mazorca.

Esta, como fantasma, le permito el Pacto de Olivos y su reelección.

En el 99 la alianza menemista estaba rota; Cavallo se lleno de votos, 2.000.000, el 10 % de clase alta y media liberal.

Las “Fuerzas Progresistas” volvían a derrotar a la odiosa “Mazorca”, el futuro parecía asegurado.

Cuando el país se prendió fuego prefirieron a su verdugo, Cavallo para reestablecer el “Orden”, y este les respondió con el “corralito”.

Hoy la humillación se potencia con el temor de ser “oprimidos” nuevamente por las fuerzas sindicales.

A pesar de los intentos de los pingüinos de “modernizar” al peronismo, partiéndolo en izquierda y derecha, este se resistió.

No sirvieron ni la Transversalidad, ni el Pluralismo como herramientas de expulsión de los elementos indeseables.

A medida que se iba haciendo más evidente la recuperación y la consecuente “normalización” laboral, la fea cara de los Moyano y Barrionuevo volvieron a primer plano.

Lentamente van sustituyendo a los Quindimil, Ishi o Romero; como coroneles del Aluvión Zoológico.

Su constante antisindicalismo viseral, les enseño que las mejoras llevan inevitablemente a la transformación de los piqueteros y clientes en trabajadores organizados.

Su rechazo al Kirchnerismo, entonces, parte de su dependencia electoral de la Mazorca, sea clientelista o gremial.

La “Opresión” esta en el horizonte, las pretensiones plebeyas de compartir el espacio de clase media.

Izquierda y Derecha Pre-ideológicas

Esta canción ¿Podría ser el Jingle de la Coalición Cívica?