lunes, 12 de marzo de 2007

Cuando las piedras eran una opción

A Fede Vázquez, le debo una disculpa por no haber tenido tiempo para chequear que él es el autor de:

Mi oficialismo derrapa cuando me equivoco y pienso que K es lo que quiero que sea. Mi oficialismo revive cuando me acuerdo del 20 de diciembre en Diagonal Norte y las opciones políticas que teníamos a mano: Duhalde-Carrio-las piedras”

Por todo lo que esta pasando, quiero recordar lo que se presentaba en el 2002 como alternativa seria para nuestro país.

ARGENTINA: UN PLAN DE RESCATE QUE FUNCIONE
Ricardo Caballero y Rudi Dornbusch

Argentina está a la espera del próximo rescate, un nuevo envío del FMI que no contribuirá a resolver sus innumerables problemas económicos, políticos y sociales.
Por supuesto, todos saben que esa no es la solución pero es más fácil que tomar el camino no convencional de una reforma radical.
La verdad es que la Argentina está quebrada.
Está quebrada económica, política y socialmente.
Las instituciones no funcionan, el gobierno no es respetable, su cohesión social ha colapsado.
Con rupturas de esta naturaleza no es sorprendente que la respuesta sea la reconstrucción más que la vía rápida de un apoyo financiero.
Argentina se parece a las economías europeas del inicio de los 20´, no a un país con problemas de liquidez que necesita sólo de un año duro para volver a levantarse como Corea, México o Brasil.
Es el momento de ser radicales.
Cualquier programa de reconstrucción plausible deberá ser diseñado sobre tres pilares:

1/El reconocimiento que será el esfuerzo de una década, no de unos pocos años.
El sistema productivo argentino, su crédito y sus instituciones han sido destruídos.
Tanto su capital político como moral deberán reconstruirse y eso llevará mucho tiempo

2/Dado que el sistema político está sobrepasado, debe ceder transitoriamente su soberanía en el manejo de los asuntos financieros.
La seguridad financiera es la clave desde donde debe crearse la estabilidad para empezar a pensar acerca de una sana finanzas públicas, el ahorro e inversión.

3/El resto del mundo debe proveer ayuda financiera a la Argentina.
Empero, ésta debe efectivizarse sólo cuando Argentina acepte una reforma radical y el control y la supervisión extranjera del gasto, la emisión y de la administración de impuestos.
Cualquier crédito externo debe ser encarado como puente que una la brecha entre las necesidades fiscales inmediatas y el inicio de un ciclo, en uno o dos años, en el cual las reformas radicales creen finanzas sustentables.

Actualmente, la Argentina está quebrada y adormecida.
Si el curso de los hechos continua como hasta ahora, la emisión de dinero, lejos de resolver los problemas pendientes del caos financiero y del sector publico, destruiría aún mas las bases de la reconstrucción.
Una batalla por la distribución has sido abierta entre los trabajadores y los ricos, entre quienes han quedado atrapados en el corralito y quiénes tienen su dinero en Miami, entre las provincias y Buenos Aires, entre los sindicatos y los empresarios, entre los acreedores e inversores extranjeros y una nación empeñada en olvidar sus obligaciones en un vano intento por mantener alguna impresión de normalidad.
La Argentina está siendo canibalizada por esas disputas.
El dinero del FMI, sin una profunda intervención externa en el cambio de las reglas de juego, no serviría para prevenir la autodestrucción.
Argentina deberá reconocer humildemente que sin una masiva ayuda e intervención externa no podrá salir del desastre.
¿Qué clase de ayuda externa?
Se deberá ir un poco más lejos del financiamiento.
En el corazón de la crisis argentina hay un problema de falta de confianza como sociedad y en el futuro de la economía.
Ningún grupo desea ceder a otro el poder para resolver los reclamos y arreglar el país.
Alguien debe empuñar el poder con fuerza.
Una dictadura no es probable ni deseable.
Pero mientras todos piensen - a menudo con acierto- que todos son egoístas y corruptos, ningún pacto social podrá alcanzarse.
Sin dicho pacto social la destrucción del capital social y económico proseguirá día a día.
Hay más resultados espantosos en el horizonte.
Argentina debe abandonar buena parte del control soberano de su sistema monetario, fiscal, de regulación y activos por un período extenso, digamos cinco años.
Después de la primera guerra mundial, la Liga de las Naciones reconoció el problema fundamental de una disfuncionalidad social en Austria.
Esto fue resuelto, además de con apoyo financiero, designando – con el consentimiento del parlamento - un Comisionado General residente y responsable ante la Liga de las Naciones.
El Comisionado General debía autorizar cada gasto, supervisar al Banco Central y monitorear las reformas.
Aquí se transcribe el duro lenguaje del informe de la Liga.

