viernes, 22 de junio de 2012

Impertinencia Ideológica 1



Por más de un siglo, la historia del movimiento marxista ha tenido que luchar con dos temas o “problemas” políticos controversiales cuya existencia ha persistido de manera excepcional: la "cuestión nacional” y los sindicatos obreros.

¿Por qué persisten tanto?

¿Existe alguna relación entre las dos?

Pienso que podremos encontrar la respuesta si analizamos las condiciones históricas que engendraron al movimiento obrero moderno.

El estado-nación burgués, tal como surgió de las luchas revolucionarias y democráticas de los siglos XVIII y XIX, ofreció el impulso económico y el marco político para la evolución de la clase obrera europea y estadounidense.

El proceso de consolidación nacional se vinculó, aunque en formas y grados diferentes, a los temas generales democráticos que eran de suma importancia para la clase obrera.

La actitud de la clase obrera hacia la nación tenía que ser por obligación bastante compleja y contradictoria, para no decir ambivalente.

Por una parte, el crecimiento y la fuerza de la clase obrera, además de ésta haber mejorado su nivel de vida, por lo general se vinculaban a la consolidación del estado-nación y a la expansión de su poderío económico e industrial.

Por otra parte, la evolución de las luchas económicas y sociales de la clase obrera objetivamente la obligaban a adoptar una actitud hostil hacia el estado-nación, el cual, a fin de cuentas, protegía los intereses de la burguesía

La naturaleza turba de la cuestión nacional dentro del movimiento marxista surgió debido a esa complejísima relación entre los trabajadores y el estado-nación burgués.

En ninguna parte del mundo hemos visto a las masas cruzar el puente entre el nacionalismo y la conciencia socialista internacionalista naturalmente y sin sufrimiento.

En la vida de todo ser humano, las experiencias de la juventud influyen fuertemente el resto de su vida.

Eso sirve de analogía con la evolución de la conciencia de clase.

La alianza histórica de la clase obrera con el nacionalismo tiene su explicación en las condiciones que la engendraron y en las luchas que tomaron lugar durante sus etapas formativas.

La conciencia social siempre va retrasada, o para ser más preciso, no refleja de manera directa e inmediata, es decir, en forma científica, al ser humano social.

Este es muy complejo y contradictorio.

De la misma manera, la influencia del nacionalismo sobre el movimiento obrero no disminuye en proporción directa a—o con la misma velocidad de—la expansión del dominio objetivo que la economía mundial tiene sobre la nación-estado.

La naturaleza de la lucha de clases también se hace cada vez más internacional.

Además, la tenacidad de la opresión nacional durante el Siglo XX, aun cuando su causa y contenido fundamentales sean de índole socioeconómica, han fortalecido las formas que la conciencia nacionalista adopta.

Sin embargo, no obstante el vigor de las influencias nacionalistas, los marxistas tienen la responsabilidad de basar su programa en el análisis científico de la realidad social,.

No les cabe recurrir a la atracción de prejuicios antiguos y conceptos anticuados.

Una de las características más comunes del oportunismo dentro del marxismo es la adaptación del programa político a los prejuicios del momento a cambio de ventajas temporales.

El oportunismo procede de cálculos prácticos y coyunturales, no de consideraciones que se basen en principios históricos y científicos.

Al rechazar las consecuencias políticoeconómicas que la internacionalización de la producción tiene sobre el estado-nación, los oportunistas por lo general le atribuyen a esta forma degenerada (desde el punto de vista histórico) una posibilidad progresista de la cual no tiene nada.

Persisten, pues, en glorificar la demanda de autodeterminación nacional no obstante que ésta se haya convertido en la insignia de todos los movimientos patrióticos reaccionarios en todos los rincones del mundo.

Los marxistas no creen que el estado-nación carezca de relevancia.

Sigue siendo un elemento poderoso en la política mundial, a pesar de que, desde el punto de vista del desarrollo e integración internacional de las fuerzas productivas, sea una barrera al progreso humano.

Al elaborar sus tácticas, el movimiento socialista no ignora esta realidad política.

