domingo, 11 de septiembre de 2011

El Voto como Arma de Destrucción Masiva y el Peronismo como Escudo de los pobres; el Misterio.


"Yo no acabo de entender por qué el peronismo tiene esa fuerza y esa popularidad.

El peronismo ha contribuido de hacer en la Argentina una situación muy difícil", consideró.

Para Vargas Llosa, "dada la cultura argentina, el peronismo debería haber quedado en un movimiento marginal y, sin embargo, no es el caso".

Además, calificó al movimiento creado por Juan Domingo Perón como "un misterio que no termino de descifrar".

http://www.infobae.com/notas/577049-Vargas-Llosa-critico-al-peronismo-y-lo-califico-de-movimiento-marginal.html

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-Si usted hubiera nacido en la Argentina, ¿sería peronista?

-Seguramente hubiera sido peronista porque todo el mundo lo era.

-¿Y entiende al peronismo?

-No entiendo mucho al peronismo, pero entiendo el fenómeno que significó el paso de Perón por la Argentina, así como el fenómeno de Getulio Vargas en Brasil.

Ellos marcaron la historia de estos países.

Getulio no consiguió crear en Brasil el movimiento que Perón fundó en la Argentina.

Nosotros no tuvimos un partido laboral tan fuerte como el peronismo.

Es casi como una religión.

Vi gente de derecha que era peronista.

Y vi gente de izquierda que era peronista.

Es un milagro que solamente los argentinos pueden hacer (risas).

http://www.lanacion.com.ar/1119713-no-puedo-imaginar-a-brasil-y-la-argentina-separados

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-Usted escribió en 2010 que todavía no había una fuerza opositora al peronismo.

Parece que las primarias le han dado la razón.

-Sí. Lo que veo ahora son algunas alianzas un poco contra la naturaleza: Alfonsín con De Narváez.

¿Curiosísimo, no?

-¿La única alternativa de gobierno es el peronismo?

-El peronismo o el gobierno que esté teniendo algunos resultados.

Es resignación más que entusiasmo.

-¿Sigue sin entender al peronismo?

-[Piensa varios segundos] Creo que nadie entiende al peronismo, ni los propios peronistas.

Una vez en París una persona me dijo que los europeos no podían entender la carga emocional muy fuerte del peronismo.

Tal vez sea eso, y que la Argentina es un país enigmático.

-¿Entonces, el peronismo es tan enigmático como la Argentina?

-Tal vez se corresponda que el país y esa corriente política dominante sean enigmáticos.

En Europa, el peronismo parece una cosa atrasada.

-¿No es una visión etnocentrista?

-Sí, pero lo que es difícil de entender es por qué nada ha sustituido al peronismo

http://www.lanacion.com.ar/1404021-el-gobierno-kirchnerista-hace-lo-mismo-que-hizo-el-de-lula

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"La manera en que se reparten las cartas, así como los resultados de las diversas partidas que se juegan en la fase originaria de una organización y en los momentos inmediatamente posteriores", ha sostenido Panebianco, "continúan en muchísimos casos, condicionando la vida de la organización a decenios de distancia [...] los resultados de las primeras "partidas" o, dejando la metáfora, las opciones políticas cruciales puestas en práctica por los padres fundadores, las modalidades de los primeros conflictos por el control de la organización, y la manera en que éstas se consolidan, dejarán una impronta indeleble. Pocos aspectos de la fisonomía actual así como de las tensiones que se desarrollan ante nuestros ojos en muchas organizaciones, resultarían comprensibles si no nos remontáramos a su fase de formación"55.

Sobre los Orígenes del partido peronista

María Moira Mackinnon (1), hacer clic aquí.

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Durante la década del noventa el PJ sufrió una serie de cambios radicales. Bajo el liderazgo de Carlos Menem, el gobierno peronista desmanteló el modelo económico estatista prevaleciente desde los años cuarenta y estableció una de las economías más abiertas de la región.


Los primeros análisis describieron este proceso de reformas como un tipo de “revolución desde arriba”, impuesto por un poderoso presidente, que actuó en las márgenes de su partido, los principales grupos de interés, y la legislatura.[97]


De esta manera el país fue percibido como un caso de “neopopulismo”, en el cual el presidente evade los partidos a favor de postulados directos y no consensuados.[98]


En sintonía con estos análisis, durante la década del noventa el PJ fue percibido como habiendo sido vaciado y transformado desde arriba.