“Pero el éxito del programa de reformas, en el que la prosperidad y el valor de los activos de Austria depende, deberá ser, necesariamente una tarea difícil y dolorosa.
El esquema, por lo tanto, incluye el asentamiento de un Comisionado General , cuya tarea era asegurar, en colaboración con el gobierno de Austria, que el programa de reformas se llevara a cabo y supervisar su ejecución.”

Y eso funcionó!
Y esto es lo que Argentina debería hacer a cambio de nuevos préstamos .
Los Comisionados deberían provenir de pequeños países distantes y desinteresados (Finlandia, Los Países Bajo, Irlanda, por ejemplo) donde la gente entendió que las instituciones económicas salvaguardan la estabilidad y son las bases de la prosperidad.
Específicamente, un consejo de banqueros centrales experimentados debería tomar el control de la política monetaria argentina.
Esta solución aportaría mucha de la reputación y credibilidad de la convertibilidad sin cargar con los costos de adoptar una política monetaria hecha a la medida de otro país -estos es, de la dolarización.
Los nuevos pesos no deberían ser impresos en suelo argentino.
Otro agente extranjero es necesario para verificar el desempeño fiscal y firmar los cheques de la nación a las provincias.
Gran parte del problema fiscal tiene que ver con el federalismo fiscal, con el diseño y la aplicación de un pacto fiscal que lleve a compartir responsabilidades y recursos de una forma financieramente sostenible.
La evasión de impuestos y la corrupción -y la tolerancia gubernamental con ellas deben ser suprimidos de forma radical.
La micro gestión extranjera no es factible, pero sí lo son los mecanismos acordados de incentivos y el compartir las experiencias.
Argentina no es el primer país que tiene problemas de recaudación tributaria.
Hay soluciones efectivas disponibles y deben ser impuestas.
Un servicio civil más profesional y reformado será particularmente útil.
Comprometer a las provincias en el esfuerzo, con un mínimo básico de coparticipación de alrededor del 30%, pero con fuertes incentivos para la recaudación local de los impuestos y la mejora de sus ingresos, es parte de la respuesta.
La proporcionalidad en la coparticipación no es suficiente.
Quizás debería darse a las provincias, más de un peso por cada peso extra de recaudación acordada por encima de cierto umbral.
Además, dadas las ventajas que una estructura impositiva simple tiene para fiscalizarla, aquí no hay espacio para elaborar un nuevo código tributario complejo.
Debe simplificarse a un sistema conciso y elemental – uniforme, uniforme, uniforme.
La economía argentina se ha venido precipitando; ahora necesita un inmediato incremento de la productividad de la mano de la tan postergada inversión y la erradicación de la corrupción como una manera de vivir.
El mecanismo de incentivo en el nuevo sistema tributario debería contribuir a controlar la corrupción a nivel provincial.
Los trabajadores deberían convertirse en accionarios de las empresas, participando en la distribución de ganancias.
Además de las ventajas de la flexibilidad de dicho sistema, agregaría, un mecanismo adicional de monitoreo de los beneficios y de la evasión fiscal.
Una masiva campaña de privatización de puertos, aduanas, y otras medidas claves para la productividad deberían ser adoptadas.
Las medidas de desregulación en los sectores de comercio mayorista y de distribución son esenciales.
Otros agentes externos experimentados deberían controlar estos procesos así como también asegurarse que ellos acaben bien para que luego los beneficios puedan ser compartidos por todos los argentinos, presentes y futuros.
Comprometiéndose con un plan claro y radical, Argentina ofrecería un nueva apariencia, fresca y alentadora.
Un escenario oscuro de corto plazo podría repentinamente tener la chance razonable de un final exitoso.
Al mismo tiempo que el comité de conducción monetario se establezca se podría acelerar el paso a un nuevo plan de convertibilidad temporal, digamos a dos pesos por dólar, sólo porque es el próximo número después de el uno a uno.
Flexibilizar el "corralito" y dejar que el Fondo Monetario y otras instituciones financieras internacionales decidan a qué bancos ayudar y cómo - después de todo es su dinero.
El capital extranjero es rápido para cambiar de opinión; habría esperanza nuevamente.
Pero esto no sucederá sino se produce un cambio fundamental en lugar de seguir haciendo más promesas no cumplidas .
Vale la pena recordar lo que la Liga dijo al comienzo del programa austríaco:

