La prioridad de la lengua escrita sobre la oral y de la
peninsular sobre la americana era la tesis central de este escrito; el
"carácter barbárico de las lenguas indígenas americanas" impedía, en
su opinión, que éstas hubiesen de ejercer influencia alguna sobre el español de
América.
La tutela de la Academia haría el resto.
Con ello intentaba contrarrestar la previsión efectuada por
Andrés Bello en el prólogo a su Gramática de 1847, que temía la profusión de
variedades regionales que "inunda y enturbia mucha parte de lo que se
escribe en América, y alterando la estructura del idioma, tiende a convertirlo
en una multitud de dialectos irregulares, licenciosos, bárbaros"; para
esta concepción, indisolublemente lingüística y política, sólo la unidad de la
lengua "culta" garantizaría la unidad del mundo hispano.
Por el contrario, el filólogo colombiano Rufino José Cuervo
—que compartía el diagnóstico de Bello de la eventual fragmentación del español
en una pluralidad de idiomas mutuamente ininteligibles, aunque celebrándola—
advertía contra el empleo de la lengua escrita para medir la unidad del idioma,
considerándola un "velo que encubre el habla local".
Esta problemática fue recogida de
manera particularmente observada en el tratado de 1935 de Amado Alonso, titulado
El problema de la lengua en América, y reiterado en 1941, cuando el académico
Américo Castro publicó El problema argentino de la lengua.
Para los autores de esta
corriente, la deriva lingüística respecto de la forma culta castellana era un
inequívoco índice de degradación social; Castro manifiesta expresamente que las
peculiaridades del español rioplatense, en especial el voseo, son síntoma de
"plebeyismo universal", "instinto bajero",
"descontento íntimo, encrespamiento del alma al pensar en someterse a
cualquier norma medianamente trabajosa".
En su diagnóstico, la fuerte
identidad de la variedad rioplatense se debe a la aceptación general de las
formas populares en desmedro de las cultas, y le preocupa sobre todo la imposibilidad de percibir inmediatamente
la clase social del hablante a partir de los rasgos de su habla; la falta de
los "frenos e inhibiciones" que las clases superiores deberían
representar le parece un inequívoco síntoma de locura social.
El texto de Castro es prototípico de
una extendida concepción, que hace de la unidad de la lengua el custodio de la
unidad nacional, y de las
clases superiores los custodios de la ortodoxia de la misma.
Buena parte de la obra de Menéndez Pidal estaría orientada a
perseguir ese fin, recomendando el recrudecimiento de la persecución de los
usos considerados incorrectos mediante "la enseñanza de la gramática, los
estudios doctrinales, los diccionarios, la difusión de buenos modelos, el
comentario de los autores clásicos, o bien inconscientemente, mediante el
eficaz ejemplo que se difunde en el trato social o en la creación
literaria".
Esta forma de centralismo clasista —común por lo demás a
otros idiomas coloniales, en especial el francés— ha influido duraderamente en
el uso y enseñanza de la lengua; sólo recientemente algunas variedades
lingüísticas han pasado a formar parte de la enseñanza oficial —como el voseo
en Argentina— y de la lengua literaria, para lo cual el naturalismo de mediados
de siglo representó un poderoso avance.
“Represento a Francia,
que conoce las amenazas que la rodean en este tema de la identidad cultural,
que sabe muy bien de la rivalidad de los idiomas.
Pero pienso en otros
países tan respetables cuyos idiomas no tienen la dimensión geográfica de
Francia que, a su vez, no tiene la dimensión geográfica de otros.
¿Qué ocurrirá con el
fondo del alma de expresión gaélica, flamenca, neerlandesa?
No quiero que parezca
que trato de aislar a los más pequeños, porque son menos numerosos.
En realidad, Italia, Alemania y Francia también
están amenazadas.
Hoy casi únicamente la cultura inglesa y
americana y la cultura española están en condiciones de afrontar estos retos y,
a pesar de la amistad que tengo por estos países, prefiero hablar mi idioma en
lugar del suyo”14
Mitterrand, el 17 de
enero de 1995, ante el Parlamento Europeo.
El español en las relaciones internacionales, Valor
económico del español oportunidades y retos; Fundación Telefónica.
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