Según Marcos Novaro, el PJ “fue completamente reorganizado, desde los cargos más altos hasta cada una de sus agencias locales”.[99]


Asimismo Menem “redujo el rol del partido al mínimo”, tanto que el PJ comenzó a funcionar básicamente como un “comité electoral”.[100]


Desde esta perspectiva, el liderazgo nacional del partido “funcionó como un mecanismo de control de las dirigencias”,[101]permitiéndole a Menem imponer estrategias sobre los mandos provinciales, y reemplazar candidatos y líderes partidarios locales por extrapartidarios mediáticos.[102]


Esta sección ofrece lo que de alguna manera es una descripción diferente de la relación PJ-Menem.


Se argumenta que a diferencia de líderes “neopopulistas” como Collor y Fujimori, la relación del presidente Menem con los militantes ordinarios del PJ siempre estuvo mediada por fuertes y semiautónomas organizaciones a nivel local.


Estas organizaciones de base proveyeron al partido gobernante de un importante número de beneficios en los años noventa.


Sin embargo, también se mostraron como un arma de doble filo al limitar la capacidad de Menem para imponer líderes, candidatos y estrategias a las agencias más bajas.


Como consecuencia de esto, las organizaciones peronistas provinciales y municipales consiguieron permanecer “desmenemizadas” hasta el final de la década.


Actividad partidaria de base en la década del noventa


Estudios recientes han enfatizado el rol central del partido peronista en la construcción y mantenimiento del programa de reformas del gobierno de Menem.[103]


Gibson y Calvo, por ejemplo, han destacado la importancia de las “ya establecidas redes de apoyo político” en la obtención de votos en las provincias.[104]


Pese a que estos autores hacen hincapié en las provincias periféricas, es claro que las organizaciones locales también fueron fundamentales para el mantenimiento del apoyo popular en las áreas urbanas pobres (como el Gran Buenos Aires y el Gran Rosario).


La vasta infraestructura de UBs, sindicatos, comedores, clubes y redes sociales informales no solo proveyó al PJ de importantes recursos humanos y organizacionales para campañas, sino también sirvió para canalizar el patronazgo, la implementación política, contactos sociales y culturales, y (aunque con menor frecuencia) la participación política.


Por ejemplo, durante la crisis hiperinflacionaria de 1989-1990, decenas de miles de militantes del partido se movilizaron para desalentar las protestas de las clases bajas y trabajadoras ante dicha crisis y los planes de ajuste del gobierno.


Esto fue hecho por medio de la persuasión, la expulsión de activistas de izquierda de los barrios,[105] y una serie de medidas de beneficencia en el ámbito barrial.


En La Matanza, los militantes peronistas operaban con el apoyo de la municipalidad más de 200 comedores en 1989.[106]


Como así también numerosos comedores en las villas miseria de la Capital Federal.[107]


En el primer distrito electoral, militantes de la UB “Unidos o Dominados” afirmaban haber distribuido comida a 300 familias luego de recorrer el barrio puerta por puerta hasta encontrar quiénes estaban necesitados.


En el vigésimo segundo distrito electoral, punteros peronistas organizaron comedores en los cuales familias con excedentes de comida proveían a aquellos que necesitaban.


Las organizaciones peronistas a nivel local se comprometieron en diferentes actividades políticas, sociales y culturales en la década del noventa y fueron militantes peronistas quienes tuvieron un rol central en la entrega de asistencia social en los barrios de bajos recursos.


De las UBs relevadas en este estudio, el 96% se comprometió en alguna forma de asistencia social y aunque evidencia académica y periodística da cuenta de un desnudo clientelismo[108] en la distribución de bienes, casi ninguna investigación ha sido hecha acerca de lo que las UBs han realmente realizado.


De hecho, como demuestra un reciente trabajo de Javier Auyero,[109] esta descripción es algo más compleja.


………………..


Las organizaciones de base peronistas juegan un rol fundamental en víncular a los ciudadanos de clase baja y trabajadora con el estado.


Muchas UBs participan directamente en la implementación de programas sociales gubernamentales.


Aunque esa politización sea vista a menudo como una distorsión corrupta e ineficiente de la política estatal,[112] en muchas áreas de clase baja, la burocracia estatal es tan débil que las redes partidarias resultan un medio más efectivo para alcanzar a la población.