Siempre que el estado-nación sea la unidad básica de la organización políticoeconómica de la sociedad burguesa, la cuestión nacional—a la cual más bien nos podríamos referir en este momento de la historia como el “problema nacional”—persiste.

Pero las tácticas marxistas provienen de una interpretación científica del carácter obsoleto del estado-nación.

A través de sus tácticas, el movimiento trotskista trata de poner en práctica la estrategia que le da orientación a la Cuarta Internacional como Partido Mundial de la Revolución Socialista.

Esta insistencia sobre la supremacía de la estrategia internacional es lo que distingue al Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) de todos los grupos nacional reformistas y oportunistas


Los sindicatos y los radicales


Estas consideraciones fundamentales tienen la misma urgencia en cuanto a la cuestión de los sindicatos.

Cuestión que tiene que ver con el papel que esta muy antigua estructura de organización proletaria desempeña en el desarrollo de las luchas revolucionarias de la clase obrera por el socialismo.

La aparición del proletariado moderno ocurrió dentro del contexto de la evolución histórica del estado-nación.

La organización del proletariado y sus actividades adquirieron forma dentro de los límites establecidos por el estado-nación.

Como caso especial lo mismo también sucedió en relación con los sindicatos.

Los sindicatos son un caso especial de ese fenómeno.

Sus adelantos y prosperidad dependieron en gran parte del éxito industrial y comercial de “sus propios” estados nacionales.

Por consiguiente, así como causas profundamente objetivas existen para explicar la actitud ambivalente de la clase obrera hacia el estado-nación, también existen razones objetivas profundas para crear la ambivalencia, aun hostilidad, de los sindicatos hacia el socialismo.

El movimiento socialista ha derramado muchas lágrimas sobre este tema durante más de un siglo.

Claro, no es se pudo anticipar la gravedad de los problemas que obsesionarían las relaciones entre los partidos marxistas y los sindicatos durante los primeros años de la existencia de ambos.

La actitud de los marxistas hacia los sindicatos inevitablemente refleja las condiciones y circunstancias de los tiempos.

La cuestión de los sindicatos no se nos plantea en 1998 tal como en 1847.

Ha pasado mucha historia durante 151 años y el movimiento socialista, que ha tenido suficiente oportunidad para familiarizarse con el sindicalismo, ha aprendido mucho acerca del carácter de los sindicatos.

Sin embargo, en las páginas de la prensa radical “izquierdista” no aparece nada de esta sabiduría que se ha acumulado.

A través de gran parte de su historia, el movimiento socialista fervorosamente ha intentado establecer una relación con los sindicatos.

No obstante, a pesar de mucho cortejo y galanteo, el romance deja mucho que desear.

A pesar de muchas declaraciones de afecto e interés, el objeto del deseo una y otra vez patea y apuñala en la espalda a sus galanes socialistas.

Aun cuando éstos crean sus propios sindicatos y tratan de darle una formación marxista impecable, los herederos le pagan con la ingratitud más despiadada.

Tan pronto aparezca la oportunidad, muestran la tendencia a rechazar los ideales excelsos de los veteranos socialistas y satisfacen sus necesidades en los antros capitalistas del placer.

Nos parece que algo debería haberse aprendido de tantas experiencias malaventuradas.

Pero como los vejancones tontos en los cuentos de Boccaccio, los radicales envejecidos y desdentados, aún tienen el afán de hacerse los cornudos.

Las organizaciones “izquierdistas” actuales todavía insisten que el movimiento socialista tiene el deber atender todas las necesidades y caprichos de los sindicatos.

Insisten que los socialistas tienen que reconocer que los sindicatos son las organizaciones obreras por excelencia, las que mejor representan los intereses de la clase obrera.

Arguyen que los sindicatos son la dirigencia auténtica e indesafiable de la clase obrera, los árbitros con la última palabra acerca de su destino histórico.

Desafiar la autoridad de los sindicatos sobre la clase obrera, de alguna manera poner en duda el supuesto derecho “natural” de los sindicatos de ser los voceros de la clase obrera, equivale a cometer un sacrilegio político.

Según los radicales, es imposible concebir un movimiento obrero genuino que los sindicatos no dominen o formalmente dirijan.

Solamente basándose en los sindicatos puede entablarse una lucha de clases efectiva.