“ En el mejor de los casos, las condiciones de vida en Austria serán peores el próximo año cuando esté dolorosamente reestableciendo su posición, en relación con el último año cuando estaba destinando los préstamos para ese fin, al consumo corriente.
La alternativa no es entre continuar con las condiciones de vida del último año o mejorarlas.
Es entre encarar un período de, probablemente, mayor dureza ..( pero con la perspectiva de una mejora real como consecuencia- la mejor alternativa) o colapsar en un caos de extrema pobreza y hambruna para el cuál no hay analogía en el mundo moderno fuera de Rusia.
No hay esperanzas para Austria al menos que esté preparada para apoyar una autoridad que deberá encarar reformas que implicarán condiciones más duras que las prevalecientes en la actualidad....”

Sin dudas, esta es la situación de Argentina hoy; sin dudas, más dinero del FMI sería un dramático error.

Rudi Dornbusch es Licenciado en Ciencias Políticas de la Universidad de Génova, Ph.D (Economics), de la Universidad deChicago. Ricardo Caballero es Economista y profesor de la Universidad de Harvard.
Publicado originalmente en www.mit.edu/rudi/
Traducción: Lucila Bonilla.

Cuando se conoció públicamente, lo defendieron en los medios escritos de nuestro país con la siguiente nota


