La contabilidad tuvo que desarrollar un concepto nuevo para incorporar
a los balances económicos del patrimonio de una organización el valor de marca,
el conocimiento que desarrolla una organización y el crecimiento debido al
resultado de investigaciones.
Un activo es un recurso controlado por la entidad del que pudo y puede
obtener beneficios económicos.
En el lenguaje contable el término intangible se emplea con un sentido
restringido para aquellos activos que producen beneficios parecidos a los que
producen los bienes de uso o de renta y que no pueden materializarse
físicamente.
Se emplean en las actividades principales de la entidad (en la producción,
en la gestión comercial o bien en la administrativa) o son contratados a
terceros.
Asimismo, su capacidad de servicio no se agota ni se consume en el
corto plazo y mientras se usan no se transforman en otros bienes ni están
destinados directamente a su venta.
Los activos intangibles pueden ser: las marcas, la identidad
corporativa, la comunicación institucional, la imagen, el reconocimiento de los
stakeholders y la reputación de una organización; el conocimiento comercial,
operativo, científico o tecnológico, la propiedad intelectual, patentes y
derechos de comercialización; las licencias, concesiones y derechos de autor;
la cartera de clientes y la forma de relacionarse con ellos, entre otros.
Con las Elites obsesionadas
por el Control de la
Virtualidad, los Ultra y los Anti creen vivir en el Mundo de Network
23; y en consecuencia se disputan los sillones del Directorio.
Todo aquello que queda
fuera de foco, y por lo tanto no existe para ellos, solo puede emerger vía la interferencia.
De esa metáfora añeja,
regada por mucha birra; nació el chiste que Lucas digital es Max, y Manolo analógico
es Blank Reg; el no registrado.
…salto de pantalla…
En Davos, los gnomos
de la Globalización
Financiera se devanan los sesos explorando los límites de la Gobernanza.
A diferencia de la Gobernabilidad de la Trilateral, aplicable
para la periferia, y por lo tanto era deseable la Republica sin la Democracia; o sea que
los Partidos Militares corren con el Costo Político del uso de las Bayonetas.
Esta vez se trata de
los propios países centrales, la
OTAN económica, quienes deben “Achicar el Estado para Agrandar la Nación”; con la bendición del Dios Mercado y
sus Sacerdotes los Economistas.
¿Por qué no “confían”
en sus propias FFAA?; sencillo, como suele decir Ayj, buscan un Sila, no un
Mario y sus sucesores Cesar y Octavio.
A diferencia de los
Partidos Militares del 3º Mundo, donde la pertenencia a los Sectores Medios (coloniales)
era la norma; en el Atlántico Norte la profesionalización se convirtió en
salida de los jóvenes desocupados, el M16 como escalera social para los Lumpen.
Lo que es “útil” en
las calles del Triangulo Sunita, puede convertirse en contraproducente en las
calles de BosWash o SanSan; no hace falta un “Chávez”, con un Smedley Butler, hacer clic aquí,
es suficiente para hacer saltar todo el tinglado.
Ergo hay que estudiar
los “casos” donde, sin recurrir a los Partidos Militares, los Sistemas Políticos
pueden funcionar con Estados “Democráticos” reducidos a “piel y huesos”.
Para la traducción del
tema del grupo “Aquí tiene su vuelto”, hacer
clic aquí.
Las asociaciones no
son casuales, sino causales.
…salto de pantalla…
Año 2007, mucho antes
de las elecciones de “Cristina, Cobos y
vos”, la Perla
del Once.
Llevaba a las reuniones
cerveceras planillas de Excel, con las relaciones de presupuesto por habitante
y día; para refutar el sentido común sobre la “superioridad” de Rosario, Morón
y la CABA frente
a los Mafiosos Impresentables.
Carrasco, que todavía era
un “Edison Carter” sudando la gota gorda, para encamarse con las “Theora Jones”
de ocasión; me chicaneaba.
“Acá no te vas a levantar ninguna mina, con esas planillas y con lo de la Bancarrota Ideológica
de la Globalización.
Tendrías que ir a Púan, a probar suerte”
Más que una crítica,
era una triquiñuela para distraerme, mientras manoteaba la botella de cerveza y
un faso de mi paquete.
Mis 40 kilómetros de ida
y vuelta, eran para él más de 900; quizás por eso, era uno de los pocos que comprendía
que los extremos sociológicos, que en los pueblos del interior no superan el kilómetro,
en Buenos Aires eran directamente proporcionales a su tamaño.
…salto de pantalla…
El término estado fallido es empleado por periodistas y
comentaristas políticos para describir un Estado soberano que, se considera, ha
fallado en la garantía de servicios básicos.
Con el fin de hacer más precisa la definición, el centro de
estudio Fund for Peace ha propuesto los siguientes parámetros:
+ Pérdida de control físico del territorio, o del monopolio
en el uso legítimo de la fuerza.
+ Erosión de la autoridad legítima en la toma de decisiones.
+ Incapacidad para suministrar servicios básicos.
+ Incapacidad para interactuar con otros Estados, como
miembro pleno de la comunidad internacional.
Por lo general, un Estado fallido se caracteriza por un
fracaso social, político y económico, caracterizándose por tener un gobierno
tan débil o ineficaz, que tiene poco control sobre vastas regiones de su
territorio, no provee ni puede proveer servicios básicos, presenta altos
niveles de corrupción y de criminalidad, refugiados y desplazados, así como una
marcada degradación económica.
Sin embargo, el grado de control gubernamental que se necesita,
para que un Estado no se considere como fallido, presenta fuertes variaciones.
Más notable aun, el concepto mismo de Estado fallido es
controvertido, sobre todo cuando se emplea mediante un argumento de autoridad,
y puede tener notables repercusiones geopolíticas.
En un sentido amplio, el término se usa para describir un
Estado que se ha hecho ineficaz, teniendo sólo un control nominal sobre su
territorio en el sentido de no tener grupos armados desafiando directamente la
autoridad del Estado, no poder hacer cumplir sus leyes debido a las altas tasas
de criminalidad, a la corrupción extrema, a un extenso mercado informal,
burocracia impenetrable, ineficacia judicial, interferencia militar en la
política.
El informe central, que sirve de hilo conductor para las
deliberaciones de los 30 Jefes de Estado y mil presidentes de las empresas con
mayor presencia mundial que asisten al Foro, se contrae a dos grandes amenazas:
las crecientes disparidades económicas entre países y en su interior, y las
fallas en la gobernanza global derivada de la precariedad institucional, cuya
interacción genera lo que el Foro denomina “la paradoja del Siglo XXI”:
mientras el mundo crece en su conjunto, se ahondan cada vez más las diferencias
que nos separan.
De acuerdo con Schwab, los gobiernos no pueden enfrentar
solos los desafíos de nuestro tiempo; es preciso estrechar los lazos con la
sociedad civil para identificar, en un marco de mayor convergencia, el camino
del crecimiento y el desarrollo económico y social.
El informe comienza por advertir que “el mundo no está en
condiciones de soportar nuevas crisis”.
