jueves, 16 de junio de 2011

Mochila de Manolo (1)

Tercer punto: la relación del aforismo con el humor y la ironía.

Quienes leen a Nietzsche sin reírse mucho y con frecuencia, sin sufrir de vez en cuando de ataques de risa, es como si no lo hubiesen leído.

Y esto no vale sólo para Nietzsche, sino para todos los autores que constituyen ese preciso horizonte de nuestra contra- cultura.

Lo que manifiesta nuestra decadencia, nuestra degeneración, es la manera en que tenemos necesidad de recurrir a la angustia, a la soledad, a la culpabilidad, al drama de la comunicación y a todo lo que hay de trágico en la interioridad.

Sin embargo, hasta el propio Max Brod nos cuenta que el auditorio no podía evitar partirse de risa mientras Kafka leía El proceso.

Y es como mínimo difícil leer a Beckett sin reírse, sin ir de un rato de alegría a otro.

La risa, y no el significante.

Risa, esquizofrénica o revolucionaria, es lo que emana de estos grandes libros, y no la angustia de nuestro narcisismo privado o de los terrores de nuestra culpabilidad.

Podemos llamar a esto «la comicidad de lo sobrehumano» o «el payaso de Dios», pero los grandes libros siempre irradian una indescriptible alegría, aunque hablen de cosas horribles, desesperantes o terroríficas.

Todo gran libro opera en sí una transmutación y constituye una salud futura.

No es posible dejar de reír mientras se desbaratan los códigos.

Al poner el pensamiento en relación con el exterior, surgen momentos de risa dionisíaca, y en eso consiste el pensamiento al aire libre.

Nietzsche se encuentra a menudo ante algo que juzga repugnante, innoble, vomitivo.

Pero le hace reír.

Si es posible, lo exagera.

Dice: vayamos mas lejos, aún no es lo suficientemente asqueroso; o bien: es admirable lo repulsivo que es, es una maravilla, una obra maestra, una flor venenosa, al fin «el hombre empieza a ponerse interesante».

Así es, por ejemplo, como Nietzsche considera y trata la mala conciencia.

Pero siempre hay comentadores hegelianos, comentadores de la interioridad, que tienen atrofiado el sentido de la risa, y dicen: he aquí la prueba de que Nietzsche se toma en serio la mala conciencia, hace de ella un momento en el camino de la espiritualidad hacia sí misma.

Sobre el modo como Nietzsche concibe la espiritualidad pasan de puntillas, porque huelen el peligro.

Vemos, pues, que si Nietzsche da lugar a contrasentidos legítimos, también hay contrasentidos enteramente ilegítimos, los que recurren al espíritu de la seriedad, de la gravedad, al mono de Zaratustra, es decir, al culto a la interioridad.

La risa de Nietzsche remite siempre al movimiento exterior de los humores y las ironías, y este movimiento es el de las intensidades, el de las cantidades intensivas que han expuesto Klossowski y Lyotard: juego de altas y bajas intensidades, o bien una intensidad baja que puede socavar la más alta e incluso igualarla, y también al contrario.

Este juego de las escalas intensivas es lo que gobierna los vuelos de la ironía y los descensos del humor de Nietzsche, desplegándose como consistencia o cualidad de vivencia en su relación con el exterior.

Un aforismo es una materia pura hecha de risa y alegría.

Si somos incapaces de encontrar en un aforismo algo que nos haga reír, esa distribución de humor e ironía y ese reparto de intensidades, entonces no hemos entendido nada.

Y aún queda un último punto.

Volviendo al gran texto de La genealogía sobre el Estado y los fundadores de imperios:

«Llegan igual que el destino, sin motivo, razón», etcétera (d).

Podemos reconocer en él a los llamados «hombres de la producción asiática».

Basándose en las comunidades rurales primitivas, el déspota construye su máquina imperial que todo lo sobrecodifica con la burocracia y la administración que organiza las grandes obras y se apropia del excedente («en poco tiempo surge, allí donde aparecen, algo nuevo, una concreción de dominio dotada de vida, en la que partes y funciones han sido delimitadas y puestas en conexión, en la que no tiene sitio absolutamente nada a lo cual no se le haya dado antes un «sentido» en orden al todo»).

