Con algunos matices. La subversión marxista –o más o menos marxista, de la que yo también formaba parte– quería, sin duda, asaltar el poder en la Argentina para cambiar radicalmente el orden social. No queríamos un país capitalista y democrático: queríamos una sociedad socialista, sin economía de mercado, sin desigualdades, sin explotadores ni explotados, y sin muchas precisiones acerca de la forma política que eso adoptaría –pero que, sin duda, no sería la “democracia burguesa” que condenábamos cada vez que podíamos.
Por eso estoy de acuerdo con el hijo de mil putas cuando dice que “los guerrilleros no pueden decir que actuaban en defensa de la democracia”. Tan de acuerdo que lo escribí por primera vez en 1993, cuando vi a Firmenich diciendo por televisión que los Montoneros peleábamos por la democracia: mentira cochina. Entonces escribí que creíamos muy sinceramente que la lucha armada era la única forma de llegar al poder, que incluso lo cantábamos: “Con las urnas al gobierno / con las armas al poder”, y que falsear la historia era lo peor que se les podía hacer a sus protagonistas: una forma de volver a desaparecer a los desaparecidos. Me indigné y, de tan indignado, quise escribir La voluntad para contar quiénes habían sido y qué querían realmente los militantes revolucionarios de los años sesentas y setentas.
Es curioso cómo se reescribió aquella historia. Hoy la mayoría de los argentinos tiende a olvidar que estaba en contra de la violencia revolucionaria, que prefería el capitalismo y que estuvo muy satisfecha cuando los militares salieron a poner orden. “Ostentamos el dudoso mérito en ser el primer país en el mundo que juzga a sus soldados victoriosos, que lucharon y vencieron por orden de y para sus compatriotas”, dijo el asesino –y tiene razón. Pero la sociedad argentina se armó un relato según el cual todos estaban en contra de los militares o, por lo menos, no tenían ni idea. Es cierto que no podían haber imaginado que esa violencia era tan bruta, tan violenta, pero había que ser muy esforzado o muy boludo para no darse cuenta de que, más allá de detalles espantosos, las fuerzas armadas estaban reprimiendo con todo.
El relato de la inocencia mayoritaria se ha impuesto, pese a sus contradicciones evidentes. Los mismos medios que ahora cuentan con horror torturas y asesinatos las callaron entonces; los mismos partidos políticos que se hacían los tontos ahora las condenan; los mismos ciudadanos que se alegraban privada y hasta públicamente del retorno del orden ahora se espantan. Y todos ellos conforman esta masa de ingratos a la que se dirige el muy hijo de exputa: “Luchamos por y para ustedes” –les dice y, de hecho, los militares preservaron para ellos el capitalismo y la democracia burguesa. Pero la sociedad argentina se ha inventado un pasado limpito en el que unos pocos megaperversosasesinos como éste hicieron a espaldas de todos lo que ellos jamás habrían permitido, y les resulta mucho más cómodo. Como les resulta mucho más cómodo, ahora, indignarse con el ex que repensar qué hicieron entonces, a quién apoyaron, en qué los benefició la violencia de los represores, y lo fácil que les resultó, muchos años después, asombrarse, impresionarse e indignarse.
Durante mucho tiempo me equivoqué pensando que los militares habían exagerado: que la amenaza revolucionaria era menor, que no justificaba semejante despliegue. Tardé en entender que los militares y los ricos argentinos habían usado esa amenaza como excusa para corregir la estructura socioeconómica del país: para convertir a la Argentina en una sociedad con menos fábricas y por lo tanto menos obreros reivindicativos, para disciplinar a los díscolos de cualquier orden, y para cumplir con las órdenes reservadas del secretario de Estado USA, su compañero Kissinger, que les dijo en abril de 1976 que debían volver a convertir a nuestro país en un exportador de materia prima agropecuaria.
Es lo que dijo el ex: “¡Y nosotros estamos siendo juzgados! ¿Para quién ganamos la batalla?”. Porque es cierto que la ganaron, y que su resultado principal no son estos juicios sino este país sojero.
Ése es el punto en que casi todos se hacen los boludos. La indignación siempre fue más fácil que el pensamiento. Supongo que es mejor que muchos, para sentirse probos, prefieran condenar a los militares antes que seguir apoyándolos como entonces. Pero no deja de inquietarme que todo sea tan fácil y que sólo un asesino hijo de puta suelte, de vez en cuando, ciertas verdades tremebundas.
http://criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=8662
10 comentarios:
Cierren todo, nos tapó el agua.
Ahora tomando como representativas las palabras del estúpido de Caparrós y para el colmo publicadas en Crítica, al que los papis enviaron a Londres, era un pednejo de 18 que habrá tirado algún panfleto y ahora se hace el Ex-combatiente.