Todavía se sienten los coletazos de la eclosión de las
hipotecas subprime en Estados Unidos y el estallido de la crisis de la deuda en
Grecia e Irlanda y de la burbuja inmobiliaria en España como consecuencia de la
ausencia de autoridad, adecuada regulación y buen gobierno.
Algunos analistas consideran que lo peor ya pasó y que,
salvo el nivel de empleo, la recuperación de la economía mundial es una
realidad.
Sin embargo, como señala en informe del Foro, se mantiene un
“alto grado de volatilidad y ambigüedad en los mercados a corto y mediano
plazo, que probablemente se va a traducir en un comportamiento irracional por
parte de los inversionistas internacionales”.
Klaus Schwab promueve la participación de los empresarios en
la concertación de soluciones a los problemas globales.
Si bien el Foro de Davos es principalmente usado por los
empresarios para ampliar su red de contactos, por lo general al margen de los
eventos programados, Schwab quiere integrarlos en una red con las mejores
cabezas del planeta para que le den su apoyo al G20, convertido en el eje de la
gobernanza global, resultante de la pérdida de relevancia de las instituciones
creadas por el Acuerdo de Bretton Woods.
Por mucho optimismo que se le ponga, el Fondo Monetario
Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial
de Comercio no responden adecuadamente a las necesidades actuales de regulación
y liderazgo global.
Su reforma se requiere con urgencia, tras los desastres
generados por haber dejado la economía al vaivén del laissez-faire y de
reguladores que no regularon, controladores que no controlaron y especuladores
que sí especularon.
No parece ser cierto que los mercados por sí solos tiendan
al equilibrio global.
Lo ocurrido en los últimos tres años demuestra que es
conveniente adelantar una reforma institucional de un mercado global con
autoridades globales.
El debate en América Latina ha tenido características
diferentes que el europeo, por lo que es necesario aportar una revisión crítica
de la agenda propuesta para la transformación del Estado en la región y la
transferencia de la noción de governance por los organismos multilaterales.
Para comprender estas transformaciones, aquí se analizan
tres áreas centrales de las reformas estatales emprendidas en América Latina:
la privatización de servicios públicos, las nuevas ofertas de políticas
sociales y los procesos de descentralización.
Ello nos permitirá entender la tensión entre los modelos
normativos y los particulares patrones de gobernanza que predominan en América
Latina.
En América Latina, el debate académico sobre la gobernanza
ha sido más bien escaso y la noción dominante ha sido difundida por los
donantes de la cooperación internacional.
El Banco Mundial (BM), el Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) han
desempeñado una función central en el desarrollo y posterior transferencia de
la noción de buen gobierno, pretendiendo, de ese modo, volver más efectiva la
ayuda internacional en los países subdesarrollados (Grindle, 2007; Weiss,
2000).
El BM define gobernanza como el conjunto de procesos e
instituciones a través de las cuales se determina la forma en que se ejerce el
poder en un país, para desarrollar sus recursos económicos y sociales.
En este contexto, el buen gobierno se refiere a la
transparencia y la eficacia en tres áreas fundamentales:
1) métodos de elección, control y reemplazo de los
gobernantes (estabilidad institucional);
2) capacidad del gobierno para administrar recursos y
aplicar políticas (marco regulatorio y eficacia del gobierno), y
3) respeto a los ciudadanos (transparencia, participación y
garantía del Estado de derecho) (Word Bank, 2005: 3-7).
El PNUD (UNDP) (1997: 12), por su parte, define gobernanza
como "el ejercicio de la autoridad económica, política y administrativa
para administrar los asuntos de un país a todos los niveles de gobierno.
La misma comprende los mecanismos, los procesos y las
instituciones a través de las cuales los ciudadanos y los grupos articulan sus
intereses, ejercen sus derechos legales, cumplen sus obligaciones y resuelven
sus diferencias".
Desde este punto de vista, la gobernanza adecuada se
caracteriza como "participativa, transparente [...] con control público
[...], efectiva y equitativa [...] promotora del Estado de derecho [que]
asegura que las prioridades políticas, sociales y económicas estén basadas en
un amplio consenso en la sociedad".
Desde este enfoque, el buen gobierno implica determinadas
características del proceso de gobernabilidad, en el que el Estado debe
garantizar el cumplimiento de la ley (y hacerlo en forma transparente y libre
de corrupción), dar lugar a la participación de la sociedad civil y garantizar
el Estado de derecho.
Lo más relevante a enfatizar es que en estas recomendaciones
se encuentra implícito un modelo de Estado (neoliberal) y, en consecuencia, la
necesidad de fortalecerlo para que funcionen las fuerzas del mercado.
En primer lugar, el Estado debe determinar con precisión el
alcance de las funciones que asume y transferir el resto al mercado.
Al mismo tiempo, debe incrementar la participación del
sector privado y la sociedad civil en actividades que hasta ahora estaban
reservadas al sector público, bajo el argumento de que el monopolio estatal en
temas de infraestructura, servicios sociales y otros bienes y servicios tiende
a ser poco eficaz.
El camino es exponer a los organismos estatales a una
competencia mayor con el mercado, con el fin de incrementar su eficacia y
eficiencia, sustituyendo el modelo jerárquico-burocrático por la nueva gerencia
pública (NGP) (BM, 1997).
Los principales interrogantes que se plantean son: ¿cuáles
han sido los esquemas de gobernanza efectivamente introducidos en la región?,
¿qué consecuencias han tenido?, ¿cuánto se ha transformado el Estado?, ¿se han
logrado gestionar las políticas públicas de forma más eficaz, eficiente, transparente
y democrática?
“…tus viejas planillas
de Excel pasadas en Power Point, mechadas con jerga semiótica en ingles de
Harvard o Berkeley, mientras los Burócratas miran embobados…”
“…en fin, que le vamos
a hacer petiso, siempre nos queda Zorba,…”
…salto de pantalla…
El diagnóstico es terminante para esta mujer de pensamiento
inquieto y sonrisa franca, que nació el 20 de agosto de 1950, que logró su
doctorado en Ciencia Política en la Universidad de Notre Dame, en Estados Unidos, y
que hoy es secretaria de investigación de la Universidad Nacional
de San Martín:
"La gobernabilidad de la Argentina descansa en la
provincia de Buenos Aires".
Pero, al mismo tiempo, advierte la paradoja de que "la
provincia más fuerte, en términos económicos y electorales, es también la más doblegada".
Desentrañar las razones de ese "sometimiento" al
poder del gobierno nacional, como ella lo calificó ante Enfoques, le llevó
cinco años de investigación, que le sirvieron, además, para agudizar una mirada
profunda, y nada prejuiciosa, de un distrito clave en la vida nacional.
Seguramente la misma capacidad que aportó en su única
experiencia concreta en la política real, como asesora de Graciela Fernández
Meijide.
En esa tarea, admite ahora, comprendió que "la política
es muy difícil" y que "se ha degradado porque también se ha degradado
la sociedad".
–Utilizo palabras de su libro: ¿por qué la provincia con más
peso en la economía y en la política termina cediendo su autonomía al habitante
de turno en la Casa Rosada?
