domingo, 17 de mayo de 2009

Resistencia a los 90, en los 90.

¿Cómo impactaran las Testimoniales, en caso de ganar localmente, en la estructura del PJPBA y el PJRA?

Como sistema complejo, los “vínculos contienen información adicional y oculta al observador.

Como resultado de las interacciones entre elementos, surgen propiedades nuevas que no pueden explicarse a partir de las propiedades de los elementos aislados”.

Como aporte militante, para comenzar a discutir el 29J, copio y pego este texto que tiene el Compañero Abel en el Hijo de Reco.

Las Transversalidades, por Izquierda en los últimos 6 años, y por Derecha ahora; deberían tenerlo en cuenta.

Scioli, Reutemann y el resto de los dirigentes, que emergieron a la sombra de Menem, ya tomaron nota.

Entre Berlusconi (Macri) y Lula, están obligados a estar mas cerca del metalúrgico.

Terminar colgados de los faroles, es una de las respuestas a la paradoja de menemistas que rechazan volver al menemismo.

 

 

El peronismo durante el gobierno de Menem

3° Parte de Una “Des-Organización Organizada”

Steven Levitsky


http://www.reconstruccion2005.com.ar/0809/desorganizacion3.htm

http://www.reconstruccion2005.com.ar/0809/desorganizacion.htm

http://www.reconstruccion2005.com.ar/0809/desorganizacion2.htm

 


El PJ bajo Menem: La sorprendente flexibilidad de las organizaciones partidarias municipales y provinciales 
Durante la década del noventa el PJ sufrió una serie de cambios radicales. Bajo el liderazgo de Carlos Menem, el gobierno peronista desmanteló el modelo económico estatista prevaleciente desde los años cuarenta y estableció una de las economías más abiertas de la región. Los primeros análisis describieron este proceso de reformas como un tipo de “revolución desde arriba”, impuesto por un poderoso presidente, que actuó en las márgenes de su partido, los principales grupos de interés, y la legislatura.[97] De esta manera el país fue percibido como un caso de “neopopulismo”, en el cual el presidente evade los partidos a favor de postulados directos y no consensuados.[98] En sintonía con estos análisis, durante la década del noventa el PJ fue percibido como habiendo sido vaciado y transformado desde arriba. Según Marcos Novaro, el PJ “fue completamente reorganizado, desde los cargos más altos hasta cada una de sus agencias locales”.[99] Asimismo Menem “redujo el rol del partido al mínimo”, tanto que el PJ comenzó a funcionar básicamente como un “comité electoral”.[100] Desde esta perspectiva, el liderazgo nacional del partido “funcionó como un mecanismo de control de las dirigencias”,[101]permitiéndole a Menem imponer estrategias sobre los mandos provinciales, y reemplazar candidatos y líderes partidarios locales por extrapartidarios mediáticos.[102]


Esta sección ofrece lo que de alguna manera es una descripción diferente de la relación PJ-Menem. Se argumenta que a diferencia de líderes “neopopulistas” como Collor y Fujimori, la relación del presidente Menem con los militantes ordinarios del PJ siempre estuvo mediada por fuertes y semiautónomas organizaciones a nivel local. Estas organizaciones de base proveyeron al partido gobernante de un importante número de beneficios en los años noventa. Sin embargo, también se mostraron como un arma de doble filo al limitar la capacidad de Menem para imponer líderes, candidatos y estrategias a las agencias más bajas. Como consecuencia de esto, las organizaciones peronistas provinciales y municipales consiguieron permanecer “desmenemizadas” hasta el final de la década.


Actividad partidaria de base en la década del noventa


Estudios recientes han enfatizado el rol central del partido peronista en la construcción y mantenimiento del programa de reformas del gobierno de Menem.[103] Gibson y Calvo, por ejemplo, han destacado la importancia de las “ya establecidas redes de apoyo político” en la obtención de votos en las provincias.[104] Pese a que estos autores hacen hincapié en las provincias periféricas, es claro que las organizaciones locales también fueron fundamentales para el mantenimiento del apoyo popular en las áreas urbanas pobres (como el Gran Buenos Aires y el Gran Rosario). La vasta infraestructura de UBs, sindicatos, comedores, clubes y redes sociales informales no solo proveyó al PJ de importantes recursos humanos y organizacionales para campañas, sino también sirvió para canalizar el patronazgo, la implementación política, contactos sociales y culturales, y (aunque con menor frecuencia) la participación política. Por ejemplo, durante la crisis hiperinflacionaria de 1989-1990, decenas de miles de militantes del partido se movilizaron para desalentar las protestas de las clases bajas y trabajadoras ante dicha crisis y los planes de ajuste del gobierno. Esto fue hecho por medio de la persuasión, la expulsión de activistas de izquierda de los barrios,[105] y una serie de medidas de beneficencia en el ámbito barrial. En La Matanza, los militantes peronistas operaban con el apoyo de la municipalidad más de 200 comedores en 1989.[106] Como así también numerosos comedores en las villas miseria de la Capital Federal.[107] En el primer distrito electoral, militantes de la UB “Unidos o Dominados” afirmaban haber distribuido comida a 300 familias luego de recorrer el barrio puerta por puerta hasta encontrar quiénes estaban necesitados. En el vigésimo segundo distrito electoral, punteros peronistas organizaron comedores en los cuales familias con excedentes de comida proveían a aquellos que necesitaban.