Y por último, toda esperanza para que se desarrolle un movimiento socialista de masas depende de “convertir” a por lo menos una mayoría de los sindicatos, a una perspectiva socialista.

Vayamos al grano: el Comité Internacional rechaza todas estas aseveraciones que el análisis teórico y la experiencia histórica refutan.

Según la opinión de nuestros adversarios políticos, nuestra negativa en doblegarnos ante la autoridad de los sindicatos equivale a un agravio.

Esto nos irrita demasiado, porque a través de las décadas nos hemos acostumbrado a oponernos a la opinión pública “izquierdista”, o mejor dicho, pequeña burguesa, cuya antipatía y amargura consideramos la mejor señal que el Comité Internacional va por el rumbo debido.

La postura de los radicales se basa en una teoría fundamental: que los sindicatos son “organizaciones obreras” puesto que son asociaciones de masas.

Por lo tanto, todo el que rechaza la autoridad de los sindicatos, por definición, se opone a la clase obrera.

El problema con esta teoría es que convierte a los sindicatos en abstracciones anti históricas que carecen de todo significado.

No cabe duda que los sindicatos tienen una gran cantidad de socios obreros, pero también la tienen Los Estados Unidos, los Masones, los Veteranos de Guerras Extranjeras y la Iglesia Católica.

Además, alusiones a la gran cantidad de obreros que pertenecen a los sindicatos no puede reemplazar a un análisis correspondiente de la composición social de estas organizaciones, sobretodo de sus capas dirigentes, es decir, de sus burocracias gobernantes.

No es automático que éstas organizaciones en realidad representan los intereses de la clase obrera sólo porque masas obreras pertenezcan a ellas.

Efectivamente, es imperante analizar si es que existe, dentro de los sindicatos mismos, algún conflicto objetivo entre los intereses de la mayoría de los miembros y los de la burocracia dirigente, y hasta qué grado la política de los sindicatos refleja los intereses de esta burocracia y no de los miembros.

Si aun pudiéramos admitir que los sindicatos son organizaciones obreras”, esta definición añade muy poco a la suma total del conocimiento político que se ha acumulado.

Después de todo, podríamos continuar el juego de definiciones al simplemente preguntarnos:

¿Y qué precisamente se quiere decir con “organización obrera?"

No basta replicar:

“¡Pues una organización de obreros!”

Al tratar de comprender la esencia de los sindicatos, la pregunta más acertada sería:

“¿Cómo se relacionan estas organizaciones con la lucha de clases en general y la liberación de los trabajadores de la explotación capitalista en particular?”

Es hora de descartar la terminología tonta y encontrar una definición más profunda en base a un meticuloso análisis histórico del papel que los sindicatos han desempeñado en las luchas de la clase obrera y en el movimiento socialista.

No se trata solamente de producir ejemplos de crímenes y éxitos según lo que uno está dispuesto a encontrar.

Más bien el propósito de este análisis es descubrir la índole esencial de este fenómeno social; es decir, como es que las leyes fundamentales se expresan, de manera práctica y activa, en las acciones y la política de los sindicatos.

Nuestros adversarios radicales nunca tratan de hacer semejante análisis; por lo tanto ni siquiera pueden contestar la pregunta más obvia y elemental:

“¿Por qué han fracasado los sindicatos tan miserablemente en defender, para no decir elevar, los niveles de vida de la clase obrera?”

Durante el último cuarto de siglo, la posición social de la clase obrera ha empeorado drásticamente no sólo en Los Estados Unidos, sino en todo el mundo.

Los sindicatos han sido incapaces de defender a la clase obrera contra la embestida bestial del capital.

Puesto que este fracaso se ha demostrado muchas veces en el ámbito internacional durante las últimas décadas, es inevitable que sus causas objetivas se busquen en el ambiente socioeconómico en que los sindicatos actualmente existen y, más fundamentalmente aun, en la índole de los sindicatos mismos.

Es decir, si presumimos que el ambiente repentinamente se tornó hostil en 1973, ¿qué fue acerca de los sindicatos que los rindió tan vulnerables a este cambio y tan incapaces de adaptarse a las condiciones nuevas?

continuara...

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