–No hay que olvidarse que empieza cediéndola como producto
de una derrota.
Cuando Buenos Aires es descabezada, es decir, un poco cuando
pasa a ser capital de la
Argentina y no es más capital de la provincia de Buenos
Aires, es resultado de una derrota militar y, consecuentemente, de una derrota
política.
Desde 1880, que es cuando se produce la federalización de
Buenos Aires, hasta 1916, con algunos vaivenes, Buenos Aires intenta resistir
al poder central y finalmente no lo consigue y es intervenida por Hipólito
Yrigoyen.
Ahí empieza una segunda etapa de esta historia de
doblegación o sometimiento de Buenos Aires: la convicción que tienen tanto
Yrigoyen como Justo o Perón, es decir, no es patrimonio ni de la izquierda ni
de la derecha, ni de los conservadores ni de los populistas, sino de todo
habitante de la Casa
Rosada, sobre la necesidad de llegar con Buenos Aires para
ganar la Presidencia.
–Una aspiración permanente...
–Es importante ganar la provincia de Buenos Aires porque
representa al 38% del electorado nacional.
La gobernabilidad de la Argentina descansa en Buenos Aires.
No es casual que uno de los presidentes que llega sin poder
ganar la provincia de Buenos Aires, en 1999, como Fernando de la Rúa, se va dos años después,
entre otras cosas, por los saqueos en el conurbano bonaerense en donde hay un
gobernador de otro signo político, peronista.
Es una historia complicada esto de que Buenos Aires no tenga
una fórmula política propia, como tienen las otras provincias.
Como la ciudad de Buenos Aires, que tiene su fórmula
política propia, autónoma, que puede funcionar mejor o peor, pero nadie va a
decir que es manejada por el poder central.
Es más, puede confrontar con el poder central y no
necesariamente caer o tenerse que ir antes de tiempo su jefe de gobierno.
–No parece haber mucha voluntad en ningún lado para buscar
esa fórmula política.
–No soy muy optimista: las legislaciones y las
reglamentaciones tienen que poder ir combinándose con una práctica y una
cultura políticas.
Si esto no sucede, se pueden tener desfases brutales: Constituciones
que van por un lado y realidades políticas que van para otro.
Esto implicaría no sólo una decisión política...
Habría que ver cómo el país puede llevar adelante un
desarrollo que le dé a Buenos Aires su autonomía política.
La paradoja es que la provincia más fuerte, en términos de
electorado y de poder económico, es la más doblegada.
¿Por qué?
Precisamente porque existe una voluntad del conjunto de la
clase política que está fundada en una convicción: si no se gana en la
provincia de Buenos Aires es muy difícil manejar la Casa Rosada…
–Esa es una de las razones por las cuales el kirchnerismo
termina atado electoralmente a un Daniel Scioli en el que no termina de
confiar, pero al que le va bien en las encuestas y que acepta el sometimiento
de la Nación.
–El problema es que el Estado nacional y el gobierno
nacional manejan los recursos.
Esta asimilación que se ha hecho en la Argentina entre el
Estado y el gobierno es vieja.
También la tradición militar, autoritaria, ha aportado a
esta imbricación entre gobierno y Estado, que hace que, al manejar el poder
central, el poder político y el poder económico, cualquier gobernador se vea en
problemas a la hora de tener que confrontar porque lo ahogan económicamente.
Y sin recursos no se puede seguir haciendo política.
–Tampoco se puede hacer, al parecer, sin el apoyo del
aparato partidario.
Por eso me llamó la atención que Eduardo Duhalde haya dicho
que la importancia del aparato del PJ bonaerense es un mito.
¿Coincide?
–El aparato vale para una elección interna partidaria, pero
no para una elección general.
El triunfo de Graciela Fernández Meijide en los comicios de
1997 probó que los aparatos no sirven en las elecciones generales.
Allí gana la gente, con los votos.
Pero lo que se arma a partir de 1991, cuando Duhalde negocia
ir a la provincia con la condición de que le den el Fondo de Reparación del
conurbano bonaerense, son pequeños aparatos locales que se alinean detrás de un
jefe porque les garantiza la perpetuidad.
Tanto van en busca de un jefe y tan efectivos han sido que
radicales y no radicales, como el caso de Martín Sabbatella, han terminado
rindiéndose ante la Casa
Rosada porque es la que les garantiza la perpetuidad.
–Ahora que menciona la palabra "perpetuidad",
siempre me llamó la atención que el peronismo gobierne la provincia desde hace
24 años y que, pese a que los problemas siempre son los mismos y no se
solucionan, muchos tengan la sensación de que es el único partido que puede
administrar el distrito.
–Es como el síndrome de la ingobernabilidad.
La provincia de Buenos Aires y sus votantes están optando
por un mal menor, o sea, por mantener cierta estabilidad a la posibilidad de
una mejora o de un cambio.
Es un síndrome bastante extendido en la Argentina.
Pero siempre hay grupos de votantes que también son
responsables, porque si no parece que los únicos responsables de lo que pasa
son los que tienen el 50% de los votos, y los que hacen política y tienen el 2%
también lo son.
Por ejemplo, el otro día hablaba con un amigo sobre el
socialismo y yo decía que habría que modificar ese partido: en cien años sólo
tuvieron una gobernación.
Si todos los partidos hubieran tenido ese nivel de eficacia
tendríamos militares desde 1916.
Yo puedo criticar lo que quiera porque soy intelectual, es
mi papel, pero un político puede criticar y, además, tiene que tener capacidad
para acumular poder, gobernar y transformar en función de lo que él dice que es
bueno para el país o su partido.
El problema es que en la Argentina hay como un
síndrome de "no grandes aspiraciones", y entonces la estabilidad es
como una gran aspiración de los argentinos.
–El peronismo logra dar la sensación de que es el único en
condiciones de mantener la gobernabilidad, aunque, en realidad, muchas veces le
cuesta gobernar.
–Porque no se cuestiona la calidad de esa gobernabilidad,
sólo la estabilidad.
En la ciencia política apareció hace unos años un concepto
nuevo, traducido del inglés como "gobernanza", un concepto más cerca
de la calidad de la gobernabilidad.
No se trata sólo de que todo esté más o menos tranquilo,
sino de que podamos tener una sociedad mejor, más equitativa, donde ya no
volvamos atrás en cuestiones vinculadas a la libertad de prensa, a los derechos
humanos, para que pasen cosas como las que están pasando…
¿Quién hubiera cuestionado en 1983 a las Madres de Plaza
de Mayo?
Volvimos atrás en aspectos inimaginables.
Hubo una cooptación de algunos organismos de derechos
humanos por parte del Estado, pero esos organismos tienen que tener su lugar en
el Estado en forma independiente de los gobiernos.
Acá se produce una simbiosis entre el gobierno y el Estado,
entonces estar en el Estado es estar de acuerdo con el gobierno, pero, en
realidad, es una clara señal político partidaria.
Nadie habla del Estado argentino y su pertenencia como algo
apartidario.