Si tanto participó porque tuvo que ir a preguntarles a los que sí participaron para escribir La Voluntad? no tiene un solo recuerdo perosnal porque simplemente no estuvo ni hizo nada pero la chapa le sirve para posar como "ex monto reformado" y que sus textos sean levantados por pseudoperonistasdeperon como vos.
Si para ensuciar a otra gente vas a buscar como certeras las palabras de Caparrós es para darte el título oficial de maniqueo. Que bajo caen algunos cuando el odio los ciega.
Se viene la fórmula Manolo - Pando....
Me parece que artículo de Caparrós es muy bueno.
El comentarista "el medio es el mensaje" objeta la militancia de Caparrós. Y tal vez tenga razón, pero no explica por qué los argumentos y la explicación de Caparrós son erróneos.
La Armada Brancaleone está loca con Caparrós....
Yo no se si no le perdonan sus dichos o el bigote.
Ningunear al que "solo tiró panfletos" es cagarse en la memoria de muchos muertos.
Me cago en caparros.
y en sus ridiculos bigotes .
Estimado Manolo:
Con mas credenciales que este muchacho Capa - que haya sido un perejil, no quita que haya verdad en sus dichos - es un articulo en Clarin de hoy de un Sr (no recuerdo el apellido) que era Co-director del "Descamisado"junto con DC.
Creo que deberia pegarlo.
Me molesta mucho que este Sr Capa, los putee tanto a los milicos...me parece que es como si tratara de justificarse...
Bue, parece que los montos estan en el horno,no?
Saludos cordiales
anonimo bostero
Buenas,
Algunos comentarios sobre el artículo de Caparrós
1) La primer frase de Menendez ("los guerrilleros no pueden decir que actuaban en defensa de la democracia") hay que interpretarla con cuidado, porque el concepto que él puede tener de democracia es muy diferente al de una persona de izquierda. Por ejemplo, con una concentración fenomenal de medios de comunicacion que el 23 de marzo del 76 imprimían "Gral Videla: Mañana se cumplen 90 días de su ultimatum", mal puede hablarse de una sociedad donde la democracia funciona correctamente.
Un país que en 1975-76 amanecía con cadáveres sembrados por la banda del comisario Villar y que estaba rodeado de sangrientas dictaduras militares mal puede ser un país donde la paz y la democracia priman.
Esto no justifica el fanatismo guerrillero, sino que relativiza un poco el "razgado de vestiduras" de Caparrós.
2) No sé de dónde Caparrós saca que "la mayoría de los argentinos" miente sobre sus intenciones de entonces y su visión actual. La mayoría probablemente quería seguir en sus temas, sin meterse en política, y con profundo temor por la violencia. No todos los que se aliviaron con la llegada de los militares y su puesta en orden se regocijaba con la liquidación de sindicalistas e intelectuales.
Además, las torturas y las barbaridades que hoy conocemos antes se escondían y hablar de eso era peligroso. Se sospechaba, se comentaba por lo bajo, pero no todos sabían bien lo que pasaba. No había un Nunca Más como lo hay hoy.
Caparrós debería bajar su nivel de arrogancia y darse cuenta que SU vision y SUS conocimientos no son ni eran los de la mayoría de los argentinos de entonces.
3) Lo que me parece TOTALMENTE REPROBABLE de parte de Caparrós es darle relevancia a la argumentación de Menendez, infiriendo que está de acuerdo en que "ganaron la batalla".
Reventar delegados, estudiantes e intelectuales no equivale a ganar ninguna batalla, simplemente porque las batallas se ganan en enfrentamientos armados y para 1976 la guerrilla ya había perdido gran parte de su poder militar (segun una carta de Acdel Vilas a Bussi de diciembre 1975).
Repeler el ataque al cuartel Domingo Viejobueno, OK, eso es una "batalla ganada", pero chuparse a Haroldo Conti, no, ni ahí. Y es por chuparse gente y reventarla que lo juzgaron a Menendez, no por ganar ninguna batalla.
Saludos,
Andrés
Andrés ¿tenés blog? da gusto leerte. Le ponés la justa medida a las exageraciones que uno lee en algunos posts.
Saludos
Esto no lo entiendo:
"Ostentamos el dudoso mérito en ser el primer país en el mundo que juzga a sus soldados victoriosos, que lucharon y vencieron por orden de y para sus compatriotas”, dijo el asesino –y tiene razón".
Tiene razón las pelotas. El mérito no es dudoso. Que lucharon para el orden de sus compatriotas, es muy discutible. La dictadura era una necesidad más allá de Montoneros, para imponer un modelo de país. Caparrós cayó en la trampa
Buenas Dagnasty,
Gracias por el comentario. Todavía no tengo blog.
Saludos,
Andrés
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