Un ejemplo es la Ley Pierri, un programa por el cual decenas de miles de familias recibieron el título legal de sus propiedades.


Como hubo muchos habitantes desinformados acerca de los requerimientos de este programa, y como los gobiernos municipales no tenían recursos para llevar a cabo una extensa campaña de arraigo, los militantes peronistas proveyeron frecuentemente el esfuerzo, yendo de puerta en puerta y ayudando a los residentes a hacer el papeleo.[113]


Otro ejemplo es el Plan Vida, que distribuye una ración diaria de huevos, leche y otros productos básicos a cerca de 400.000 personas por medio de una red de voluntarias, llamadas manzaneras.


Aunque se trata de un programa oficialmente no partidario (las manzaneras son elegidas a través de organizaciones comunales), la inmensa mayoría de las manzaneras son peronistas, y muchas están vinculadas al partido por medio de las redes informales.[114]


Como muestra el Cuadro 4, el 59,6% de las UBs relevadas del Gran Buenos Aires participó en al menos un programa gubernamental.


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Aunque el impacto político de esta actividad partidaria de base es difícil de medir, sin dudas ayudó a reforzar y sostener la subcultura peronista y la identidad partidaria en la década del noventa.


Asimismo, a pesar del debilitamiento por el cambio generacional y la penetración de medios de comunicación masivos,[117] un cuerpo común de lenguaje, símbolos, tradiciones, prácticas, y creencias continúa uniendo a peronistas de diferentes edades, regiones, contexto social, e ideologías.


Para muchos votantes de clase baja y trabajadora, la identidad peronista va más allá de la política partidaria y se extiende dentro de los ámbitos sociales y culturales.[118]


Para estos votantes, el peronismo continúa siendo más que una opción política, una identidad compartida.[119]


La persistencia de esta identidad eleva el umbral electoral en el cual los votantes peronistas decidirían abandonar al PJ.


De hecho, como ha mostrado Pierre Ostiguy, el electorado tradicional del PJ ha permanecido relativamente estable en los años noventa, pese a que muchos peronistas tradicionales no estuvieron de acuerdo con las políticas económicas del gobierno de Menem.[120]



Autonomía en el ámbito local y la estabilidad de la base militante del PJ



La estabilidad de la base militante del PJ en la década del noventa es de alguna manera enigmática.


Los militantes, o al menos un conjunto importante de ellos, están[121] generalmente más ideologizados que los líderes partidarios.


De ser éste el caso, entonces deberíamos esperar que estos militantes que han sido históricamente casi uniformemente antiliberales, habrían abandonado el partido en masa como respuesta al giro neoliberal del gobierno de Menem.


Evidencia de la encuesta de militantes de 1997 sugiere que los militantes del PJ eran en efecto bastante críticos del programa de Menem.


Como muestra el Cuadro 5, más de dos tercios se opuso en parte o en todo al programa de Menem; además, la gran mayoría consideró que las políticas gubernamentales fueron “muy favorables” para las empresas (70,4%) y “muy desfavorables” para los trabajadores (67,8%).


Acerca de qué políticas económicas debería llevar a cabo el gobierno peronista en el futuro, solo el 5,5% optó por la continuidad, mientras que un 42,1% escogió un “retorno a las raíces del peronismo”.


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Sin embargo, la base militante peronista no parece haberse erosionado sustancialmente en la década del noventa.


A pesar de dos importantes deserciones en el nivel de la elite del partido (el Grupo de los Ocho en 1990 y el senador José Octavio Bordón en 1994) y el surgimiento del centro-izquierdista Frente para un País Solidario (FREPASO) como una seria alternativa política a mediados de los años noventa, fueron pocos los militantes del partido que siguieron a estos grupos.[122]


Aunque es difícil medir el número de militantes que simplemente se alejó de la política en los años noventa, hay poca evidencia de que la base militante fuera sustancialmente reducida.


De hecho, más de tres cuartos de los militantes encuestados en el Gran Buenos Aires dijeron que el número aumentó (68%) o permaneció igual (8%) durante la década del noventa.


Por otra parte, el relativamente alto nivel de activismo del PJ en los años noventa no parece haber sido producto del ingreso de nuevos miembros.