Este episodio que involucra a Schoklender y a las Madres es
un retroceso porque los organismos de derechos humanos hicieron de su causa una
bandera por la que nos reconocen en el mundo y de la que estamos orgullosos,
como sucede con el juicio a las juntas.
Estos retrocesos los pagamos todos, y los que creen que
están a salvo, se confunden.
–Cuando habla de retrocesos, ¿también se puede incluir en
este rubro el clientelismo, que está tan extendido, sobre todo, en la provincia
de Buenos Aires?
–No estoy de acuerdo con la categoría de clientelismo.
¿A qué se le dice clientelismo?
A los recursos que el Estado nacional le brinda a los más
pobres, supuestamente a cambio de favores como el voto.
Pero si miramos en el contenido de la palabra clientelismo,
que supone un Estado que da recursos a un sector de la población y ese sector
lo que tiene de intercambiable y poderoso es su voto, la clase media también
tiene acuerdos con los Estados nacionales, provinciales y locales, y también
ofrece su voto, y los empresarios también son subsidiados por el Estado
argentino…
–¿A qué se refiere?
–La clase media paga baratísimo la cuenta del gas gracias a
un subsidio.
En lugar de que el Estado le dé 500 pesos para pagarla, le
baja 500 pesos la tarifa.
¿De dónde sale esa plata?
Del Estado.
Y para no hablar de los empresarios argentinos, que tienen
altos niveles de dependencia del Estado, desde los negocios que hacen, la
subordinación que tienen en relación a subsidios y su actitud poco autónoma.
Por eso, probablemente exista un rasgo clientelar,
dependiente y de falta de autonomía, en la economía que va más allá de la gente
más humilde.
La categoría de clientelismo no tiene valor: suena como un
estigma hacia los más pobres cuando, en realidad, estamos en una sociedad en la
que mucha gente vive del Estado y se beneficia de él.
Es estigmatizar a un sector social que tiene bastante menos
responsabilidad que otros por los destinos del país.
Hay condiciones de pobreza extrema y sería ideal que la
gente que necesita una ayuda tenga trabajo.
Lo ideal también sería tener un capitalismo que funcione…
Tenemos un capitalismo deficiente, maltrecho, pobre, débil,
cómodo, que no quiere arriesgar, que no es audaz, que no tiene en la Argentina todos los
rasgos que lo han hecho un sistema económico dominante en el mundo.
–Usted participó en la política real al lado de Fernández
Meijide.
¿Le gustó la experiencia?
¿La hizo comprender mejor a los políticos?
–Los politólogos tenemos un problema: no tenemos
laboratorios...
Pero tenemos esta posibilidad de asesorar, de entrar a un
grupo y hacer lo que no quieren hacer muchos académicos.
La política es muy difícil, y se ha degradado porque se ha
degradado la sociedad también.
La política es la actividad colectiva por excelencia.
Cuando deja de serlo, como sucedió en el Frepaso cuando
Chacho Alvarez tomó decisiones por su cuenta, se destruye el colectivo.
No se puede hacer eso.
–Es cierto que no hay dirigentes que nazcan de una probeta.
Salen
de esta sociedad, que les exige pureza absoluta a sus dirigentes mientras, por
ejemplo, acepta las coimas o los favores para hacer un trámite.
En ese sentido,
el discurso antipolítico es injusto.
–La policía quizá sea la institución que lidia con la lacra
humana.
Pero la política lidia con el ser humano: los políticos ven
todo, incluso se insensibilizan porque ven todo.
Es terrible porque lo último que un político debería perder
es la sensibilidad, pero, al mismo tiempo, tiene que ser muy duro porque tiene
que tomar decisiones todo el tiempo que afectan a millones de personas.
La gente toca la cacerola contra los políticos y, a la
primera de cambio, le pide un favor al primer dirigente que se le acerca.
Y el político tiene que lidiar con lo malo, lo bueno, lo miserable
del ser humano.
Con eso se hace política.
Entonces, si una sociedad está degradada, la política
también lo está, porque el dirigente tiene que lidiar con seres humanos
degradados.
Aunque sea San Francisco de Asís, el más puro de los puros,
después tiene que hacer política en la Tierra porque los seres humanos lo ponen en las
encrucijadas que lo ponen.
La tarea del político es la de educar y tiene que ser el
ejemplo, pero también tiene que responder a la demanda de la sociedad, porque
depende de sus votos si quiere verdaderamente educar y transformar el país.
La política es una actividad muy, pero muy complicada.
Entrevista con María Matilde Ollier
"La provincia más fuerte es también la más
doblegada"
El oficial Waffen SS
Josef Kramer odia a los rusos porque no se ajustan a la imagen que de ellos le
ha inculcado la propaganda: los odia por haber desmentido todos sus prejuicios:
"Odiaba a los rusos porque lo habían
embaucado, a él y a millones como él.
Habían dejado creer al mundo que eran toscos
bárbaros cuando de hecho -y cualquiera podía verlo- eran espectaculares
ingenieros, formidables agricultores e increíbles, colosales soldados.
Odiaba a los rusos porque había llegado a
Ucrania esperando liberar a campesinos borrachos, estúpidos y bonachones, del
furioso desgobierno de satánicos judíos, pero se había encontrado
luchando contra soldados tan rubios como él, de igual coraje, igual fanatismo y
un equipo tremendamente efectivo.
El equipo le preocupaba.
¿De dónde había salido, de la pobreza, del
hambre y del terror del bolcheviquismo?
Esos hombres no eran borregos.
Tampoco eran maniáticos.
Eran tenaces, valientes, astutos, fanáticos."
Coronel P.
M. A. Linebarger, autor de Psychological Warfare, 1948; y Essays on military
psychological operations, Special Operations Research Office, 1965.
++++++++++++++++++
Tal vez una metáfora arquitectónica ayude a entender este enigma.
Podría decirse que el peronismo semeja a una casa de dos plantas.
En la de abajo reside el propietario, que es el peronismo-peronista
(sindicatos, barones territoriales, punteros); en la de arriba viven
sucesivamente los líderes coyunturales del movimiento, que alquilan el piso.
El contrato de locación le permite al inquilino pintar la casa del
color que quiera y hacerle arreglos a discreción, pero no modificaciones
estructurales.
El alquiler cotiza alto (el piso de arriba es muy buscado) y se paga en
las especies más diversas: dinero, dádivas, prebendas, fondos ingentes para
infraestructura, planes sociales, clientelas y proselitismo.
La popularidad del inquilino determina la duración del contrato; si
mantiene la aprobación, renueva; si cae en desgracia, debe irse.
Ningún contrato alcanzó los once años.
La casa peronista es dinámica y flexible.
Como quería su arquitecto, vence al tiempo.
Otorga beneficios seguros a sus moradores y posee picardía mediática:
sustrae de los flashes al dueño, que es impresentable, y exhibe al inquilino,
cuya gloria tiene plazo fijo.
Así se amasan el éxito y la perdurabilidad.
Y se institucionalizan las malas artes.
