martes, 15 de febrero de 2011

Betty Sarlo; y las Tesis Antifascistas, contra los Impresentables y Burócratas, para la batallas de Agosto y Octubre.

A quien corresponda, o sienta que le calza el sayo de Savonarola.



Las capas medias son influyentes en términos de atmósfera.

Sus activistas son móviles y modernos, escriben en la Web, se movilizan por una reivindicación sin necesitar al Estado como sostén de una campaña, pueden pagar sus folletos, son diestros con la prensa.

Si a un sector no le importa lo que le parecía fundamental hace dos años, más que lamentarse por el cambio, habría que preguntarse por las razones.

La respuesta no es que hace falta una oposición unida para ganar.

A los Kirchner no hay que ganarles de cualquier modo, en un rejunte sin principios, sino mejor y para adelante, con ideas que lleguen a la roca dura de la pobreza y también arraiguen en el mundo más volátil de los grupos sociales y culturales.

La falta de principios y el rejunte de lo nuevo y lo viejo, de lo progresista y lo inadmisible ya fue una característica del kirchnerismo con la que sería bueno terminar.

La conquista de las capas medias

http://www.lanacion.com.ar/1293047-la-conquista-de-las-capas-medias



Afirmar que sus votos no sirven para ganar elecciones es una pobre tautología.

Es obvio que, en términos cuantitativos, su número no pesa en los padrones.

Pero las cosas no son tan sencillas.

De pronto algo, que no es una novedad de las últimas horas, comienza a ser un tema de conversación política.

Debería haber ocupado esa conversación antes, porque la experiencia de las últimas décadas indica que grupos minoritarios pero ideológicamente activos, dispuestos a invertir su energía no sólo en las preocupaciones más inmediatas, fueron decisivos en los cambios que finalmente llegaron a la llamada "opinión pública".

Ejemplos: quienes rodearon a Raúl Alfonsín cuando, a comienzos de los años 80, marchó para ganar el partido radical; otro ejemplo: las organizaciones de derechos humanos; por si se necesita otro ejemplo: los que primero se ocuparon del medio ambiente y de las cuestiones relacionadas con la igualdad de derechos de las minorías. Ninguno de esos grupos formaba una opinión pública encuestable.

Todos, en un determinado momento, lograron anclar en la política.

No tengo idea de qué puede pasar con el kirchnerismo intelectual.

Son el resultado de una victoria de Néstor Kirchner que parecía improbable en 2003.

Durante el conflicto con el campo, para poner una fecha que, como toda periodización, con el tiempo podrá ser corregida, sucedieron dos movimientos de sentido inverso dentro de las capas medias.

Por un lado, las decenas de miles que, sin tener nada que ver con el campo, se movilizaron porque no acordaron con la forma exasperada en que el Gobierno tradujo ese conflicto como un nuevo enfrentamiento de la oligarquía y el pueblo.

Por otro lado, quienes interpretaron ese conflicto como el ataque a un gobierno que, después de años de crisis, había restablecido algunos ejes políticos con los que podían identificarse y defendía a los "pobres" contra los "ricos".

Quienes vencieron en el conflicto con el campo se disgregaron; el frente agrario se deshizo, como era muy evidente que sucedería; la súbita popularidad de Cobos ya no entusiasma sino a los cobistas y a las zonas más inertes de la opinión, porque no había nada más allí que el voto de una noche y una pelea entre radicales.

Kirchner, que perdió en el conflicto con el campo, ganó a minorías intelectuales activas.

La ley de medios audiovisuales fue el capítulo donde se consolidaron esas adhesiones.

Siempre pensé que ganar esas minorías representaba una victoria cultural que no debía subestimarse, porque cualquier gobierno, en cualquier parte del mundo, no prescinde de ellas.

Probablemente, hubo un solo momento en la historia argentina en que un gobierno pudo prescindir de (casi todos) los intelectuales: el primer gobierno de Perón, donde la fuerza plebiscitaria era de tal calibre que vencía por fuera de todas las reglas.