Las organizaciones peronistas a nivel local se comprometieron en diferentes actividades políticas, sociales y culturales en la década del noventa y fueron militantes peronistas quienes tuvieron un rol central en la entrega de asistencia social en los barrios de bajos recursos. De las UBs relevadas en este estudio, el 96% se comprometió en alguna forma de asistencia social y aunque evidencia académica y periodística da cuenta de un desnudo clientelismo[108] en la distribución de bienes, casi ninguna investigación ha sido hecha acerca de lo que las UBs han realmente realizado. De hecho, como demuestra un reciente trabajo de Javier Auyero,[109] esta descripción es algo más compleja.


Mucha de la asistencia social en el ámbito local del peronismo es efectivamente clientelística. Como muestra la Tabla 3, más de dos tercios (69,6%) de las UBs relevadas por este estudio se comprometió en la distribución directa de bienes y medicinas, y cerca de un cuarto (22,3%) proveyó regularmente de empleos a sus miembros.

 

Cuadro 3. Actividades de beneficencia de las Unidades Básicas relevadas según el estrato social del barrio* 
(porcentajes entre paréntesis)


Actividad

Clase baja
(n=20)

Clase trabajadora
(n=64)

Clase media 
(n=28)

Total 
(n=112)

Asistencia social en general

20
(100.0)

62
(98.8)

25
(89.3)

107
(95.5)

Distribución directa de comida o medicinas

19
(95.0)

49
(76.6)

12
(42.9)

80
(71,4)

Provisión de empleos gubernamentales

5
(25.0)

18
(28.1)

2
(7.1)

25
(22.3)

Programas infantiles

11
(55.0)

36
(56.3)

16
(57.1)

63
(56.3)

Programas para la tercera edad

6
(30.0)

27
(31.3)

18
(64.3)

51
(45.5)

Asistencia legal

2
(10.0)

17
(26.6)

10
(35.7)

29
(25.9)

Eventos sociales y culturales

6
(30.0)

34
(53.1)

19
(67.9)

59
(52.7)

Entrega regular de favores particularistas

13
(65.0)

45
(70.3)

9
(32.1)

67
(59.8)

Mejoramiento barrial

15
(75.0)

26
(33.3)

7
(25.0)

48
(42.9)

*La categorización de los estratos sociales son a juicio del autor, basado en la observación y la entrevista con militantes barriales.

 

Sin embargo, las UBs también proveyeron de un número de otros servicios sociales, como servicios médicos y legales, cuidado infantil, entrenamiento laboral, y programas para ancianos. Éstos están menos sujetos al intercambio político. Por ejemplo, en la Capital Federal la UB “Reconquista” ofrece ayuda escolar para niños, clases de computación y programas de consultoría laboral para adultos, y un centro geriátrico para ancianos; en Quilmes la UB “3 de Octubre” tiene una clínica y abastece de uniformes escolares; en La Matanza la UB “Juan Manuel de Rosas” fundó un centro de cuidado infantil, organizó un equipo juvenil de fútbol, y dirige un centro de jubilados. De las UBs relevadas por este estudio, el 56,3% realizó actividades para niños, 45,5% ofreció programas para la tercera edad, y 25,9% dio asistencia legal gratis a habitantes de bajos recursos.


Las UBs también se comprometieron en una serie de actividades sociales y culturales. Por ejemplo, la “Casa Peronista Nelson Calvi” dirige en la capital una escuela de fútbol, realiza mensualmente fiestas para celebrar los cumpleaños de los vecinos, y organiza una importante fiesta anual del Día del Niño; la UB “Ramón Carrillo” organiza en Quilmes asados para trabajadores de una fábrica cercana; y en La Matanza la UB “Menem Conducción” ofrece artes marciales, cine, y cursos de danza para jóvenes. En conjunto, el 52,7% de las UBs relevadas ofrece regularmente actividades sociales y culturales en sus barrios.


Un menor número de UBs organiza actividades específicamente peronistas, como misas en honor de Evita y la celebración de fiestas como el cumpleaños de Evita, el 17 de octubre, y el “Día del Militante”.[110] Aproximadamente un tercio (35,7%) de las UBs relevadas realizaba regularmente este tipo de actividades culturales.[111] Un pequeño número de UBs (6,3%) continúa enseñando la “doctrina” peronista; ya sea por medio de clases, grupos de lectura, o la distribución de escritos de Perón.