Si se acepta esta imagen, se verá que el
peronismo no es una ideología, sino una arquitectura y un contrato; o, dicho en
términos académicos: una organización y un enunciado.
Allí reside su éxito y su karma.
Al liberalismo político
argentino, algunos de cuyos representantes veneran un mausoleo, se le hace
difícil comprender esta configuración.
Quizás esa ceguera tenga que ver con sus
derrotas.
El populismo creciente
relega las aspiraciones republicanas
La casa peronista, Eduardo
Fidanza, La Nación;
08 de junio de 2011; hacer clic aquí.
El texto superior es una síntesis de la exposición en el
Coloquio de CIPOL; ver video.
++++++++++++++++++++
Steven Levitsky, quien es citado por Fidanza, publico la
siguiente síntesis de sus investigaciones sobre el Peronismo, básicamente del
AMBA, GBA y CABA.
La organización peronista consiste en una densa colección de redes
personales (que operan desde sindicatos, clubes, ONGs y a menudo desde la casa
de los militantes) que están en gran medida desconectadas (y son autónomas) de
la burocracia partidaria.
Aunque estas redes no pueden ser encontradas en los estatutos y
archivos del partido, proveen al PJ de una extensa conexión con las clases
bajas y trabajadoras de la sociedad.
No obstante la impresionante cantidad de literatura existente sobre el
peronismo, escasa investigación se ha realizado acerca de la organización del
PJ, [6] y virtualmente no se ha realizado ningún trabajo sobre la estructura
informal del partido.
Como resultado de esto, conocemos muy poco acerca de cómo funciona el
PJ, particularmente en el ámbito local.
El presente artículo busca llenar ese vacío.
Sacando provecho de información recolectada durante un vasto estudio de
las organizaciones peronistas del Gran Buenos Aires, el artículo examina cómo
funciona internamente el PJ y cómo está organizado.
A su vez, está dividido en dos secciones.
La primera resume los orígenes y la estructura contemporánea del
partido peronista.
Desafiando caracterizaciones del partido como una organización débil y
personalista, se sostiene que el PJ es mejor entendido como un informal partido
de masas.
Si bien el peronismo mantiene una poderosa infraestructura de base, una
amplia base activista, y extensos vínculos con la clase baja y trabajadora,
posee sin embargo, a diferencia de los prototípicos partidos de masas, una
organización informal y altamente descentralizada.
La segunda sección examina la relación entre el PJ y Carlos Menem
durante la década del noventa.
Contrariamente a muchos informes convencionales, el artículo sostiene
que la relación de Menem con el PJ de base estuvo siempre mediada por las
poderosas organizaciones locales.
Estas organizaciones proveyeron al gobierno de Menem con un surtido de
beneficios políticos que incluyen vastos recursos humanos, canales para la
implementación política, distribución de patronazgo y solución de problemas a
nivel local.
Sin embargo, también restringieron el liderazgo de Menem, limitando su
capacidad de imponer candidatos y estrategias a las unidades inferiores.
De hecho, estas unidades locales continuamente rechazaban o ignoraban
las instrucciones provenientes desde el liderazgo nacional, siguiendo
estrategias que poco tenían que ver con Menem o su programa neoliberal.
……….
El artículo presenta datos de dos encuestas llevadas a cabo por el
autor en 1997:
1) una encuesta de 112 agencias partidarias locales (unidades básicas,
o UBs), basada en visitas a las UBs y entrevistas en profundidad con los
militantes que las dirigían; y
2) una encuesta de 611 militantes partidarios, basada en un cuestionario
de 39 puntos que fue distribuido a los militantes en cada una de las UBs
encuestadas.
Las encuestas se llevaron a cabo en la Capital Federal,
donde predomina la clase media, y en las municipalidades del Gran Buenos Aires
de La Matanza
y Quilmes,[14] las cuales tienen una mayor población de clase baja y
trabajadora.
Las UBs fueron seleccionadas de forma de ser lo más representativas
posible de la representación faccional interna, geográfica y socioeconómica de
cada municipalidad.
Aunque la
Capital Federal, Quilmes y La Matanza no representen al
país como un todo, los patrones organizacionales observados en esos distritos
fueron confirmados por líderes partidarios y militantes de numerosas
localidades del Gran Buenos Aires[15] y otras provincias industrializadas,[16]
así como a través de visitas a un reducido número de unidades básicas en la
ciudad capital provincial de San Miguel de Tucumán.
Por lo tanto, hay razones para pensar que los hallazgos de este estudio
puedan generalizarse, al menos, hacia adentro del peronismo urbano.[17]
……………..
El peronismo consiste en una vasta colección de redes informales que
operan desde un grupo de diferentes entidades, que incluyen sindicatos,
cooperativas, clubes, comedores, y a menudo hogares.
Estas entidades informales son autoorganizadas y autooperativas, no
aparecen en los estatutos del partido, raramente están registradas con las
autoridades partidarias, y mantienen una casi total autonomía respecto a la
burocracia partidaria.
Sin embargo constituyen la mayor parte de la organización del PJ.
………….
Las raíces de la estructura informal del PJ residen en su particular
historia.
A pesar de que el peronismo se originó como un partido carismático[28]
durante el primer gobierno de Perón (1946-1955), con una jerarquía
centralizada, aunque no burocrática, basada en el liderazgo personalista de
Juan Perón,[29] la organización cambió considerablemente después del
derrocamiento de Perón en 1955.
Proscripto e intermitentemente reprimido a lo largo del período
1955-1983, el peronismo se movió subterráneamente, sobreviviendo en los
sindicatos, organizaciones de cuadros partidarios clandestinas, y miles de
redes barriales militantes.[30]
Sin embargo, a diferencia de otros partidos obreros proscriptos (como
los comunistas franceses, los socialdemócratas alemanes, y la Acción Democrática
venezolana), que sobrevivieron épocas de represión creando organizaciones
jerárquicas y disciplinadas, el verticalismo del peronismo colapsó después de
1955, y la organización cayó en un estado descentralizado y semianárquico.
Los primeros actos de la resistencia peronista fueron “iniciativas
atomizadas y espontáneas” llevadas a cabo en “ausencia de un liderazgo nacional
coherente”.[31]
Los peronistas operaron desde autoconstituidos “comandos” basados en
uniones preexistentes, amistades barriales y redes familiares.[32]
Los vínculos entre estos comandos locales fueron “como mucho
tenues”,[33] y los cuerpos creados para coordinar sus actividades, como el
Centro de Operaciones de Resistencia y el Grupo Peronista de Resistencia
Insurreccional, fueron inefectivos.[34]
Con posterioridad a 1955, el peronismo se transformó en una estructura
segmentada y descentralizada, que según Gerlach y Hine, puede ser caracterizada
como un “movimiento”.[35]
Los subgrupos peronistas se autoorganizaron con autonomía de cada uno
de ellos y de las autoridades centrales.
En el ámbito nacional, el peronismo fue poco más que “una federación
laxa de diferentes grupos leales a Perón”,[36] que incluía sindicatos,
organizaciones paramilitares de izquierda y de derecha,[37] y numerosos
partidos provinciales “neoperonistas”.[38]
Ningún grupo organizacional contuvo a estos subgrupos, y no emergió
ninguna estructura central de autoridad con capacidad de coordinar sus
actividades, disciplinarlos, o incluso definir quién era o no era peronista.