Pero después de esos años que transcurren hasta el golpe de Estado de 1955, siempre, de Frondizi a Cámpora, los elegidos estuvieron rodeados de una densa trama de discursos producidos por intelectuales.

Una de las más patéticas debilidades de Arturo Illia fue precisamente el activismo de una opinión intelectual y periodística golpista y una gran movilización estudiantil en su contra.

El kirchnerismo intervino, creo que sin demasiada conciencia de lo que estaba haciendo, en esa batalla cultural.

Néstor Kirchner no era un político interesado en ganarla, hasta que descubrió que esa victoria era importante porque se trataba de gente dispuesta a llevar su línea a los medios, no para convencer al público de los noticieros prime time, sino para consolidar, al costado de los noticieros, una fracción de las capas medias donde ellos, los kirchneristas, hasta ese momento tenían muy poco capital.

Visitó las reuniones de Carta Abierta.

Habilitó económicamente la utilización de medios públicos para convertirlos en órganos de gobierno.

Sobre todo, les dio un reconocimiento material, en términos de salarios y apoyo a la investigación, a los universitarios de todo el país, con una gestión de ciencia y técnica tan buena como fue débil y errática la gestión educativa.

Puso dinero y discurso donde había que ponerlos.

Nunca los universitarios tuvieron mejores condiciones.

Y no fue defraudado.

Pero esto no explica la victoria, aunque la refuerce y le dé condiciones materiales.

Quizá los grandes nombres de las ciencias sociales estén divididos entre kirchneristas y no kirchneristas; pero, en la segunda línea, la implantación kirchnerista es importante.

El otro rasgo de esta victoria es que ha interesado a gente que antes no había mostrado ni la menor inclinación por la política.

No digo esto para señalar un déficit de los recién llegados, sino para subrayar la novedad de esas adhesiones (actrices, celebrities) que amplían el círculo más tradicional de entendidos.

Es cierto que la calidad del discurso político no sube con estas incorporaciones.

Pero quedarse con este juicio sería mezquino.

Los cambios políticos se producen siempre con la llegada de aquellos que antes no estaban.

De los dirigentes depende la calidad del ámbito que encuentren.

En un círculo característico, los intelectuales se dieron a sí mismos las razones de su apoyo a Kirchner.

Una síntesis de estas razones puede leerse en los documentos de Carta Abierta y sus principales cabezas, que son textos sencillos en los que se desarrollan tres temas: el regreso de la política después de la crisis; el carácter popular de la gestión social de la pobreza; el restablecimiento de una noción de soberanía nacional.

Esos tres puntos obviamente no incluyen ni la corrupción institucional, ni las presiones sobre la Justicia, ni los delitos económicos, ni el gerenciamiento clientelístico de la miseria, ni el acuerdo con los representantes más típicos del caudillismo provincial o municipal y el sindicalismo mafioso (los apellidos pueden variar).

La victoria cultural se apoya precisamente en esos olvidos.

No es necesario explicar que son significativos porque le dan un orden a lo que se recuerda.

Al pasar por alto los rasgos mencionados se establece una jerarquía de valores: lo que importa y lo que no importa.

Precisamente, restituir un lugar significativo a la política es discutir esa jerarquía que el kirchnerismo intelectual acepta como límite.

Es un gran momento para hacer esa discusión.

Están los interlocutores y los temas; no vivimos en una crisis; y, sobre todo, del presente no se sale hacia atrás ni por repetición.

No se sale construyendo fetiches historicistas.

En algún momento próximo el duelo por Kirchner terminará.

Su nombre será el de un gobierno sobre el que es posible hacer balances completamente distintos, criticar o defender.

Pero será un nombre que designa el pasado, salvo que la Argentina quiera volver a un escenario poblado por fantasmas y aparecidos.

En ese momento, es posible abrir otra discusión.