Pero también podemos preguntarnos si este texto no reúne dos fuerzas que pueden distinguirse en otro sentido - y que Kafka, por su parte, distinguía y hasta oponía en La muralla china- .

Cuando se investiga el modo en que las comunidades primitivas segmentarias han sido sustituidas por otras formaciones de soberanía, cuestión que Nietzsche plantea en la segunda disertación de La genealogía, vemos que se producen dos fenómenos estrictamente correlativos, pero del todo diferentes.

Es verdad que, en el centro, las comunidades rurales quedan atrapadas y regladas en la máquina burocrática del déspota, con sus escribas, sus sacerdotes, sus funcionarios; pero, en la periferia, las comunidades emprenden una especie de aventura, con otra clase de unidad, nomádica en este caso, en una máquina de guerra nómada, y se descodifican en lugar de dejarse sobrecodificar.

Hay grupos enteros que se escapan, que se nomadizan: no como si retornasen a un estadio anterior, sino como si emprendiesen una aventura que afecta a los grupos sedentarios, la llamada del exterior, el movimiento.

El nómada, con su máquina de guerra, se opone al déspota con su máquina administrativa; la unidad nomádica extrínseca se opone a la unidad despótica intrínseca.

Y, a pesar de todo, son fenómenos tan correlativos y compenetrados que el problema del déspota será cómo integrar, cómo interiorizar la máquina de guerra nómada, y el del nómada cómo inventar una administración del imperio conquistado.

En el mismo punto en el que se confunden, no dejan de oponerse.

El discurso filosófico nació de la unidad imperial, a través de muchos ava­tares, los mismos que conducen desde las formaciones imperiales hasta la ciudad griega.

E incluso en la ciudad griega el discurso filosófico mantiene una relación esencial con el déspota o con su sombra, con el imperialismo, con la administración de las cosas y de las personas (se encuentran todo tipo de pruebas de ello en el libro de Léo Strauss y Kojève sobre la tiranía) (e).

El discurso filosófico siempre ha permanecido en una relación esencial con la ley, la institución y el contrato que constituyen el problema del Soberano, y que atraviesan la historia sedentaria que va de las formaciones despóticas hasta las democráticas.

El «significante» es en verdad el último avatar filosófico del déspota.

Si Nietzsche se separa de la filosofía es quizá porque es el primero que concibe otro tipo de discurso a modo de contra- filosofía.

Es decir, un discurso ante todo nómada, cuyos enunciados no serían productos de una máquina racional administrativa, con los filósofos como bu­rócratas de la razón pura, sino de una máquina de guerra móvil.

Acaso sea éste el sentido en el que Nietzsche anuncia que con él comienza una nueva política (lo que Klossowski ha llamado el complot contra la propia clase).

Sabemos bien que, en nuestros regímenes, los nómadas no tienen cabida: no se escatiman medios para regularlos, y apenas consiguen sobrevivir.

Nietzsche vivió como uno de esos nómadas reducidos a no ser más que su sombra, de pensión en pensión.

Pero, por otra parte, el nómada no es necesariamente alguien que se mueve: hay viajes inmóviles, viajes en intensidad, y hasta históricamente los nómadas no se mueven como emigrantes sino que son, al revés, los que no se mueven, los que se nomadizan para quedarse en el mismo sitio y escapar a los códigos.

Sabemos que el problema revolucionario, hoy, consiste en hallar una unidad de las luchas puntuales que no reconstruya la organización despótica o burocrática del partido o del aparato de Estado: una máquina de guerra que no remitiría a un aparato de Estado, una unidad nomádica en relación con el Afuera, que no se sometería a la unidad despótica interna.

Esto es quizá lo mas profundo de Nietzsche, la medida de su ruptura con la filosofía tal y como aparece en el aforismo: haber hecho del pensamiento una máquina de guerra, una potencia nómada.

