En Ria hay un pasaje curioso, más curioso aun si consideramos las circunstancias en que se hallaba el autor cuando escribía.
Describe la desilusión que sufre un oficial nazi en el frente ruso.
El oficial Josef Kramer odia a los rusos porque no se ajustan a la imagen que de ellos le ha inculcado la propaganda: los odia por haber desmentido todos sus prejuicios:
"Odiaba a los rusos porque lo habían embaucado, a él y a millones como él.
Habían dejado creer al mundo que eran toscos bárbaros cuando de hecho -y cualquiera podía verlo- eran espectaculares ingenieros, formidables agricultores e increíbles, colosales soldados.
Odiaba a los rusos porque había llegado a Ucrania esperando liberar a campesinos borrachos, estúpidos y bonachones, del furioso desgobierno de satánicos judíos, pero se había encontrado luchando contra soldados tan rubios como él, de igual coraje, igual fanatismo y un equipo tremendamente efectivo.
El equipo le preocupaba.
¿De dónde había salido, de la pobreza, del hambre y del terror del bolcheviquismo?
Esos hombres no eran borregos.
Tampoco eran maniáticos.
Eran tenaces, valientes, astutos, fanáticos”.
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