Las organizaciones de base peronistas juegan un rol fundamental en víncular a los ciudadanos de clase baja y trabajadora con el estado. Muchas UBs participan directamente en la implementación de programas sociales gubernamentales. Aunque esa politización sea vista a menudo como una distorsión corrupta e ineficiente de la política estatal,[112] en muchas áreas de clase baja, la burocracia estatal es tan débil que las redes partidarias resultan un medio más efectivo para alcanzar a la población. Un ejemplo es la Ley Pierri, un programa por el cual decenas de miles de familias recibieron el título legal de sus propiedades. Como hubo muchos habitantes desinformados acerca de los requerimientos de este programa, y como los gobiernos municipales no tenían recursos para llevar a cabo una extensa campaña de arraigo, los militantes peronistas proveyeron frecuentemente el esfuerzo, yendo de puerta en puerta y ayudando a los residentes a hacer el papeleo.[113] Otro ejemplo es el Plan Vida, que distribuye una ración diaria de huevos, leche y otros productos básicos a cerca de 400.000 personas por medio de una red de voluntarias, llamadas manzaneras. Aunque se trata de un programa oficialmente no partidario (lasmanzaneras son elegidas a través de organizaciones comunales), la inmensa mayoría de las manzaneras son peronistas, y muchas están vinculadas al partido por medio de las redes informales.[114] Como muestra el Cuadro 4, el 59,6% de las UBs relevadas del Gran Buenos Aires participó en al menos un programa gubernamental.

 

Cuadro 4. Participación de las Unidades Básicas en los programas sociales gubernamentales en el Gran Buenos Aires*


Programa Gubernamental

Número 
(n=47)

Porcentaje

Participa en al menos un programa

28

59.6

Plan Vida

8

17.0

Programas de empleos públicos

12

25.5

Ley Pierri

12

25.5

UGE (pavimentación de calles)

12

25.5

Comedores

4

8.5

¨Como estos programas son financiados por el gobierno de la Provincia de Buenos Aires, las unidades básicas de Capital Federal, que se encuentran fuera de la provincia de Buenos Aires, fueron excluidas de la muestra. Asimismo tres unidades básicas adicionales fueron excluidas debido a la falta de información.

 

 

Los militantes peronistas también juegan un importante rol al proveer a los ciudadanos de clase baja de un acceso al estado “desde abajo”. En los lugares donde el PJ controla el gobierno local, los militantes usan sus lazos con los funcionarios públicos para actuar como “nexos entre el barrio y el gobierno municipal”.[115] De esta forma, las organizaciones del PJ a nivel local actúan como “redes de solución de problemas”,[116] consiguiendo sillas de ruedas, pensiones por invalidez, becas, gastos funerarios, y trabajos temporarios para obreros de clase baja que carecen de recursos alternativos de asistencia social.


No todas las redes de solución de problemas son particularistas. Los militantes también las emplean para obtener bienes y servicios públicos para sus barrios. En La Matanza, por ejemplo, la UB “Perón y Evita” tuvo un rol importante en el alumbrado y pavimentación de calles, y en un servicio de ómnibus a un asentamiento. En la capital, la UB “8 de Octubre” condujo un centro de cuidado infantil, un gimnasio, y un centro computarizado de entrenamiento laboral en el barrio de “Ciudad Oculta”; la Casa Peronista Nelson Calvi ayudó a instalar un sistema de desagüe en el barrio de Soldati; y la UB “Unidos o Dominados” comenzó un programa para jóvenes embarazadas y mujeres golpeadas en el primer distrito electoral. Del total de UBs relevadas, un 42,9% se comprometió en este tipo de trabajo de mejoramiento barrial (de ese total un 75% se realizó en barrios de clase baja) (Ver Cuadro 3).


Los militantes peronistas también abordaron luchas políticas en defensa de sus barrios. En La Matanza, la UB “Perón y Evita” representó al barrio cuando la compañía eléctrica local decidió cobrar las deudas que los residentes no podían pagar. En la Capital Federal, la UB “Unidos o Dominados” ha defendido un asentamiento cercano contra los esfuerzos municipales de levantarlo. En Quilmes, UBs de la agrupación Lealtad organizaron protestas que obligaron a la compañía proveedora de agua a restablecer el servicio a un barrio, luego de que éste fuera cortado por el no pago de deudas, presionaron exitosamente a la municipalidad para que incrementara el control policial, y dirigieron un petitorio al gobierno provincial para que tome acciones respecto al desbordamiento de un río cercano.


Finalmente, una minoría de UBs funciona como canales de participación creando arenas para el debate, o realizando encuentros regulares con políticos. En Quilmes, por ejemplo, la UB “Cooperativismo y Justicia Social” realizó una jornada de trabajo de un día, en la cual mujeres provenientes de barrios pobres discutieron sus problemas socioeconómicos con funcionarios locales. En la Capital Federal, la UB “Hora del Pueblo” realiza conferencias y debates mensuales sobre temas como el futuro del programa económico gubernamental, política social, y reforma laboral. Asimismo en el mismo distrito, la UB “Victoria” realiza conocidos encuentros políticos semanales con la concejal Kelly Olmos. Sobre el total de UBs relevadas, el 39,4% mostró evidencia de alguna forma de actividad política no electoral, y 15,8% dio evidencia de un alto y sostenido nivel de actividad política.