Aunque Perón permanecía como el líder indisputado del movimiento, su
autoridad estaba limitada a las decisiones principales, y los cuerpos que creó
para representarlo, como el Consejo Superior de Coordinación y el Comando
Táctico, eran rutinariamente ignorados por los sindicatos, los grupos
paramilitares, y los jefes provinciales.[39]
Si bien los peronistas que desobedecían las órdenes de Perón eran a
veces expulsados del movimiento, esas expulsiones eran a menudo ignoradas y
casi nunca eran permanentes.[40]
Después de un breve retorno al poder entre 1973 y 1976, el peronismo
cayó nuevamente en un estado anárquico durante el período dictatorial de 1976 a 1983.
El grueso de la actividad partidaria urbana migró a los sindicatos,
pese a que muchos militantes también trabajaron dentro de un número de
organizaciones clandestinas.
Aunque las unidades básicas estaban cerradas, muchos continuaron
operando desde “grupos de trabajo” informales.
Otros “se refugiaron en organizaciones no gubernamentales”,[41] como
las sociedades de fomento,[42] clubes barriales, comedores, y organizaciones
religiosas.[43]
Inclusive, otros trabajaron desde fachadas como los centros de
estudiantes.[44]
Aunque existen pocos datos sobre el peronismo clandestino durante el
Proceso, el número de militantes que se incorporó en al menos esporádicas
actividades políticas parece haber sido significativo.
De las unidades básicas encuestadas por el autor en 1997, el 58% estaba
dirigida por un militante que militó en el peronismo durante la dictadura.
Como resultado del trabajo clandestino, al colapsar el régimen militar
en 1982, el peronismo rápidamente resurgió como una organización de masas.
Las unidades básicas brotaron (aparentemente de la nada) por todo el
país y ya a mediados de 1983 el PJ había afiliado a más de tres millones de
miembros, lo que representaba más que el resto de los partidos combinados.[45]
A diferencia de períodos previos de dirigencia civil, durante las
cuales las organizaciones peronistas ignoraron la actividad partidaria, el PJ
sufrió después de 1983 un proceso de “partidización” sin precedentes.
Como las elecciones comenzaron a ser percibidas como la única forma
legítima de acceder al poder, prácticamente todas las subunidades peronistas se
integraron dentro de la actividad partidaria a través de la participación en
elecciones internas.
Los sindicatos peronistas invirtieron fuertemente en la política
partidaria,[46] lo mismo hicieron las anteriores organizaciones paramilitares
como Guardia de Hierro, Comando de Organización (C de O), la Juventud Peronista
(JP) y Montoneros.[47]
Para mediados de la década del ochenta, a excepción de los sindicatos,
la actividad peronista no partidaria había en gran medida desaparecido.
El proceso de “partidización” no fue, sin embargo, acompañado por un
proceso de burocratización.
Más que establecer una estructura burocrática, el PJ post `83 retuvo
aspectos clave de su organización como movimiento.
El peronismo reemergió después de la dictadura desde abajo hacia arriba
y de una forma semianárquica.
Los militantes establecieron sus propias unidades básicas sin la
aprobación (e incluso el conocimiento) de la jerarquía partidaria.
Ésta no solo no creó o financió unidades básicas, sino que tampoco pudo
establecer quién podía crearlas, cuántas fueron creadas, o dónde estaban
localizadas.
Por otra parte, aunque si bien los sindicatos, los ex paramilitares, y
numerosas redes territoriales informales entraron a la actividad partidaria en
la década del ochenta, no abandonaron sin embargo sus formas organizacionales
ni se integraron a la burocracia partidaria.
En cambio, permanecieron autoorganizadas, creando, financiando y
operando sus propias unidades básicas.
Como resultado de esto, la organización nacional del PJ permaneció como
una unión laxa y heterogénea de débiles facciones nacionales, paramilitares, organizaciones
obreras y emergentes feudos provinciales.
Pese a que el período de renovación de 1987-1989 trajo algún grado de
orden institucional al partido,[48] las reformas asociadas a este período
fueron menos importantes de lo que habitualmente se cree.
Durante dicho período, los reformistas (llamados Renovadores) dieron
importantes pasos en pos de la democratización interna del PJ (como la
introducción de elecciones directas para la selección de candidatos y líderes)
y prestaron una atención a su estructura formal sin precedentes.
Los órganos formales del partido, como el Consejo Nacional, se
reunieron con más frecuencia y el partido comenzó a tener registro de sus
actividades, y un gran esfuerzo se realizó para adherir a los estatutos
partidarios.
Sin embargo, aparte de la introducción de elecciones internas, la Renovación hizo poco
para cambiar la forma en que el PJ realmente funcionaba en la práctica.
Fracasaron para imponer una norma para la estructura organizacional del
partido y fueron incapaces de crear una burocracia central efectiva, capaz de
disciplinar a las organizaciones inferiores.
En consecuencia, las subunidades permanecieron informales y
relativamente autónomas.
……….
Las afiliaciones al partido alcanzaron los 3,85 millones en 1993, lo
que representaba un 18% del electorado.[52]
La participación electoral interna del 54,2% excedió a las de las
social democracias de la pos guerra en Austria, Alemania y Suecia. [53]
Aunque la utilidad de estas comparaciones está limitada por el hecho de
que la membresía al PJ supone un menor nivel de compromiso respecto al de los
partidos de masas europeos, [54] esta inmensa masa de afiliados es no obstante
impresionante.
En segundo lugar el PJ conserva una densa infraestructura territorial.
A pesar de que el fracaso del partido en tener un registro de sus
unidades básicas hace difícil medir correctamente la densidad de su
organización, evidencia proveniente de La Matanza, Quilmes y San Miguel de Tucumán sugiere
que la infraestructura de base del PJ continúa siendo extensa y densamente
organizada.
En 1997 estas tres localidades reunían aproximadamente una UB por cada
2000 residentes y más de dos UBs por kilómetro cuadrado. [55]
Tercero, el PJ continúa profundamente enclavado en las clases bajas y
obreras por medio de sus vínculos con una variedad de organizaciones (formales
e informales).
En el nivel más básico, las organizaciones partidarias a nivel
municipal conservan extensos vínculos con redes interpersonales en los barrios
más humildes.
En las zonas de clase baja, los “líderes naturales” o “solucionadores
de problemas” son generalmente peronistas.[56]
Aunque muchos de estos “líderes naturales” no son militantes full time,
casi todos mantienen lazos (a través de amigos, vecinos, o parientes) con las
redes partidarias informales.
Estos lazos son periódicamente activados tanto “desde abajo”, como
“desde arriba”: los “solucionadores de problemas” los utilizan para tener acceso
a recursos gubernamentales, mientras que los “punteros” locales los utilizan
para reclutar gente para elecciones o movilizaciones. [57]
En el mismo sentido, las organizaciones partidarias locales también
mantienen vínculos con un abanico de organizaciones sociales.
