miércoles, 30 de junio de 2010

¿Para que sirve lo viejo, Andrés el Viejo?


Con este post quiero matar varios pájaros de un tiro.

1/ Volver a refutar que, lo sucedido luego del 28J09, era imprevisible.

Hacer clic aquí, para escuchar la Blogera luego de las elecciones.

2/ Responder al “nuevo” clibaje del marketing político; “Lo nuevo contra lo viejo”.

Que están usando a mansalva TODOS, por la bancarrota ideológica de la Crisis Global, y la implosión intelectual interna.

“La experiencia es demasiado costosa, por eso prefiero aprender del dolor ajeno”.

Decía el lector de Marx, Otto Bismarck; una chicana que solía hacerle a Andrés, y el me respondía:

“No me extraña, en West Point, el Che y Giap son clásicos obligatorios”.

El Eclesiastés, “Vanidad de vanidades,…, solo la Tierra permanece”, utiliza un lenguaje poético para explicar algo evidente.

Se renuevan las personas, por razones biológicas, pero sus conductas posibles siempre están dentro de una gama previsible.

La Memoria, como Capital Simbólico, es una herramienta indispensable para evitar cometer los mismos errores.

Muchas de la Barbaridades Políticas, en nuestro país, se fundamentan en el Voluntarismo de la Tabula Rasa.

Comenzar lo Nuevo, arrasando con lo Viejo; en lugar de reciclarlo.

Cualquier Historiador sabe; que en, por ejemplo, El Cairo y Ciudad de Méjico, las piedras egipcias y mexicas fueron reutilizadas por los musulmanes y españoles.

3/ Un Homenaje al Amigo y Compañero, con quien teníamos en común el amor por las mujeres voluptuosas, el humor y las comidas bien regadas con amigos.

En sus palabras, tomadas del Blog de Abel, hacer clic aquí.

Yo daría al parteaguas otra denominación: autonomía de decisión nacional, política económica negociada pero no subordinada al gran capital, restablecimiento (siquiera parcial) de derechos laborales y sociales, no represión de la protesta social, intransigencia en el juzgamiento de los crímenes represivos de la dictadura…

Es muy pertinente la referencia a Carlos de Gante. Sin embargo, cuando yo era joven ocurría con cierta frecuencia que los que queríamos “Milán” no nos arrojábamos, como ahora, argumentos y razones, sino que debatíamos con aquella dialéctica de la que hablaba Primo de Rivera. Que si hay objetivos que se suponen comunes se pueda hablar de ellos sin que intervengan las guardias de los hospitales ya es algo.

Me ha quedado una aclaración pendiente. No cultivo un antimilitarismo ingenuo; tengo la convicción de que, en tanto subsistan los Estados-nación, cada uno de ellos tendrá necesidad de fuerzas armadas y es a partir de este hecho que se deben considerar las formas y estructuras.

Es sobre esta convicción que se basa mi idea de no dejar sin castigo los crímenes de la última dictadura. No es lo fundamental la venganza ni la justicia. Más bien me baso en aquel criterio por el que los jueces medievales dejaban los cadáveres de los ejecutados a la vista de todos durante meses, hasta que el proceso natural desparramaba los huesos: desalentar futuras aspiraciones golpistas. Desde 1983, con sus más y sus menos, la forma de neutralizar ese riesgo ha ido de la mano con el desmantelamiento de una real fuerza militar. Ha sido efectivo, pero no es sostenible en el tiempo. Por eso, porque creo que en algún momento deberá haber una recomposición orgánica y material, prefiero grabar a fuego en las almas de los futuros militares la idea de que no es prudente jugar el mismo juego de los antiguos