Aunque el impacto político de esta actividad partidaria de base es difícil de medir, sin dudas ayudó a reforzar y sostener la subcultura peronista y la identidad partidaria en la década del noventa. Asimismo, a pesar del debilitamiento por el cambio generacional y la penetración de medios de comunicación masivos,[117] un cuerpo común de lenguaje, símbolos, tradiciones, prácticas, y creencias continúa uniendo a peronistas de diferentes edades, regiones, contexto social, e ideologías. Para muchos votantes de clase baja y trabajadora, la identidad peronista va más allá de la política partidaria y se extiende dentro de los ámbitos sociales y culturales.[118] Para estos votantes, el peronismo continúa siendo más que una opción política, una identidad compartida.[119] La persistencia de esta identidad eleva el umbral electoral en el cual los votantes peronistas decidirían abandonar al PJ. De hecho, como ha mostrado Pierre Ostiguy, el electorado tradicional del PJ ha permanecido relativamente estable en los años noventa, pese a que muchos peronistas tradicionales no estuvieron de acuerdo con las políticas económicas del gobierno de Menem.[120]


Autonomía en el ámbito local y la estabilidad de la base militante del PJ


La estabilidad de la base militante del PJ en la década del noventa es de alguna manera enigmática. Los militantes, o al menos un conjunto importante de ellos, están[121] generalmente más ideologizados que los líderes partidarios. De ser éste el caso, entonces deberíamos esperar que estos militantes que han sido históricamente casi uniformemente antiliberales, habrían abandonado el partido en masa como respuesta al giro neoliberal del gobierno de Menem. Evidencia de la encuesta de militantes de 1997 sugiere que los militantes del PJ eran en efecto bastante críticos del programa de Menem. Como muestra el Cuadro 5, más de dos tercios se opuso en parte o en todo al programa de Menem; además, la gran mayoría consideró que las políticas gubernamentales fueron “muy favorables” para las empresas (70,4%) y “muy desfavorables” para los trabajadores (67,8%). Acerca de qué políticas económicas debería llevar a cabo el gobierno peronista en el futuro, solo el 5,5% optó por la continuidad, mientras que un 42,1% escogió un “retorno a las raíces del peronismo”.

 

Cuadro 5. Visión del programa económico de Menem de los militantes*


Opinión sobre la Política Económica Gubernamental

Porcentaje

De acuerdo con el programa neoliberal

10.2

En desacuerdo con el programa neoliberal, pero apoyan al gobierno

10.5

En desacuerdo con el programa neoliberal, pero creen que no había otra opción

10.7

En desacuerdo con el programa neoliberal y cree que había otras alternativas

49.1

Totalmente opuestos al programa neoliberal como una ofensa a los ideales peronistas

19.5

Total

100.0

*Basado en una encuesta del autor a 611 militantes del PJ en la Capital Federal, La Matanza y Quilmes en 1997.

Opinión de los militantes respecto a las políticas gubernamentales hacia el mundo de los negocios, los sindicatos, y los trabajadores

 


Hacia los

Empresarios

Sindicatos

Trabajadores

Muy Favorable

70.4

7.4

0.7

Correcta

26.3

45.4

31.3

Muy Desfavorable

2.9

47.1

67.8

Total

100.0

100.0

100.0

 

El próximo gobierno peronista debería...

Porcentaje

Mantener el modelo económico menemista

5.5

Mantener el modelo, pero con más justicia social

52.4

Retornar a las raíces del peronismo

42.1

 

Sin embargo, la base militante peronista no parece haberse erosionado sustancialmente en la década del noventa. A pesar de dos importantes deserciones en el nivel de la elite del partido (el Grupo de los Ocho en 1990 y el senador José Octavio Bordón en 1994) y el surgimiento del centro-izquierdista Frente para un País Solidario (FREPASO) como una seria alternativa política a mediados de los años noventa, fueron pocos los militantes del partido que siguieron a estos grupos.[122] Aunque es difícil medir el número de militantes que simplemente se alejó de la política en los años noventa, hay poca evidencia de que la base militante fuera sustancialmente reducida. De hecho, más de tres cuartos de los militantes encuestados en el Gran Buenos Aires dijeron que el número aumentó (68%) o permaneció igual (8%) durante la década del noventa. Por otra parte, el relativamente alto nivel de activismo del PJ en los años noventa no parece haber sido producto del ingreso de nuevos miembros. Setenta y tres por ciento de los militantes encuestados había trabajado en el PJ desde antes de 1989, y los nuevos militantes eran al menos tan opuestos a las políticas de Menem como los más viejos.[123]


¿Por qué permanecieron en el partido los militantes antimenemistas?. Una razón es el patronazgo. El papel de los incentivos materiales selectivos para fomentar la participación activista creció significativamente durante la década de 1990. Más de dos tercios (68,6%) de las UBs relevadas por este estudio estaban dirigidas por un militante con empleo gubernamental, y más de un tercio (34,3%) tenía dos o más militantes con empleos en el gobierno. Además, tres cuartos (75,6%) de las UBs estaban financiadas por agrupaciones con cuadros en los gobiernos municipales o provinciales. Como muestra el Cuadro 6, la importancia de los incentivos materiales selectivos parece haber crecido a lo largo del tiempo. De las UBs relevadas que se establecieron antes de 1985, el 82,2% estaba unida por lazos personales, redes sociales, o una ideología común.[124] Solamente en el 17,8% de los casos, fueron los incentivos materiales selectivos el vínculo principal entre los militantes y la UB. Por el contrario, en las UBs creadas entre 1985 y 1995, el papel de los incentivos materiales selectivos ascendió al 48,8%; y de las UBs establecidas después de 1995, el porcentaje ascendió a 64,7%. Esta evidencia sugiere que el activismo del PJ está crecientemente basado en incentivos selectivos, más que colectivos; y que el PJ urbano es cada vez menos una “comunidad de valores”,[125] y más una maquinaria partidaria.

