En medio de sangrientos choques, que dejaron entre 41 y 100 muertos, según la fuente, miles de opositores derrocaron ayer al presidente de Kirguizistán, Kurmanbek Bakiyev, que debió huir en el avión presidencial y cuyo paradero se desconoce.
La revuelta contra Bakiyev, un aliado de Washington, representa un golpe a la estrategia del presidente Barack Obama para Asia Central.
Miles de manifestantes, furiosos por la corrupción y el aumento de precios de los servicios públicos en Kirguizistán, tomaron las oficinas de seguridad nacional, un canal de televisión estatal y otros edificios públicos ayer, luego de que fuerzas gubernamentales mataron a tiros a decenas de opositores e hirieron a cientos más.
"La oposición está en pleno control del poder", declaró por la noche Roza Otunbayeva, líder de la oposición, según reportó la agencia rusa de noticias RIA.
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La agitación social, que comenzó a evidenciarse a principios del mes pasado, llegó ayer a su punto máximo en esta ex república soviética (el país más pobre de Asia Central) debido al brutal aumento del 200% de los servicios de electricidad y gas decidido por el gobierno, acusado de corrupción, nepotismo y de represión de sus adversarios políticos.
La furia de los opositores se profundizó ayer, cuando un grupo de por lo menos 10 soldados disparó a los manifestantes con armas automáticas desde la casa de gobierno.
Varios activistas, que ondeaban banderas kirguises, rojas y amarillas, llegaron a la plaza principal en un vehículo de transporte armado que habían tomado del ejército.
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Bakiyev llegó al poder en comicios celebrados en 2005, tras la Revolución de los Tulipanes, que derrocó a su predecesor Askar Akaiyev, gobernante del país desde su independencia de la URSS, en 1991. Sin embargo, dio a parientes suyos, incluyendo a su propio hijo, puestos principales del gobierno y enfrentó las mismas acusaciones que Akaiyev: corrupción, nepotismo y uso sistemático de fraude electoral
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