E incluso aunque el viaje sea inmóvil, aunque se haga sin moverse del lugar, aunque sea imperceptible, inesperado, subterráneo, hemos de preguntar: ¿quiénes son hoy los nómadas?

¿Quiénes son hoy nuestros verdaderos nietzscheanos?

http://estafeta-gabrielpulecio.blogspot.com/2010/07/gilles-deleuze-pensamiento-nomada-sobre.html

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Sencillamente genial. Manolo es lo mejor de la blogosfera K.

Anónimo dijo...

Manolo no se si todo el post es de Deleuze ,puesto acá es suyo y sencillamente genial.
La visión del peronismo desde este lugar explica, incluso algunas conductas que utilizamos sosotros robadas de la cultura peronista. Eso es lo rico de lo que está surgiendo de este debate.
Siga metiendo cosas en esa mochila

Gonzalo FK dijo...

Muy interesante. para relacionarlo con la tenebrosa e idiótica carta del ERP que posteo hace unos dias don manolo, valga decir que el "pensamiento nomadico" ejerció su influencia sobre el vanguardismo -estetico, filosofico- de la decada del 60s. Y tuvo su correlato, tragico y bromista, en el nivel politico.

Bajo el influjo intelectual de la francia '60ista, cuando el post estructuralismo estaba naciendo, ESE fue el basamente teórico de la guerrilla y de los delirios de debray. Incluso tiempo después, como un reflejo senil de lo mismo, apareció el zapatismo, hoy acorralado e insignificante.

Puede entenderse el atractivo del pensamiento "esquizo" cuando la realidad se encargó de pisotear y escupir una a una las filosofias "totales". El asunto es que si tal pensamiento "en si mismo" es conducente. Los hechos y las acciones de la máquina nomádica realmente existente son los de el propio pueblo que resiste y se dispersa por las "líneas de fuga" frente a la dominación sorda ciega y muda que la elite argentina propone. Incluso cuando esta dominacion vino con ropajes revolucionarios y guerrilleros, pero igualmente elitistas... El eterno desencuentro entre pensamiento y realidad. Lease "deseo" donde dice pensamiento :P

Podriamos decir que nietzsche fue mucho mas alla de si mismo y de su epoca.. el tema es que al ser su pensamiento tan "diseminado" es posible agarrarlo para cualquier lado. Se desinfla como globo de cumpleaños, se pegotea como chicle. Paradojalmente (como le gusta al amigo mensajero), ahi donde esta la debilidad yace tambien el poder y potencia je.

La vanguardia terrorista pequeñoburguesa envolvio los tiros con el espiritu esquizo nomadico y chocó sonoramente contra el muro de la realidad. Hoy el pueblo revitaliza en lo real aquel espiritu nomadico y le da vida, en el eterno resistir de lo vital contra la forma y el contenido vacuo.

un abrazo.

Anónimo dijo...

Reforzando lo que dice Gonzalo se me ocurre analizar la catedral radical. Hoy es imposible contener al radicalismo, hay radicales mas K que los propios peronistas, Nodamismo explícito

sebas dijo...

En mi humilde opinión, Manolo, la primera parte en rojo es brillante; a partir de ahí, Deleuze retorna a su habitual charlatanería. Bueno, es que yo soy peronista y nietzscheano, pero sokalista ;)

Unknown dijo...

El más feo de los hombres

"...Me persiguen: ahora eres tú mi refugio supremo. No es que me persigan con su odio ni con sus guardias. ¡Oh, yo me burlaría de semejantes persecuciones, serían mi orgullo y mi alegría! ¿No fueron alcanzados, hasta ahora, los más grandiosos éxitos por los que más perseguidos se vieron? Y el que mucho persigue aprende fácilmente a seguir... ¿ no lo está ya efectuando... por detrás ?..."

El Simio ◙

Quintín dijo...

Sokal le llega al zócalo a Deleuze. Pero a Deleuze le faltó hablar de los déspotas-nómades como Kadafi.