domingo, 29 de abril de 2012

Modestamente, Horacio, Modestamente.




El duopolio (entre ambos venden seis de cada diez ejemplares de los principales diarios del país) despotrica contra la UCR y el FAP por acompañar el proyecto oficial.
Esto define el antagonismo entre el sistema representativo y la oposición, que no está en el Congreso ni en los partidos políticos, sino en las grandes empresas, las potencias internacionales y sus voceros. 


Víspera del 1º de Mayo; El “enemigo principal” sigue siendo el mismo de Videla.





“Nuestro objetivo (el 24 de marzo de 1976) era disciplinar a una sociedad anarquizada.

Con respecto al peronismo, salir de una visión populista, demagógica; con relación a la economía, ir a una economía de mercado, liberal.

Queríamos también disciplinar al sindicalismo y al capitalismo prebendario”.


Un problema: no existen estadísticas oficiales ni privadas que acrediten el avance de sectores combativos en los sindicatos o en las comisiones internas.

Pero basta salir a la calle para saber que las medidas de fuerza se multiplican en sectores clave, sobre todo en el transporte, porque allí hay cuerpos de delegados indomables.

Algunas pistas sobre este fenómeno aparecen en el relevamiento periódico de los conflictos laborales del Observatorio del Derecho Social, que depende de la CTA.

En el último informe se registra un significativo porcentaje, que ronda el 13%, prácticamente estable desde 2007 hasta el año pasado, de las protestas que llevan adelante los trabajadores en el sector privado sin estar necesariamente encuadrados en un sindicato.

También se midieron los conflictos llevados adelante por sindicatos o comisiones internas vinculadas con partidos de izquierda: en 2011 sumaron 47 conflictos, que representaron el 11% del total en el sector privado.

Es decir, hay una sugestiva cantidad de medidas de fuerza que fueron decididas sin ningún aval orgánico de quienes manejan los sindicatos.

Es el primer indicio de que existe una brecha entre los trabajadores y las entidades que los representan.

El director de Estudios de Relaciones de Trabajo del Ministerio de Trabajo, Héctor Palomino, sostuvo que "hay mucho ruido de superficie", pero que "el conflicto base-dirección es casi constitutivo en la historia de los sindicatos en la Argentina".

Admitió que "desde 2003 pudo haber recrudecido por el retiro de los sindicatos de los lugares de trabajo que se produjo en los años 90", pero dijo que, a diferencia de esos años de menemismo en que reinaba la flexibilización laboral sin mucha resistencia gremial, "ahora el sindicato importa y en el 70% de las empresas grandes hay cuerpos de delegados".

Y aquí aparece el otro elemento que ayudaría a comprender por qué avanzan los sectores sindicales menos vinculados con las conducciones tradicionales: entre 2001 y 2010 se crearon más de cuatro millones de puestos de trabajo en el país (según el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina, Cifra).

La mayoría de esos nuevos trabajadores, según coincidieron varios expertos consultados por Enfoques, son jóvenes, hay muchas mujeres y mucha presencia de clase media.

Para Palomino, fue "un cambio fenomenal en la base social del trabajo, sólo comparable históricamente con dos períodos, de 1935 a 1945, etapa de industrialización que desembocó en el peronismo, y el de los años 60".

La juventud de esos miles de nuevos trabajadores está provocando cambios de todo tipo en el mundo laboral, muchos de ellos no suficientemente medidos ni atendidos.

Daniel Funes de Rioja, vicepresidente de la Unión Industrial Argentina (UIA) y presidente de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal), mencionó la existencia de un "divorcio generacional", no de carácter ideológico, entre esos nuevos trabajadores y quienes manejan las estructuras gremiales.

Y ejemplificó: "Cuando entre 2009 y 2011 empezaron las negociaciones salariales, pensé que iba a haber una retracción de la gente pensando en la memoria histórica de la hiperinflación.

Expertos politólogos me dijeron que eso ya no existe, que no es esta generación.

Es decir, el trabajador de entre 20 y 28 años no trabajaba durante la hiperinflación y, por ende, no tiene memoria histórica de eso.

El primer dato, de tipo sociológico o psicológico social, es esta brecha generacional, con un lenguaje diferente, con consignas distintas y en donde, incluso, en rubros como el desarrollo de software o los call centers, todo el rito de las relaciones laborales es diferente al de una fábrica en los años 50 o 60 o 70".

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Muchos se acuerdan del virulento conflicto de Kraft, en 2009, con despidos, cortes en la Panamericana, represión policial y fuerte presencia de partidos de izquierda.

Hugo Moyano, por entonces aliado al Gobierno, lo ponía de ejemplo del caos que se expandiría si el progresismo K insistía en defender la libertad sindical.

Hoy, Moyano parece contagiado del espíritu del sindicalismo combativo, y la ebullición en las bases, al calor de los nuevos trabajadores y la inacción del viejo andamiaje sindical, está lejos de la revolución, pero más cerca de consolidarse como un fenómeno aún indescifrable, tan peligroso para algunos como esperado para otros.



No me da vergüenza ser peronista, y como lo aprendí en los 60, antes del engorde pequeño burgués.