Históricamente las más importantes han sido los sindicatos.
Si bien la influencia de éstos en el PJ ha declinado considerablemente
desde mediados de la década del ochenta, la mayoría de ellos permaneció activo
en la política a nivel local hasta avanzados los años noventa.
De 36 sindicatos locales relevados por el autor en 1997, 33 (92%)
participó de la actividad partidaria ese año. [58]
Las organizaciones del PJ también están relacionadas con una variedad
de movimientos sociales urbanos, como ocupadores de viviendas y organizaciones
villeras (de las villas miseria).
En la Capital
Federal, por ejemplo, la mayoría de las organizaciones
villeras está dirigida por militantes del PJ, y organizaciones de habitantes de
villas miseria, como Movimiento Villero y Frente Social, mantienen estrechos
lazos con el PJ.
En La Matanza,
cinco de las 31 UBs encuestadas estaban vinculadas a asentamientos ocupados, y
el coordinador de la Mesa
de Asentamientos Ocupados, que proclamó representar 60 organizaciones villeras,
es militante del PJ local. [59]
Las organizaciones justicialistas de base están asimismo vinculadas a
una serie de organizaciones no gubernamentales, que incluyen sociedades de
fomento, cooperativas escolares, y comedores. [60]
Por ejemplo, dirigentes villeros de la Capital Federal
estiman que “setenta u ochenta por ciento” de los 150 comedores de la ciudad
están dirigidos por peronistas.[61]
Similares estimaciones han sido realizadas para los distritos del Gran
Buenos Aires de Hurlingham, Lanús y Quilmes.[62]
En cambio, un número más pequeño de unidades básicas está relacionado
con organizaciones religiosas.
Por último, muchas organizaciones peronistas mantienen vínculos con
clubes locales y barriales. [63]
En este sentido son de particular importancia los clubes de fútbol
locales (especialmente los de segunda división o “B”).
Los líderes utilizan a menudo a fanáticos de clubes para campañas,
pintadas callejeras, y en algunas ocasiones, intimidar oponentes.
Son muchos los casos de vínculo tipo partido-club en Capital Federal y
Gran Buenos Aires.
………….
En conjunto, más de la mitad (56,7%) de las UBs encuestadas por el
autor evidenciaron vínculos con una o más instituciones sociales, y más de un
tercio (36,5%) estaban relacionadas con dos o más de esas entidades.
Estos datos están resumidos en el Cuadro 1.
De las UBs encuestadas, 22,1% tenían vínculos con escuelas o
cooperativas infantiles, 20,2% estaba relacionada con comedores u otras
organizaciones de ayuda, 14,4% tenía vínculos con sindicatos, 8,7% con
organizaciones eclesiásticas, y 6,7% con organizaciones de asentamientos
ilegales.
…………
Ante la falta de una burocracia central efectiva, el partido funciona
como una “gran carpa”, dentro de la cual hay diversos y contradictorios
elementos.
Pero lejos de la tradición verticalista y centralizada con la que a
menudo se relaciona al peronismo,[93] la relación entre los miembros más altos
y bajos del partido es muy cercana a una de autonomía mutua.[94]
……………
Por ejemplo, durante la crisis hiperinflacionaria de 1989-1990, decenas
de miles de militantes del partido se movilizaron para desalentar las protestas
de las clases bajas y trabajadoras ante dicha crisis y los planes de ajuste del
gobierno.
Esto fue hecho por medio de la persuasión, la expulsión de activistas
de izquierda de los barrios,[105] y una serie de medidas de beneficencia en el
ámbito barrial.
En La Matanza,
los militantes peronistas operaban con el apoyo de la municipalidad más de 200
comedores en 1989.[106]
Como así también numerosos comedores en las villas miseria de la Capital Federal.[107]
En el primer distrito electoral, militantes de la UB “Unidos o Dominados”
afirmaban haber distribuido comida a 300 familias luego de recorrer el barrio
puerta por puerta hasta encontrar quiénes estaban necesitados.
En el vigésimo segundo distrito electoral, punteros peronistas
organizaron comedores en los cuales familias con excedentes de comida proveían
a aquellos que necesitaban.
Las organizaciones peronistas a nivel local se comprometieron en
diferentes actividades políticas, sociales y culturales en la década del
noventa y fueron militantes peronistas quienes tuvieron un rol central en la
entrega de asistencia social en los barrios de bajos recursos.
De las UBs relevadas en este estudio, el 96% se comprometió en alguna
forma de asistencia social y aunque evidencia académica y periodística da
cuenta de un desnudo clientelismo [108] en la distribución de bienes, casi
ninguna investigación ha sido hecha acerca de lo que las UBs han realmente
realizado.
………….
Cuadro 5. Visión del programa económico de Menem de los
militantes*
Opinión
sobre la Política
Económica Gubernamental
Porcentaje
De acuerdo con el programa
neoliberal
10.2
En desacuerdo con el programa
neoliberal, pero apoyan al gobierno
10.5
En desacuerdo con el programa
neoliberal, pero creen que no había otra opción
10.7
En desacuerdo con el programa
neoliberal y cree que había otras alternativas
49.1
Totalmente opuestos al programa
neoliberal como una ofensa a los ideales peronistas
19.5
Total
100.0
*Basado en una encuesta del autor a 611 militantes del PJ en
la Capital Federal,
La Matanza y
Quilmes en 1997.
…………….
El próximo gobierno peronista
debería...
Porcentaje
Mantener el modelo económico
menemista
5.5
Mantener el modelo, pero con más
justicia social
52.4
Retornar a las raíces del
peronismo
42.1
………….
Sin embargo la estabilidad del PJ no puede ser
solamente atribuida al patronazgo.
Cerca de un tercio (31,4%) de las UBs relevadas
no tenía acceso al patronazgo en absoluto, y en la mayoría de las UBs, los
beneficios de éste se extendían a uno o dos militantes.
Por lo tanto, incluso a finales de la década
del noventa, un número significativo de militantes continuó participando a
pesar de tener poco o ningún acceso a los recursos estatales.
………………
Al final de los diez años de mandato de Menem, la vasta mayoría de las
agencias provinciales estaba gobernada por no menemistas y mantenía perfiles
que estaban muy lejos del neoliberal del liderazgo nacional.[145]
En muchos casos, el partido provincial estaba controlado por sectores
que habían estado en el poder (en algunos casos con interrupciones) desde
principios o mediados de la década del ochenta.[146]
De hecho, solo cuatro de los 24 distritos del PJ (La Rioja, Neuquén, San Juan y
Capital Federal) estaban controlados por menemistas en 1999.[147]
A su vez, estos distritos representaban sólo el 14,8% del electorado
total.[148]
Contrariamente a muchos postulados convencionales acerca del liderazgo
de Menem, el peronismo tradicional permaneció ampliamente intacto en los
ámbitos provincial y municipal, a pesar del giro a la derecha del liderazgo
nacional.