 

Cuadro 6. El creciente rol de los beneficios materiales en el crecimiento de la militancia en el PJ* 
(Porcentaje de las Unidades Básicas relevadas)


Principales Incentivos para Fomentar la Participación

UBs establecidas antes de 1985 
(n=45)

UBs establecidas entre 1985-1995 
(n=39)

UBs establecidas después de 1995 
(n=17)

Lazos personales, redes sociales, o ideología

82.2

51.2

35.3

Beneficios materiales

17.8

48.8

64.7

*Los juicios del autor se basan en entrevistas con los militantes de cada unidad básica. 11 UBs no figuraron debido a la falta de información suficiente.

 

Sin embargo la estabilidad del PJ no puede ser solamente atribuida al patronazgo. Cerca de un tercio (31,4%) de las UBs relevadas no tenía acceso al patronazgo en absoluto, y en la mayoría de las UBs, los beneficios de éste se extendían a uno o dos militantes. Por lo tanto, incluso a finales de la década del noventa, un número significativo de militantes continuó participando a pesar de tener poco o ningún acceso a los recursos estatales.


La estructura informal de PJ fue fundamental a la hora de mantener a estos militantes en el partido. A diferencia de partidos de masas centralizados como el AD venezolano o el Partido Comunista Chileno, la estructura descentralizada del PJ posibilitó a los militantes el evitar tener que hacer una dura elección entre adherir a la línea nacional del partido o dejar (o ser expulsados de) el partido.[126] Específicamente, el sistema de agrupaciones ofreció a aquellos peronistas disgustados con el perfil neoliberal del partido, canales alternativos de participación. Un abanico de agrupaciones nacionalistas, populistas tradicionales, socialdemócratas, e incluso socialistas coexistieron con el liderazgo nacional menemista en la década del noventa. Por ejemplo, aunque el neofascista Comando de Organización (C de O) abandonó las actividades paramilitares después de 1983, continuó comprometido con actividades nacionalistas como protestas en contra de la ocupación británica de las Islas Falklands/Malvinas;[127] o como en 1997, cuando como parte de su batalla contra el “imperialismo cultural”, organizó protestas contra la filmación (extranjera) de la película “Evita”.[128]


Un ejemplo de una agrupación izquierdista lo representa “11 de Marzo” en Quilmes.[129]Fundada en 1985 por un grupo de militantes y ex guerrilleros, “11 de Marzo” se transformó en la agrupación más grande de Quilmes en los años noventa, con aproximadamente 300 militantes. Los líderes de esta agrupación se describen como “socialistas” y “revolucionarios” y comparten un compromiso de “profundizar la democracia” por medio de la organización popular. Asimismo, participan de una serie de actividades políticas de izquierda que incluyen colectas de dinero para Cuba y una fiesta anual para celebrar la caída de Saigón. Otra agrupación de izquierda es “Peronismo para Todos” en la Capital Federal, que mantiene un pequeño pero comprometido núcleo de militantes (principalmente de ex Montoneros) que apoyan regularmente huelgas y otro tipo de protestas contra el gobierno de Menem.


Finalmente, muchas agrupaciones (y un gran número de UBs) proveen arenas de participación para lo que tal vez pueda ser llamado peronistas tradicionales u ortodoxos. Estos militantes tienden a estar muy apegados no solo al programa peronista tradicional, sino también a sus símbolos y prácticas. Un ejemplo de este tipo de agrupación es “Lealtad Peronista” en La Matanza, la cual es dirigida por el anterior intendente Federico Russo. Representa la segunda agrupación más grande en La Matanza y contiene docenas de viejos militantes ortodoxos, muchos de los cuales trabajaron con Russo desde la década del setenta. Muchos de estos militantes se oponen fuertemente al modelo neoliberal y el mismo Russo mantiene un perfil populista y antiliberal.[130] Lealtad Peronista lleva a cabo una serie de actividades peronistas tradicionales como el “entrenamiento doctrinario”, la celebración de fiestas peronistas, y el mantenimiento de centros juveniles y femeninos.