LA BATALLA POR ARGENTINA

Ricardo Caballero y Rudi Dornbusch
Massachusetts Institute of Technology

Las negociaciones con el FMI ofrecen una oportunidad de crear una cabecera de playa para la estabilización, pero también el riesgo de que ambos lados se centren en sus preocupaciones políticas y no respondan a la crisis de la Argentina en toda su dimensión.
Las cuestiones centrales están claras: ambas partes obviamente desean una recuperación de la Argentina.
Pero dicho eso, el presidente Duhalde quiere el dinero que pueda aportar el FMI, mucho y rápido por favor, pero es renuente o no puede concretar reformas profundas; tiene que resistir a gobernadores que se enfrentan a los mismos problemas que él.
Por el otro lado, el FMI tiene un gran dilema.
No puede darse el lujo de ser intransigente hasta el punto de que caiga Duhalde.
Pero, como ha aportado fondos para programas argentinos fracasados a lo largo de muchos años no puede cerrar los ojos y poner el dinero sobre la mesa.
Quizás termine exigiendo demandas máximas de un feroz recorte hooveriano en medio de una depresión.
Si gana la estrategia máxima, la economía argentina volcará y se volverá ingobernable.
Si gana la estrategia mínima, nada habrá cambiado excepto que desaparece un elemento esperanzador más.
Pero este debate no toma en cuenta un elemento crítico.
Los fondos del FMI y las reformas que deben acompañarlos no son un fin en sí mismos.
Solo son la palanca para hacer volver el capital, argentino y extranjero.
El rol clave en la reconstrucción de la Argentina lo tiene que cumplir el capital privado, no el FMI.
¿Entonces, cómo puede llevarse las negociaciones a una salida en la que todos ganan? Claramente deben lograr más que definir algunas metas presupuestarias de corto plazo.
Deben incluir reformas comprehensivas con pasos específicos cuya implementación dé confianza y permita ver que no se trata de otro programa que pronto será dejado de lado por las prioridades que imponen las elecciones.
Hace unos días presentamos un plan para proveer el ingrediente preciso que se necesita para este acuerdo: un programa por el que la Argentina acepta e incluso solicita una comisión de estabilización extranjera que conduzca el banco central y, a cambio del desembolso de un importante préstamo de estabilización, tome control de la implementación del presupuesto.
Desde su publicación, nuestra propuesta ha atraído mucha discusión y de ningún modo toda favorable.
Pero es un dato importante que dos encuestas de opinión en la Argentina han revelado que cuenta con el apoyo de cerca del 50 por ciento de la poblacion.
Eso representa un apoyo sorprendente y munición política para un plan que crearía las bases para una fuerte recuperación de la credibilidad de la Argentina.
Una mayor credibilidad trae como premio una menor necesidad de medidas heroicas en materia fiscal, cuestión que el presidente Duhalde no dejará de ver.
Volvamos al plan y las reacciones.
Dijimos que esta crisis es peor y más peligrosa que cualquier cosa que la Argentina o cualquier otra economía emergente grande haya visto en las últimas décadas.
Están siendo destruidos los cimientos mismos de una sociedad moderna.
Lamentablemente muchos argentinos pudieron reconocer los síntomas que describimos.
Los que no, se están convenciendo con el avance de los hechos.
Nuestra receta de que se renuncie a la soberanía financiera y económica de la Argentina por unos años no fue recibida con el mismo consenso.
Los que objetan ven en ella un ataque contra el orgullo nacional.
Esta percepción es equivocada; un país es mucho más que un conjunto de
normas monetarias, financieras y fiscales.
No se renuncia a la identidad y el orgullo nacional al aceptar que unos cuantos extranjeros controlen la implementación de un conjunto de normas cuidadosamente diseñadas para no interferir con la soberanía política, y aprobadas por el congreso argentino.
Dejemos la retórica y el orgullo de lado.
La situación es demasiado grave.
Pedimos disculpas a quienes hayamos ofendido.
Este es otro intento de abordar un problema y su solución que tomamos muy seriamente.
El problema de la Argentina va mucho más allá de una crisis de liquidez común.
La solución no es una inyección temporaria de recursos por sí sola.
Debe comenzar por una visión clara de cómo arreglar lo que viene después, el mediano y el largo plazo.
Hay acuerdo significativo respecto de algunos de los ingredientes claves de la reforma estructural, y gran parte de estos se pueden partir sin demora.
Una campaña contra la corrupción sin piedad para jueces, parlamentarios, funcionarios públicos y otros.
Una reforma de los sistemas impositivo y de coparticipación mucho más allá de la discusión pequeña de estos días.
Protección de los derechos de propiedad y estabilización definitiva de las reglas de juego.
Una reforma laboral mas de acuerdo a las características del ciclo económico argentino.
Partan ahora, y elijan en el 2003 al candidato que haga de esta propuesta su bandera.
Aunque lo anterior es una condición necesaria para llegar a algún lado, no bastará para contener la caída libre de la Argentina.
No hay esperanzas de tocar fondo o siquiera implementar muchas de las medidas urgentes necesarias para volver a poner en marcha el sistema financiero y de pagos hasta que se recupere la confianza.
Deben volver los capitales privados para encontrar una salida a la crisis.
En este momento el flujo va en sentido contrario.
No hay fondos del FMI que puedan cubrir esta brecha.
Por desgracia, pare recuperar la confianza no bastará el mero anuncio de una estrategia de largo plazo sólida: tiene que ser creíble.
Lograr esto último es difícil para cualquiera que tenga el record de la Argentina, y más aún para un gobierno detransición, por buenas intenciones que tenga.
El punto es tan simple, pero el debate se confunde con recetas de “caldo de pollo” que solo postergan la salida.
El problema es terriblemente real – hay que enfrentarlo.
Y para esto hay solo dos opciones:

Opción 1: La variante ajuste-brutal (tradicional).
No hay mejor manera de crear credibilidad respecto de la implementación de un plan de largo plazo que comenzar de inmediato, incluso pasarse de la marca en el corto plazo para dejar las cosas claras.
En muchos casos esta es una estrategia adecuada, pero la Argentina ya está demasiado enferma como para tomar esta medicina.
Es difícil creer que la Argentina puede reducir su déficit fiscal lo suficientemente rápido como para alcanzar la tan necesaria meta de la credibilidad sin provocar una explosión social.
Toda promesa de tal ajuste simplemente no es creíble.
Es aún más difícil creer que el banco central puede encontrar una política monetaria lo suficientemente contractiva, que no sea eliminar el peso, que pueda convencer a alguien de que se ha encontrado un ancla nominal.

Opción 2: La variante de la credibilidad importada – el puente.
Si el problema no es la falta de convicción de la necesidad de una estrategia viable de largo plazo sino de falta de confianza durante la transición, la manera más barata de conseguirla es alquilarla.
Este principio es la base de nuestra propuesta.
Si la Argentina quiere tener acceso a una política monetaria sólida, hay que traer a un banquero central internacional reconocido para que la conduzca con un juego de normas estrictas acordadas entre la Argentina y sus asesores.
Si la Argentina quiere aumentar su credibilidad basado en una buena política fiscal, puede prometer un ajuste menos pesado que en la opción uno, pero con un supervisor internacional como testigo de las transacciones claves, que quizá incluso esté a cargo de librar los cheques más gordos y que la chequera sea de información pública junto con el acuerdo.
Si Argentina quiere tener sistema financiero, necesita normas claras, permanentes y respetadas fiscalizadas por un regulador internacional, quizá si alguien del Banco de Conciliaciones Internacional.
En todas estas áreas deben cumplir un rol muy activo los expertos argentinos, quienes tienen que estar preparados para tomar la batuta una vez que, pasados algunos años, la intervención ya no sea necesaria.

Que no haya ilusiones, incluso la opción 2 tendrá costos y habrá tiempos difíciles.
El que diga lo contrario habla con deshonestidad o está profundamente confundido.
Tiene que haber algo positivo –el cumplimiento de un programa estricto- que los supervisores extranjeros puedan informar al resto del mundo y a los argentinos por igual.
Tiene que haber algo de ajuste, simplemente menos brutal que el de la opción 1.
Usar la oportunidad de construir instituciones y emplear expertos externos respetados para sentar los cimientos y asegurar un éxito temprano y sostenido reduce los costos económicos y políticos de la reconstrucción y claramente mejora las posibilidades de alcanzar los objetivos.
No es un sustituto para Duhalde y quien venga después.
De hecho puede ser la única opción de Duhalde para mantenerse en el poder y para que la transición al próximo a cargo del país se dé en un ambiente democrático y ordenado.
Por supuesto que los políticos pueden llegar a despilfarrar los logros: aparentar que aceptan un programa serio buscando utilizar los recursos adicionales para su satisfacción.
Pero eso será más difícil porque el público tendrá un modo más efectivo de controlar qué es lo que se hace con su vida económica.
Esperemos que dada una opción permanente para salir de esta terrible crisis, los políticos finalmente se pongan a la altura de la ocasión.
Si no, tendrán bien merecidos los “escraches”.

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