Setenta y tres por ciento de los militantes encuestados había trabajado en el PJ desde antes de 1989, y los nuevos militantes eran al menos tan opuestos a las políticas de Menem como los más viejos.[123]


¿Por qué permanecieron en el partido los militantes antimenemistas?.


Una razón es el patronazgo.


El papel de los incentivos materiales selectivos para fomentar la participación activista creció significativamente durante la década de 1990.


Más de dos tercios (68,6%) de las UBs relevadas por este estudio estaban dirigidas por un militante con empleo gubernamental, y más de un tercio (34,3%) tenía dos o más militantes con empleos en el gobierno.


Además, tres cuartos (75,6%) de las UBs estaban financiadas por agrupaciones con cuadros en los gobiernos municipales o provinciales.


Como muestra el Cuadro 6, la importancia de los incentivos materiales selectivos parece haber crecido a lo largo del tiempo.

De las UBs relevadas que se establecieron antes de 1985, el 82,2% estaba unida por lazos personales, redes sociales, o una ideología común.[124]


Solamente en el 17,8% de los casos, fueron los incentivos materiales selectivos el vínculo principal entre los militantes y la UB.


Por el contrario, en las UBs creadas entre 1985 y 1995, el papel de los incentivos materiales selectivos ascendió al 48,8%; y de las UBs establecidas después de 1995, el porcentaje ascendió a 64,7%.


………………….


Sin embargo la estabilidad del PJ no puede ser solamente atribuida al patronazgo.


Cerca de un tercio (31,4%) de las UBs relevadas no tenía acceso al patronazgo en absoluto, y en la mayoría de las UBs, los beneficios de éste se extendían a uno o dos militantes.


Por lo tanto, incluso a finales de la década del noventa, un número significativo de militantes continuó participando a pesar de tener poco o ningún acceso a los recursos estatales.


La estructura informal de PJ fue fundamental a la hora de mantener a estos militantes en el partido.


A diferencia de partidos de masas centralizados como el AD venezolano o el Partido Comunista Chileno, la estructura descentralizada del PJ posibilitó a los militantes el evitar tener que hacer una dura elección entre adherir a la línea nacional del partido o dejar (o ser expulsados de) el partido.[126]


Específicamente, el sistema de agrupaciones ofreció a aquellos peronistas disgustados con el perfil neoliberal del partido, canales alternativos de participación.


Un abanico de agrupaciones nacionalistas, populistas tradicionales, socialdemócratas, e incluso socialistas coexistieron con el liderazgo nacional menemista en la década del noventa.


Por ejemplo, aunque el neofascista Comando de Organización (C de O) abandonó las actividades paramilitares después de 1983, continuó comprometido con actividades nacionalistas como protestas en contra de la ocupación británica de las Islas Falklands/Malvinas;[127] o como en 1997, cuando como parte de su batalla contra el “imperialismo cultural”, organizó protestas contra la filmación (extranjera) de la película “Evita”.[128]


Un ejemplo de una agrupación izquierdista lo representa “11 de Marzo” en Quilmes.[129]


Fundada en 1985 por un grupo de militantes y ex guerrilleros, “11 de Marzo” se transformó en la agrupación más grande de Quilmes en los años noventa, con aproximadamente 300 militantes.


Los líderes de esta agrupación se describen como “socialistas” y “revolucionarios” y comparten un compromiso de “profundizar la democracia” por medio de la organización popular.


Asimismo, participan de una serie de actividades políticas de izquierda que incluyen colectas de dinero para Cuba y una fiesta anual para celebrar la caída de Saigón.


Otra agrupación de izquierda es “Peronismo para Todos” en la Capital Federal, que mantiene un pequeño pero comprometido núcleo de militantes (principalmente de ex Montoneros) que apoyan regularmente huelgas y otro tipo de protestas contra el gobierno de Menem.


Finalmente, muchas agrupaciones (y un gran número de UBs) proveen arenas de participación para lo que tal vez pueda ser llamado peronistas tradicionales u ortodoxos.


Estos militantes tienden a estar muy apegados no solo al programa peronista tradicional, sino también a sus símbolos y prácticas.


Un ejemplo de este tipo de agrupación es “Lealtad Peronista” en La Matanza, la cual es dirigida por el anterior intendente Federico Russo.


Representa la segunda agrupación más grande en La Matanza y contiene docenas de viejos militantes ortodoxos, muchos de los cuales trabajaron con Russo desde la década del setenta.