El sistema descentralizado y segmentado de agrupaciones del PJ, proveyó de esta manera numerosas salidas para los militantes peronistas, permitiéndoles poder continuar llevando a cabo formas de peronismo que poco tenían que ver (y que de hecho muchas veces contradecían) con la pragmática agenda del gobierno de Menem. Datos de la encuesta a militantes sugieren que esta autonomía en el nivel de base tal vez pueda haber inducido a muchos de ellos a permanecer en el partido. El Cuadro 7 muestra las respuestas de los militantes a la pregunta, “¿Qué nivel de la actividad del partido es más importante para usted?”. En el Gran Buenos Aires, cerca de dos tercios de los militantes contestó que su agrupación (40,0%) o el partido a nivel distrital (22,6%) era más importante que el partido nacional. Los resultados también sugieren que los militantes antimenemistas eran más propensos a priorizar su agrupación respecto a otro tipo de militantes. Como muestra el Cuadro 8, cerca de la mitad (45,3%) de los militantes que se caracterizaron a sí mismos como “oponentes” de la política económica gubernamental percibieron a su agrupación como el ámbito de actividad más importante, en relación a un 18,8% que era partidario de Menem. Tomados en conjunto, los datos sugieren que un sustancial número de militantes que fueron críticos del programa de Menem, encontraron en la década del noventa refugio en sus agrupaciones; priorizando las organizaciones partidarias a nivel local y, en alguna medida, apartándose de la actividad partidaria a nivel nacional.

 

Cuadro 7. Respuestas de los militantes a la pregunta: "¿Qué nivel de actividad partidaria es más importante para Usted?* 
(Porcentajes)

 

Capital Federal
(n=255)

Gran Buenos Aires
(n=235)

Total 
(n=490)

Agrupación

25.5

40.0

32.4

Partido Provincial/Local

10.6

22.6

16.3

Partido Nacional

63.9

37.4

51.2

*Basado en encuestas del autor con militantes del PJ en Capital Federal, La Matanza, y Quilmes en 1997.

 

Cuadro 8. Opinión de los militantes acerca de qué nivel del partido es más importante, ideológicamente 
(Porcentajes)

 

Neoliberales 
(n=48)

Opositores 
(n=86)

Agrupación

18.8

45.3

Partido Provincial/Local

6.3

16.3

Partido Nacional

75.0

38.4

 

En conclusión, la estructura descentralizada del PJ probablemente ayudó al partido a mantener su base militante en los años noventa. Para una pequeña pero comprometida minoría, existieron continuados canales para la expresión de sus creencias peronistas ya sean de izquierda, nacionalistas, u ortodoxas. Para un grupo más grande de militantes, que sin embargo estaba disconforme con el giro neoliberal, la presencia de organizaciones semiautónomas en el ámbito local les permitió seguir practicando su peronismo tradicional a nivel popular, en lugar de enfrentar una dura elección entre menemismo o dejar el partido.


Autonomía en el ámbito local y los límites del menemismo


Aunque la existencia de fuertes organizaciones semiautónomas a nivel local proveyó de una serie de beneficios políticos en la década del noventa al liderazgo del PJ, también le significó importantes restricciones. Como estas organizaciones mediaron en la relación de Menem y el PJ de base, y como la burocracia partidaria careció de la capacidad de disciplinar de una manera sistemática a esas subunidades, la habilidad de Menem para imponer estrategias y candidatos sobre éstas fue limitada. Como resultado de esto, Menem se vio forzado a establecer una política de “vivir y dejar vivir” hacia esas entidades.


La autonomía de los líderes del PJ a nivel distrital está en gran parte arraigada en el control de éstos sobre las maquinarias partidarias en dicho ámbito. Las organizaciones comunales controlan el grueso de la distribución del patronazgo, movilizan militantes, y entregan un gran porcentaje del voto partidario. Por ello, el control de estas organizaciones es esencial para ganar elecciones internas. Como el voto en las elecciones primarias es voluntario y prácticamente todos los votantes deben ser físicamente llevados a los lugares de sufragio, ganar ese tipo de elecciones requiere de una extensa organización militante de base. Este tipo de organizaciones generalmente entra bajo el control de funcionarios, como gobernadores e intendentes, quienes usan recursos clientelistas para cooptar agrupaciones dentro de las maquinarias municipales o provinciales. En aquellos lugares donde esas maquinarias se consolidan y donde los jefes locales obtienen el monopolio sobre la militancia de base, un nuevo contendiente (incluso alguno apoyado por el presidente), tiene pocas chances de tener éxito en una competición intrapartidaria. Aunque el partido nacional tiene la autoridad formal para intervenir en las oficinas provinciales, hacer eso en una oficina local unificada es costoso, ya que se corre el riesgo de dividir al partido y perder los votos controlados por los jefes locales.


