Luis Alberto Romero advierte, para escándalo de nuestros pre-Maquiavelo,
o sea los escolásticos de lo político y lo social; que la tan mentada grieta o
brecha, no es más que la continuidad de la Guerra Social de Mitre y Sarmiento
en el siglo XIX, diseccionada por los Revisionistas de la 1º mitad del siglo
XX.
Y, supuestamente “clausurada” por la Patota Cultural de Alfonsín, a partir de 1983; que era, ni más ni menos, que el ala izquierda y con rostro
humano del Consenso de Washington.
Para que la “acumulación” sea “socialmente viable”, como plantea
la nota de La Nación.
Resulta imprescindible
“desprestigiar” por todos los medios posibles, incluidas la infamia y la denigración,
el “fondo social” que cree en las “Conquistas Sociales” de la primera década peronista.
Cuestión que no nació por “generación espontanea”, al igual
que su contrapéate el anti peronismo, ya que están fundadas en corrientes
sociales muy anteriores.
A tal punto que un pre-antiperonista escribía, en 1941,
sobre los riesgos OBJETIVOS de la “emergencia” de un Movimiento sociopolítico “subversivo”
del “Orden Natural de la Cosas”.
“Esta problemática fue recogida de manera particularmente punzante en
el tratado de 1935 de Amado Alonso, titulado El problema de la lengua en
América, y reiterado en 1941, cuando el académico Américo Castro publicó El
problema argentino de la lengua.
Para los autores de esta corriente, la deriva lingüística respecto de
la forma culta castellana era un inequívoco índice de degradación social; Castro manifiesta expresamente que las peculiaridades del
español rioplatense, en especial el voseo, son síntoma de "plebeyismo
universal", "instinto bajero", "descontento íntimo,
encrespamiento del alma al pensar en someterse a cualquier norma medianamente
trabajosa".
En su diagnóstico, la fuerte identidad de la
variedad rioplatense se debe a la aceptación general de las formas populares en
desmedro de las cultas, y le preocupa sobre todo la imposibilidad de percibir
inmediatamente la clase social del hablante a partir de los rasgos de su habla;
la falta de los "frenos e inhibiciones" que las clases superiores
deberían representar le parece un inequívoco síntoma de degradación social.
El texto de Castro es prototípico de una
extendida concepción, que hace de la unidad de la lengua el custodio de la
unidad nacional, y de las clases superiores los custodios de la ortodoxia de la
misma.
Buena parte de la obra de Menéndez Pidal estaría orientada a perseguir
ese fin, recomendando el recrudecimiento de la persecución de los usos
considerados incorrectos mediante "la enseñanza de la gramática, los
estudios doctrinales, los diccionarios, la difusión de buenos modelos, el
comentario de los autores clásicos, o bien inconscientemente, mediante el
eficaz ejemplo que se difunde en el trato social o en la creación
literaria".
Esta forma de centralismo clasista —común por
lo demás a otros idiomas coloniales, en especial el francés— ha influido
duraderamente en el uso y enseñanza de la lengua; sólo recientemente
algunas variedades lingüísticas han pasado a formar parte de la enseñanza
oficial —como el voseo en Argentina— y de la lengua literaria, para lo cual el
naturalismo de mediados de siglo representó un poderoso avance”.
El “efecto pobreza”, en algo tan pedestre como “¿pagar
la luz o comer el asado de los domingos?”, es un obstáculo insalvable
para los defensores de las tesis “Soy un hombre blanco” de Tony
Curtis; típica de los “Acomplejados”.
Blanco o Negro es secundario frente a la Pobreza, White trash.
La Meritocracìa, o sea el “esfuerzo personal” tan
publicitado por la globalización, es para la gilada que lo mira detrás de la alambrada.
Lo que resulta decisivo, como en el Chile de los Genarcas y
la España de los Señoritos, son las “relaciones” de Clase; familias, colegios,
clubes, barrios, lugares de esparcimiento, etc.
O sea, todo Capital Simbólico que implica “pertenecer” o ser
“excluido”, porque “no tiene precio”.
El resto es tan solo chusma, con sus jerigonzas
incomprensibles.
3 comentarios:
Manolo, me siento obligado a recordarte, para tu consideración y efectos, que el que hizo la vivisección más sangrienta de esa pelotudez de Américo Castro -que el profe Romero (jr) tiene a bien citar- es ¡ JORGE LUIS BORGES !
Un colega bloguero lo sube acá http://josegamo.blogspot.com.ar/2011/03/las-alarmas-del-doctor-americo-castro.html
Para cuándo la cerveza que tenemos pendiente? Un abrazo
siempre da mas que gusto leerlo, compañero.
Manolo! Por leerte apurado, cometí el error de atribuirle al pobre Romero la cita de Américo Castro. Es tuya, y sólo tuya! Tenías que buscar a un gallego que escribió hace 75 años para hacerlo custodio del "Orden Natural de las jerarquías intelectuales". En este país, Manolo, no se le da mucha bola a esas jerarquías. Billetera mata intelectual.
Lo de Romero no me parece agresivo, en teoría. La crítica válida se la hace (increíble!) alguien q comenta en La Nación:
"El análisis de Romero tiene dos problemas. En primer lugar, acierta en pensar a la división actual como parte de una disputa político-discursiva por construir una idea de nación, una idea de pueblo, una idea de un "nosotros". Esas batallas simbólicas no son exclusividad de nuestro país, sino propias de la vida social en general. En cada lugar se manifiestan de forma distinta. El error de L.A. Romero es que él pretende situarse por encima de esa puja, cuando en verdad sabemos que todo su trabajo historiográfico lo ha dedicado a disputar sentido en medio de esa lucha discursiva. Es decir, Romero no es un "liberal tolerante". Su cruzada en contra del revisionismo histórico muestra a las claras que él no está tan a favor de que todas las visiones del pasado puedan expresarse. El segundo error es más profundo. Se trata de un error teórico. L.A. Romero abstrae las luchas por la identidad nacional de los procesos materiales que están en el fondo de esas luchas. En efecto, no es que un día a unos se les ocurrió contar el pasado de una manera y a otros de manera opuesta, por puro aburrimiento. Es que esas visiones responden a posiciones político-ideológicas sobre el presente. Son la expresión simbólica de la lucha de clases que motoriza a todas las sociedades del mundo. Pero por supuesto, eso L.A. Romero, como académico "puro", nunca podría reconocerlo. Él cree que el conocimiento es independiente de los conflictos sociales"
Abrazo
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