Muchos de estos militantes se oponen fuertemente al modelo neoliberal y el mismo Russo mantiene un perfil populista y antiliberal.[130]


Lealtad Peronista lleva a cabo una serie de actividades peronistas tradicionales como el “entrenamiento doctrinario”, la celebración de fiestas peronistas, y el mantenimiento de centros juveniles y femeninos.


El sistema descentralizado y segmentado de agrupaciones del PJ, proveyó de esta manera numerosas salidas para los militantes peronistas, permitiéndoles poder continuar llevando a cabo formas de peronismo que poco tenían que ver (y que de hecho muchas veces contradecían) con la pragmática agenda del gobierno de Menem.


Datos de la encuesta a militantes sugieren que esta autonomía en el nivel de base tal vez pueda haber inducido a muchos de ellos a permanecer en el partido.


El Cuadro 7 muestra las respuestas de los militantes a la pregunta,


“¿Qué nivel de la actividad del partido es más importante para usted?”.


En el Gran Buenos Aires, cerca de dos tercios de los militantes contestó que su agrupación (40,0%) o el partido a nivel distrital (22,6%) era más importante que el partido nacional.


Los resultados también sugieren que los militantes antimenemistas eran más propensos a priorizar su agrupación respecto a otro tipo de militantes.


Como muestra el Cuadro 8, cerca de la mitad (45,3%) de los militantes que se caracterizaron a sí mismos como “oponentes” de la política económica gubernamental percibieron a su agrupación como el ámbito de actividad más importante, en relación a un 18,8% que era partidario de Menem.


Tomados en conjunto, los datos sugieren que un sustancial número de militantes que fueron críticos del programa de Menem, encontraron en la década del noventa refugio en sus agrupaciones; priorizando las organizaciones partidarias a nivel local y, en alguna medida, apartándose de la actividad partidaria a nivel nacional.


………….


El liderazgo de Menem también estuvo limitado en su capacidad para imponer candidatos a las agencias provinciales del PJ.


Por ejemplo, cuando Menem anunció que pensaba postular a una serie de candidatos no peronistas (incluyendo líderes provinciales conservadores, ex militares, y reconocidos extrapartidarios) que apoyaron su programa económico en las elecciones legislativas y de gobernadores de 1991,[135] los mandos provinciales resistieron ferozmente y finalmente consiguieron forzarlo a aceptar candidaturas partidarias en casi todos los distritos.


En Buenos Aires, Duhalde ignoró la solicitud de Menem para ubicar a los líderes empresarios Carlos De La Vega y Guillermo Alchourron en la lista legislativa del partido y solamente se incluyó a dos menemistas en las veinte principales posiciones de la lista.[136]


En Mendoza, el intento de Menem de ubicar “gente de confianza”[137] en la boleta de legisladores fue frustrado cuando los líderes partidarios no menemistas crearon su propia lista y derrotaron a la coalición de facciones menemistas en las elecciones internas.


En el mismo sentido, en 1992, cuando funcionarios gubernamentales diseñaron una estrategia que les asegurara nominar candidatos menemistas provinciales para el senado,[138] consiguieron (pese a meses de lobby[139] ) ubicar sus candidatos preferidos en solo tres distritos (Capital Federal, Entre Ríos, y Tucumán).


En Catamarca, Jujuy, La Pampa, Salta, Santa Cruz y Santa Fe, los candidatos del liderazgo nacional fueron abiertamente rechazados por los mandos partidarios provinciales.[140]


En Santa Fe, a pesar de la intensa presión de Menem y otros altos funcionarios gubernamentales para reelegir a la senadora Liliana Gurdulich,[141] el partido local nominó a Jorge Massat, un aliado del gobernador Carlos Reutemann.


En La Pampa, donde Menem buscó la nominación del anterior gobernador Néstor Ahuad para llenar una de las dos vacantes para el senado, el jefe local, Rubén Marín, impuso en cambio a aliados suyos como Esteban Martínez y Carlos Verna.[142]


En Buenos Aires, Formosa, Mendoza, Misiones y San Luis, el liderazgo nacional tenía tan poca influencia que por último decidió no proponer candidato alguno.


El liderazgo de Menem también fracasó en imponer candidatos en numerosas elecciones por gobernaciones provinciales clave.