La persistencia de fuertes maquinarias locales limitó la capacidad del presidente Menem de influir sobre las estrategias de las agencias partidarias inferiores. Aunque algunos funcionarios gubernamentales imaginaron un PJ “menemizado” capaz de casar a neoliberales, líderes empresarios, y extrapartidarios menemistas, con la base militante peronista a través de la atracción popular de Menem,[131] esa transformación nunca ocurrió en los hechos. Los esfuerzos por imponer estrategias sobre las agencias locales fracasaron con frecuencia, y el liderazgo nacional partidario a menudo encontró que sus estrategias eran frustradas (o ignoradas) por los liderazgos locales. Por ejemplo, cuando Menem instruyó a las agencias partidarias provinciales y municipales aliarse con la derechista Unión de Centro Democrático y otros partidos conservadores para las elecciones de 1991, solamente un puñado lo cumplió; líderes partidarios de Salta, San Juan, y otros distritos rechazaron la orden abiertamente,[132] y muchos otros simplemente la ignoraron. En el mismo sentido, en 1993, cuando Menem buscó imponer una estrategia electoral centrada en el programa económico gubernamental y en su propia reelección,[133]varias oficinas partidarias ignoraron la campaña nacional y mantuvieron su propio perfil. De hecho, el líder bonaerense Eduardo Duhalde ordenó la “desmenemización” de la campaña partidaria provincial.[134]


El liderazgo de Menem también estuvo limitado en su capacidad para imponer candidatos a las agencias provinciales del PJ. Por ejemplo, cuando Menem anunció que pensaba postular a una serie de candidatos no peronistas (incluyendo líderes provinciales conservadores, ex militares, y reconocidos extrapartidarios) que apoyaron su programa económico en las elecciones legislativas y de gobernadores de 1991,[135] los mandos provinciales resistieron ferozmente y finalmente consiguieron forzarlo a aceptar candidaturas partidarias en casi todos los distritos. En Buenos Aires, Duhalde ignoró la solicitud de Menem para ubicar a los líderes empresarios Carlos De La Vega y Guillermo Alchourron en la lista legislativa del partido y solamente se incluyó a dos menemistas en las veinte principales posiciones de la lista.[136]En Mendoza, el intento de Menem de ubicar “gente de confianza”[137] en la boleta de legisladores fue frustrado cuando los líderes partidarios no menemistas crearon su propia lista y derrotaron a la coalición de facciones menemistas en las elecciones internas. En el mismo sentido, en 1992, cuando funcionarios gubernamentales diseñaron una estrategia que les asegurara nominar candidatos menemistas provinciales para el senado,[138] consiguieron (pese a meses delobby[139] ) ubicar sus candidatos preferidos en solo tres distritos (Capital Federal, Entre Ríos, y Tucumán). En Catamarca, Jujuy, La Pampa, Salta, Santa Cruz y Santa Fe, los candidatos del liderazgo nacional fueron abiertamente rechazados por los mandos partidarios provinciales.[140] En Santa Fe, a pesar de la intensa presión de Menem y otros altos funcionarios gubernamentales para reelegir a la senadora Liliana Gurdulich,[141] el partido local nominó a Jorge Massat, un aliado del gobernador Carlos Reutemann. En La Pampa, donde Menem buscó la nominación del anterior gobernador Néstor Ahuad para llenar una de las dos vacantes para el senado, el jefe local, Rubén Marín, impuso en cambio a aliados suyos como Esteban Martínez y Carlos Verna.[142] En Buenos Aires, Formosa, Mendoza, Misiones y San Luis, el liderazgo nacional tenía tan poca influencia que por último decidió no proponer candidato alguno.


El liderazgo de Menem también fracasó en imponer candidatos en numerosas elecciones por gobernaciones provinciales clave. En Mendoza, por ejemplo, los esfuerzos del alto funcionario menemista Eduardo Bauzá por poner al partido provincial “totalmente en línea con el proyecto nacional del justicialismo”[143] y nominar al empresario no peronista Carlos Pulenta como candidato a gobernador, fallaron cuando el partido local nominó a Arturo Lafalla, un crítico de Menem. En Tucumán, el mando provincial nominó a la tradicional líder Olijela Rivas para la candidatura a gobernador en 1995, a pesar de la pública oposición de Menem y la intensa presión de funcionarios gubernamentales.[144] 
Por lo tanto, a pesar de que Menem fue en algunas oportunidades capaz de intervenir (o formalmente reemplazar liderazgos) en las organizaciones partidarias provinciales e imponer candidatos menemistas extrapartidarios (como en los conocidos casos del corredor de autos Carlos Reutemann y el cantante popular “Palito” Ortega en 1991), estas imposiciones fueron la excepción, más que la regla. En distritos donde los jefes provinciales consolidaron maquinarias estables, como en Buenos Aires, Entre Ríos, Formosa, La Pampa, Mendoza, Misiones, Salta, Santa Cruz y San Luis, ese tipo de intervenciones no ocurrió. En cada una de esas provincias, los líderes provinciales y candidatos fueron consistentemente seleccionados desde adentro de las organizaciones locales, y en casi todos los casos, los mandos provinciales retuvieron el tradicional perfil peronista (en lugar del menemista o neoliberal).