Intelectuales, la tierra fértil del kirchnerismo

http://www.lanacion.com.ar/1327611-intelectuales-la-tierra-fertil-del-kirchnerismo

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Objeción, voy a salir en defensa del mas conocido como pejotismo(más típicos del caudillismo provincial o municipal y el sindicalismo mafioso (los apellidos pueden variar)). Es cierto que muchos tienen estas carácterísticas que se adjudican, èro también hay que habla que no son los unicos por que muchos de auqellos intelectuales(oficialistas y opositores) que se adjudican como ser almas bellas. Portan carácterísticas similares o mesquindades que al ser intelectualesy no los "negros del conurbano" se ignoran

horca dijo...

Parece que Sarlo todavía cree que ella tiene suficiente poder como para imponer los términos de la discusión con los intelectuales: ustedes dejen de hablar de Kirchner, yo me avengo a tratarlos como pares. Todo esto para entablar una conversación cuyo objetivo declarado es ensanchar el margen de lo "inaceptable". O sea: rompan con la CGT y con los intendentes, entonces se convertirán en intelectuales sofisticados como yo. En una palabra, pide tolerancia cero. Lo gracioso es que no ofrece nada a cambio. Ni siquiera se da cuenta de que hoy por hoy no hace falta dejar el poder para mantener el prestigio, y ése es todo el escándalo de las capas medias k y sus intelectuales.

horca dijo...

O sea, Sarlo sabe que su pastoreo sobre la clase media está terminando. Y eso significa que el peronismo puede volver, volver con todo, justo en su faceta más odiosa: la que no deja espacio para escuchar con tranquilidad los discos de Bartok. Cuando se pierde esta tranquilidad cortazariana, viene el exilio en París.

Peter de A. dijo...

¿parece muy lucida, no? Que pena que, si era tan sagas, no lo dijo antes de que los acontecimientos hablen por sí mismos

Saludos

Udi dijo...

Sarlo reproduce la discusión entre Martínez Estrada y Jauretche. O sea, nada olvidado, nada aprendido.

Marmaduke/Eddie/Matt dijo...

Se que repito a otros comentaristas pero no quiero dejar pasar esta afirmación de Sarlo:
"el rejunte de lo nuevo y lo viejo, de lo progresista y lo inadmisible ya fue una característica del kirchnerismo con la que sería bueno terminar".
Supongo que lo "progresista" se refiere a ese ideal burgués nunca alcanzado, el de las revoluciones sin dolor y los obreros sin olor. Y que lo "inadmisible" se asimila a lo contrario, al ofensivo aroma de las axilas sin desodorante. Lo que esas almas puras no entienden es que ese mundo inodoro (doble sentido intencional) no sólo es falso sino que es siniestro. En un documental sobre Reagan que acaba de estrenar HBO hay multitud de rostros sonrientes, limpitos, celebrando lo que fue uno de los períodos más destructivos que padeció este país.
Eddie

Norberto dijo...

Creo que es la admisión de la derrota actual, y la esperanza de una futura victoria cuando los intelectuales se den cuenta de la corrupción, que como cuenta el último informe sobre la misma se asienta sobre amplias bases de los poderes legilativo y judicial, de lo que ella no toma cuenta, esperando perforar ese apoyo.
Pero olvida que si estamos aca es para construir una sociedad mejor con los elementos que hoy tenemos y no con utópicas masas impolutas que no existen, y que tal vez podamos ayudar a construir desde este lugar.
Da para mucho mas, pero es sin duda de lo mas lúcido escrito y dicho por un adversario en los últimos tiempos en cuanto al diagnóstico, aunque su asignación de la corrupción sea a sabiendas incorrecta. solo basta saber que los índices de corrupción asignados a Argentina por Transparencia Internacional provienen de encuestas entre lo mas corrupto de nuestra sociedad, es decir de la opinión de nuestros empresarios, para no hablar de a quien expresa por ej. Heritage Foundation.
Abrazos