La ansiedad
intelectual lleva a calcular antes de tiempo las consecuencias que
estas alianzas cobijan para los alineamientos presidenciales.
Ese ejercicio
impide detenerse en dos vectores cruciales que hoy rigen la política.
El primero es el
predominio de las dinámicas territoriales.
Ni el Frente
Renovador, ni Pro, ni la UCR o UNEN son hasta ahora autosuficientes
de alcance nacional.
Y porque además
tiene pánico del "síndrome Francisco De Narváez", el
candidato que le ganó al ex presidente y que luego, en las últimas
elecciones legislativas de octubre de 2013, terminó con el 5,43% de
los votos.
Un peón de go,
por el contrario, sólo tiene un medio de exterioridad o relaciones
extrínsecas con nebulosas, constelaciones, según las cuales
desempeña funciones de inserción o de situación, como bordear,
rodear, romper.
Un solo peón de
go puede aniquilar sincrónicamente toda una constelación, mientras
que una pieza de ajedrez no puede hacerlo (o sólo puede hacerlo
diacrónicamente).
El ajedrez es
claramente una guerra, pero una guerra institucionalizada, regulada,
codificada, con un frente, una retaguardia, batallas.
Lo propio del go,
por el contrario, es una guerra sin línea de combate, sin
enfrentamiento y retaguardia, en último extremo, sin batalla: pura
estrategia, mientras que el ajedrez es una
semiología.
Por último, no
se trata del mismo espacio: en el caso del ajedrez, se trata de
distribuir un espacio cerrado, así pues, de ir de un punto a otro,
de ocupar un máximo de casillas con un mínimo de piezas.
En el go, se
trata de distribuirse en un espacio abierto, de ocupar el espacio, de
conservar la posibilidad de surgir en cualquier punto: el movimiento
ya no va de un punto a otro, sino que deviene perpetuo, sin meta ni
destino, sin salida ni llegada.
Espacio “liso”
del go frente a espacio “estriado” del ajedrez.
Nomos del go
frente a Estado del ajedrez, nomos frente a polis.
Pues
el ajedrez codifica y decodifica el espacio, mientras que el go
procede de otra forma, lo territorializa y lo desterritorializa
(convertir el exterior en un territorio en el espacio, consolidar ese
territorio mediante la construcción de un segundo territorio
adyacente, desterritorializar al enemigo mediante ruptura interna de
su territorio, desterritorializarse uno mismo renunciando, yendo a
otra parte...).
Otra justicia,
otro movimiento, otro espacio-tiempo. (...)
…......................
Sin duda las
sociedades primitivas tienen jefes.
Pero
el Estado no se define por la existencia de jefes, se define por la
perpetuación o conservación de órganos de poder.
El
Estado se preocupa de conservar.
Se necesitan,
pues, instituciones especiales para que un jefe pueda devenir hombre
de Estado, pero también se necesitan mecanismos colectivos difusos
para impedirlo.
Los mecanismos
conjuratorios o preventivos forman parte de la jefatura e impiden que
cristalice en un aparato diferente del propio cuerpo social.
Clastres
describe esa situación del jefe cuya única arma instituida es su
prestigio, cuyo único medio es la persuasión, cuya única regla es
el presentimiento de los deseos del grupo: el jefe se parece más a
un líder o a una estrella de cine que a un hombre de poder, y
siempre corre el riesgo de ser repudiado, abandonado por los suyos.
1 comentario:
Quien no lo entienda, no entenderá al peronismo y pagará su precio cuando los nómadas (cabecitas negras o negros de mierda) asomen
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