En Mendoza, por ejemplo, los esfuerzos del alto funcionario menemista Eduardo Bauzá por poner al partido provincial “totalmente en línea con el proyecto nacional del justicialismo”[143] y nominar al empresario no peronista Carlos Pulenta como candidato a gobernador, fallaron cuando el partido local nominó a Arturo Lafalla, un crítico de Menem.


En Tucumán, el mando provincial nominó a la tradicional líder Olijela Rivas para la candidatura a gobernador en 1995, a pesar de la pública oposición de Menem y la intensa presión de funcionarios gubernamentales.[144]

Por lo tanto, a pesar de que Menem fue en algunas oportunidades capaz de intervenir (o formalmente reemplazar liderazgos) en las organizaciones partidarias provinciales e imponer candidatos menemistas extrapartidarios (como en los conocidos casos del corredor de autos Carlos Reutemann y el cantante popular “Palito” Ortega en 1991), estas imposiciones fueron la excepción, más que la regla.


En distritos donde los jefes provinciales consolidaron maquinarias estables, como en Buenos Aires, Entre Ríos, Formosa, La Pampa, Mendoza, Misiones, Salta, Santa Cruz y San Luis, ese tipo de intervenciones no ocurrió.


En cada una de esas provincias, los líderes provinciales y candidatos fueron consistentemente seleccionados desde adentro de las organizaciones locales, y en casi todos los casos, los mandos provinciales retuvieron el tradicional perfil peronista (en lugar del menemista o neoliberal).


……….


Conclusión

El presente artículo ha intentado llenar el vacío académico acerca de cómo se organiza y funciona el PJ, particularmente en los niveles locales.


Desafiando los postulados de un PJ dirigido por Menem como un partido “neopopulista” dominado por un liderazgo autoritario y personalista, se argumenta que los líderes peronistas y la gente han estado largamente vinculados por una poderosa infraestructura organizacional con profundas raíces en las clases bajas y trabajadoras urbanas de la sociedad.


Las conexiones entre el PJ y las masas han sido subestimadas e incluso ignoradas por los investigadores, porque éstas, a diferencia de muchos partidos de clase obrera europeos, son casi enteramente informales.


Las subunidades peronistas se organizan a sí mismas y solo mantienen débiles lazos con la burocracia partidaria.


A menudo situadas en la casa de militantes, y raramente registradas con las autoridades partidarias, estas subunidades constituyen una impresionante infraestructura de base.


Esta infraestructura le rindió al partido importantes beneficios políticos, pero también limitó el grado de acción del presidente Menem para controlar (o limitar) los mandos partidarios provinciales o locales.


Más ampliamente, el caso del peronismo muestra la importancia de estudiar los patrones informales de la organización partidaria.


Los análisis de los partidos políticos deben ir más allá de las estructuras formales, y examinar cómo funcionan los partidos en la práctica.


Mientras algunos partidos (por ejemplo muchos partidos noreuropeos) poseen estructuras relativamente burocráticas o formalizadas, muchos otros, particularmente en América Latina, son en gran medida informales.


En esos casos, estudios que exclusivamente hagan hincapié en los estatutos partidarios o en los cuerpos formales de liderazgo corren el riesgo de perder la clave[149] de la realidad.


Esto último claramente ha ocurrido en los trabajos sobre peronismo, dado que a menudo los analistas han tomado la ausencia de una burocracia efectiva para significar que el partido está basado básicamente en formas de liderazgo autoritarias y personalistas.


Hacer esas caracterizaciones no solo carece de fundamentación empírica, sino que también falla al no dar cuenta de la capacidad del PJ para sobrevivir (e incluso prosperar) después del alejamiento de sus líderes “populistas” (o “neopopulistas”).


Juan Perón, el fundador del partido, solía decir que “únicamente la organización conquista al tiempo”.


Aunque la construcción partidaria de Perón nunca igualó su retórica, la informal y a menudo caótica organización que dejó se ha mostrado más resistente – y más efectiva – de lo que cualquiera hubiera esperado.


Por lo tanto debe ser estudiada más seriamente.

Una “Des-Organización Organizada”

Steven Levitsky

Assistant Professor of Government, Harvard University

Septiembre 2008

http://www.reconstruccion2005.com.ar/0809/desorganizacion3.htm

1 comentario:

Udi dijo...

Y no nos olvidemos, estimado Manolo, que la Base determina la Superstructura..."en última instancia".