Menem fue capaz de intervenir solamente en los mandos provinciales que estaban sufriendo profundas crisis internas. Esas crisis ocurrían cuando escándalos de corrupción desacreditaron a gobernadores (como en Santa Fe y Tucumán en 1991), profundos conflictos internos llevaron a la ruptura de facto del partido (como en Corrientes, San Juan, Santiago del Estero y Córdoba), o el partido – generalmente fuera del poder- se fragmentó ampliamente (como en la Capital Federal). En esos casos, importantes facciones buscaron el apoyo del liderazgo nacional, proveyéndolo de la base organizacional que necesitaba para intervenir efectivamente. Sin embargo, pocas intervenciones produjeron grandes cambios en los partidos provinciales. En la mayoría de los casos, los liderazgos impuestos externamente fallaron a la hora de consolidar el control del partido, y en muchos distritos intervenidos, incluyendo Catamarca, Córdoba, Santiago del Estero y Tucumán, pronto los líderes tradicionales recuperaron su poder. En otros casos, como Santa Fe y en menor medida San Juan, gobernadores previamente extrapartidarios construyeron su propia base de apoyo dentro del partido y así obtuvieron una sustancial autonomía respecto al liderazgo nacional.


De esta forma, el liderazgo de Menem se mostró relativamente limitado en su capacidad de transformar los mandos partidarios provinciales. Al final de los diez años de mandato de Menem, la vasta mayoría de las agencias provinciales estaba gobernada por no menemistas y mantenía perfiles que estaban muy lejos del neoliberal del liderazgo nacional.[145] En muchos casos, el partido provincial estaba controlado por sectores que habían estado en el poder (en algunos casos con interrupciones) desde principios o mediados de la década del ochenta.[146] De hecho, solo cuatro de los 24 distritos del PJ (La Rioja, Neuquén, San Juan y Capital Federal) estaban controlados por menemistas en 1999.[147] A su vez, estos distritos representaban sólo el 14,8% del electorado total.[148]


Contrariamente a muchos postulados convencionales acerca del liderazgo de Menem, el peronismo tradicional permaneció ampliamente intacto en los ámbitos provincial y municipal, a pesar del giro a la derecha del liderazgo nacional. Solo en pocas excepciones, las organizaciones provinciales y locales (que dirigen las campañas del PJ, desarrollan sus líderes, y seleccionan sus legisladores nacionales) se transformaron en menemistas o neoliberales. Este fracaso para transformar las agencias provinciales ayuda a explicar la rápida erosión de la influencia de Menem dentro del PJ (a pesar del hecho que continúa siendo el presidente del partido) después de dejar el poder en 1999. Este resultado resalta la enorme diferencia que hay entre el PJ y otros casos de “neopopulismo”. Mientras que el Partido para la Reconstrucción Nacional de Collor no sobrevivió la caída de su líder y los varios partidos fujimoristas casi con seguridad enfrentarán un destino similar, muy pocos dudan que el PJ sobrevivirá la desaparición del menemismo.


Conclusión 
El presente artículo ha intentado llenar el vacío académico acerca de cómo se organiza y funciona el PJ, particularmente en los niveles locales. Desafiando los postulados de un PJ dirigido por Menem como un partido “neopopulista” dominado por un liderazgo autoritario y personalista, se argumenta que los líderes peronistas y la gente han estado largamente vinculados por una poderosa infraestructura organizacional con profundas raíces en las clases bajas y trabajadoras urbanas de la sociedad. Las conexiones entre el PJ y las masas han sido subestimadas e incluso ignoradas por los investigadores, porque éstas, a diferencia de muchos partidos de clase obrera europeos, son casi enteramente informales. Las subunidades peronistas se organizan a sí mismas y solo mantienen débiles lazos con la burocracia partidaria. A menudo situadas en la casa de militantes, y raramente registradas con las autoridades partidarias, estas subunidades constituyen una impresionante infraestructura de base. Esta infraestructura le rindió al partido importantes beneficios políticos, pero también limitó el grado de acción del presidente Menem para controlar (o limitar) los mandos partidarios provinciales o locales.


Más ampliamente, el caso del peronismo muestra la importancia de estudiar los patrones informales de la organización partidaria. Los análisis de los partidos políticos deben ir más allá de las estructuras formales, y examinar cómo funcionan los partidos en la práctica. Mientras algunos partidos (por ejemplo muchos partidos noreuropeos) poseen estructuras relativamente burocráticas o formalizadas, muchos otros, particularmente en América Latina, son en gran medida informales. En esos casos, estudios que exclusivamente hagan hincapié en los estatutos partidarios o en los cuerpos formales de liderazgo corren el riesgo de perder la clave[149] de la realidad. Esto último claramente ha ocurrido en los trabajos sobre peronismo, dado que a menudo los analistas han tomado la ausencia de una burocracia efectiva para significar que el partido está basado básicamente en formas de liderazgo autoritarias y personalistas. Hacer esas caracterizaciones no solo carece de fundamentación empírica, sino que también falla al no dar cuenta de la capacidad del PJ para sobrevivir (e incluso prosperar) después del alejamiento de sus líderes “populistas” (o “neopopulistas”). Juan Perón, el fundador del partido, solía decir que “únicamente la organización conquista al tiempo”. Aunque la construcción partidaria de Perón nunca igualó su retórica, la informal y a menudo caótica organización que dejó se ha mostrado más resistente – y más efectiva – de lo que cualquiera hubiera esperado. Por lo tanto debe ser estudiada más seriamente.

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