Solo en pocas excepciones, las organizaciones provinciales y locales
(que dirigen las campañas del PJ, desarrollan sus líderes, y seleccionan sus
legisladores nacionales) se transformaron en menemistas o neoliberales.
Este fracaso para transformar las agencias provinciales ayuda a
explicar la rápida erosión de la influencia de Menem dentro del PJ (a pesar del
hecho que continúa siendo el presidente del partido) después de dejar el poder
en 1999.
Este resultado resalta la enorme diferencia que hay entre el PJ y otros
casos de “neopopulismo”.
Mientras que el Partido para la Reconstrucción Nacional
de Collor no sobrevivió la caída de su líder y los varios partidos fujimoristas
casi con seguridad enfrentarán un destino similar, muy pocos dudan que el PJ
sobrevivirá la desaparición del menemismo.
++++++++++
Trabajó durante años junto a sus pobladores mientras estaba
en el seminario jesuita de San Miguel, y ahora, desde
Harvard, donde desarrolla una tesis -para su doctorado por la Universidad de
Berkeley- sobre el clientelismo en el conurbano, lleva varios años
estudiando la particular lógica política que allí se pone en juego, con sus
luces y sombras.
Sabe que la visión crítica del rol que juegan los punteros
políticos muchas veces es acertada. Que hay un perverso toma y daca del que se
alimenta la eficiente maquinaria electoral del peronismo, el "partido
hegemónico en las villas". Pero también sabe que
los punteros se mueven entre gente absolutamente olvidada, que los reconoce
como únicos agentes visibles de un Estado que no está. Y que hay mucha más
racionalidad de la que se supone generalmente en el comportamiento de los
votantes de barrios humildes.
De hecho, este encuentro de intereses particulares le
permite a Zarazaga aplicar para su tesis lo que los académicos llaman la teoría de juegos. Es decir, identificar la dinámica de la
relación que se establece entre políticos, punteros y votantes, desarrollar un
modelo matemático a partir de esta interacción y sacar conclusiones que pueden,
aunque éste no sea el objetivo primordial, servir incluso para hacer predicciones
electorales. Una conclusión matemática indica, por ejemplo, que mientras se
mantenga la actual dinámica, el Partido Justicialista va a ganar por 3 a 1 en el conurbano
bonaerense. Sin importar quién se le oponga. No es un dato menor.
Pero, ¿cómo llega un sacerdote jesuita a Harvard? ¿Y por qué
elige el clientelismo político como eje de su tesis doctoral? La respuesta no
tiene que ver con cálculos matemáticos sino con la vocación y con una historia
personal en la que, en un momento dado, religión e interés por ayudar a los
pobres se encontraron y cobraron un sentido único. "Soy jesuita, y como
jesuita siempre trabajé en el conurbano, en barrios carenciados de San Miguel,
donde está el seminario", cuenta Zarazaga desde Estados Unidos. "Ahí
nació mi preocupación, cuando tomé contacto con la pobreza y me involucré con
la gente".
……………
Durante siete años Zarazaga trabajó en la Villa Mitre y otros
barrios obreros de la zona. Allí tomó contacto con la pobreza. Se relacionó con
la gente y conoció sus necesidades y preocupaciones. Conoció también a muchos
punteros políticos y se sacudió algunos (sólo algunos) preconceptos adquiridos
en un hogar que, afirma, "no era peronista justamente, sino más bien todo
lo contrario".
Uno de esos preconceptos dice que la
hegemonía del peronismo en las villas es una aberración política. Ya no piensa
lo mismo. Conocer la realidad de las villas lo llevó a revisar algunas
opiniones. "Un poco peronista me hice -dice con humor-, ahora valoro su
presencia allí. Es común decir que los punteros son vagos, que cobran por hacer
nada, pero no es cierto. La mayoría trabaja de sol a sol, y al que no trabaja,
la misma gente de la villa lo saca a patadas, porque le exige respuestas".
Esto equivale a decir que a falta de
una presencia real del Estado, el Estado, en este caso, son los punteros. No
son reyes, son lo que hay. "Son reconocidos como el Estado por sus
vecinos y manejan recursos del Estado". Así es, según Zarazaga, como
construyen una relación con la gente, acumulan capital político y se ganan cierta reputación, que a su vez supone una
responsabilidad, porque "cuando hay un chico con un ataque de asma a las 3
de la mañana, cuando alguien necesita atención de urgencia o realizar un
trámite, la respuesta pasa por el cura o el puntero".
Claro que la que se establece es una relación absolutamente
utilitaria. Y por partida doble. "Nadie come vidrio, ni el puntero ni el
votante: no hay una recreación de la figura de Evita a través del puntero, y de
hecho casi nadie en la villa sabe quién fue Perón. Es pragmatismo puro",
asegura Zarazaga. Un puntero de San Miguel, cuenta el sacerdote, lo expresaba
así: "Si antes cantábamos aquello de combatir el capital, hoy sólo hacemos
política con y por el capital". Y otro aclaraba, no como un pecado que le
incomodara en el pecho sino como un dato de la realidad, que él repartía todo
lo que le daban, salvo el aceite. El aceite lo vendía en su casa.
La contrapartida al plan social, la bolsa de comida, el
favor o la ayuda es, claro está, el voto. No hay una relación directa, por
supuesto. Pero hay una relación. "Si después los
pobladores de las villas votan al puntero, no es porque estos ejerzan un
monitoreo de los votantes. Esto puede funcionar, pero sólo marginalmente. Lo
votan porque es el único que está, el único que les ofrece soluciones. Lo
necesitan porque no hay nadie más". Es un sistema arbitrario,
admite Zarazaga, pero "desde otros partidos no han intentado siquiera
tener presencia en los barrios pobres".
Es decir, la matriz del clientelismo no está siendo
disputada. Y la importancia política de esta realidad cobra relevancia si se
considera que tiene lugar en distritos que, combinados, representan el 35 por
ciento del electorado argentino. El desafío, estima Zarazaga, es ver de qué
manera esta red clientelar puede ser transformada en una herramienta de
promoción social más transparente y menos caprichosa. A su juicio, iniciativas
como la asignación universal por hijo no están concebidas para terminar con los
punteros, porque éstos "retienen el manejo de la información".
Para su tesis, que desarrolla
junto al profesor Robert Powell, una verdadera eminencia y un especialista en
la aplicación de la teoría de juegos para analizar conflictos internacionales,
Zarazaga realizó durante los últimos cuatro años el trabajo de campo y mantuvo
entrevistas con 120 punteros políticos de la provincia de Buenos Aires.
Rodrigo Zarazaga, el jesuita que desde Harvard estudia las redes
clientelares
PD; Hezbollah, Hammas, Hermandad Musulmana, etc.; son
Sociedades de Resistencia que dedican el 90% de su esfuerzo a la Acción Social, Educación,
Salud y Esparcimiento (frazadas); y solo el 10% a la Resistencia Activa
(Fusiles).
Ancladas en la Realidad
Social, estructuradas de abajo hacia arriba, redes celulares;
residentes frente a las más recias Represiones, después de pasar las topadoras emergen
de la nada como si fueran hongos.